CAPÍTULO 7

SIEMPRE TE AMARÉ ABRIL.


7

Abril, cuando terminó de hablar con Pocho por el celular, se le vinieron varias cosas a la mente. Tantas cosas que las resumió en tres partes. Primero: el saber que Pocho está en Lima y recuperado, para Abril, fue como algo extraño, como algo nuevo, como algo curioso, como algo deseable. Volver a ver después de mucho tiempo al primer hombre de su vida. Al que le hizo sentir cosas que antes no había sentido y, sobre todo, a la única persona que le presentó de una cierta forma, el verdadero amor. Un amor difícil por las circunstancias en que se dio. Un amor que, ella misma no lo llamaba así, sino, tan sólo un querer. Un amor al tiempo perdido, de situaciones placenteras, comprometedoras y arrolladoras. Abril, se echó sobre su cama boca arriba y miró la pared en lo alto de su habitación, encontró la nave del recuerdo, y empezó a recordar los mejores momentos con Pocho. Abril, llegó al recuerdo de uno en especial, uno que, aunque pase cien vidas después de ella, nunca podrá olvidar. Su primera vez con Pocho. La nave del recuerdo hizo un alto y mostró con detalles la escena ya mejorada y ya editada. Abril, cerró los ojos y se dejó llevar por aquella nave del recuerdo:

-Pocho, tengo sólo diecisiete años.
-Abril, eso no importa si hay amor. Ya estamos aquí, vamos a dejar que nuestros cuerpos hablen por sí solos.
-Pocho, tengo miedo. ¿Y si salgo embarazada?...
-Por eso no te preocupes, yo me voy a cuidar.
-Sabes muy que soy virgen…
-Siempre hay una primera vez, chiquita.
-Pocho, yo te quiero mucho. Protégeme…
-No tengas miedo, chiquita. Nada malo te va a pasar. Tú déjate llevar…
-Por favor, protégeme. Haz que nada malo me pase.
-Ya te he dicho que no te preocupes, tú sígueme… ¿quieres que fumemos antes de hacerlo?...
-No, está vez no quiero fumar. No ves que lo que vamos a hacer es algo importante para mí.
-Ya, está bien, Abril. Pero yo sí me voy a meter un tronchito para estar relajado.
-Está bien, fuma, con tal que me trates con cariño…
-Mientras tanto, tú desvístete y ponte cómoda.

Abril, abrió los ojos, cautivó una sonrisa, recordó ese momento donde por primera vez se tuvo que desvestir frente a un hombre.

-Tienes un hermoso cuerpo, chiquita.
-Cuando fumas, empiezas a delirar, Pocho.
-No, de verdad, Abril. Vamos, fuma un poquito…
-Está bien, pero sólo un poquito…

Abril, empezó a fumar sin impórtale hacerlo, su cabeza estaba en otra parte, mejor dicho, estaba buscando respuestas, tuvo miedo, tuvo vergüenza, pero siguió fumando. Cuando terminó, ya hacia desnuda sobre la cama, ella sólo esperó que Pocho terminara de fumar la hierba de marihuana.

-¿Sabes?, fumar me relaja, Abril.
-Ya veo, pero termina, que quiero salir de aquí cuanto antes.
-Espérate pues, deja que la hierba se me suba a la cabeza…

Pocho, se empezó a quitar la ropa. Ya mostraba sonrisas sin querer. Buscó los preservativos, los encontró, los puso sobre la cama y ya desnudo buscó los labios de Abril.

-Espera, ¿quiero que me prometas algo?
-Tú dirás, chiquita.
-Quiero que me prometas que a partir de este momento, sólo harás el amor conmigo, sólo conmigo…
-Prometido, chiquita. Sólo contigo.
-A ver tus dedos. Prométemelo otra vez, quiero ver tus manos…
-Ya, ya… mira mis manos, mis labios y escucha… prometo hacer el amor sólo contigo…
-Eso me gusta. Entonces ahora sí hagámoslo…

Pocho, la empezó a besar tiernamente por toda la cara. Buscó tocar sus senos tiernamente, lo consiguió, después, vulneró su cuello con besos apasionadazos. Abril, estuvo nerviosa, pero se dejó llevar lentamente sin dejar de cerrar los ojos, pensando que nada malo iba a pasar. Abril, ya no sintió miedo, ya se había entregado al deseo, a la pasión.

-No, no, no… Pocho, ponte el condón…
-Un ratito así, nada malo va a pasar.
-No, Pocho. Me dijiste que te ibas a cuidar.
-Un ratito, no la voy a dar a dentro.
-No, prefiero evitar… ponte el condón, por favor.
-Pero, primero chúpamela, sin condón.
-Ya, está bien. Pero que conste que todavía no sé hacerlo…
-Haz la cuenta que es un chupetín, sólo usa lengua y boca, nada de dientes. Y mientras haces eso, succionas…
-Vaya, cómo se nota que has estado con muchas mujeres.
-No creas, Abril. No he estado con muchas mujeres.
-A ver, que tal me sale…

Abril, retrocedió lentamente, buscó su espacio, se acomodó el cabello a la caída libre, y sin pensar, con intuición, empezó a hacerle el sexo oral a Pocho, lentamente y con cuidado.

-Eso, abril, eso… con cuidado, chiquita.

Abril, siguió con el ritual. Se sintió presa de placer, cautivó la escena, monitoreaba el peligro y respiraba forzosamente.

-Espera, espera, Abril… no pares, no pares, por favor…

Abril, le hizo caso, pero no porque él se lo pidiera, si no porque ya se sintió dueña del placer.

-Eso es para que veas, que no soy una monja.
-Ya veo…
-Ahora, ponte condón. Quiero que mi primera vez sea ahorita, con este deseo que no puedo controlar, hazme el amor, Pocho.

Pocho, buscó el preservativo que lo había dejado en la cama, lo encontró en un rincón a punto de caerse al piso. Rompió la cajita y sacó uno. De inmediato se lo puso, hasta el fondo, aislando el bello púbico y afilando su “arma” manualmente.

-Tienes unos ricos senos, chiquita.
-Despacio, loco, loco…
-Sí, ya sé. Eso, muévete, eso, bésame.
-Ahora sí… Ahí, ahí, ahí…sí, sí, sí, sí… sí…

Abril, se retorció de placer. Sus gemidos fueron exagerados y excitantes. Al principio no se movió, después, llevó el ritmo como algo natural. Abril, ya estaba disfrutando de su primera vez con el hombre que amaba, que quería, que deseaba.

-Eres única, chiquita…
-Sigue, sigue, mi amor.
-Vamos hacer otra pose… voltéate.
-¿Cómo?, ¿así?…
-Sí, así. Ahora ponte como si fueras un perrito…
-Como perrita, dirás…
-Bueno, suena feo, pero en fin.

Pocho, no esperó más tiempo para vulnerar las nalgas de abril. Ambos disfrutaban de ese placer único y deseoso. Abril, sintió que había acabado como dos veces, y se iba por la tercera. Pocho, aguantó el primero. Cada vez que sintió que estaba a punto de acabar, se detenía, se controlaba, así lo hizo varias veces, hasta que no pudo más, y ya adentro de Abril, terminó con fuerza y lujuria. Pocho, cayó en el hermoso dorsal de Abril, y ella, se desplomó boca abajo sobre la cama…

-Chiquita, fue hermoso…
-Sí, fue hermoso. Que rico. No sabes cómo me siento.
-Que bueno, eso me hace sentirme bien.
-Me siento en las nubes. Mi primera vez, algún día tenía que pasar.
-Y eso que falta más, ah.
-¿Sí?...
-Claro, Chiquita.
-Bueno, si tú lo dices. Al principio, mostré un poco de temor, pero para la próxima, me vas a ver más tranquila.
-Es normal, chiquita, fue tu primera vez…
-Seguro.

Pocho, se levantó de la cama, caminó hacia donde estaba su pantalón. Busco en él, algo que no encontraba en sus bolsillos. Hasta que halló un tubito amarillo y lo escondió entre sus manos.

-¿Qué haces, Pocho?... Ven acuéstate conmigo, no me dejes sola.
-Ya voy chiquita, espera…

Abril, miró que Pocho escondía algo en su mano derecha. No pudo evitar la curiosidad y sin dejar de mirarlo le dijo:

-¿Pocho, qué es eso que llevas ahí?, ¿Otra clase de condón?...
-Nada, chiquita. Es un lubricante.
-¿Lubricante?...
-No has oído hablar que hay lubricantes para el sexo.
-No, sólo para carros.
-Puta madre, no me hagas cagar de la risa.
-Pero ya, no te rías, ¿Y para qué quiere un lubricante?.
-Para el sexo anal.
-¡Qué?, me la vas a meter por el culo, no , ¡estás loco!…
-Pero es parte del sexo, es normal, además chiquita, tienes un lindo culito.
-Sí, eso sí, todos esos hombres mañosos, cuando paso por cualquier lugar me miran el culo.
-Es que es bonito. Chiquito y formadito. En forma de una gotita.
-Cada uno sabe lo que tiene,¿no?.
-Eso sí, así es, Abril.
-Pero Pocho, si me la vas a meter por culo, me va a doler, no quiero que me duela. En vez de sentir placer voy a sentir dolor.
-No, loquita. Al principio duele un poco, pero cuando el culo está bien lubricado, vas a ver que te va a gustar.
-No te creo, loco.
-Lo que tengo en la mano es un lubricante y sirve para eso. Vamos a hacerlo y verás que será algo único.
-Ya, está bien. Pero si me duele mucho paramos ¿ya?.
-Ok, chiquita. Ya vas a ver que no te va a doler. Sólo te dolerá un poquito y nada más.
-Esperemos que sea un poquito…

Abril, abrió los ojos, quiso obviar esa parte de su memoria. No por el hecho que no le había gustado. Al hacerlo, sintió placer, un poco de dolor, pero al final le gustó. Pero terminó con ese pensamiento porque opacaba de cierto modo su primera vez. Sólo la nave del recuerdo editó y mejoró la inocencia y ternura de su primera vez.
Abril, le tocó seguir con la segunda parte de sentimientos encontrados que atormentaron su cabeza. La segunda parte de las tres que había resumido a causa de la llamada de Pocho. Lo segundo: Abril, se preguntó: “¿Y si otra vez regreso con Pocho?. Abril, supo que cualquier cosa podría pasar. Escuchar después de mucho tiempo la voz de Pocho, le hizo sentir otra vez como una chiquita de diecisiete años. Abril, se dio cuenta que otra vez la nave del recuerdo aterrizaba sobre su pared, volvió a cerrar los ojos y de nuevo se dejó llevar. Recordó la escena en donde Pocho le dijo para que fuese su enamorada.

-¡Loco!, ¿Por qué me has llevado hasta aquí?...
-¿No te gusta conocer nuestra historia, Abril?.
-¿Historia?, bueno, sí. Lo que pasa es que pensé que me ibas a llevar al cine.
-Ah, seguro porque te dije que te iba a llevar a un lugar donde ibas a ver cosas lindas.
-Claro. Pero si ya estamos aquí, normal.
-La culpa es mía, Abril. Debí decirte que soy un asiduo a los museos.
-No, no te preocupes.
-Veo que no eres muy aficionada a los museos.
-He estudiado historia, en el colegio y en La Pre, pero de ahí a ir a museos… en fin.
-Lo que pasa es que nunca has tenido un guía como yo.
-Mira tú…
-Sólo quiero que conozcas un sitio que, hasta ahora, para mí, es algo alucinante.
-No me digas, ya sé: El Señor de Sipán.
-Bueno, no precisamente, pero me alegro que sepas algo del Señor de Sipán.
-Para que veas que algo conozco.
-Sí, ya veo. Pero no. Yo te quiero enseñar las Líneas de Nazca.
-¡Las Líneas de Nazca?
-Sí. Las imponentes y enigmáticas "Líneas de Nazca" son, creo yo, uno de los más importantes legados de las antiguas culturas Pre-Incas peruanas: fuente de conocimiento y registro asombroso de los fenómenos celestes.
-¡Vaya!, Pocho. No sabía que eras un erudito en la materia.
-Ven, vamos a ver las Líneas de Nazca, y te explico mejor…
-Vamos pues.

No usaron el ascensor. Subieron por las escaleras sintiéndose presos por el silencio de ese lugar. Pocho, nunca olvidó, cuando de niño su padre lo llevaba cada vez que podía, después del trabajo, a recorrer todos los museos de Lima. El museo de La Nación, siempre fue el preferido de Pocho. La emoción indescriptible que sentía Pocho, cada vez que el auto salía a las orillas de la avenida la Marina rumbo hacia la avenida Javier Prado. Pocho, de niño, siempre supo y, quizás fue la única referencia, cuando su Padre al volante solía decir: “San Borja, San Borja”, eso significó para Pocho, que ya había llegado al Museo de la Nación que tanto le gustaba. Los padres de Pocho, tardaron en saber cual fue esa afinidad tan placentera que sentía Pocho de niño al ir a los museos. Cayeron los dos que, la fuente de inspiración de aquellos dibujos que su hijo hizo por muchos años se debió a todos esos museos que de niño asiduamente él visitaba junto a su padre. Un día Pocho, cuando tenía cinco años, dibujó en sus paredes de su casa, las Líneas de Nazca. Al bajar su padre de su cuarto, miró el dibujo y se quedó un poco dudoso, pero de inmediato se dio cuenta del dibujo que había hecho su hijo. Se quedó emocionado, se preguntó: ¿cómo era posible que en un par de visitas al Museo de la Nación, Pocho, su hijo de cinco años, había captado la idea y plasmado todas las Líneas de Nazca en la pared de su casa?. Recordó Pocho, cómo ese día su padre lo abrazó hasta no cansarse, y de los besos que le dio su madre sin dejarlo también de abrazar. Ese dibujo se quedó en casa por lo menos un mes. El padre de P-ocho prohibió que nadie borrase ese dibujo hasta que se cumpliera un mes. Cuando borraron las propias Líneas de Nazca que había dibujado Pocho, su padre le tomó a ese dibujo varias fotos. Después, al revelar las fotos, hizo enmarcar la mejor foto en un cuadro y lo colgó a simple vista en su cuarto. Lo colgó con la misma emoción que sintió cuando vio por primera vez el dibujo que había hecho su hijo. Ese cuadro lo llenaba de orgullo, de inspiración, de emociones y, sobre todo, lo llenaba de muchas fuerzas para seguir luchando contra su enfermedad, o por lo menos, luchar hasta que la enfermad lo acabase.
En cambio, para Abril, fue como ir a una misa. Nunca le gustó eso de hablar bajito o respetar culturas antiguas. Abril, ya nada podía hacer, ya estaba adentro de un museo esperando pasar el rato, sin saber que ese día, mirando las Líneas de Nazca, Pocho, se le iba a declarar.

-Esas son, Abril. Las enigmáticas Líneas de Nazca.
-¡Vaya!... una cosa es estudiarlas y otra cosa es verlas en miniatura.
-Son alucinantes ¿no?.
-Sí, qué diferencia. Las Líneas de Nazca, no se pueden apreciar muy bien en libros ni en Internet.
-Así es. Cuando tenía cinco años, en la pared de mi casa, dibujé las Líneas de Nazca.
-¿No?...
-Sí…
-Loco, pobre tu mamá, pobre casa.
-Para nada, a mi mamá le gustó el dibujo y a mi padre, que en paz descanse, también le gustó mucho lo que hice. Hasta le tomó varias fotos a mi dibujo.
-Toda una familia de locos la tuya, ah.
-Modestia a parte, Abril. Una familia muy culta…
-Así parece, en fin, ahora quiero ver al Señor de Sipán. ¿Vamos?
-Espera, Abril. Quiero decirte algo.
-Vaya, qué seriedad.
-Lo que te voy a decir es algo serio.
-¿Algo serio, aquí?... ¿en éste lugar?...
-Sí, aquí, qué, tiene algo de malo.
-Para Nada, pero… ¿no crees que es un poco raro este lugar para que me hablas en serio?.
-No me importa, lo que te tengo que decir no puede esperar más.
-Entonces habla, que te escucho.

Abril, le habló a Pocho sin dejar de mirar las Líneas de Nazca y, así, de ese modo, escuchó lo que él le iba a decir:

-¿No me vas a mirar?…
-El simple hecho que no te mire no quiere decir que no te esté escuchando.
-¿Estás segura?...
-Sí…
-Bueno, total, algún día te lo tenía que decir…
-Eso es la figura de un mono ¿no?...
-Abril, te quiero…
-…
-Eso Abril, así me gusta, que me mires. Eso chiquita…
-Pocho, yo…
-No me digas nada. Sólo quería que lo sepas. Que sepas que te quiero. Que estoy enamorado de ti desde el primer día que te vi.
-¿Y cómo sé que no me estás mintiendo?
-Tú crees que te voy a traer hasta aquí, hasta este lugar, sólo para engañarte.
-Tal vez. Puede ser. ¿Quién sabe?
-No chiquita, nada que ver. No sabes lo que significa para mí éste lugar. Éste lugar me hace recordar mucho a mi padre. Los dos adorábamos estar aquí. Y yo nunca voy a jugar con su memoria, menos, cuando estoy a aquí al lado de estas Líneas diciéndote que te quiero, que estoy enamorado de ti.
-Pocho… no sé qué decirte.
-Ya te he dicho, no digas nada.

Pocho, ya la había atrapado con la mirada. Se acercó lentamente, besó su frente, olió su cabello, llegó a los hombros, la abrazó muy fuerte, su corazón latió a una velocidad inalcanzable. Abril, quería escapar, pero no pudo. Se dio cuenta que también se le había prendido en su cabeza ese foquito de gusto que iluminaba su mente y a la vez iluminaban sus ojos. Pocho, siguió abrazándola hasta que encontró la razón de buscar su boca. Volvió a estar en sus hombros, después, volvió a oler su cabello, otra vez besó la frente de su chiquita, y sin mirarla, con los ojos cerrados, como un imán, estrechó los labios de su bella Abril. Se besaron sin control, sin ataduras, libres, con ganas de empezar una nueva vida. Se besaron al lado de tanta historia junta, de tanto pasado olvidado y a la vez recordado.

Abril, sobre su cama, volvió abrir sus ojos. Se dio cuenta que había humedecido sus labios por el recuerdo de aquel beso. Abril, siempre supo que casi todos los momentos que pasó con Pocho, fueron momentos lindos e inolvidables. Pero, lamentablemente tuvo que recordar el problema que tuvo él con las drogas. No estaba segura si realmente Pocho se había curado del todo. “uno nunca deja de ser drogadicto, alcohólico, vicioso, en fin… sólo existe la abstinencia y el de ya no recaer más. Abril, pensó así, de esa manera, humedeciendo con pena, ya no sus labios, sino sus ojos. De la alegría pasó a la tristeza de un romance que fue muy difícil y complicado para ella. Abril, otra vez sintió que tenía que cerrar los ojos para recordar y seguir con la última parte de su resumen de sentimientos encontrados. Abril, no quiso hacerlo, no quiso ya recordar nada, pero fue demasiado tarde, ya la nave del recuerdo había sufrido un aterrizaje forzoso sobre el techo de su cuarto. La nave del recuerdo editó la escena más triste de esa relación:

-¡Dame Carajo!... ¡No ves que necesito plata!...
-Pero Pocho, plata para qué…
-No me jodas con preguntas entupidas, Abril… ¡sólo necesito plata!.
-No tengo…
-Sí tienes. Me dijiste que estabas ahorrando para comprarte un nuevo celular… ya pues, esa plata. Yo después te devuelvo todo y con intereses…
-Así me dijiste con la plata del libro que me iba a comprar… y hasta hora no veo nada.
-Eso es otra cosa, Abril.
-No Pocho, ya no confío en ti.
-¡Carajo!... ¡Por favor!... Préstame…
-No. Dime ¿para qué quieres plata?…
-Estoy metido en un lío, chiquita…
-¿Cuál lío?...
-Por la droga… les debo plata…
-¡Mierda!, me juraste que ya no te ibas a drogar…
-Chiquita te juro que es la última. Ya no me drogaré más… sólo quiero pagarles y punto.
-Y si no es así, Pocho.
-Chiquita, confía en mí. Necesito pagarles antes que me hagan algo…
-¿Señorita, éste señor la está molestando?...
-¡Tú que te metes, serrano de mierda!...
-Pocho, ¡tranquilo!…
-Para qué se tiene que meter éste huevón… quien chucha lo invitó.
-Por favor señor, sin ofender… sólo quiero ayudar.
-Entonces vete, no ves que estoy conversando con mi enamorada…
-Señorita, se encuentra bien.
-Si señor. Todo está bien…
-Ya ves, todo está bien, así que te puede ir por donde viniste.
-¡Pocho!…no hagas un escándalo en la calle, ¿quieres?...
-Que conste señorita que me estoy retirando porque usted me está diciendo que todo está bien…
-Gracias, señor… pierda cuidado.
-Muy bien, me voy entonces.
-¡Carajo, lo que me faltaba!... Bueno Abril, ¿me vas a prestar?, ¿sí o no?…
-¡No, no, no!... algo me dice que no te preste nada…
-¡Carajo!... prefieres que me hagan daño…
-No, nada de eso loco. Pero ya no confío en ti…
-¡Mierda!... ¿Entonces qué hago?...
-Ven vamos a mi casa. Mis padres no están. Allí podemos hablar con calma y me dices la verdad…
-Ya te he dicho la verdad, Abril. Debo plata por la droga…
-Vamos Pocho. Ven conmigo…

Abril, se acercó a él, lo besó, lo abrazó y lo protegió. Después, ella lo llevó a su casa, sintió que Pocho no pasaba por un buen momento. No le creyó en nada de lo que le dijo de deudas o cuentas. Supo muy bien que esa plata la necesitaba para drogarse y quedar perdido por varios días sin que Abril supiera nada de él. Abril, sobre el mueble, lo abrazó sin soltarlo, le quería mucho, le importaba y lo necesitaba.

-Así me gusta verte, Pocho. Ves, así… tranquilo loquito.
-Perdona, Abril. Fui un tonto en reaccionar así.
-Nada. No tengo nada que perdonarte.
-Gracias, chiquita.
-Hagamos el amor, mis padres no vienen hasta mañana…
-¿Estás segura?...
-Sí, loquito.
-Pero, ¿aquí, en el mueble?... Vamos a tu cuarto.
-Sí, mejor.

Caminaron abrazados hasta el cuarto de Abril. Se hicieron el amor como ya sabían hacerlo. No hubo ni primera vez ni nada de miedos. Hicieron el amor con coraje y pasión. Ya echados y desnudos sobre la cama, aprovecharon para conversar.

-Dime, Abril: ¿Cuál es mejor regalo que de chiquita que te han hecho?...
-Cuando era pequeña, mi padre me regalo una muñeca muy bonita… algo que hasta hora conservo… mira mi ropero… ahí está todavía la muñeca.
-Sí, ya veo. Está linda…
-¿Y tú? ¿Cuál es el mejor regalo que te han hecho de niño?...
-Un juego de dibujo. Llenos de lápices, colores, pintura, plumones, papel…
-¡Qué lindo!... te lo merecías…
-Gracias, chiquita. Y ahora último, ¿te ha sorprendido algún regalo?...
-Sí, claro, tus regalos…
-No pues, así no vale, me refiero a algo que no te haya regalado yo…
-Mmmm... Sí, mi padre me regaló unas botas negras por haber ingresado a la Universidad…
-Que paja… Pero, Abril, nunca te las he visto puestas.
-No, yo ya sabré cuando me las pondré, loquito.
-Vaya que misterio.
-Ahora, yo te hago la misma pregunta: ¿Qué te han regalado últimamente?...
-Bueno, al decir verdad, yo mismo me he regalado…
-¿Sí?, ¿Qué cosa?...
-Una guitarra eléctrica…
-¿Qué?... pero sí tu no tocas ni las mañanitas… ¡no me jodas, Pocho!...
-Lo que pasa es que no sé si te habrás dado cuenta, yo soy un chico que se compra cosas no por la necesidad de adquirirlas o pora un fin especifico, sino, las compro porque me gustan, y bueno, vi esa guitarra eléctrica en vitrina y simple y llanamente me dio la gana de comprarla, y punto.
-Qué buena, Pocho. No sabía esa… qué chistoso.
-Ahora resulta que yo soy un payaso…
-No precisamente, pero, estás en camino de serlo…
-Sí, ya veo…
-Que lindo es verte así, Pocho…
-¿Así cómo, Abril?…
-Tranquilo, sereno, de buen humor… no como hace un rato en la calle… que feo te pones cuado estás así…
-Ya pasó chiquita, no volverá a ocurrir…
-Eso espero, loquito.
-¿Vamos a bañarnos juntos?, ¿Qué dices, Abril?…
-No. Prefiero bañarme sola y de paso ocupo el baño…
-Cochina…
-Es natural ¿no?, somos una pareja… mejor dicho, somos humanos ¿no?...
-Sí, pero, no hace falta que seas tan explicita en tus cosas con tu enamorado…
-En fin, ya regreso… me baño yo primero y después entras tú ¿ya?...
-Ok, Abril. No te olvides de echar bastante aromatizador al baño después de ocuparlo, ah…
-Payaso…

Abril, totalmente desnuda, buscó sus cremas sobre su mostrador, cuando las encontró, caminó hacia el cuarto de baño. Entró y cerró la puerta del baño. Dejó las cremas en el mostrador del baño que estaba por debajo del espejo. Se miró el rostro, lo encontró cansado y a la vez excitado. No perdió más tiempo y ocupó el inodoro para sentirse libre otra vez. Abril, terminó con todo el peso que le agobiaba y entre risas vagas echaba el aromatizador con olor a fresas perfumadas. Después, ya no esperó más tiempo, para sentir el agua fresca que caí de la ducha de su casa. Abril, pensó en sus botas que le regaló su padre por su ingreso a la universidad: “cuando me compre mi celular nuevo, entrenaré dos cosas a la vez, celular y botas…
Abril, automáticamente cerró la llave de la ducha… se quedó quieta y pensativa. “Dios, no, ¡mierda!, no puede ser.” Abril, pensó en voz alta. “qué rara conversación la que acabo de tener con Pocho. ¡No!, ¡mierda!, todo el dinero de mi nuevo celular está escondido en mis botas nuevas”… Abril, casi se cayó al salir de la ducha. Abrió la puerta del baño y no le importó estar desnuda para salir corriendo desesperada hasta su cuarto. Al entrar al mismo, se dio con la sorpresa de que Pocho ya no estaba. También se dio cuenta que todas sus muñecas estaban por los suelos y al abrir su closet, donde había guardo sus botas, todavía sin estrenar, desvaneció en la tristeza de ver, cómo en su presencia, había pasado por su cuarto un huracán con vientos de adicción. Abril, no perdió más tiempo, levantó las dos botas y al no encontrar nada de dinero, cayó en un llanto de pena, mas no, de cólera. Abril, se reprochó a sí misma, por no haberse dado cuenta de la estratagema de Pocho. Cada pregunta y respuesta para Pocho tenía un significado importante. Nunca imaginó que, de una simple conversación, prácticamente le estaba diciendo a él, donde había guardado todo el dinero que había ahorrado para comprarse un celular moderno. Abril, también comprendió y entendió que, la enfermedad de Pocho, iba más lejos de lo que ella imaginó. Regresó al cuarto de baño y en ese caminar, Abril, volvió a pensar en voz alta: “esta vez si llegaste muy lejos, Pocho. Tu adicción es de gravedad”…


-Abril, hija, ¿estás ahí?…
-Sí, mamá… me estoy cambiando.
-Ah, bueno, tienes visita…
-¿Quién es mamá?...
-Diana…
-Que me espere un toque… ya salgo.
-Muy bien…

Abril, sobre su cama se secó las lágrimas, respiró lentamente y se ubicó. Abril, ya más tranquila, salió de su cuarto para recibir a su amiga, Diana.

Comentarios

Publicar un comentario

Gracias.

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO FINAL