CINEMA


Ayer la llamé a Kárem. La llamé sin miedos y sin nervios. Le pregunté: ¿Cómo había salido en sus exámenes finales? Ella me dijo que en la mayoría de sus cursos estaba muy bien y sólo le faltaba un curso que sobre los hechos, caía por sí solo. Y bueno, también me dijo que le faltaba presentar algunos trabajos pendientes. En resumen, la noté feliz por acabar de una buena y varias maneras la carrera de Diseño Grafico. El otro día conversando por Messenger, me escribió diciéndome que ya estaba trabajando; yo, como siempre, con mis exabruptos y estupideces, le escribí preguntándole: ¿De qué estás trabajando, Kárem?... ella me respondió: de qué más… de Diseñadora pues, Iván…

Yo estoy muy feliz por ella. Aunque todavía no he tenido el honor de ver su arte en escena, su feeling a la proyección, sus ojos a la creación, y su anhedonia, esa incapacidad para experimentar placer (arte), que tiene que sentir (sufrir) de vez en cuando un artista, para así, comenzar de nuevo, para volver a tener vida, para volver a tener nada y esa nada es igual a nadie. Como ya dije en antes, lamentablemente no he tenido ese honor de ver su arte, pero sé, de buena fuente, que sus creaciones son incomparables y alucinantes a la realidad misma. Porque el arte no tiene una realidad absoluta, sino una realidad irreal e imaginaria. Y, en ese mundo imaginario, juega mucho lo impredecible, y a ella, eso, le sobra. Vuelvo a escribir y a reiterar que estoy muy feliz por ella y por su mundo en crecida. También porque entendí que ella nunca me guardó rencor (aunque motivos no le faltaron), pero igual, cuando la llamé ayer, me contestó la llamada y hablamos como si el tiempo no hubiese pasado, y, eso, es más que suficiente para sentirme feliz y en paz con mi conciencia.
-Gracias Kárem, gracias por enseñarme muchas cosas reales, muchas cosas bonitas, que ni tú te lo imaginas. Gracias de verdad. A pesar que no nos vemos (y como dices tú: nunca nos vamos a volver a ver, eso ya está escrito), pero déjame decirte que a la distancia sigo tu ejemplo, el de querer a un amigo pase lo que pase, suceda lo que suceda, hagamos lo que hagamos, en fin y sin fin, que la vida es corta ¡joder!, gracias Kárem. Mil gracias-.

Tomando el punto de lo impredecible y queriendo contarles un suceso importante que pasé con la bella Kárem que, dicho sea de paso, me convenció del todo, para creer a ciegas que ella, es una mujer que hay una entre mil mujeres. Puedo estar exagerando, pero no, no exagero ni un ápice y a los hechos me remito, en este caso, al hecho. Entonces, vayamos a lo impredecible, a lo irreal, a lo que no se puede tocar, ni mucho menos imaginar, sólo sentir con el corazón.

No me gusta ir al cine. Lo poco que pude conversar con ella, es porque compartimos dos meses o tres, no recuerdo muy bien, varias clases de inglés. Entonces, teníamos tiempo para conversar o, al menos, contarnos algunas cosas. En esos pequeños espacios de tertulia, yo le pregunté a ella: ¿si le gustaba ir al cine?. Para ella seguro fue una simple pregunta, para mí fue una pregunta que traía consigo un concepto. No por el simple hecho de invitarla al cine, que también era parte del paquete, sino, porque para ese entonces, Kárem era una niña de diecisiete años y yo un pantalón viejo de veintiocho años. Ella me respondió: No me gusta ir al cine. Desde ahí, en ese momento, ya me estaba dando vuelta la cabeza. Yo le volví a preguntar, el porqué no le gustaba ir al cine. Ella me dio una explicación simple pero segura: No me gusta, Iván. Me siento como si estuviera pagando (mendigando) para ver algo innecesario. Para ver una película, mejor lo puedo hacer en mi casa, sentadita a gusto y a la hora que se me de la gana. Y estar, en ese lugar, a oscuras, no, no va conmigo, Iván. ¿Y saben?... me gustó mucho esa respuesta, porque a mí tampoco me gusta ir al cine, desteto ir al cine y estar al lado de una persona que hace ruido con su boca comiendo sabe Dios qué cosa. De estar al lado de varias personas, en donde nunca falta un individuo(a) que habla (piensa) en voz alta y no te deja escuchar nada de la maldita película de turno. Otra, es que como yo no domino el inglés, entonces por ende, qué me queda, leer los subtítulos y yo odio leer rápido los malditos subtítulos de cada película, es allí donde me pierdo y no entiendo muy bien la trama, y sobre todo, lo que puede pasar más adelante con la película. Es muy diferente y placentero ver una película en mi computadora estando solo, donde soy el dueño de los subtítulos y de las escenas más pendejas. No, qué va, sólo utilizo el viejo recurso de ir al cine para así poder ligar con una chica, viejo truco, y que hace poco, dicho sea de paso, me ha resultado muy efectivo. Con una mujer, claro está, que te guste y que quieres que esté a tu lado. De esa manera y de la única manera, es que yo puedo ceder ir al cine. Volviendo a la atinada respuesta de Kárem, fue la única, hasta ese entonces, que no le gustaban los cines ni muchos menos ir a verlos. Ya que todas las personas, mejor dicho, la mayoría, siempre suelen decir: Me encanta ir al cine, me entretiene, me divierte, me relaja, es mi único pasatiempo favorito, soy cinéfilo y etcétera y etcétera. Y entonces entendí, que todavía había mujeres que desafiaban a la rutina, al conjunto de todos y para todos, a eso, de que porque todo el mundo lo hace, ¿por qué lo tengo que hacer yo?, ¡joder!. Eso fue un concepto claro para mí y seguro para mi cabeza. Y al decir verdad, me gustó mucho esa respuesta y me gustó mucho, sobre todo, que ella me lo digiera.
Hace poco hablé con Kárem, y después de tiempo (cuatro años) le hice la misma pregunta. Caí con la respuesta que ahora sí le gusta ir al cine y visitarlo y todo lo que fuese. Debo admitir que me sorprendió mucho, pero en fin, ella va al cine porque ahora sí le gusta ir y yo voy al cine porque me quiero ligar a la chica de turno, en resumen, los dos, que alguna vez odiamos (por lo menos, no nos interesó) ir al cine, llegamos a ser asiduos concurrentes de esas gigantes habitaciones que siempre están a oscuras. Caray, las vueltas que da la vida. Sólo espero no encontrármela en una de esas salas, porque es ahí donde el mundo se puedo detener, o al menos, retroceder. Cines, habitaciones y una amistad que no tiene oscuridad. Eso creo.

¿Kárem, quieres ir al cinema conmigo?

Iván Sánchez.

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