CAPÍTULO XI

EN LA MISMA VEREDA.


XI


-¿Lorena, por qué lloras...? –dijo Paco, hermano de Lorena-
-Por nada Paquito... –dijo Lorena-
-Pero, te veo triste...
-Ay hermanito...hay muchas cosas que todavía no puedes entender.
-Yo ya soy grande, Lorena, tengo siete años...
-Tienes razón Paquito, ya estás grande...-dijo Lorena sentada en el mueble del living, secándose las lágrimas, mirando jugar a su hermano.
-Seguro te has caído, cuando las mujeres se caen siempre lloran...
-Eso es Paquito, me acabo de caer, y me duele mucho la pierna.
-Por eso cuando yo me caigo me las aguanto, papá dice, que los hombres nunca deben de llorar... Que tenemos que ser muy fuertes.
-¿Eso te dice papá, Paquito...?
-Sí Lorena.
-Mira hermanito, ven siéntate acá... –dijo Lorena acariciando el cabello de su hermano- Los hombres también lloran Paquito, quiero que entiendas una cosa... Papá al decirte que los hombres no lloran se está refiriendo que tanto tú como yo tenemos que ser fuertes. Que la vida está llena de golpes y esos golpes seguramente nos dolerá, pero siempre hay que seguir para adelante. Pero querido hermano, los hombres también lloran. Y el llorar, no significa que eres un cobarde, al contrario, es un modo de expresar nuestras emociones muy profundas. No sólo se llora porque estás triste o porque te has caído, también se llora por alegría, la vida nos atrapa con lindas emociones, que nos hace sentir vivos. Así que si algún día tienes ganas de llorar, llora hermanito, no te detengas...
-Entonces yo puedo llorar cuando me caigo jugando a la pelota.
-Claro Paquito, si realmente tienes ganas de llorar, hazlo... A la medida que vayas creciendo aprenderás a equilibrar tus emociones. Y comprenderás muchas cosas.
-¿Y tú estás llorando porque te has caído...?
-Sí pequeño...

Lorena ocultaba la foto de Felipe, motivo de su llanto. Se había caído, pero no físicamente, sino emocionalmente. También lloraba, porque sabía que en su álbum de fotos estaba el pasaje recién comprado rumbo a Madrid, España. Decisión tomada para realizarse como escritora. Sin ocultar que más que una decisión es un escape para no ver más a Felipe.

-¿Y tu novio, Felipe...?, ¿Ya no viene, no...? ¿Ustedes se van a casar como mamá y papá...?
-Que bien enterado estás de las cosas muchachito... Creo que usted me está espiando.
-Así sucede en las telenovelas que mamá ve...
-Seguramente pequeño; pero, casarse es algo muy importante Paquito, no se puede tomar las cosas tan a la ligera.
-Yo me voy a casar con Malena, mi amiga del colegio.
-¿Así...? Se lo tenía bien guardado, usted... Para eso Paquito tienes que crecer, estudiar mucho, trabajar y, sobre todo, querer mucho a la persona que has elegido.
-Pero Malena también me ha dicho que me quiere...
-¿Y dígame usted muchachito, cómo la va a mantener, de qué va a vivir, jajajaja...?
Lorena se había atrapado por la inocencia de su hermano, gracias a él, ella se escapaba por un momento del recuerdo de Felipe.

-Yo voy a trabajar y seremos muy felices.
-Jajajaja mi pequeño, me estoy poniendo celosa, quiero que sepas una cosa hermanito, hagas lo que hagas en tu vida, siempre tendrás mi apoyo... Ahora que estamos conversando Paquito déjame contarte algo.
-¿Un cuento...?
-No amor, no es un cuento.
-¿Entonces, Lorena...?
-Tu hermana Lorena se va a ir de viaje, y quizás esté ausente por un buen tiempo...
-¿Adónde te vas, Lorena...?
-Me voy a visitar a los tíos a España.
-Llévame contigo.
-No puedo Paquito, tú tienes que estudiar, estás en el colegio... Yo acabo de terminar la universidad, por eso me estoy yendo para allá. Y tú me vas a prometer que vas a cuidar a mamá, papá y a Peloncita. Te quedas como el único protector de la casa.
-¿Y quién me va ayudar a hacer mis tareas de lenguaje...?
-¿Cómo muchachito, no me estás diciendo hace ratito, que te vas a casar, que ya eres grande?
-Eso es mentira, Lorena.
-Jajajaja... Mi pequeño, tienes que empezar a ser un hombre... Pero aunque tu hermana esté muy lejos yo siempre estaré siempre a tu lado.
-Llévame contigo Lorena, y te prometo que no me caso con Malena.
-Jajajaja... Eres el mejor hermano del mundo... Dame un beso... Y otro para ti... Vaya a seguir jugando a la pelota, pero acá no, a su cuarto.
-Ya, está bien Lorena...

Paco se fue a su cuarto y Lorena volvió al trance de seguir pensado en Felipe. “Tantos sueños al bote de la basura. Debería estar Feliz, por haber acabado la universidad de la mejor manera, con las mejores calificaciones y un récord de notas muy elevado. Pero pareciera que estoy empezando a postular.... Ay Felipe, espero que seas feliz sin mí, yo me voy de tu vida porque nos hacemos daño. Me quedo con tus besos apasionados, tus locuras, con los buenos recuerdos de nuestro amor. Me voy a España a realizar mis sueños, es una pena que nos seas partícipe de ellos... No sé si despedirme de ti, eso prolongaría el sufrimiento... Quizá la distancia nos haga bien, pero no creo, porque siento que mi amor está siendo descuartizado en una carnicería. A cada momento, como un recordatorio, se me vienen a la mente aquellas palabras que me dijiste, fueron tan hirientes, tus gestos de locura, tu mirada perversa y tu poca visión sentimental. Que al final de todo, aquella noche, tan fatal, me hicieron mucho daño... Me voy Felipe, me voy de tu vida... Ya no hay más nada qué decir y, muchos menos, qué hacer.”
Pensaba así Lorena escuchando el teléfono de su casa. No estaba esperando ninguna llamada pero igual caminó displicentemente hacia el mismo para contestar.

-¿Aló...?
-Hola Lorena... –dijo Miguel-
-Hola Miguel...
-Amiga y esa voz... Vamos Lorena, ánimo... Mira que estamos a un paso de ir al país que nos cumplirá todos nuestros sueños literarios.
-Cómo se nota que estas muy contento Miguel...
-Claro, ya tengo mi pasaje... Junto al tuyo en el mismo vuelo.
-Me da gusto que viajes conmigo... De verdad amigo.
-Imagínate yo, cómo me siento, estoy emocionado de escribir en España y de tenerte tan cerca...
-Miguel... Prometiste que no me ibas asfixiar, sabes muy bien que estoy destrozada y empezar una nueva relación sería un grave error...
-Soy un tonto Lorena... Lo siento. Pero haré lo imposible para conquistar tu amor... Ahora más, que te voy a tener muy cerca. Juntos por siempre, y para siempre.
-Yo también espero eso Miguel... Pero por favor no quiero saber nada de amores...
-Está bien, te lo prometo...
-¿Miguel, has hablado con Úrsula...?
-Sí Lore, está triste, quería ir con nosotros, pero tú sabes, el dinero y otras cosas que la mantienen al margen de esto.
-Sí pues, mi amiga, mi mejor amiga... Creo que va empezar a trabajar en una editorial y también en una universidad... Pero la noto muy triste.
-Es lógico Lorena, sus mejores amigos se van a buscar sus sueños y ella no...
-Pero te apuesto que Úrsula no se va a quedar atrás, hará patria en el Perú, ya verás...
-Eso espero Lorena, por su bien, pero lamentablemente, Lima es un lugar asfixiante para escribir.
-Quizá para ella no sea así... ya la estoy empezando a extrañar a mi amiga...
-Yo también Lorena...
-Ah miguel, ¿Y cómo va tu novela...?
-Bien, ya estoy por terminarla... ¿Y la tuya...?
-Esta por la mitad... La otra mitad, la pienso escribir cuando estemos en España...
-Entonces nos queda mucho por hacer allá.
-Sí señor, a trabajar Miguel... ¿Entonces vienes por mí...?
-Claro, acuérdate que partimos el domingo a las diez y media de la noche...
-Está bien Miguel, no puedo creer que tan sólo me quede un día para despedirme...
-Si quieres podemos ir por ahí a bailar, hoy es sábado... Como despidiéndonos de Lima y de nuestro querido Perú...
-No Miguel, lo que menos quiero es eso... Déjame estar con los míos todo este tiempo... Tú haz lo mismo...
-Ya, está bien Lorena, entonces nos vemos el domingo.
-Ok, Miguel, te manda saludos mi madre, no sé que cosa tiene contigo, sabes muy bien que tú eres su preferido.
-Tu madre sabe que soy tu futuro.
-¿Mi futuro...? Puede ser Miguel...
-Entonces, nos estamos viendo Lorena.
-Ya Miguel... Hasta mañana...

Lorena colgó el teléfono, se volvió a sentar, empezó a mirar el álbum de recuerdos, con la siempre excusa de llegar a ver a Felipe aunque sea por foto. Miró el reloj sin importarle que sean las siete de la noche. Miró otra vez su pasaje, su pasaporte y el pasado volvió como una ola en crecida. Sabía que sólo le quedaba un domingo para despedirse de su gente, para dejar todo atrás, y empezar una nueva vida. Pensó en Miguel, del único hombre que quizá comparta todos sus gustos. Del preferido de su madre, de la horma de su zapato, el hombre perfecto para formar una familia. Pero Lorena no le quería hacer daño, lo sentía como un hermano y cambiar eso, por un beso correspondido era muy difícil para ella. Miguel su mejor amigo y un constante persistente del amor. Lorena siempre pensó que Miguel se iba a enamorar de Úrsula, que tarde ó temprano ellos iban estar juntos. Que iban a estar en su boda, que Felipe los iba querer tanto como ella los quiere, pero todo fue un sueño, y despertar es volver a la realidad. Ahora Lorena encontraba el soporte en su amigo Miguel y quizás lo más triste para Lorena sea el deterioro de una amistad con Úrsula, su mejor amiga. Otra vez volvió a sonar el teléfono y Lorena pensó que era Miguel, “ay amigo ahora que se te olvidó decirme...” Lorena caminó a contestar, no sin antes, cerrar el álbum de fotos.

-¿Aló? –dijo Lorena-
-¡Aló Lorena, hija...!, ¡gracias a Dios que te encuentro!

Lorena reconoció la voz de Doña Catalina, sintiendo en la línea, que estaba desesperada y llorando.

-Sí Catalina, ¿Qué pasa...?
-¡Hija...!, ¡Estoy desesperada...!
-Cálmese Doña Catalina así no va a solucionar nada...
-¡He estado llamando a Felipe a su celular y nada! ¡A la casa de San Isidro y nada! Se muere hija...!, ¡El amor de mi vida se me muere!
-¡Qué...!, ¡Le paso algo a Felipe...!, ¡Por favor dígame Catalina que le pasó a Felipe...!

Lorena, estaba desesperada por Felipe.

-¡No hija, a mi hijo no le ha pasado nada...!, ¡Su padre, ha sufrido un ataque al corazón...!, ¡Ahora mismo lo han llevado a la clínica...!, ¡Se me muere el viejo...!, ¡No sé que voy a hacer...!

A Lorena se le vino el corazón del suelo. Pero igual, sabía que a Felipe le iba mortificar la noticia.

-Cálmese Catalina, Felipe seguro ya debe estar enterado...
-¡No hija, en su estudio de abogados, Eduardo, su mejor amigo, no sabe nada de mi hijo! ¡No sabe nada hace varios días...!, ¡Yo pensaba que estaba contigo...! ¡Hija por favor tienes que encontrar a mi hijo, quizá sea esta la única oportunidad para padre e hijo...!
-No se preocupe Doña Catalina, yo misma voy a buscar a su hijo... Primero iré a la casa de San Isidro. Pero usted no se preocupe, más bien, cálmese y dígame en qué clínica está su esposo.
-¡No puedo más...!, ¡Estoy desesperada...!
-Cálmese por favor Catalina... ahora dígame: ¿En qué clínica está internado Don Ernesto...?
-Está internado en la clínica, San José... Felipe conoce muy bien esa clínica.
-Ok Doña Catalina, ahora mismo voy por su hijo.
-¡Gracias Lorena!, te estaba llamando a tu celular pero estaba apagado, fuera de servicio...
-Es que...
-Discúlpame por haberme atrevido a llamar a tu casa...
-No, pierda cuidado Catalina... ¿Somos amigas, no?...
-¡Se me muere mi viejo hija...!, ¡Se me muere...!
-Tranquilícese por favor... Ya vera que esto sólo es un susto... Ya estaremos hablando Catalina, voy por su hijo.
-¡Gracias hija...!, ¡muchas gracias...!

Lorena colgó el teléfono y salió del living corriendo hacia su cuarto, llegó en contadas, buscó algo ligero que ponerse, no sin antes, de abrir su ropero y sacar algo de dinero. Su hermano Paco la vio desesperada y no le dijo nada. Lorena al verlo le dio un beso en la frente diciéndole, “ya regreso bebé, no te preocupes.” Lorena abrió la puerta principal de su casa pensando, “dónde debe estar Felipe.” Si no le encontraba en su casa de San Isidro, “entonces Fermín debe saber algo.” y de ahí partiría a buscarlo. Muy desesperada ya afuera de su casa, caminó buscando al taxista conocido. Lo encontró sentado mirando una revista para adultos.

-¡Buenas señor, a la casa del abogado Córdova!
-Sí cómo no, suba señorita... ¿pasa algo...?
-No, pero si no llegamos a tiempo creo que sí... ¡Por favor acelere...!

El taxista aceleró perdiéndose por toda la avenida Brasil.


Fermín miraba la llave de emergencia de la casa de San Isidro, estaba preocupado por su jefe. Porque no había salido en varios días de la casa. Quería entrar para saber lo que estaba pasando, por qué su jefe no salía a trabajar. Pero no quería ser echado de su trabajo a sabiendas que Felipe le había prohibió visitas, y mucho menos, ser molestado. Fermín estaba muy preocupado por él, se imaginaba sentado en su caseta de vigilancia, que el producto de aquella situación se debía a la pelea que tuvo con la señorita Lorena. Y también sabía que ella era la única que podía salvar a su jefe de aquella prisión en que se encontraba. La noche se hacía transparente, el cielo le ponía el color de un día cualquiera. Los grillos empezaban a cantar las rutinarias melodías de las nocturnas horas y la casa de San Isidro se veía desde afuera cómo la casa de cualquier habitante limeño exitoso en esta sociedad. Fermín se dejó llevar por la luz de un coche amarillo, llevándose las manos a los ojos se dio cuenta que era Lorena que estaba bajando apresuradamente de un taxi. Fermín salió de su caseta de vigilancia y fue al encuentro de Lorena y le dijo:

-Señorita Lorena que bueno que está aquí, ya me estaba preocupando.
-Hola Fermín, ¿Dime, qué pasa?, ¿Por qué estás tan preocupado?
-Por el joven Felipe, lleva días y noches sin salir de casa.
-¿Cómo y por qué no has abierto la puerta, por qué no has entrado Fermín...?
-El joven Felipe me advirtió que no le molestaran, que quería estar solo.
-Ah, con razón. ¿Entonces Felipe está ahí Fermín?
-Sí señorita Lorena, es una bendición que usted esté aquí.
-Caray no sabía que estaba así... Justo ahora que le tengo una mala noticia.
-¿Qué pasó señorita Lorena?
-No hay tiempo para contar Fermín, rápido, la llave de suplencia de la casa... Tengo que entrar.
-Sí señorita, tome... Y por favor avíseme si necesita ayuda.
-Gracias Fermín, perdóname el hermetismo, pero si no le cuento primero a Felipe, entonces será demasiado tarde...
Lorena, entró a la casa de una manera muy misteriosa, al ver el living desordenado se imaginó lo peor. Los muebles estaban en diferente lugar impidiendo el paso, papeles en el piso haciendo un recogedor de polvo, vasos en la mesa con olor a whisky, los cuadros en el suelo buscando refugio y una triste necesidad de abandono y tristeza que Lorena sintió de la casa que tanto soñó. Desesperada y sin importarle su respiración caminó hacia el cuarto de Felipe. Tropezándose con las cosas que estaban fuera de su lugar. Llegó a la puerta, estaba semi abierta y sin pensarlo dos veces la terminó de abrir, sorprendiéndose de que el hombre de su vida estaba tirado en el suelo alcoholizado con una botella de alcohol vacía a su costado. Era la primera vez que lo veía así, tan descuidado, con la camisa de vestir abierta, con los botones sueltos, la barba prolongada a un centímetro, con el pantalón manchado por el alcohol y el sueño profundo de un hombre en estado etílico. En la cama también pudo ver sus fotos, sus cartas que ella le escribía, su letra era inconfundible. Y la cámara digital ahí en el lado derecho sostenida por el trípode, instalada en ese rincón que fue el producto de la discusión hiriente de aquella noche. Pero Lorena no estaba ahí para imaginarse cosas, tenía que despertar a Felipe y darle la mala noticia que su padre se estaba muriendo en una clínica, producto de un ataque al corazón. Separó la botella vacía de whisky la puso a un lado y acomodándole el cabello desordenado lo empezó a despertar, diciéndole:

-Felipe, Felipe despierta... Felipe...

Felipe seguía durmiendo, pero lentamente daba gestos de vida.

-Felipe... Soy yo Lorena, Felipe tienes que despertar...

Felipe, empezaba a salir del agotador sueño etílico.

-Felipe, estoy aquí, soy yo, Lorena... ¡Por favor despierta!...

Lorena hablaba cada vez más fuerte, porque veía que Felipe se estaba despertando.

-Sí Felipe, soy yo, Lorena...

Felipe despertó, sin saber en que lugar estaba. Hasta que miró a Lorena y se dio cuenta que no estaba soñando.

-Lorena... Mi Lorena.
-¿Felipe, que ha pasado, por qué estas así?
-Todavía me lo preguntas Lore... estoy así por ti...
-Felipe… yo...
-No, tú no tienes la culpa Lorena, si me vez así en este estado es porque pensaba que ya no tenía esperanzas contigo. Fui un tonto en no darme cuenta Lorena, que la única mujer que he amado toda mi vida eres tú. Mírame Lorena, dime si mis ojos te mienten...

Lorena, lo empezaba a mirar y observaba que era la primera vez que los ojos de Felipe le decían, te amo.

...Fui un estúpido cobarde que no quiso darse cuenta de su amor, por favor Lorena vuelve conmigo, te necesito, las cosas serán distintas, te lo prometo mi amor...

Lorena empezaba a desempolvar los recuerdos y los sueños que había guardado hace un par de horas.

...Mi amor, ya no hay que esperar más nos casamos mañana mismo si quieres, por mi parte no tengo que esperar más, te amo Lorena, te amo...
-Felipe yo... Yo no sé que decirte, mira...
-No digas nada, yo sé que me amas también y por favor entiende, ahora sí te prometo que nada nos va a separar. Yo te amo Lorena, y quiero estar a tu lado toda mi vida. Quiero que mis hijos nazcan de ti y envejecer contigo, mi Lorena. Quiero que escribas y seas la escritora que soñaste ser. Porque ya entendí tu vocación, tus sueños, tus metas, amor mío... Perdóname por haber sido tan duro contigo... Te prometo que te haré la mujer más feliz del mundo...

Lorena, volvía a mirar a Felipe con amor, acariciándole la cara, secándole las lágrimas. Segunda vez que Felipe lloraba y otra vez a su lado. Ya no pensaba en España sino en el vestido blanco que le llevaría a la felicidad. También se le vino a la mente el rostro de su amigo Miguel cuando le diga que no iría a España con él. “Será un golpe duro para Miguel.” Pero Lorena no podía engañarse, ni mucho menos engañar a su amigo. Volvió a mirar a Felipe que lloraba en su regazo diciéndole constantemente la palabra amor, y perdón. Dos palabras que Felipe no tenía en su vocabulario. Para Lorena era como un sueño tardío, era la única que sabía de una manera tan simple que el amor era un sinónimo de humildad. Que cualquier ser humano, incluso hasta el más incrédulo, podía llegar a ser vulnerado por ese lindo sentimiento.
Lorena con sus manos le levantó tiernamente la cara a Felipe, contagiándose de lágrimas muy profundas, le dijo:

-No hay nada que perdonar Felipe, mis sentimientos siguen igual... Yo me quiero casar contigo, quiero ser tu esposa y vivir a tu lado hasta que me muera.
-Lorena, mi amor, eres la mujer más maravillosa del mundo, tu amor es muy fuerte, aparte de saber amar, sabe perdonar... Gracias por esta oportunidad, te juro que no te vas arrepentir. Todo va a cambiar, te lo prometo. Mañana mismo hablo con tus padres. Les pido tu mano, la mano de la mujer a quien amo. Por el cual estoy dispuesto a entregar mi vida.
-Felipe no es necesario.
-Sí, mi amor claro que lo es... Porque te amo Lorena...

Felipe besó a Lorena, y los dos se empezaron a llenar de amor. Lorena cuando escuchó la palabra padres se acordó del motivo de su presencia en la casa de San Isidro. Y automáticamente se despegó del goce de los besos de su novio y le dijo:

-Felipe, tengo una mala noticia...
-¿Qué pasó mi amor...?, ¿Te pasa algo...?
-No Felipe, pero a tu padre sí...
-¡Qué le pasó a mi padre...!
-Ha sufrido un ataque al corazón, pero ya esta internado... Cálmate Felipe.
-¡Qué...!, ¿Mi padre?, no... No puede ser... ¡Quien te dijo eso...!
-Tu madre Felipe, llamó a mi casa, muy desesperada.
-¿Y en qué clínica está...?
-Está en la clínica, San José, Felipe...
-Vamos rápido por favor Lorena... Mi padre me necesita, no puede ser que le haya pasado esto, ¡maldita sea, carajo!
-Sí Felipe vamos, pero tranquilízate, estoy contigo...

Felipe, desesperado se puso los zapatos, se abotonó la camisa y descolgó una casaca negra sin importarle la forma o el estado en que se encontraba su rostro, su imagen. Felipe estaba desesperado porque no encontraba las llaves de su coche y de la casa, y Lorena lo tranquilizaba de una manera muy sutil. Felipe encontró sus llaves, en todo ese desorden, y salió corriendo hasta la caseta, para darle indicaciones a Fermín, mientras Lorena le esperaba ya en el coche. Felipe totalmente angustiado le decía a Fermín que no se olvidase de llamar a Rosita, que quería la casa ordenada cuando el regresara. Y que si venía su amigo Eduardo que le informara que estaba en la clínica San José. Fermín se limitó a no preguntar, pero sabía que algo grave estaba pasando. Mirando desde lejos el coche de su jefe perderse por las calles de San Isidro, miró hacia el cielo y le pidió a Dios persignándose que todo saliera bien y, sobre todo, que no que nunca le falte trabajo.

(…)

-¿Doctor cómo está mi padre? –dijo Felipe, desesperado-
-Cálmese abogado, está estable, pero todavía no podemos garantizar nada. –dijo el doctor muy serio-
-¡Doctor, haga lo que sea por favor...! ¡Sálvelo! –dijo Felipe buscando apoyo en Lorena
-Abogado, entienda una cosa, yo no soy Dios... Estamos haciendo todo lo posible, pero de ahí, ya no podemos hacer nada... Hay que tener mucha fe, y tranquilidad –dijo el doctor de una manera sutil-
-¡Cómo quiere tranquilidad doctor, si no entiende que la vida de mi esposo depende de un hilo! –dijo Doña Catalina, sin contener las lágrimas-
-Cálmese Doña Catalina, ya verá que todo saldrá bien... Don Ernesto es fuerte.-dijo Lorena-
-Tranquilidad por favor señores, el abogado Córdova está con los mejores especialistas del corazón. Y les vuelvo a repetir señores, haremos todo lo posible para salvarlo... Cualquier otra información se les haré saber inmediatamente. Permiso –dijo el doctor sin mirar a los presentes-

Felipe, estaba sentado en la silla del pasillo de una clínica conocida, estaba mutilado por la angustia, miraba un vació oscuro, un vacío de saber que su padre se debatía entre la vida y la muerte. Quería entrar y salvarlo. Como si fuera un caso de abogacía. Pero no podía hacer nada. Tampoco soportaría la muerte de aquel hombre que fue su inspiración, ese espejo de gran hombre que siempre le costó tanto reconocer. Era su padre y lo amaba en todo el concepto, se odiaba por recordar aquellas peleas inútiles que lo alejaban de él, pidiéndole a la vida otra oportunidad para comenzar de nuevo y decirle que lo amaba con toda su alma, que siempre estuvo muy orgulloso de ser su hijo. Se sentía impotente, sin poder hacer nada. Todo ese dinero de orgullo y rivalidad, no podían garantizarle la vida de su padre. Felipe miraba a su madre que no paraba de llorar y Lorena, con la ternura que la caracterizaba, la trataba de calmar. Y su desesperación aumentaba. Se dejaba suavizar por un recuerdo, llegando a la sonrisa, como pidiendo retroceder el tiempo. Su padre en la cancha de Golf se esmeraba para que él aprendiera, enseñándole con que fineza debe uno golpear la pelotita, y cuando hay que ponerle rudeza y tranquilidad. Felipe aprendió a jugar Golf a los diez años, pero más por obligación que por gusto. Pero ahora sentado ahí, con la crudeza de su desesperación, quería jugar al Golf. Quería jugar al Golf con su padre. Sentía unas ganas de estar con él ahí en ese lugar. Pero ya no, como una obligación, sino como algo natural, como simple y llanamente, de padre a hijo.
“Vamos Don Ernesto Córdova, tienes que salir de esta, tú siempre has sido una ganador. Tú me enseñaste que perder puede ser bueno, siempre y cuando ganes mil veces. Nos falta mucho por hacer, no me dejes ahora. Vamos a jugar al Golf, al tenis, estudiar un caso los dos juntos, nadar en la piscina como hacíamos antes, y sobre todo, volver a las tardes donde solíamos escuchábamos buena música. Por favor papá no nos hagas esto, perdóname, tú siempre fuiste mi inspiración, en ti me basaba para ganar todos lo casos, todas tus argucias, estratagemas lo aprendí de ti, papá, no me dejes ahora...”
Pensaba así Felipe, llorando por dentro, cerrando los ojos buscando una simple respuesta, sin antes hacerse ninguna pregunta.

-Abogado Córdova...-dijo el doctor apareciéndose como un fantasma-
-¡Sí, doctor!, ¡qué pasó con mi padre! -dijo Felipe mirando fijamente la cara del doctor-
-Hay que operar de inmediato, no hay tiempo qué perder... ¿Usted va a firmar...? –preguntó el doctor a Felipe, sin titubear-
-Que esperanzas hay doctor... Por favor no me mienta, dígame la verdad –dijo Felipe-
-No hay esperanzas, sino hay una realidad, y esa realidad es la operación. Estamos aquí para hacer todo lo posible... –dijo el doctor-
-¡Por favor sálvelo Doctor, por lo que más quiera...! – Suplicó Doña Catalina-
-Cálmate mamá, por favor... –dijo Felipe-
-Abogado me acompaña para que firme...
-Sí doctor... Lorena, te encargo a mi madre... Las amo...
-No te preocupes Felipe, tranquilízate... Hay que tener fe.
-Sí amor, ahora más que nunca tengo mucha fe.

Lorena, le dio un beso a Felipe para reconfortarlo y al ver su retirada, empezó a mirar a Doña Catalina que estaba en un mar de lágrimas. Lorena se percató de la hora, diez de la noche. Debería estar haciendo sus maletas, pero sabía que era inútil, no viajaría, se quedaría con Felipe para casarse con él y ser feliz. Pero tenía que estar en su casa mañana domingo para hablar con Miguel. Lorena sabía que Miguel la iba a entender, lo conocía muy bien, porque siempre fue sincera, y nunca le dio alas, ni esperanzas. “Yo sé que esto será duro para ti Miguel, pero sería un error si me voy contigo a España. Creo que mi lugar está aquí, con Felipe y los míos. Ya entenderás cuando realmente encuentres el amor de verdad y seas correspondido. Y algún día me vas a perdonar, porque sé que eres bueno y compresivo.” Pensaba así Lorena ya mirando la silueta de Felipe agobiado por la firma que acababa de hacer para que operen a su padre.

-Felipe, ¿firmaste...?
-Sí amor, ahora solo falta esperar... ¿Cómo está mamá?
-Sin lágrimas Felipe, vamos hay que acompañarla.
-Sí, hay que darle muchas fuerzas... Pobre mi madre...
-¿Hijo firmaste...?
-Sí mamá...
-¿Y qué te dijo el doctor...? No me mientas. –dijo doña Catalina ya sin lágrimas-
-Tranquila mamá, ya firmé... Sólo nos queda esperar, espero que el viejo sea fuerte. Hay que tener fe mamá.
-Sí Doña Catalina usted va a ver que esto sólo es un mal sueño... La fe mueve montañas.-dijo Lorena muy cerca de ella-
-Gracias hija, tanto tú como Felipe me hacen sentir que no estoy sola, gracias...
-¿Cuánto va a durar la operación Felipe...? -preguntó Lorena-
-Creo que dos horas... Mi amor te veo cansada, creo que es mejor que vayas a tu casa y duermas un poco. Vamos te llevo.
-No Felipe, estaré a tu la lado, porque sé que me necesitas... Pero creo que es mejor que Doña Catalina duerma un poco...
-Sí mamá, Lorena tiene razón.
-No hija, a mi no me mueve nadie de acá, yo saldré de este lugar solamente con Ernesto.
-Esta bien mamá, entonces esperaremos los tres... –dijo Felipe besándole la frente a su madre-

Doña Catalina buscaba alivio en su hijo, y también en Lorena. Veía a Felipe de otra manera, desesperado y agobiado por su padre. Sabía que tarde o temprano Felipe iba a dejar por los suelos ese orgullo que lo tenía alejado de su creador. Aunque a Doña Catalina le hubiese gustado que fueran en otras circunstancias. Le pedía a Dios que le diera la dicha otra vez de ver al padre y al hijo de nuevo buscándose por la misma vereda. Doña Catalina tenía mucha fe, a pesar de lo agobiada que estaba, pero su fe le daba muchas esperanzas “Y pensar que Dios a veces nos da sustos para recordar que no estamos solos en esta vida.”
También miraba a Lorena como mirándose en un espejo. Una mujer entregada al amor. Pero algo cambiada con respecto a Felipe. “Espero que sean Felices los dos, mi hijo se merece una mujer como Lorena y ella un hombre como Felipe. Sería mucho pedirte Dios, por la felicidad de mi hijo. Creo que no. Tú siempre haces las cosas por algo. Tú siempre unes a las personas con tu mirada y desde esta humilde silla te pido que no nos apartes de tu mirada, Dios mío que todo lo puedes...”
Lorena por ratos se caía del sueño y Felipe a su lado le daba su hombro. Doña Catalina fuerte por su amor seguía despierta esperando que por una puerta de la sala de operaciones apareciera el doctor. Felipe miraba su reloj, desesperándose a la impotencia de que nada podía hacer. Ya iban dos hora y media sin saber nada de su padre. Y todo le parecía una pesadilla. Las luces de la clínica no le daban la hora ni la intuición de un despertar feliz. Las enfermeras de turno esperaban que las horas no fueran tan crueles con ellas. El altavoz llamando a los doctores perdidos por algún lugar. Y el sonido de las ambulancias despertaba la tranquilidad de la gente que también esperaban por algún familiar. La familia Córdova no era la excepción. Felipe no pensaba en nada, su mente se limitaba al compás de la caída de una pluma de un ave, Doña Catalina, no paraba de mirar al techo buscando a Dios. Y Lorena cada vez se sentía más ajena a algo que siempre creyó que era suyo.
Salió el doctor de la sala de operaciones y se presentó ante la familia. Doña Catalina de tanto esperar no se daba cuenta de la presencia del doctor, ni mucho menos Felipe. Cuánta gente de blanco había pasado por su lado. Solamente Lorena, se percató de la presencia del doctor, que de inmediato, le avisó a Felipe la presencia del cirujano.

-¿Doctor cómo está mi padre...?-dijo Felipe de pie y sin aliento-
-Cálmese Abogado, le tengo una buena noticia, el abogado Córdova resistió la operación –dijo el doctor-
-¡De verdad doctor!, ¡eso es viejo!, ¡sabía que no te ibas a dejar vencer tan fácilmente! -dijo Felipe cerrando los ojos-
-¡Gracias a Dios...! Gracias doctor le debo la vida de mi esposo –dijo Doña Catalina que empezaba a llorar pero esta vez de lo emoción de saber que su esposo había resistido la operación-
-Hay que reconocer que el abogado Córdova es muy fuerte, mucho no se podía hacer... Ahora todo depende de él y de una buena alimentación. Bueno, eso se lo haré saber a ustedes cuando le demos de alta, eso será un par de días. Porque si sigue llevando la vida que ha estado llevando, a la próxima no la cuenta.
-Sí doctor, mi esposo es muy terco... Pero pierda cuidado, que yo personalmente le prohibiré todo lo que acostumbraba hacer. –dijo Doña Catalina-
-Pero esta vez mamá no vas estar sola, yo también pienso estar ahí. –dijo Felipe abrazándola a su madre-
-Y yo también- dijo Lorena abrazando a Felipe y a la madre política-
-Me parece muy bien que la familia esté unida –dijo el doctor- quien más que la familia para que el abogado Córdova pueda salir de esta. Ya pueden ir a sus casas, ha pasado lo peor.
-¿Doctor podemos ver a mi padre? –preguntó Felipe-
-Lo siento, ahora no podrán ver al paciente, pero sólo por esta noche. Pero mañana lo podrán ver.
-Ni siquiera un ratito, mire doctor que yo soy su esposa...
-No señora Catalina, lo siento... Su esposo está en observación. No queremos contratiempos a última hora.
-Mamá hazle caso al doctor, todos queremos ver a papá... Vamos necesitas descansar. Has tenido, mejor dicho, hemos tenido un día muy agitado, con muchas emociones fuertes.
-Está bien hijo. Hijo quédate conmigo en casa esta noche, te necesito.
-Claro mamá, eso pensaba hacer. Ahora más que nunca ambos nos necesitamos.
-Buena elección abogado -dijo el doctor- bueno, paso a retirarme, permiso.
-Doctor espere.... –Felipe se alejó de su madre, de Lorena y lo llevó al doctor a un lado y le dijo-
-Doctor quiero agradecerle todo lo que ha hecho por mi padre, pierda cuidado si de gastos se trata... Mi familia y yo le vamos estar eternamente muy agradecidos. Quiero que sepa que para cualquier cosa ya sabe donde queda mi estudio, es en el mismo lugar donde mi padre trabajaba.
-Por favor, pierda cuidado abogado, yo y con otros colegas solamente hemos hecho nuestro trabajo, para eso estamos, para salvar vidas... De todas maneras estaré por su estudio, quiero un asesoramiento para asegurar a mi familia de antemano.
-Con mucho gusto doctor, ahí lo estaré esperando...
-Bueno hijo, entonces estamos a mano. No sabes cómo te pareces a tu padre, ambos se deben sentir muy orgullosos.
-Honor que me hace doctor, y sí, es verdad, yo me siento muy orgulloso de él.

El doctor sonrió y le dio un golpe en el hombre a Felipe y se retiró por donde vino. Felipe se acercó a su familia y se abrazaron otra vez como poniendo fin a tanta angustia y a tantas emociones fuertes.

(...)

Ya en la casona de la familia Córdova y después de dejar a Lorena en la puerta de su casa, Felipe y Doña Catalina se abrazaron muy fuerte como encontrándose sin haberse buscado.

-Mamá no te preocupes por mí, ocuparé mi cuarto, espero que siga siendo mi cuarto.
-Claro hijo, está tal como lo dejaste, con tu raqueta de tenis colgada en la pared. Me acuerdo que detestabas que te movieran la raqueta de ese lugar.
-Eso fue cuando perdí el campeonato, nunca más quise jugar al tenis, pero son cosas de adolescente, vamos, te acompaño al cuarto, esperaré que te duermas y después yo me iré a dormir.
-Gracias hijo, ahora tú me vas a contar un cuento.
-Como tú solías contármelos.
-Sí hijo, cuando yo te los contaba... Hijo ahora que me acuerdo, a tu novia Lorena la he notado muy rara... ¿Por qué cuando la llamé no estaba contigo?, bueno, ella no sabía nada de ti.
-¿Qué, no te dijo nada Lorena...?
-No... ¿Qué, tenía algo que contarme...?
-Sí mamá... Mi Lorena, hasta para eso es prudente... Si te lo cantaba seguro pensaba ella que te iba a afectar. Nos peleamos mamá y esa pelea sí que fue muy dura. Y vaya que fue dura, porque recién hoy nos hemos amistado.
-¿Y por qué se pelearon...?, digo si se puede saber.
-No, peleamos por tonterías, mamá... No tiene caso contarlas. Pero eso sí, Doña Catalina cuando papá se pueda parar y caminar. Vayan preparado todo, que en menos de un mes me caso con Lorena.
-Que feliz me haces hijo con esa noticia. No sabes como le he rogado a Dios para que tu matrimonio se haga una realidad, que Lorena sea la mujer que lleves al altar. Ustedes se merecen mucho.
-Sí mamá, yo estoy enamorado de Lorena.
-Se nota en tus ojos hijo, no tienes por qué decírmelo, para el amor no hay razones, solamente hay que sentirlo y punto.
-¿Entonces mamá lo que estoy sintiendo por Lorena es puro amor...?
-Sí hijo...
-Bueno, hora usted va tratar de dormir, que mañana tiene que ver a mi padre, sin ojeras ni mucho menos cansada. Yo iré más tarde, en la noche, mañana tengo que ir al despacho y ponerme al día en algunas cosas.
-Ya, está bien hijo, pero mañana me llevas a la clínica.
-Claro mamá estaremos ahí, Lorena también te va acompañar. Ahora mismo estoy esperando su llamada, para ponernos de acuerdo.
-Hijo...
-¿Qué mamá?
-Prométeme que ahora en adelante las cosas van a cambiar, con respecto a tu padre. Esta fue una prueba para te des cuenta que tu padre sí te importa. Hijo, tu padre te quiere mucho, los dos son tal para cual. No saben cuanto los amo.
-Cuidado con la almohada mamá... Tienes mucha razón mamá, mi padre y tú son las personas que me dieron la vida. Y por ende son las más importantes de mi vida junto a Lorena. A la bella Lorena. Prometo cambiar mamá... Te lo prometo...

Doña Calina ya se había dormido. Felipe al verla así le dio un beso en la frente, cerró la puerta muy despacio y salió del cuarto de sus padres. Se dirigió a su cuarto, al entrar no pudo creer la exactitud de las cosas, todo estaba tal como lo había dejado, cuando se fue de su casa. Felipe esperaba la llamada de Lorena, se echó en la cama, observaba desde ahí la raqueta de tenis. Pensó en ese partido de tenis, el último partido, fue la gran final, y de lo muy poco que estuvo por ganar. Felipe estaba completamente seguro que si ganaba ese encuentro, esa final, otro hubiese sido su destino. Ahora sería un deportista, un tenista orgulloso de defender la camiseta nacional. Pero perdió y eso fue el declive para que nunca más jugase al tenis. Se dio cuenta que parte de su carrera de abogado se la debe a esa final. Porque cuando vio a su padre, al hombre inalcanzable, que le miraba ese día cuando estaba derrotado por no haber ganado la final, pudo comprender, ahora, echado en su verdadera cama, que también sufría como él. El error fue que su padre nunca le dijo nada, y de ahí Felipe empezó a sentir un cierto resentimiento hacia su creador. Su padre cuando ganaba cada caso en la corte frente al juez, al volver a casa, gritaba a los cuatro vientos su triunfo. Felipe para ese entonces era un pequeño niño, pero se daba cuenta de todo, él estaba ahí, mirándolo observándolo. Creció siempre con la idea que su padre era invulnerable, aquel superhéroe que siempre salía en las películas que él veía. Entonces al sentirse derrotado ese día, esperaba el consuelo de su padre, algunas palabras de aliento, alguna muestra de solidaridad. Pero ahora, echado en esa cama, recién pudo comprender que también su padre sufría, que no podía aguantar el dolor. Guardándose muy dentro de él toda esa desazón que un padre puede sentir al ver perder a su hijo. Falta de comunicación. Pensaba Felipe sin poder hacer nada. Pero ahora la vida le daba otra oportunidad, otra razón para comenzar de nuevo. Echado en la cama, Felipe cerraba los ojos para liberar algunas gotas de lágrimas que caían en sus mejillas pobladas como si fueran un bosque negro. Escuchó el sonido de su celular y de inmediato se motivó a contestar.

-Aló Lorena, mi amor.
-Sí Felipe, soy yo...
-Sí lo sé, estaba esperando tu llamada. Que te parece si mejor yo te llamo a tu casa.
-Mejor Felipe, espérame, me voy a la sala,
-Esta bien amor, pero no te demores que no puedo vivir sin tu voz...
-Ya Loco, espérame.

Lorena, bajó muy tranquila llegó hasta el living, se sentó en el mueble junto al teléfono. “Hace tiempo que Felipe no me llamaba a éste número. ¿Se acordará el número...?
-Sí, Aló... –contestó Lorena-
-¿Pensaste que no me iba acordar el número de tu casa...?
-La verdad Felipe, no. Hace tiempo, mejor dicho, sólo una vez me llamaste aquí.
-Sí amor, pero te dije que todo iba a cambiar. Que mi padre se recupere del corazón, para ir a tu casa y pedirle la mano a tu familia. Porque te amo, porque ya no quiero esperar ni un segundo más. Te necesito.
-Qué Feliz me haces Felipe, parece que estuviera soñando.
-Pero no estás soñando mi amor, es la realidad, nuestra realidad.
-Lo sé Felipe, por eso estoy muy Feliz.
-Ah, se me olvidaba amor... Tu cartera está en mi casa, en nuestra casa. Ahí está tu celular, tu cajetilla de cigarros, y tus cosméticos. Todo está igual como lo dejaste.
-Si pues, lo dejé de una manera muy particular...
-Jajajaja, por favor amor, dejemos el pasado atrás.
-No te preocupes Felipe, ya todo está olvidado. Pasaré por tu casa para recoger mis cosas. No sabes cómo me siento sin celular, a la cuenta que estoy en un desierto.
-Está bien amor, sólo le pides la llave a Fermín. Y recoges tus cosas.
-Ok, pasaré por la noche, después de ver a tu padre.
-Quisiera acompañarte amor, pero tengo que ir al despacho porque seguro Eduardo me va a matar. Debe estar atareado con todos los casos.
-Felipe no te preocupes por eso, en la noche nos vemos. Recojo mis cosas y voy de nuevo a la clínica.
-Claro amor, de ahí vamos a comer algo. Entonces así quedamos Lorena.
-Ok Felipe, que duermas bien...
-Igual amor, pero primero me voy afeitar bañar y ponerme algo decente.
-Ya era hora, Felipe jajajaja...
-Con la preocupación ni cuenta que estaba desaseado, un asco. Acá en casa de mis padres lo bueno que puedo encontrar de todo.
-Que no se te olvide que también es tu casa, Felipe.
-Sí, pero amor nosotros ya tenemos nuestra casa.
-Es verdad, una linda casa... Me caigo de sueño, Felipe.
-No, sí, descansa, entonces mañana nos vemos... ¿Cómo a que hora?
-A los ocho, nueve...
-Está bien amor, que duermas bien...
-Te quiero Felipe. Y mañana te veo.
-Hasta mañana Lorena.

Felipe colgó el teléfono de una manera tranquilizadora, pensando en Lorena, en sus besos, caricias, ganas de tocarla y en la familia que pronto iban a formar. Empezó a mirar por la ventana de su cuarto toda la casa, encontró la noche muy serena con estrellas sin brillar. Los ladridos de los perros por la presencia de algún coche nocturno. Se acordó del comentario que hizo su padre a Lorena en aquella cena, donde su padre, le sugería que podía escribir mejor en esta casa. Alejada de la rutina desesperante de todos los días. Y con el pensamiento, Felipe le daba la razón a su padre, en ese pensamiento se daba cuenta que aquella casona, Lorena escribiría de una manera muy fluida y decorosa. No descartaba la oferta pero tenía que consultarle a la misma Lorena si le gustaría vivir aquí en este lugar. Felipe amaba a Lorena y hora se limitaba a actuar de acuerdo a lo que su corazón le dictaba. Bajó la mirada y observó la piscina serena, la eterna piscina donde él se refugiaba. Felipe no pudo contener la emoción, las ganas y se empezó a desvestirse. “Ahora será el refugio de la felicidad, de mí felicidad” Pensaba así Felipe bajando las escaleras con una toalla hacia la piscina para nadar rumbo a su felicidad.

(...)

-Vaya hombre, por fin apareciste... Felipe he tenido que sacrificar mi domingo porque si no, todo nos iba a salir mal. Y por lo que veo te diste cuenta que hoy iba a venir.
-Lo siento Eduardo, si te contara...
-No, me tienes que contar Felipe, quiero una buena excusa. Por cierto tu madre me llamó, la noté preocupada. Le pregunté si podía ayudar en algo. Pero ya había colgado.
-Eduardo mi padre sufrió un ataque al corazón.
-Anda, no juegues, Don Ernesto Córdova... Compadre, olvida lo que te dije.
-No Eduardo, tienes mucha razón, pero ya todo pasó, resistió la operación, mi padre es muy fuerte.
-Menos mal amigo, no te digo, ustedes los Córdovas son como el gato, tienen siete vidas. Pero Felipe te llamaba a tu celular y nada. A tu casa y nada. Parecía que la tierra te había tragado.
-Algo así me pasó abogado perdedor, estaba perdido en un rincón, no quería salir ni ver a nadie. Quería echar todo a la basura, pero Lorena me salvó. Y ahora lo que le sucedió a mi padre me hace más fuerte, con muchas ganas de cambiar las cosas, cambiarlas para bien.
-¿Volviste con Lorena...?
-¿Tú que crees...?
-Enhorabuena amigo, no, si no hace falta que lo digas, en tus ojos se nota que estás hecho.
-Volví con Lorena, Eduardo, ella me perdonó. Lorena es una mujer maravillosa.
-Que bueno, de verdad me alegro mucho por ti Felipe. Pero ahora, tienes que revisar tus casos. A todos tus clientes les he tenido que engañar diciéndoles que te has ido de viaje. Tú sabes muy bien que esto sin ti no funciona.
-Por supuesto abogado perdedor, a trabajar Eduardo, hoy más que nunca quiero trabajar de una manera distinta. Y por eso vamos a ver que tenemos para hoy.
-Hay un profesor que lo acusan de violar a una niña, Felipe.
-¡Carajo!, con que esas tenemos, un profesor enfermo, ya empiezo a oler esa atmósfera de culpabilidad. Y tú sabes muy bien Eduardo que el olfato no me falla. Si es así mi querido amigo... Dalo por hecho que ese profesor lo vas a ver en los periódicos pero entre rejas.
-Estás seguro Felipe, de repente es la madre de la niña que quiere sacarle plata al supuesto agresor.
-¿Te puedo hacer una pregunta Eduardo?
-Claro...
-¿De niño cuando te pasaba algo grave, al contarlo, mentías?
-Mmmm... No, Felipe.
-Entonces amigo los niños no mienten. No descarto tu hipótesis, pero... ¿Cuánto gana un profesor...?
-Una miseria Felipe.
-Tú mismo lo has dicho, como te repito, Eduardo, solamente un niño puede mentir cuando quiere algo. Y eso es sinónimo de un Juguete. Ahora mismo manda a comprar la mejor muñeca que exista en el medio. La muñeca de moda.
-¿Qué piensas hacer Felipe...? Todavía no es navidad.
-Jajajaja... Ya lo veras Eduardo, ya lo veras, pero lo único que te puedo adelantar es que ese profesor se tiene que ir buscando una buena defensa.

Eduardo ya se imaginaba lo que iba a hacer Felipe, y sin que se diera cuenta apuntaba todo en un cuaderno de borrador. “Eres el mejor abogado del mundo amigo. Siento que el amor te está siendo cambiar. Antes estos casos me lo dejabas a mí, porque nunca te gustaron. Pero ahora veo que sí, eso es producto del amor. Te veo y eres otro. El gran amor que sientes por Lorena, ahora lo creo, siempre fue real. Tenía mis dudas, porque pensaba que después de Susana nunca te ibas a enamorar. Pero me equivoqué y para bien. Ahora mismo voy a decirle a la secretaria que compre la muñeca más bonita de todas las tiendas, para empezar a estudiar este caso y, sobre todo, ver de una manera distinta al nuevo abogado que está sentado frete a mí.”

-Vamos Eduardo, a trabajar... En qué estás pensando, vamos que no tengo todo el día...
-Sí, Felipe, ya voy...

(...)

El tráfico molestaba a Felipe, estaba cansado, toda la mañana y casi toda la tarde había trabajado como loco. Había resumido todos esos días de sufriendo en uno solo. Pero ahora, tenía que despejarse porque iba a ver a su padre. Rumbo a la clínica San José, Felipe, se hacía una pregunta constantemente. “¿Viviré en la casa de mis padres o en mi casa...? Hoy lo iba a consultar con Lorena, pero Felipe se inclinaba por vivir en su casa. “Pero si a Lorena no le gusta la idea. Por los buenos y malos momentos que pasamos ahí. Quizá sea un respiro para ella, vivir alejado de la casa de San Isidro.” Pensaba así Felipe, estacionándose en todo el frontis de la clínica que hospedaba a su padre. “Espero encontrar a Lorena, qué hora es... no, las ocho de la noche estará en mi casa recogiendo sus cosas, espero que Rosita haya ido y arreglado la casa.”

-Buenas señorita, ¿En que habitación se encuentra el señor abogado Ernesto Córdova...?
-Un momento señor... ¿Usted es algún familiar?
-Sí, soy su hijo.
-Ok, sí, aquí está, en la habitación diez B, segundo piso, por favor.
-Gracias...
-De nada, señor...
Felipe caminó sin apuros, se alejó de los malos recuerdos, compadeciéndose de los familiares desesperados que estaban en los pasillos esperando algún resultado de los doctores de turno. Subió las escaleras muy despacio de peldaño a peldaño sin dejar de mirar los números de las habitaciones. Hasta que encontró la habitación, diez B. No observó a ninguna enfermera que le pudiera dar razón, y se decidió a tocar con el instinto benévolo de saber que su padre se encontraba allí.

-Mamá, estabas aquí...
-Suuuuuu, sí, tu padre está durmiendo ya va más de una hora... Ven pasa, preguntó por ti.
-¿Y qué le dijiste?
-Que estabas trabajando y que más tarde ibas a venir a verlo.
-¿Y él qué te dijo?
-Que está muy bien, que primero son los deberes.
-¿Y Lorena...?
-Estuvo hace media hora aquí, me ha acompañado casi toda la tarde. Me dijo que iba a la casa de San Isidro a recoger algunas cosas que se había olvidado.
-Ah, ya, sí me comentó ayer mamá cuando hablamos.
-También me dijo que la esperes, que no se iba a demorar.
-Es que vamos a ir comer y tú estás invitada.
-Ay hijo, yo estorbo. Ustedes son jóvenes y quieren libertad.
-No mamá, tú nos vas a acompañar porque esta noche vamos a fijar fecha para la boda. Es una sorpresa que le tengo a Lorena. Me hubiese gustado que mi padre esté presente, pero el doctor dijo que nada de emociones, por ahora.
-De verdad hijo, Felicidades. Vas a ver que tu padre estará con el pensamiento. Y cuando acuerdes en menos de una semana estará caminando.
-Eso lo sé mamá, porque no pienso prolongar ni un día más mi felicidad.
-Haces bien hijo... Míralo, tu padre como duerme, él se va alegrar mucho con tu matrimonio.
-Siento muchas cosas al verlo echado ahí...
-Sientes amor Felipe... No tienes por qué aguantarte. Mira se está despertando.

Don Ernesto, movía la cabeza muy despacio apretando las manos. Doña catalina le daba cara, para ubicarlo y Felipe se empezaba a acercar sin perderle la mirada a su padre.

-Mira viejo quién está aquí... –dijo Doña Catalina-
-Felipe hijo, gracias por estar aquí. – dijo Don Ernesto reconociendo con dificultad a su hijo-
-No tienes por qué darme las gracias, soy tu hijo, ¿no? y tu corazón papá, es el mío también...
-Bueno, ahora, yo me voy a la cafetería a tomarme un café, los dejo solos para que hablen por que ustedes tienen mucho que hablar. Felipe, hijo, trata que no hable mucho se puede agitar.
-No te preocupes mamá, el que va hablar soy yo.
-Entonces los dejo para que converse, ya regreso.

Doña catalina salió de la habitación, haciendo el silencio oportuno y Felipe se sentó junto a su padre y por fin afloró sus sentimientos liberados por ese monstruo llamado orgullo.

-Papá me alegra tanto que estés bien... Sabía que no me ibas a fallar.
-Yo también estoy sorprendido de estar vivo, pensaba lo peor...
-Otra vez ganaste, como en tus mejores años... Otra vez enseñándome que siempre hay que luchar en la vida.
-Hijo, yo...
-No hables papá, sólo escúchame. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, en toda mi vida. Yo estoy muy orgulloso de ser tu hijo. Yo me equivoqué tanto, mi orgullo tonto me segó poniéndome en contra tuya. Quería ser como tú papá, y ya ves, todavía me sigues enseñando... Como lo hacías cuando no sabía nadar... Tú solamente querías mi bien. Eso yo nunca lo entendí... Pero la vida me ha dado de nuevo otra oportunidad, para decirte, que te quiero, que siempre te querré, fuiste lo que yo soñé como padre, que no me arrepiento de ser tu hijo y si soy ahora un hombre de bien, te lo debo a ti. Te quiero mucho papá, perdóname papá, perdóname...
Don Ernesto lloraba, nunca había llorado delante su hijo. Pero ahora, lo hacía como un niño, acordándose de la primera vez que le pusieron a Felipe recién nacido en sus brazos. “Serás como yo un ganador, y te llamarás Felipe, igual que tu abuelo... Un hombre, un hombre, tenía que ser un hombre...”
Seguía llorando Don Ernesto acordándose de ese momento tan especial.
... Sí papá, perdóname... Quiero que sepas algo, todo ese estúpido resentimiento mío, empezó cuando perdí el partido de Tenis. No me dijiste nada, pensaba que no soportarías de ver a tu hijo derrotado. Segado por ese entonces, por el perfume de la adolescencia, te empecé a guardar rencor y lo alimentaba diciéndome yo mismo, a cada día, a cada hora, a cada minuto, que algún día iba a ser mejor que tú. Y no me pude dar cuenta, hasta ahora, que también sufrías por mi derrota. Ese día algo nos separó, no podías contener el dolor de verme derrotado con la raqueta en la mano llorando por la cólera... Perdóname por no haber ganado ese partido papá, perdóname... De verdad quería ganarlo, por ti, porque quería que te sintieras orgulloso de mí, perdóname...
Don Ernesto ya sereno interrumpió a su hijo y con esfuerzo empezó hablar:
-No Felipe, no hijo... Perdóname tú a mí...
-Papá no te esfuerces, estás delicado...
-Por favor Felipe déjame hablar, a estas alturas qué me puede importar mi salud... Quiero que sepas que ese día del partido, que perdiste, me sentí el padre más orgulloso del mundo... Para mí ganaste hijo, y es verdad que lloraba por dentro, pero lloraba de felicidad, porque sentía que todo lo que hacías, lo hacías por mí. Y también de pena, porque sabía que para ti era muy importante ganar ese partido. Pregúntale a tu madre, como lloré esa noche en la casa después del juego... Yo tuve la culpa por no haber conversado contigo, pero también me sentía mal, por ti hijo. Tuve la estúpida ida de pensar que era mejor así, que era mejor que no te hubiese dicho nada para que empezaras a ser un hombre, un hombre independiente. Pero me equivoqué y el tiempo me dio la razón... Gracias al Dios de tu madre, que todavía estoy aquí vivo diciéndote esto... Hijo, te quiero, te quiero mucho... Eres mejor que yo, cuando saliste de la casa me dolió tanto y también yo me cegué por el orgullo tonto. Pensando, que al alejarte de tu hogar, de nosotros, de nuestra casa, no era para ser mejor, sino, porque querías demostrarme que podías hacer cualquier cosa sin mi ayuda. Y eso me cegó completamente. Te pedido perdón hijo, soy yo el que te lo pide...
-No hay nada que perdonar papá... Tú no me has hecho nada.
-Ni tú tampoco hijo...

Felipe, abrazó a su padre y su padre echado retribuyo el abrazo llegando a juntarse pero no de cuerpos sino de corazón a corazón. Doña catalina que estaba detrás de ellos no podía contener las lágrimas de la emoción agradeciéndole a Dios por el milagro de ver que padre e hijo por fin sean reconciliado, de sentir que de nuevo son esa familia tan unida que ya extrañaba tanto.
“Gracias Dios padre todo poderoso, el que todo lo puede, muchas gracias...”

-Mamá, perdóname no sabía que estabas ahí... –dijo Felipe secándose las lágrimas con la manos.-
-No se preocupen en contarme, ya escuché todo. De nuevo volvimos a ser una familia, gracias a Dios... Gracias a ustedes que son mis tesoros...
-Catalina... mi bella Catalina –dijo Don Ernesto a duras penas-
-Cuidado viejo, trata de no hablar... trata de descansar amor...
-Si papá, te tienes que mejorar muy pronto... Porque apenas puedas caminar ya tienes que ir preparando el mejor terno de gala, porque tu hijo por fin se casa...
-Pero si ya estoy bien hijo jajajaja... Me alegro por los dos. Lorena me ha demostrado que te ama mucho -dijo don Ernesto-
-Gracias papá –dijo Felipe mirando su reloj para saber la hora-
-Como pasa la hora ya son las nueve de la noche... Entonces viejo nada de hablar, trata de dormir, mañana seguro el doctor te da de alta. –dijo Doña Catalina acariciándole la mano a su esposo-
-Sí, porque detesto las clínicas, ya quiero estar en mi casa...
-Paciencia papá, es mejor que le hagas caso a mamá, ya es muy tarde...
-Esta bien hijo, me tengo que poner bien para tu matrimonio y eso ya es un estímulo.
-Te imaginas viejo, hace tiempo no tenemos un acontecimiento así... La boda de nuestro único hijo, tu boda tiene que ser algo maravilloso. – dijo Doña Catalina- vamos a tirar la casa por la ventana, porque te mereces lo mejor, hijo... Lorena y tú... Ya te quiero ver en fotos sellando tu felicidad. Todos juntos y felices mi vida.
-Felipe será la mejor boda del año... No todos los días se casa el mejor abogado de Lima –dijo Don Ernesto- y además será trasmitida por televisión. Hijo que no se te olvide que eres famoso...
-No exageres papá, sólo soy una continuación de lo que tú has hecho... Pero sí, estoy de acuerdo que tiene que ser algo fuera de serie, porque Lorena y ustedes también se lo merecen y...

Felipe, dejó de hablar, ya no sonreía, se acordó que su padre dijo... “Que la boda iba a ser transmitida por televisión...” Miró la hora en su reloj lujoso, nueve y cuarto. Lorena le dijo que solamente iba recoger sus cosas y regresaba de nuevo a la clínica. Felipe se agarró la cabeza acordándose que la cartera de su novia estaba en la cama y al costado de la misma, en el lado derecho, la filmadora. Se había olvidado de borrar la escena que hizo con Susana. Y volvió a su cabeza la misma pensadilla de su intuición. Empezó a relacionar la demora de Lorena con lo peor. Por qué no había borrado nada, se le había olvidado. Tantas emociones fuertes, que lo apartaron de sus bajos instintos. Si ya no tenía importancia Susana para Felipe, entonces, tampoco esa escena de amor que hizo en su cama sintiéndose filmado para sólo satisfacer sus instintos carnales mezclados de rutina. Felipe miró a sus padres no les dijo nada. Doña Catalina se extrañó al ver la fisonomía de su hijo y Don Ernesto también.

-¿Qué pasa hijo, de qué te acordaste...? -pregunto Doña Catalina-
-¿Mamá, que te dijo Lorena cuando se fue de aquí...? –Felipe preguntó muy serio-
-Que sólo iba recoger algunas cosas de tu casa de San Isidro y que regresaba de nuevo para verte. Como habían quedado...
-Gracias mamá, pero tengo que salir un momento... –dijo Felipe-
-¿Felipe adónde vas...?, ¿Sí viene Lorena, qué le digo...? –preguntó Doña Catalina-

Pero Felipe ya había salido sin escuchar nada. Bajó de una manera muy diferente los peldaños para llegar al primer piso, nada que ver como al principio. Su reloj ya no se llamaba así, sino, desesperación. Llegó a la puerta de la clínica, se detuvo y pensó. “Mejor la llamo de repente ni siquiera se ha dado cuenta, la voy a llamar a su celular ya lo debe tener prendido.” Felipe marcó el número de Lorena y automáticamente escuchó la casilla de voz que le informaba que tenía que dejar su mensaje. “Carajo, Bingo... Todavía no lo ha recogido, eso espero... Eso me da tiempo para ir a mi casa y borrar todo lo concerniente a la escena que hice con Susana. Por qué no se me ocurrió antes... Sólo espero llegar a tiempo.”
Felipe llegó a su coche, trató de salir lo más pronto posible, le gritó a un imprudente que se había estacionado mal en la vereda de la fachada de la clínica San José, pero no se dio cuenta, que el imprudente era él. Felipe hizo contacto y aceleró sin impórtale los insultos que le hacía la persona agraviada.
Felipe volvía a mirar su reloj, nueve y media, estaba desesperado, las calles y las pistas se le hacían muy largas y estrechas. A pesar de la velocidad de su coche, sentía que iba muy despacio. Y eso más le aturdía, no veía la hora de llegar a su casa y desaparecer la filmadora para dejar en el olvido una vez por todas cualquier recuerdo o imagen de Susana. Felipe no podía creer cómo Susana todavía seguía atormentándole la vida.”Carajo, si no es esta cosa, es la otra, lo único que quiero es ser feliz, por qué me tiene que pasar esto a mí... Mi bella Lorena no te mereces esto, espero que nunca se te haya ocurrido ser productora de cine... Por fin carajo en casa...”
Felipe frenó exageradamente. Bajó de su coche con la llave de su casa en la mano, corrió sin mirar a Fermín, llegó a su puerta, su respiración estaba acelerada. Fermín sentado en su caseta, sólo observaba la escena, confirmando así, que seguían los problemas para su jefe. Felipe Entró y cerró la puerta. Encontró su casa ordenada, todo en su lugar, síntoma de que todo iba estar bien. Automáticamente caminó hacia su cuarto, no si antes llamar a su novia... “Deje su mensaje en la casilla de voz. Está apagado, qué raro...” Felipe abrió la puerta de su cuarto, fue el único lugar que él mismo había ordenado, después del desorden que hizo Susana, y se dio con la sorpresa que el celular de Lorena estaba en su cama ahogado sin batería y todas sus cosas que había dejado aquella noche fatal. La cama era un remolino de desorden, el espejo estaba roto producto del impacto de un perfume. Su ropa, en el suelo y todas sus lociones desparramadas. Felipe pensó lo peor. Seguía mirando su cuarto, hasta que pudo ver la cámara filmadora en el suelo, en el mismo lado derecho, totalmente destruida, sólo el trípode estaba en su lugar. Felipe recogió la cámara del suelo y ya no tenía más dudas. Lorena había visto toda la escena que él había hecho con Susana el mismo día que se pelearon... Felipe se dejó caer ensimismado con lo que acababa de pasar, caminó muy aturdido hasta el living y hasta el bar. Se sirvió un whisky para abrir la puerta de su agonía sentimental. También llegó al teléfono y marcó el número de Lorena, el de su casa, nadie le respondió. Dejó de insistir, quería ir afuera y preguntarle a Fermín si realmente Lorena había estado en su casa, pero no se animaba, porque sabía que Fermín le iba a decir que sí. No quería escuchar la afirmación de Fermín, no quería enfrentarse a la realidad, se aferraba a una esperanza, en varias dudas aisladas, pero eso sólo se podía solucionar con una simple pregunta, con salir afuera y preguntar, bastaba, pero Felipe no quería salir. Se sentó en su mueble preferido y en voz alta empezó a fusilar su corazón. “Esta vez te perdí Lorena... Esta vez te perdí para siempre...”

(...)

-Señores pasajeros tengan la amabilidad de abrocharse los cinturones de seguridad que en breves minutos despegamos... –dijo la bella azafata-

Lorena que estaba al costado de Miguel no paraba de llorar.

-Llora Lorena, si eso te hace bien, llora –dijo Miguel- yo estoy aquí para protegerte, para cuidarte, nos espera una nueva vida en España, ya lo verás...

Lorena siguió llorando, siguió sufriendo, sólo alcanzó a decir cuando el avión empezaba alzar vuelo:

-Adiós Felipe, adiós...

(...)

-Buenos días, con Lorena por favor. –dijo Felipe al teléfono-
-No está, ¿Quién habla?. –Preguntó Paquito-
-Habla Felipe, ¿Paquito...?
-Sí, soy yo...
-¿Cómo estás campeón...?
-Bien...
-Dime campeón, ¿Tú hermana, va a demorar...?, ¿Hace rato que salió...?
-Sí y sí...
-No tiendo campeón, ¿sí, qué...?
-Sí se va a demorar y sí, hace rato salió...
-¿Adónde campeón...?
-A España.

(Estos dos videos no tienen nada que ver con la historia de Felipe y Lorena; pero, de cierta manera nos lleva a pensar que, están ahí, metidas en ésta historia, en ésta novela)





Comentarios

  1. Hola, es una pena que ya se acerca al final...., pero tienes razón al decir que estás canciones, en cierta manera están metidas dentro de la historia...

    Saludos

    Marybel

    ResponderEliminar
  2. Amiga, cómo estás?? gracias una vez más por tus palabras. si pues ya está llegando a su fin la novelita, y de ahi me doy un tiempito y, después a la taque con las historiestas de mi vida y de la vida misma. Un fuerte abrazo.

    Iván.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias.

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO FINAL