UN GIGA DE PROBLEMAS.
UN HOMBRE DE BUENA FE.

Penélope, viajo al Cuzco. Viajó por trabajo. También lo hizo para tomar otros aires, dejar por unos días la ciudad de Lima, la rutinaria ciudad de Lima, con todo su humo y con todo su “ordenado” tráfico. La fui a dejar al aeropuerto Jorge Chávez; hace tiempo no iba por esos lugares, mejor dicho, hace tiempo no viajo a ningún lado. Entre risas y chistes, más de mi parte que de ella, en ese lugar, allí sentados en la estación, nos dimos cuenta que alguien nos alzaba la mano. Penélope me avivó del saludo, yo también iba a hacer lo mismo, pero ella me ganó. “Es una chica, ¿La conoces?”... le dije, mientras observamos que la desconocida mujer se estaba acercando. “Sí, creo que sí, Iván. Se me es conocida”. Me dijo Penélope sin mirarme. Cuando la mujer desconocida se nos acercó de completo, Penélope gritó a más no poder:
Mechita, nunca salió conmigo. Ese día que quedamos para ir al cine para ir a ver la Teta Asustada, la esperé hasta las ocho de la noche en la biblioteca; incluso fui a su facultad para saber si estaba estudiando en un salón o charlando con sus amigas. Había gente en su facultad; pero lamentablemente no estaba, Mechita. Me acordé de esa reflexión que me hizo Mechita cuando estábamos quedando para ir al cine: No existe el pasado, no existe el futuro, sólo el presente. Y esa noche, el presente fue que, Mechita no había venido a la cita. Al día siguiente le pregunté qué había pasado, por qué no había ido a la cita. Ella me salió con una excusa creíble. Resultó que se había quedado dormida (la rica siesta) y cuando se despertó eran la cinco de la tarde, no había estudiado nada y con la misma se puso a estudiar obviando por completo la cita que tenía en la universidad con un bibliotecario.
Yo tuve que decirle (qué me quedaba) que había hecho bien, que primero son los estudios y después las diversiones. Ya no le insistí, mejor dicho, ya no le reiteré para otro día quedar ir al cine, ya no tenía sentido.
Ya había pasado una semana sin tener noticias de Penélope. En el trabajo siempre revisaba mi correo para ver si ella me había mando algo. También revisé mi blog, necesitaba actualizarlo con un nuevo post. Y eso hice durante las semanas que se podía escribir en el trabajo, saqué, como siempre, un conejo de mi memoria y de inmediato lo colgué en mi blog. El lunes, ya pasado la semana sin saber nada de Penélope, revisé mi correo y mi sorpresa fue grande al ver colgado en mi correo de Gmail un mensaje de Giga. Hice contacto con el buzón y de inmediato con el correo electrónico que me había mandado, Giga.
Hola Iván, ¿qué tal?... espero que estés bien. Acabo de leer tu último post: Mujeres Auténticas. Y muy buen post. También he leído, Ella y la Cerveza y Helicóptero Terrestre. Vaya hombre, usted sí que me ha hecho volar con la imaginación. Te felicito y sigue así, escribiendo y contándonos muchas cosas. Y gracias por ese último post, yo también me considero una mujer auténtica. Abajo los fantasmas y arriba la vida.
Un besito y te cuidas mucho.
Giga.
Posdata: ya te agregué al msn y puse en mi agenda de mi celular tu número. En cualquier momento te llamo para conversar. Besos.
No voy a negar la grata sorpresa que sentí al leer ese e-mail de Giga. Es más, quise, en ese momento, llamarla yo mismo, para qué esperar que me llame ella. Lamentablemente no tenía cómo ubicarla, salvo, mandarle un correo electrónico. Y eso hice. Le escribí y comenzó lo que, quizás, inconscientemente, quise que sucediera.
Giga:
(Que buena Canción)
(Falta poco, una Bandaza)

UN GIGA DE PROBLEMAS.
Penélope, viajo al Cuzco. Viajó por trabajo. También lo hizo para tomar otros aires, dejar por unos días la ciudad de Lima, la rutinaria ciudad de Lima, con todo su humo y con todo su “ordenado” tráfico. La fui a dejar al aeropuerto Jorge Chávez; hace tiempo no iba por esos lugares, mejor dicho, hace tiempo no viajo a ningún lado. Entre risas y chistes, más de mi parte que de ella, en ese lugar, allí sentados en la estación, nos dimos cuenta que alguien nos alzaba la mano. Penélope me avivó del saludo, yo también iba a hacer lo mismo, pero ella me ganó. “Es una chica, ¿La conoces?”... le dije, mientras observamos que la desconocida mujer se estaba acercando. “Sí, creo que sí, Iván. Se me es conocida”. Me dijo Penélope sin mirarme. Cuando la mujer desconocida se nos acercó de completo, Penélope gritó a más no poder:
-¡Amiga!... –Penélope corrió a su encuentro abriendo los brazos.-
-¡Penélope!... ¡loca!... –Se abrazaron tan fuerte que por un momento pensé que estaba sobrando.-
-¡Mierda!... ¡Qué gorda estás!...
-No seas mala… ¿Qué va a decir tu enamorado?...
-¿Quién, él?, no, él no es mi enamorado. Ven te lo presento…
-Iván, te presento a Giga, Giga, te presento a Iván.
-Hola, qué tal, Iván.
-Hola Giga, mucho gusto. –La miré, y nos quedamos quietos con la sonrisa inmóvil. Penélope interrumpió.-
-¿Y amiga, a dónde te vas?... –Penélope, le preguntó marcando la pausa.-
-No, loca, he venido a acompañar a mi viejo, lo estoy mandando a Piura con la familia.
-Lo estás mandando al viejo en avión… provecho, doctora.
-Hay que retribuir de algún modo a las personas que hicieron tanto por ti, amiga.
-Bien, bien, amiga. ¿Sigues trabajando en el Palacio de Justicia?...
-Claro, es más, ya estoy nombrada.
-Qué bien, amiga, te felicito…
-Gracias. ¿Y tú, Penélope, sigues en la mina?…
-A eso me voy, estoy viajando al Cusco. Tengo que asesorar algunos personitas mal informadas…
-Fiel a tu estilo, loca. En la universidad eras igualita… siempre poniendo en aprietos a la gente.
-Ajá, tú ya me conoces, es mi carácter, es mi personalidad.
-Sí, no tienes porqué decírmelo… Bueno amiga, te dejo, ¿sigues con todos tus datos, no?...
-No, cambié de celular… te mando un correo para darte mi nuevo número.
-Ok, bueno, me voy, ya lo van a llamar a mi viejo… Cuídate, loca, bye, Iván…
-Chau, Giga. –así le dije mirándola sin dejar de sonreír.-
-Cuídate, Giga. –le dijo, Penélope.- y no te pierdas…
-Tú también… bye, chicos.
-¡Penélope!... ¡loca!... –Se abrazaron tan fuerte que por un momento pensé que estaba sobrando.-
-¡Mierda!... ¡Qué gorda estás!...
-No seas mala… ¿Qué va a decir tu enamorado?...
-¿Quién, él?, no, él no es mi enamorado. Ven te lo presento…
-Iván, te presento a Giga, Giga, te presento a Iván.
-Hola, qué tal, Iván.
-Hola Giga, mucho gusto. –La miré, y nos quedamos quietos con la sonrisa inmóvil. Penélope interrumpió.-
-¿Y amiga, a dónde te vas?... –Penélope, le preguntó marcando la pausa.-
-No, loca, he venido a acompañar a mi viejo, lo estoy mandando a Piura con la familia.
-Lo estás mandando al viejo en avión… provecho, doctora.
-Hay que retribuir de algún modo a las personas que hicieron tanto por ti, amiga.
-Bien, bien, amiga. ¿Sigues trabajando en el Palacio de Justicia?...
-Claro, es más, ya estoy nombrada.
-Qué bien, amiga, te felicito…
-Gracias. ¿Y tú, Penélope, sigues en la mina?…
-A eso me voy, estoy viajando al Cusco. Tengo que asesorar algunos personitas mal informadas…
-Fiel a tu estilo, loca. En la universidad eras igualita… siempre poniendo en aprietos a la gente.
-Ajá, tú ya me conoces, es mi carácter, es mi personalidad.
-Sí, no tienes porqué decírmelo… Bueno amiga, te dejo, ¿sigues con todos tus datos, no?...
-No, cambié de celular… te mando un correo para darte mi nuevo número.
-Ok, bueno, me voy, ya lo van a llamar a mi viejo… Cuídate, loca, bye, Iván…
-Chau, Giga. –así le dije mirándola sin dejar de sonreír.-
-Cuídate, Giga. –le dijo, Penélope.- y no te pierdas…
-Tú también… bye, chicos.
Penélope, me contó, ya después de aquel encuentro, que su amiga, Giga, también había fracasado en el amor. Que Giga, había encontrado a su novio con otra mujer en plena discoteca besándola apasionadamente. Yo caí de la risa, atiné a decir que: Dios las cría, y ellas, se juntan. “Anda idiota” me reprochó Penélope, tomando como recurso que, ella, hasta hora, no había visto a Javier besando a otra chica. Sabía que él, andaba en amoríos con otra chica, por los comentarios que hacían todos sus amigos en común. Pero, de ahí a que ella lo haya corroborado con sus propios ojos, eso nunca. Yo me puse serio y le dije a Penélope que eso me estaba oliendo a perdón. Que trataba de justificar lo que no se podía justificar. Ella también se enojó y me mando a la mierda cariñosamente cambiando de tema.
“¿Y qué tal te pareció mi amiga, Giga?”. Me preguntó Penélope sin mirarme. Yo le dije que me había parecido una linda chica, un poco subida de peso; pero con una dieta sana y ejercicios matutinos, todo volvía a la normalidad. Sentí que Penélope no me tomaba atención, o, creo que no quería tomarme atención. Yo le pregunté a Penélope por qué se habían distanciado si eran muy amigas, bueno, eso a simple vista se notaba. Penélope, sólo me dijo, que fue ella la que se alejó de Giga. Cuando acabaron la universidad se seguían viendo, se llamaban todos los días y se veían todos los fines de semana. Hasta que Penélope comenzó a trabajar y lamentablemente ella ya no tenía tiempo para despachar con Giga, sobre todo, hablar del chico de turno que habían conocido en la discoteca. También me dijo que Giga había tomado muy mal ese alejamiento por parte de ella. Y bueno, de allí, Giga empezó a trabajar, y si se veían, era por casualidad o por el aniversario de la universidad donde egresaron juntas. En fin. Y ese día que se encontraron en el aeropuerto Jorge Chávez no se veían por lo menos como dos años. También me dijo que el tiempo es muy sabio y cura todas las heridas o resentimientos que uno puede tener con otra persona. Yo le dije con tal que no vuelvas a lo mismo con Javier, todo estaba bien. Otra vez, Penélope se molestó conmigo. Pero antes que Penélope siguiera con el reproche, ya en el aeropuerto, en la estación, se empezó a escuchar el altavoz anunciando su vuelo para el Cusco. Nos abrazamos y nos besamos tiernamente. Fue un beso que hasta ahora no puedo olvidar. No sabía si estaba enamorado de Penélope, pero algo sí estaba seguro, que ya me estaba faltando muy poco para enamorarme de ella.
Cuando salí del aeropuerto, Jorge Chávez, después de saber que el avión de Penélope ya había alzado vuelo para la ciudad del Cusco sin ningún percance, mi otra preocupación fue, ya estando fuera del aeropuerto, encontrar un paradero verdadero en toda esa avenida Elmer Faucett (Callao). ¡Vaya avenida!... Caminé, no me quedaba de otra, por varios minutos, hasta llegar al paradero más cercano. Cuando ya estaba cerca del más cercano paradero, escuché que atrás mío alguien hacía ruido con el claxon de su auto. Pensé que era un taxista que estaba molesto por el congestionado tráfico a esa hora de la noche. Tanto fue el ruido que tuve que voltear para ver qué estaba pasando. Cuando volteé me di con la sorpresa que era Giga en su auto. Manejaba un Toyota Corolla del 2007 de color rojo. Ella misma era la que estaba haciendo bulla con su auto tratando de pasarme la voz, cosa que al final, lo consiguió.
“¿Y qué tal te pareció mi amiga, Giga?”. Me preguntó Penélope sin mirarme. Yo le dije que me había parecido una linda chica, un poco subida de peso; pero con una dieta sana y ejercicios matutinos, todo volvía a la normalidad. Sentí que Penélope no me tomaba atención, o, creo que no quería tomarme atención. Yo le pregunté a Penélope por qué se habían distanciado si eran muy amigas, bueno, eso a simple vista se notaba. Penélope, sólo me dijo, que fue ella la que se alejó de Giga. Cuando acabaron la universidad se seguían viendo, se llamaban todos los días y se veían todos los fines de semana. Hasta que Penélope comenzó a trabajar y lamentablemente ella ya no tenía tiempo para despachar con Giga, sobre todo, hablar del chico de turno que habían conocido en la discoteca. También me dijo que Giga había tomado muy mal ese alejamiento por parte de ella. Y bueno, de allí, Giga empezó a trabajar, y si se veían, era por casualidad o por el aniversario de la universidad donde egresaron juntas. En fin. Y ese día que se encontraron en el aeropuerto Jorge Chávez no se veían por lo menos como dos años. También me dijo que el tiempo es muy sabio y cura todas las heridas o resentimientos que uno puede tener con otra persona. Yo le dije con tal que no vuelvas a lo mismo con Javier, todo estaba bien. Otra vez, Penélope se molestó conmigo. Pero antes que Penélope siguiera con el reproche, ya en el aeropuerto, en la estación, se empezó a escuchar el altavoz anunciando su vuelo para el Cusco. Nos abrazamos y nos besamos tiernamente. Fue un beso que hasta ahora no puedo olvidar. No sabía si estaba enamorado de Penélope, pero algo sí estaba seguro, que ya me estaba faltando muy poco para enamorarme de ella.
Cuando salí del aeropuerto, Jorge Chávez, después de saber que el avión de Penélope ya había alzado vuelo para la ciudad del Cusco sin ningún percance, mi otra preocupación fue, ya estando fuera del aeropuerto, encontrar un paradero verdadero en toda esa avenida Elmer Faucett (Callao). ¡Vaya avenida!... Caminé, no me quedaba de otra, por varios minutos, hasta llegar al paradero más cercano. Cuando ya estaba cerca del más cercano paradero, escuché que atrás mío alguien hacía ruido con el claxon de su auto. Pensé que era un taxista que estaba molesto por el congestionado tráfico a esa hora de la noche. Tanto fue el ruido que tuve que voltear para ver qué estaba pasando. Cuando volteé me di con la sorpresa que era Giga en su auto. Manejaba un Toyota Corolla del 2007 de color rojo. Ella misma era la que estaba haciendo bulla con su auto tratando de pasarme la voz, cosa que al final, lo consiguió.
-¡Iván!…
-¡Giga!... eras tú…
-Iván, hasta que por fin…
-Sí, caminar de noche por esta avenida es para no voltear nunca ja…
-Ya veo, ¿por dónde vives?...
-Magdalena…
-Ah, cerca… vamos, te jalo, yo vivo por Surco, estoy en ruta…
-Bueno, gracias.
Cuando subí al auto de Giga, me sentí un poco opacado, disminuido, atravesado por el tiempo perdido. Pero volví a sentirme bien cuando reiniciamos la conversación.
-Cuéntame, Iván ¿cómo conociste a Penélope?… -me preguntó, Giga, sin mirarme.-
-Bueno, fue el destino…
-¿El destino?... a ver cómo es eso.
-Lo que pasa que ella estuvo pasando por un mal momento con su novio y bueno, según ella, por Internet, como buscando consuelo, halló mi blog y se identificó con las historias que hay ahí.
-Ah, mita tú. Así que escribes.
-Bueno, tengo un blog y dos novelas por corregir…
-Qué chévere. Que bacán que te guste escribir.
-Gracias…
-Pero, ¿Penélope, te escribió, te llamó o se encontraron en algún lugar?…
-Ella me llamó. En mi perfil de mi blog está mi número de mi celular.
-Qué bonita forma de conocerse. Esa Penélope siempre tan original.
-Sí, única.
-A ver dame la dirección de tu blog… apenas llegue a casa me pondré a leer todas tus historias.
-No, sólo cuando entres al Google, pones Ivanseru, y en el primer resultado te aparece mi blog…
-A ya, chévere… espero encontrar una buena historia.
-Yo espero eso, también.
-¿Ya estoy cerca o me he pasado?
-En el grifo me dejas…
-¿Estás seguro?...
-Sí, no quiero desviarte, ni mucho menos, quietarte más tiempo…
-No, qué ocurrencia… Listo, en el grifo.
-Gracias, Giga… bueno, hasta otra oportunidad.
-De nada, Iván. Cuídate…
-Gracias, Giga y buena suerte.
Bajé del Toyota, y caminé las cuadras faltantes para llegar a mi casa. Entré y caí rendido sobre mi cama. No hubo tiempo para cambiarme, no hubo tiempo para pensar. Ya me había quedado dormido.
(…)
-¡Giga!... eras tú…
-Iván, hasta que por fin…
-Sí, caminar de noche por esta avenida es para no voltear nunca ja…
-Ya veo, ¿por dónde vives?...
-Magdalena…
-Ah, cerca… vamos, te jalo, yo vivo por Surco, estoy en ruta…
-Bueno, gracias.
Cuando subí al auto de Giga, me sentí un poco opacado, disminuido, atravesado por el tiempo perdido. Pero volví a sentirme bien cuando reiniciamos la conversación.
-Cuéntame, Iván ¿cómo conociste a Penélope?… -me preguntó, Giga, sin mirarme.-
-Bueno, fue el destino…
-¿El destino?... a ver cómo es eso.
-Lo que pasa que ella estuvo pasando por un mal momento con su novio y bueno, según ella, por Internet, como buscando consuelo, halló mi blog y se identificó con las historias que hay ahí.
-Ah, mita tú. Así que escribes.
-Bueno, tengo un blog y dos novelas por corregir…
-Qué chévere. Que bacán que te guste escribir.
-Gracias…
-Pero, ¿Penélope, te escribió, te llamó o se encontraron en algún lugar?…
-Ella me llamó. En mi perfil de mi blog está mi número de mi celular.
-Qué bonita forma de conocerse. Esa Penélope siempre tan original.
-Sí, única.
-A ver dame la dirección de tu blog… apenas llegue a casa me pondré a leer todas tus historias.
-No, sólo cuando entres al Google, pones Ivanseru, y en el primer resultado te aparece mi blog…
-A ya, chévere… espero encontrar una buena historia.
-Yo espero eso, también.
-¿Ya estoy cerca o me he pasado?
-En el grifo me dejas…
-¿Estás seguro?...
-Sí, no quiero desviarte, ni mucho menos, quietarte más tiempo…
-No, qué ocurrencia… Listo, en el grifo.
-Gracias, Giga… bueno, hasta otra oportunidad.
-De nada, Iván. Cuídate…
-Gracias, Giga y buena suerte.
Bajé del Toyota, y caminé las cuadras faltantes para llegar a mi casa. Entré y caí rendido sobre mi cama. No hubo tiempo para cambiarme, no hubo tiempo para pensar. Ya me había quedado dormido.
(…)
Mechita, nunca salió conmigo. Ese día que quedamos para ir al cine para ir a ver la Teta Asustada, la esperé hasta las ocho de la noche en la biblioteca; incluso fui a su facultad para saber si estaba estudiando en un salón o charlando con sus amigas. Había gente en su facultad; pero lamentablemente no estaba, Mechita. Me acordé de esa reflexión que me hizo Mechita cuando estábamos quedando para ir al cine: No existe el pasado, no existe el futuro, sólo el presente. Y esa noche, el presente fue que, Mechita no había venido a la cita. Al día siguiente le pregunté qué había pasado, por qué no había ido a la cita. Ella me salió con una excusa creíble. Resultó que se había quedado dormida (la rica siesta) y cuando se despertó eran la cinco de la tarde, no había estudiado nada y con la misma se puso a estudiar obviando por completo la cita que tenía en la universidad con un bibliotecario.
Yo tuve que decirle (qué me quedaba) que había hecho bien, que primero son los estudios y después las diversiones. Ya no le insistí, mejor dicho, ya no le reiteré para otro día quedar ir al cine, ya no tenía sentido.
Ya había pasado una semana sin tener noticias de Penélope. En el trabajo siempre revisaba mi correo para ver si ella me había mando algo. También revisé mi blog, necesitaba actualizarlo con un nuevo post. Y eso hice durante las semanas que se podía escribir en el trabajo, saqué, como siempre, un conejo de mi memoria y de inmediato lo colgué en mi blog. El lunes, ya pasado la semana sin saber nada de Penélope, revisé mi correo y mi sorpresa fue grande al ver colgado en mi correo de Gmail un mensaje de Giga. Hice contacto con el buzón y de inmediato con el correo electrónico que me había mandado, Giga.
Hola Iván, ¿qué tal?... espero que estés bien. Acabo de leer tu último post: Mujeres Auténticas. Y muy buen post. También he leído, Ella y la Cerveza y Helicóptero Terrestre. Vaya hombre, usted sí que me ha hecho volar con la imaginación. Te felicito y sigue así, escribiendo y contándonos muchas cosas. Y gracias por ese último post, yo también me considero una mujer auténtica. Abajo los fantasmas y arriba la vida.
Un besito y te cuidas mucho.
Giga.
Posdata: ya te agregué al msn y puse en mi agenda de mi celular tu número. En cualquier momento te llamo para conversar. Besos.
No voy a negar la grata sorpresa que sentí al leer ese e-mail de Giga. Es más, quise, en ese momento, llamarla yo mismo, para qué esperar que me llame ella. Lamentablemente no tenía cómo ubicarla, salvo, mandarle un correo electrónico. Y eso hice. Le escribí y comenzó lo que, quizás, inconscientemente, quise que sucediera.
Giga:
Hola Giga. Yo también espero que estés bien. Bien en todos los sentidos. Gracias por todas tus palabras. Y cuando quieras me puedes llamar, si yo tuviera tu número de celular, créeme, que no esperaría a que tú me llames, yo mismo, ahora mismo, estuviera conversando contigo. Bueno, pero igual, esperaré tu llamada.
Cuídate mucho y sigamos en contacto.
Iván.
Cuídate mucho y sigamos en contacto.
Iván.
Posdata: gracias por agregarme al msn; no entro muy seguido, pero igual, se agradece. Un fuerte abrazo.
Mandé el correo, revisándolo dos veces, y cerré sesión. Como arte de magia, lo digo por la emoción de verla, porque si de visitas se trata, ya estaría arto de ver a Mechita pidiéndome cualquier libro de turno. Y Ahí estaba Mechita con su sonrisa eterna y con sus cuadernos bien forraditos.
Mandé el correo, revisándolo dos veces, y cerré sesión. Como arte de magia, lo digo por la emoción de verla, porque si de visitas se trata, ya estaría arto de ver a Mechita pidiéndome cualquier libro de turno. Y Ahí estaba Mechita con su sonrisa eterna y con sus cuadernos bien forraditos.
-Hola Iván…
-Hola Mechita… dime, ¿En qué te puedo ayudar?…
-Sí, porfa, el libro de Proyectos…
-Pucha, ya me lo pidieron, Mechita. Y sólo tengo ese ejemplar…
-¿De verdad?...
-Sí Mechita…
-Entonces cuando lo traigan, sepáramelo…
-Eso haré, Mechita.
-Gracias, Iván. No te olvides que está pendiente ir al cine.
-Cuando quieras, Mechita. Tú me avisas.
-Ok… chau, está sonando tu celular, Iván…
-¿No es el tuyo?…
-No, bueno contesta… Chau.
-Chau, Mechita.
-Hola Mechita… dime, ¿En qué te puedo ayudar?…
-Sí, porfa, el libro de Proyectos…
-Pucha, ya me lo pidieron, Mechita. Y sólo tengo ese ejemplar…
-¿De verdad?...
-Sí Mechita…
-Entonces cuando lo traigan, sepáramelo…
-Eso haré, Mechita.
-Gracias, Iván. No te olvides que está pendiente ir al cine.
-Cuando quieras, Mechita. Tú me avisas.
-Ok… chau, está sonando tu celular, Iván…
-¿No es el tuyo?…
-No, bueno contesta… Chau.
-Chau, Mechita.
(...)
-¿Aló?...
-¿Iván?...
-Sí…
-Hola, te habla Giga.
-¡Giga!, hola… ¿Qué tal?.
-Bien, aquí pues llamándote…
-Sí, ya veo, gracias.
-De nada… Recibí tu correo.
-Yo también. ¿Estás en tu trabajo?...
-Claro, ¿y tú?...
-También.
-¿Qué planes en la noche?...
-Nada.
-¿Hacemos algo, qué dices?...
-Ya pues…
-Yo vivo sólo, unas chelas en mi casa o en la tuya… no sé…
-En la tuya, Iván. Mejor…
-Ya pues, te espero en el grifo. En el mismo lugar que me dejaste esa noche.
-Ok... a las ocho ¿te parece?...
-Perfecto.
-Entonces, así quedamos.
-Está bien, Giga.
-Bye, Iván…
-Chau, Giga…
-¿Iván?...
-Sí…
-Hola, te habla Giga.
-¡Giga!, hola… ¿Qué tal?.
-Bien, aquí pues llamándote…
-Sí, ya veo, gracias.
-De nada… Recibí tu correo.
-Yo también. ¿Estás en tu trabajo?...
-Claro, ¿y tú?...
-También.
-¿Qué planes en la noche?...
-Nada.
-¿Hacemos algo, qué dices?...
-Ya pues…
-Yo vivo sólo, unas chelas en mi casa o en la tuya… no sé…
-En la tuya, Iván. Mejor…
-Ya pues, te espero en el grifo. En el mismo lugar que me dejaste esa noche.
-Ok... a las ocho ¿te parece?...
-Perfecto.
-Entonces, así quedamos.
-Está bien, Giga.
-Bye, Iván…
-Chau, Giga…
Menos mal que ese lunes las cosas en el trabajo estuvieron tranquilas. No hubo mucho movimiento y para suerte mía estaba con muchas ganas de volver a ver a Giga. De inmediato tomé el primer taxi que me interceptó, cosa que no hago, para llegar cuanto antes a mi casa. Tenía que ordenar algunas cosas. Afortunadamente, ya no estaba toda esa ropa sucia en mi cuarto, todo estaba limpio, salvo la cocina, pero eso se resolvió a penas pisé mi casa. Cuando terminé de ordenar, limpiar y lavar las cosas de la cocina, me di un duchazo con agua fría, no quise bañarme con agua caliente, cosa que hago habitualmente, porque cuando me baño con agua caliente suelo adormecerme enseguida listo para el sobre (cama). En cambio, cuando me baño con agua fría estoy despierto por varias horas mirando los programas en la televisión.
Terminé de ducharme y me fui a la tienda a comprar cerveza y una botella de vino para mi invitada de honor. También unas papitas para picar. Cuando regresé de las comprar, otra vez, con la misma salí, para esperar a Giga en el grifo donde habíamos quedado.
Parado ahí en ese lugar esperando a Giga, me acordé de Penélope. Yo no me estaba flagelando con preguntas triviales, ni mucho menos con escenas que sólo estaban en mi cabeza, en mi imaginación. Pero sí estaba sorprendido de lo rápido que habían pasado las cosas. Claro está, sin saber nada en ese momento lo que realmente iba pasar después con la bella Giga. Terminé con esos pensamientos futuristas porque veía a los lejos que un Toyota de color rojo se estaba acercando hasta detenerse frente a mí. Era Giga y caminé hasta su auto.
-Qué puntual señor…
-Gracias, y claro, muy puntual si tenemos en cuenta que mi casa queda a dos cuadras…
-Ja. Sube, para que me guíes.
-Chévere… mira te vas por aquí, por esta calle…
Cuando entramos a mi casa, Giga, pidió el baño. Cuando salió de ese lugar, salió con el cabello suelto, cosa que me agradó mucho verla así. Se sentó y yo hice lo mismo y de inmediato nos pusimos a conversar queriendo siempre llevar primero el hilo de la conversación.
-¡No, Iván, una chibola te ha tenido así, tan templado!…
-Bueno, en ese tiempo, María, no era una chibola común y corriente…
-No mi vida… por favor… tú, un hombre de 31 años, que no me venga con estupideces… por favor querido…
-Para que veas, Giga. Cuando las cosas pasan, pasan…
-Mira, Iván. Yo me he enamorado hasta los huesos, pero de ahí que haga desarreglos, eso nunca… no mi vida.
-Nunca digas nunca, Giga.
-En fin, Iván…
El vino nos quedó muy chiquito. Así que empezamos con la cerveza. Y yo ya como adivino sabía en qué iba acabar toda esta historia.
-¡Salud, Iván!...
-¡Salud, Giga!...
-Iván, ¿te acostaste con… Penélope?...
Nos quedamos mudos, sólo la música que había puesto antes de empezar esa tertulia con Giga, se seguía escuchando. Yo no sabía qué decirle y Giga me miraba con mucha intensidad, al mirarme así, ya no hizo falta que me preguntara otra vez la misma pregunta.
-¿A qué viene tu pregunta, Giga?...
-No sé, curiosidad.
-Bueno, ¡salud, Giga!...
-No me vas a responder la pregunta…
-¿Tengo que hacerlo?...
-El que calla otorga.
-Yo no he dicho nada…
-Pero, la pregunta está ahí en el aire…
-¡Salud, Giga!...
-¿Sabes?... yo creo que sí te acostaste con, Penélope…
-Creé lo quieras, pero no te voy a decir nada.
La única forma que tuve para parar ese interrogatorio, cosa que ya lo había pensado antes, fue robarle un beso a Giga. Y eso hice, me acerqué y le robé un beso. Giga, me correspondió el beso, y aprovechamos, sin pedirle nada al tiempo, en besarnos infinitamente.
-¿Sabes, yo lo hubiera hecho?...
-¿Qué cosa?...
-Acostarme contigo…
-¿Sabes lo que significa eso, no?...
Volvimos a besarnos sin control y al soltarnos ya nos habíamos parado para caminar hacia mi cuarto.
-Tienes preservativos, ¿no?...
-Siempre hay, Giga… no te preocupes, yo te cuido…
Volé hacia otra dimensión, para qué negarlo. Para qué negar, que usé tres globitos y sin tomar descanso, la cerveza ayudó. Para qué negar, que todavía traigo conmigo, en mi boca, su aliento. Para qué negar, que despertamos y volvimos hacerlo con la misma intensidad y quizás con más fuerza. Para qué negar, que me olvidé por completo de Penélope. Para qué negar que no me bañé todo ese día martes, buscando siempre en mi ropa su olor, su perfume, su transpiración. Para qué negar antes que, para que negar después que… en fin.
Falté al trabajo excusándome que estaba con dolor de barriga, ella se fue de mi cama dejándome dormido; pero al irse me colgó un mensaje de texto al celular:
Ola, Iván. Queda pendiente: buscarnos, llamarnos, ¿eh?…
Es muy pronto, pero t xtraño.
Giga.
Al leer aquel mensaje de texto, volví a echarme y me quedé dormido todo lo restante de ese martes. Dormí, desperté, dormí, desperté y dormí…
(…)
El miércoles de esa semana, cuando estaba en la computadora de mi trabajo, abrí mi correo y observé que había un e-mail de Penélope, para sorpresa mía, lo había colgado el martes que había faltado al trabajo. Cuando abrí el mensaje la historia fue otra, y recién me pude dar cuenta que estaba en serios problemas.
Querido Iván:
Para empezar a escribirte, antes, como siempre, como todas las noches, primero reviso tu blog. Déjame decirte que el último post: Mujeres Autenticas, te ha salido de maravilla. Me ha subido al cien por ciento la autoestima. Y no sólo a mí, muy segura y segurísima que a todas las mujeres que se sientan (y por qué, ¿no?) unas mujeres auténticas. Ahora, déjame contarte que el Cusco es totalmente, impresionantemente hermoso. ¡Dios!, como dices tú, es para no creerlo. He visitado: Machu Picchu (me faltó el aire), El Valle Sagrado de los Incas (me caí), El Parque Arqueológico de Sacsayhuamán (Unos turistas, churros, churros), monumentos prehistóricos, iglesias y conventos, casonas, museos, en fin… Todo eso y más y más lugares que me falta conocer. ¿Sabes, Iván? te extraño mucho, quisiera que estuvieras aquí conmigo, y quisiera muchas cosas (qué vuele tu imaginación)…
He trabajo mucho, también. Imagínate que he tenido que ponerme de acuerdo con todos los ingenieros de la zona, cosa que no hago con mucha frecuencia. En fin, ya estamos trabajando y apuntando por el mismo lado. Todavía, no he podido salir en las noches. Quizás lo haga hoy martes. Aquí en el Cusco, todos los días de la semana son sábados de juerga. Vamos a ver si me animo mañana. Pero de verdad, quisiera que estuvieras aquí, para salir de noche y conocer todos esos lugares que te he mencionado (escrito). Discúlpame que no te haya podido llamar, Iván. Lo que pasa, es que cuando llegué al hotel me doy con la sorpresa que al desempacar mi equipaje me había olvidado mi cargador de mi celular en mi departamento. Ahora, estoy incomunicada, pero al menos lejos de cualquier llamada inapropiada. Sobre todo de esa persona que tú bien sabes y que no quiero escribir su nombre para no malograr este correo. Te prometo que te voy a llamar desde la oficina. Nunca dejes de pensar en mí. Te quiero mucho y escríbeme como tú lo sabes hacer. Te dejo, con un beso y un pensamiento latente: te extraño.
Penélope.
Terminé de ducharme y me fui a la tienda a comprar cerveza y una botella de vino para mi invitada de honor. También unas papitas para picar. Cuando regresé de las comprar, otra vez, con la misma salí, para esperar a Giga en el grifo donde habíamos quedado.
Parado ahí en ese lugar esperando a Giga, me acordé de Penélope. Yo no me estaba flagelando con preguntas triviales, ni mucho menos con escenas que sólo estaban en mi cabeza, en mi imaginación. Pero sí estaba sorprendido de lo rápido que habían pasado las cosas. Claro está, sin saber nada en ese momento lo que realmente iba pasar después con la bella Giga. Terminé con esos pensamientos futuristas porque veía a los lejos que un Toyota de color rojo se estaba acercando hasta detenerse frente a mí. Era Giga y caminé hasta su auto.
-Qué puntual señor…
-Gracias, y claro, muy puntual si tenemos en cuenta que mi casa queda a dos cuadras…
-Ja. Sube, para que me guíes.
-Chévere… mira te vas por aquí, por esta calle…
Cuando entramos a mi casa, Giga, pidió el baño. Cuando salió de ese lugar, salió con el cabello suelto, cosa que me agradó mucho verla así. Se sentó y yo hice lo mismo y de inmediato nos pusimos a conversar queriendo siempre llevar primero el hilo de la conversación.
-¡No, Iván, una chibola te ha tenido así, tan templado!…
-Bueno, en ese tiempo, María, no era una chibola común y corriente…
-No mi vida… por favor… tú, un hombre de 31 años, que no me venga con estupideces… por favor querido…
-Para que veas, Giga. Cuando las cosas pasan, pasan…
-Mira, Iván. Yo me he enamorado hasta los huesos, pero de ahí que haga desarreglos, eso nunca… no mi vida.
-Nunca digas nunca, Giga.
-En fin, Iván…
El vino nos quedó muy chiquito. Así que empezamos con la cerveza. Y yo ya como adivino sabía en qué iba acabar toda esta historia.
-¡Salud, Iván!...
-¡Salud, Giga!...
-Iván, ¿te acostaste con… Penélope?...
Nos quedamos mudos, sólo la música que había puesto antes de empezar esa tertulia con Giga, se seguía escuchando. Yo no sabía qué decirle y Giga me miraba con mucha intensidad, al mirarme así, ya no hizo falta que me preguntara otra vez la misma pregunta.
-¿A qué viene tu pregunta, Giga?...
-No sé, curiosidad.
-Bueno, ¡salud, Giga!...
-No me vas a responder la pregunta…
-¿Tengo que hacerlo?...
-El que calla otorga.
-Yo no he dicho nada…
-Pero, la pregunta está ahí en el aire…
-¡Salud, Giga!...
-¿Sabes?... yo creo que sí te acostaste con, Penélope…
-Creé lo quieras, pero no te voy a decir nada.
La única forma que tuve para parar ese interrogatorio, cosa que ya lo había pensado antes, fue robarle un beso a Giga. Y eso hice, me acerqué y le robé un beso. Giga, me correspondió el beso, y aprovechamos, sin pedirle nada al tiempo, en besarnos infinitamente.
-¿Sabes, yo lo hubiera hecho?...
-¿Qué cosa?...
-Acostarme contigo…
-¿Sabes lo que significa eso, no?...
Volvimos a besarnos sin control y al soltarnos ya nos habíamos parado para caminar hacia mi cuarto.
-Tienes preservativos, ¿no?...
-Siempre hay, Giga… no te preocupes, yo te cuido…
Volé hacia otra dimensión, para qué negarlo. Para qué negar, que usé tres globitos y sin tomar descanso, la cerveza ayudó. Para qué negar, que todavía traigo conmigo, en mi boca, su aliento. Para qué negar, que despertamos y volvimos hacerlo con la misma intensidad y quizás con más fuerza. Para qué negar, que me olvidé por completo de Penélope. Para qué negar que no me bañé todo ese día martes, buscando siempre en mi ropa su olor, su perfume, su transpiración. Para qué negar antes que, para que negar después que… en fin.
Falté al trabajo excusándome que estaba con dolor de barriga, ella se fue de mi cama dejándome dormido; pero al irse me colgó un mensaje de texto al celular:
Ola, Iván. Queda pendiente: buscarnos, llamarnos, ¿eh?…
Es muy pronto, pero t xtraño.
Giga.
Al leer aquel mensaje de texto, volví a echarme y me quedé dormido todo lo restante de ese martes. Dormí, desperté, dormí, desperté y dormí…
(…)
El miércoles de esa semana, cuando estaba en la computadora de mi trabajo, abrí mi correo y observé que había un e-mail de Penélope, para sorpresa mía, lo había colgado el martes que había faltado al trabajo. Cuando abrí el mensaje la historia fue otra, y recién me pude dar cuenta que estaba en serios problemas.
Querido Iván:
Para empezar a escribirte, antes, como siempre, como todas las noches, primero reviso tu blog. Déjame decirte que el último post: Mujeres Autenticas, te ha salido de maravilla. Me ha subido al cien por ciento la autoestima. Y no sólo a mí, muy segura y segurísima que a todas las mujeres que se sientan (y por qué, ¿no?) unas mujeres auténticas. Ahora, déjame contarte que el Cusco es totalmente, impresionantemente hermoso. ¡Dios!, como dices tú, es para no creerlo. He visitado: Machu Picchu (me faltó el aire), El Valle Sagrado de los Incas (me caí), El Parque Arqueológico de Sacsayhuamán (Unos turistas, churros, churros), monumentos prehistóricos, iglesias y conventos, casonas, museos, en fin… Todo eso y más y más lugares que me falta conocer. ¿Sabes, Iván? te extraño mucho, quisiera que estuvieras aquí conmigo, y quisiera muchas cosas (qué vuele tu imaginación)…
He trabajo mucho, también. Imagínate que he tenido que ponerme de acuerdo con todos los ingenieros de la zona, cosa que no hago con mucha frecuencia. En fin, ya estamos trabajando y apuntando por el mismo lado. Todavía, no he podido salir en las noches. Quizás lo haga hoy martes. Aquí en el Cusco, todos los días de la semana son sábados de juerga. Vamos a ver si me animo mañana. Pero de verdad, quisiera que estuvieras aquí, para salir de noche y conocer todos esos lugares que te he mencionado (escrito). Discúlpame que no te haya podido llamar, Iván. Lo que pasa, es que cuando llegué al hotel me doy con la sorpresa que al desempacar mi equipaje me había olvidado mi cargador de mi celular en mi departamento. Ahora, estoy incomunicada, pero al menos lejos de cualquier llamada inapropiada. Sobre todo de esa persona que tú bien sabes y que no quiero escribir su nombre para no malograr este correo. Te prometo que te voy a llamar desde la oficina. Nunca dejes de pensar en mí. Te quiero mucho y escríbeme como tú lo sabes hacer. Te dejo, con un beso y un pensamiento latente: te extraño.
Penélope.
Posdata: si todo sale bien por aquí, estaré en Lima a más tardar el lunes próximo en la mañana. Ya sabes ah, me esperas en la sala de espera del aeropuerto. Te cuidas mucho, hijo, ja.
Continuará...
(Que buena Canción)
(Falta poco, una Bandaza)
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