HELICÓPTERO TERRESTRE.


Iván Luis Sánchez Córdova.


I

Miro el reloj de pared de la sala de mi casa. Al mirarlo no le tomo importancia, porque ya se me está haciendo tarde para ir a trabajar. Qué frío hace, no tomo nada, sólo me miro al espejo para saber si algún cabello no está alborotado. No me hago ilusiones, nunca cambiaré, si es que me miro para verme si estoy bien parecido. No, qué va. Ya en el andén del frontis de mi casa, pienso en calentar la mañana con un cigarro medio maltratado, y es que, es el último de la cajetilla, pues se había quedado ayer en mi saco negro. Lo prendo, siento que me tiemblan las manos, llevo siempre ese remordimiento de saber que fumar es dañino para la salud, pero, el vicio de fumar es más fuerte y, más aún, la necesidad de fumar ya como algo natural. Y ahora, dejo el remordimiento para después y empiezo a buscar cualquier taxi quien se encargará de llevarme a mi centro de labores.
Afortunadamente el taxista es lacónico. No me gusta hablar con ellos, prefiero estar pensando en mi trabajo, pensar en los movimientos laborales que me toca hacer, en los cambios de control del personal a mi cargo y en la forma cómo cambiar esta maldita rutina que me está volviendo loco. Son todos los días de hacer lo mismo, todas las horas de hablar y llegar siempre a un acuerdo con mi jefe directo. Aunque en realidad me parezca una canallada las opiniones y sugerencias (inapropiadas) de mi jefe, que más me da, tengo que acatar sus órdenes. Yo domino todos los temas, y siempre juego a ganador. Por eso siempre me fastidia (desespera) esperar la última palabra de mi jefe. En fin, que más queda, si me va a decir lo mismo, lo que siempre hago y, a Dios gracias, lo hago bien.
Llego al edificio donde queda mi oficina, pago el taxi, gracias señor, que tenga mucha suerte. Salgo del taxi con mucho frío, más de lo que sentía en mi casa. Entro al edificio con mucha prisa, llamo al ascensor, espero, estoy solo, llega el ascensor y entro en él… afortunadamente está vacío, detesto saludar a personas que no conozco y mucho menos a personas que me caen mal. Llego al quinto piso y a simple vista está ella. Sí, ella, la recepcionista de mi sala de trabajo. ¡Dios!, que bella es. Todas mis mañanas se ven iluminadas cuando paso por su lado, pues Clara, es una morena impresionante. Da la casualidad que siempre cuando observo y escucho hablar por la televisión a un sacerdote, me reafirma mi condición de escéptico y me reafirma más, dicho sea de paso, que Dios no existe. En cambio cada vez que veo a Clara, todo cambia, y siento que Dios es el único que pudo haber hecho a semejante belleza, belleza espiritual y belleza carnal. ¿Quién dijo que Dios no es de color oscuro?... Totalmente falso. Que se vayan a la mierda los cucufatos sacerdotes, Dios existe, porque está en mi sala de labores sentado en forma de una mujer, en forma de una bellísima mujer. ¡He dicho!
Cuado veo a Clara y paso por su lado, siento que ya tiene un sentido mi trabajo. –Buenos días Ingeniero-. Me suele decir siempre, Clara. –Buenos días Clarita-. Siempre suelo responderle, y desaparezco de su vista totalmente enamorado. Pero cuando llego a mi oficina, bajo de mi nube celestial como un rayo a la penumbra, y aparece la cruda realidad, aparece Ivana, mi secretaria, una señora de cuarenta años, una señora descuidada por los años, envejecida por los dos divorcios en su haber y preocupada (trastornada) por los cuatro hijos que le quedaron en sus dos fatídicos matrimonios. –Buenos días Ingeniero-. Yo suelto el saludo al aire como diciendo: otra vez a trabajar Ivana. –Hola Ivana-. Ingeniero le acaba de llamar el Ingeniero Francisco Vidal, dice que es urgente, que si por favor le podría devolver la llamada. Está bien Ivana, llámelo y me lo pasas, sí Ingeniero, y no te olvides del despacho de hoy, sí Ingeniero, ya lo tengo listo, muy bien Ivana.
Reviso algunos informes importantes y no importantes. Reviso también los oficios que le mando a hacer a Ivana para las diferentes empresas en competencia y continuo con las numerosas cartas de agradecimiento a mis colegas en el olvido y a mis colegas de competencia. En ese quehacer suelo ser interrumpido por el anexo de Ivana. –Dime Ivana, qué sucede.- Ingeniero tengo en la línea al Ingeniero Francisco Vidal… Está bien Ivana, suéltamelo… cómo no Ingeniero:

-¡Alo Francisco!… ¡Maestro!...
-¡Chato barato!… ¡por fin!, eres un burócrata empedernido…
-¡Maestro!… no, qué va… todo porque paras refugiado en la mina, y allí sí, no se te puede ubicar para nada…
-Que hijos de puta son esos gringos, chato… puta en fin, chamba es chamba…
-Sí pues Francisco, y dime ¿Cuál es la urgencia de tu llamada?.
-Nada chato, nada de urgente. Tengo que decir que es urgente para que me devuelvas la llamada, burócrata de cuarta…
-Ya sé. Seguro tu esposa está organizando un almuerzo…
-¿Qué comes que adivinas?...
-Siempre sales con eso, con ese pretexto, seguro para “agarrarnos a botellazos”…
-Así es, chato barato…
-¿Para cuándo es el almuerzo?.
-Para éste sábado.
-¿Y va ir la prima de tu esposa, Aymé?...
-Por eso mismo lo estamos haciendo, para que vayan ustedes…
-Así que me están haciendo la camita…
-Chato barato, ya no te pases, ya es hora que vayas pensado en tener una compañera y casarte, hijos y todo eso…
-Difícil Francisco, difícil…
-Ese chato…
-Difícil Francisco, yo nunca me voy a casar… la vida es para vivirla, y si es solo, mejor aún…
-¿Qué, piensas estar solo toda tu vida, chato barato?...
-Solo, pero bien acompañado.
-Ah bueno, si tú lo dices…
-Pero dime ¿Va a estar Aymé en el almuerzo?...
-Sí, chato barato, ya te he dicho que sí va a estar. Es más, mi esposa y ella van a cocinar…
-¡Mierda, así que nos espera un almuerzo horrible!...
-No creo, mi esposa ha mejorado mucho en eso…
-A ya… bueno Francisco, espérame entonces, estaré allí en tu casa el sábado a la hora del almuerzo…
-Listo burócrata de cuarta… y dime, ¿estás saliendo con alguien…?
-No, por ahora estoy tranquilo… pero no sabes cómo tengo unas ganas de levantarme a mi recepcionista… ¡hijo de puta, Francisco!, no sabes lo buena que está…
-¿Sí?, entonces apenas llegue a Lima me voy para tu oficina para ver ese material…
-Ay Francisco, tú ya estás hecho, no puedes hacer nada…
-Eso no quita que no pueda mirar ¿eh?...
-Bueno, entonces te espero.
-Llego el viernes a Lima, paso por ti a la hora del almuerzo…
-Listo Francisco, así quedamos…
-Ok, un abrazo, chato barato…
-Igual Francisco. Abrazos para ti y para tu esposa y un besote para tus dos hijas…
-Gracias, chato…
-Hablamos entonces…

Termino de hablar con mi amigo-hermano Francisco Vidal ahogando una sonrisa de complicidad. Termino de corregir todo lo que está en mi escritorio y vuelvo a llamar a Ivana desde mi anexo al suyo. Ivana me trae el primer despacho de la mañana y yo le entrego todos los papeles que he corregido para que los rehaga y después pasarlos a firmar para que salgan de una buena vez. Ivana me ofrece mi cafecito de todas las mañanas, con dos cucharaditas de azúcar y frío. Ella sabe que las cosas calientes no me gustan ni tibias ni nada. Le digo a Ivana al recibir el primer despacho que no me pase ninguna llamada, que tome nota y después me de cuenta de las respectivas llamadas por orden de importancia. Hay que reconocer que Ivana es muy eficiente, conoce mis gustos, y sabe trabajar. Pero yo muero por la recepcionista Clarita. Daría la vida porque fuera mi secretaria, qué importa que no sepa redactar, qué importa que no sepa hacer cinco cosas a la vez, qué importa que no sepa ni siquiera hacer un buen cafecito… yo le enseñaría todo y más. Además, nadie nace sabiendo… y esa computadora que está de pantalla en su escritorio, serviría para enseñarle ya de una buena vez a usarla correctamente, y, así no ganarme cuando paso de improviso por su lado, que, cuando nota mi presencia, automáticamente minimiza lo que estaba haciendo en el programa de dibujo- Paint. Ay mi Clarita, hasta para dibujar estupideces se te ve hermosa. Termino de pensar en Clara, y empiezo a revisar el primer despacho hasta que me pese el hambre. Aprovechando que mi jefe directo está de viaje, me tomo todo el tiempo necesario, ya en la noche en mi casa por el celular despacharé con él todo lo pendiente. Primero reviso mis correos, ya impresos en el folder de despacho. Suelo siempre responder a las preguntas o dudas de mis emisores, algunos no, porque ya se les ha comunicado mil veces que las cosas no son como las miran o plantean. Para mí, repetir dos veces las mismas cosas es retroceder y no avanzar. Hay un correo, extralaboral, es de mi hermana Omayda, allí me escribe diciéndome que soy un ingrato por no ir a visarla: Oye ingrato, acuérdate que tienes una hermana mayor y que te quiere mucho, ya es hora que hagas un alto a tus labores y pases una tarde a visitarme… bueno hermanito, te dejo, cuídate mucho y espero verte pronto. Tu hermana que te quiere, Omayda. Posdata: mamá te va a preparar tu Papa a la Huancayna que tanto te gusta. ¡Ingrato!.
Termino de leer el correo de mi hermana Omayda comprometiéndome que terminada la tarde le pegaré una llamada para acordar qué día le puedo caer y desfrutar de la rica Papa a la Huancayna que va a hacer mamá. Pienso que no es justo que acepte un almuerzo con mis amigos Francisco y esposa, y que a mi familia la deje de lado. No qué va, la sangre es la sangre y es primero. En fin, vuelvo a mi despacho, firmo algunos formatos que vale la pena publicarlos y reviso detalladamente las solicitudes de todas las compañías a mi favor y en mi contra. Me acuerdo de mi Padre, él está en España, publicando su libro de cuentos. Todavía no nos avisa cuándo lo va a presentar, porque la editorial en España es muy exigente. Me alegro por él, se le cumplió el sueño, lo que más quería en la vida. Estar en Madrid con algunos colegas y publicar allá. Mi madre lo extraña mucho y mi hermana ni qué se diga. Yo también lo extraño. Pero en fin, dejo la nostalgia y sigo con mis quehaceres. En el despacho que me entregó Ivana está el consolidado de todo el presupuesto de este año. Hay que tener mucho cuidado con eso. La complejidad del asunto no está en que cuadre todo el dinero para este año, sino en que la mayoría de números (dinero) cuadre con las estadísticas en relación a lo que está ahí. Los integrantes del directorio no pierden las esperanzas de ver el más mínimo error en ese dichoso consolidado de este año, para así sacarnos sin piedad el zarpazo a mi jefe directo y sobre todo a mí. Ya que soy una promesa empresarial en auge. Es así y lo siento así. Entonces ¡mierda, al directorio! Esa “cúpula empresarial” siempre suele esperar una cifra alterada, el más mínimo detalle, la congruencia equivocada, para destruirlo todo y así pedir otra audiencia con el único propósito, que es, el de sustituirnos. ¡Hijos de puta!, esto es una guerra, y a la guerra se va a matar. No queda de otra, no queda de nada. Otra vez suelo ser interrumpido por el anexo de Ivana, sí, dime Ivana, Ingeniero, me voy a almorzar, está bien Ivana, buen provecho, gracias Ingeniero. Al ser interrumpido por el anexo de Ivana, como arte de magia el hambre ya me empieza a pesar. Hoy quiero algo rico, bajaré a almorzar en el restaurante del frente y pediré algo a la carta. Mi cuerpo quiere frituras. Pediré un hígado frito con papas fritas y una fresca ensalada, no más, suficiente para mí. Es una lástima que Clara no almuerce en el mismo restaurante, es una lástima que ella no salga a almorzar. Ella trae su fiambre y, por lo que he visto, es muy natural lo que come. Con razón tiene esa figurita tan pronunciada y esa cinturita tan estrecha y esas piernas tan duritas. Sigo pensando en ella, tanto así que recuerdo lo que hace un buen rato me dijo mi amigo Francisco Vidal, que ya debería buscar a alguien para casarme y estar medido en todo eso que implica el matrimonio. Cómo será, en fin...
Termino de almorzar, pago sin esperar el vuelto, salgo apurado del restaurante, cruzo la pista y llego al edificio. Hago la misma operación de siempre y otra vez mis ganas de trabajar aumentan, y todo por Clarita, todo porque la veo mirando la computadora, agarrando el ratón con su mano derecha, aunque sé que sólo es para dibujar casitas o florcitas. Iluminada Clarita, no sabes cuánto deseo besarte, no sabes cuánto deseo hacerte el amor… creo que me estoy enamorando. ¿Y si la invito hoy al cine?, hoy es martes, dos por uno… no, ni siquiera sé si está con alguien, o si es casada o si tiene hijos, o si está enamorada… tengo toda la tarde para pensar en eso… pensar si la llamo o no la llamo, vamos a ver que pasa.

Ivana, entra a mi oficina para traerme un documento que acaba de llegar. De qué se trata Ivana. Ingeniero, le ha llegado un sobre y dentro de él un libro y una invitación. ¡Ah!, gracias Ivana, y por favor no estoy para nadie, salvo para el dueño, sí Ingeniero. Con una sonrisa de amor, miro el libro de mi padre, y su foto en la solapa, en el índice observo que son treinta cuentos, un libro de trecientas páginas. Toda una vida en ese libro. Toda su vida. Leo la dedicatoria de mi padre, inconfundible su letra. Para mi hijo, para mi amigo, para el Ingeniero… lo quiero… lo amo… su padre. También leo la dedicatoria del libro. Para mi hija, Omayda, porque cuando era niña nunca le dejé de contar un cuento. Hasta hora. Y en la invitación dice que la presentación del libro en España-Madrid por la editorial “Rosita”, se llevará acabo el domingo 24 de agosto. Bueno, hay tiempo para hacer maletas y para ordenar las cosas en la oficina. Guardo el libro de mi padre titulado “Cuentos a mi favor”, y sigo con mi trabajo. ¡No!, no puedo seguir trabajando, ya me metí la espina de invitarle a salir a Clarita. ¿Y si no acepta ir al cine conmigo?, no qué va, ni siquiera puedo decir que yo le gusto, o que he notado algo, alguna insinuación por parte de ella. Nada, nada de nada. ¿La llamo o no la llamo?... ¡Sí!, Sí la llamo. Si me dice que no, no será la primera ni la última invitación que hago y me rechazan. ¡Sí la llamo!, y ahora mismo. ¿Sí Ingeniero?, Ivana pásame con Clarita, está bien Ingeniero, espero con nervios la voz de Clarita. Sí Ingeniero, hola Clarita, ¿alguna novedad?, no Ingeniero, todo en orden, que bueno, Clarita, ¿Sabes? Te queda muy bonita ese conjunto que llevas puesto, gracias Ingeniero, no, de qué Clarita, ¿Clarita quieres ir al cine?... mira que hoy es dos por uno, ayúdame a ahorrar algo… ay Ingeniero, es usted muy gracioso… pero está bien Ingeniero, acepto la invitación… gracias Clarita por cuidar mi economía… Ingeniero, no me haga reír, siempre es bueno reírse de algo Clarita, Ingeniero tengo una llamada en la línea, Ok Clarita, entonces terminada la tarde paso por tu escritorio, está bien Ingeniero, bueno, a trabajar Clarita… a trabajar… a trabajar… a trabajar… a trabajar… a trabajar… ¡oye, vago!...


II



-¡Oye vago!... ¡oye vago!... ¡a trabajar!... ¡Carajo!... ¡Hasta qué hora vas a dormir!...
-¡Qué pasa, qué pasa mamá?…
-¡Idiota!... me juraste que hoy ibas a buscar trabajo… ¡eres un vago!...
-Pero todavía es temprano, mamá…
-¡Carajo!... son las dos de la tarde…
-No es tan tarde…
-¿Qué trabajo vas a conseguir a esta hora?…
-Sí consigo…
-¿Qué será de tu vida hijo?… ya tienes treinta años, y ni siquiera sabes hablar…
-No me jodas mamá… déjame dormir… estaba soñando tan rico…
-Bueno hijito, ya me cansé… me voy, tengo que trabajar con tu tía Ivana, alguien tiene que mantener esta casa… y tu padre emborrachándose en esa esquina… ¡Dios! ¡Esta familia mía!…
-¿Hay algo que comer?…
-Sí vago… hay un hígado, y papas fritas… ¡Y todavía haces muecas!...
-Otra vez hígado…
-¡Lo siento hijito!... no seas conchudo… y deja ya de estar andando con esa patas sucias que tienes de enamorada…
-Mamá, se llama Clara…
-Sí, esa patas sucias, que según tú es tu enamorada, vaya joyita, sólo la veo coqueteando con tus amigos, sobre todo, con el otro vago que tienes como amigo, Francisco…
-Son amigos… Clara es así, mamá…
-Ay hijo… Cuéntame un cuento, ¿ya?… ¡Adiós!...
-Mamá… antes que te vayas a trabajar, dile a Omayda que me caliente mi almuerzo…
-Oye idiota, no sabes que tu hermana también se rompe el lomo trabajando, vendiendo comida…
-Ah, cierto…
-¡Adiós vago!…

Caigo sobre mi almohada para enterarme que todo era un sueño, un maldito sueño, maldita sea mi vida, maldita vida la mía, siempre seré, un helicóptero terrestre.

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