Martes 2




Cuando Armando se plantó en todo el frontis del colegio donde estudia Vanesa, se pudo dar cuenta que no había nadie, todo era silencio y la verdad para Él, estar solo ahí, fue muy incomodo. Armando volvió a mirar su reloj para percatarse de la hora, se dio cuenta que había llegado a la hora exacta, incluso, ya había pasado cinco minutos de la salida habitual. Armando no entendía el motivo de la demora de las alumnas del colegio religioso Sagrado Corazón de María. Armando caminó sin prisa, mas, pendiente de los minutos dando varias vueltas a la manzana para no caer en sospechas. En una de esas vueltas se dio con la sorpresa de ver a la Madre de Vanesa como si fuera una estatua pegada frente al frontis del Colegio. Él se escondió y esperó, muy a sabiendas que su cita ya era una cita frustrada. La señora Matilde viuda de López, siguió allí de pie, sin moverse, esperando la presencia de su hija. Por ratos miraba alrededor para ver si había alguien conocido. Armando, con el celular fingió de espaldas una llamada inesperada. Lamentablemente no tenía en agenda el celular de Vanesa. Pero sí de Adriana, las dos estudian en el mismo colegio y se sientan juntas en el mismo salón.

-¿Aló?...

-Hola, Adriana. No digas nada, soy Armando.

-No te preocupes, dime.

-Ya están por salir.

-Sí, estamos terminando de rezar.

-Ah, con razón la demora.

-Sí pues, no te preocupes amigo, Vanesa, está aquí no se va a ir.

-Bueno fuera eso, lamentablemente su mamá la está esperando también afuera.

-Puñales, le tengo que decir a Vanesa que su mamá está a afuera esperándola.

-No, no le digas nada, me vas a echar.

-Lo siento Armando, no me queda de otra.

-¿Por qué tanto el apuro?

-Lo que pasa es que habíamos quedado en ir a RIPLEY, toda la manchita, después de la salida.

-Bueno, si es para salvarla de ese apuro, échame…

-No te preocupes que lo haré suave.

-Pásame el número de su celular.

-No se ve bien dar el número de una amiga sin su permiso.

-Entonces, por favor dile que quiero hablar con ella. Necesito hablar con ella.

-Lo haré, Armando. Lo haré.

-Ok, te cuelgo.

-Igual.

Pedro es muy disciplinado y estudioso. Muy diferente a Adriana que tiene que rezar a cuantos santos existan para aprobar los cursos de su grado. Y si no fuera por la ayuda de “San Pedro” ya Adrianita se hubiera quedado en segundo año con quince años. Lo que no se puede negar es que los dos se quieren mucho; despiertan en la gente envidias sanas y también de las otras, los dos juntos son sinónimos de lo sublime, ternura y la inocencia, es decir, el concepto de la adolescencia perfecta. Pedro es un poco tímido, vaya que lo es. Siempre se acuerda el día que Adriana le tocó su pene en el parque donde ellos siempre se suelen encontrar. Pedro se puso rojo como un tomate, la dejó de besar, se puso de pie y se fue corriendo a su casa. Adriana pensó lo peor. Pensó que, a Pedro no le gustaban las mujeres, mejor dicho, para ser más preciso, que no le gustaba ella; se volvía loca pensando que Pedro es homosexual. Pero todo cambió cuando al día siguiente de lo sucedido, Pedro buscó a Adriana en su casa, salieron de noche a caminar por el parque de siempre y, se buscaron apasionadamente, sintiendo cosas nuevas y queriendo ir más y más allá. Adriana, estaba feliz, sus dudas se habían aclarado como el agua y para siempre se prometió que nunca más dudaría de Pedro

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