UN DÍA MIÉRCOLES DE MIÉRCOLES.

UN HOMBRE DE BUENA FE.





UN DÍA MIÉRCOLES DE MIÉRCOLES.


En un miércoles cualquiera, después del trabajo, regresé a mi casa cansado y muy molesto. Tuve un día, para variar, de miércoles y de mierdas revueltas. Por un lado el inventario que siempre trae sorpresas; siempre por ahí, como arte de magia, se pierde un libro, y para buscarlo, mamita querida, si lo encuentran por ahí, por favor, pásenme la voz. Y por el otro lado, mi jefe, que me ordena a seguir atendiendo a los universitarios que, a última hora, por ser fin de mes, piden un motón de libros para sus trabajos finales y libros para estudiar para sus exámenes finales. Mierda, que tal día fue ese miércoles, en fin… ya fue, ya pasó y ya cumplí. Cuando regresé a mi casa, me doy con la sorpresa que se me había olvidado de activar mi celular. Porque es mejor trabajar sin que nadie te moleste, estar totalmente concentrado, al cien por ciento, más aún, cuando haces dos cosas a la vez. En la más mínima distracción, en ese conteo, puedo obviar un libro ó puedo no registrar en la computadora un libro requerido por un universitario. Uno es dueño de sus actos, de sus palabras y de su trabajo. Y así pues, ese día miércoles, regresé a mi casa con todo revuelto, agotado y muy tenso. Cuando me eché sobre la cama, saqué mi celular de mi bolsillo derecho de mi pantalón de color negro. Lo prendí sin mirarlo; ese bichito me pidió la clave secreta (SIN), digité la clave, la fecha de mi cumpleaños, y otra vez, volvió a tener vida mi celular. Volvió a tener vida mi celular con un mensaje de voz a la espera. Me fijé en la hora y me di cuenta que aquel mensaje fue hecho a las diez y cinco de la mañana. Cuando digité el código para escuchar el mensaje que me habían colgado, escuché la voz de Penélope, ella, estaba llorando desesperadamente.
Iván, sé que debes estar molesto conmigo, pero ¿sabes?, ahora te necesito, necesito a un amigo… estoy desesperada, me siento mal… por favor, cuando escuches este mensaje, devuélveme la llamada… ¡O quieres que cometa una locura?... ¡por favor, llámame!...
Ese: “¿o quieres que cometa una locura?”, lo dijo bañada en lágrimas, totalmente afligida, totalmente abatida como si fuera un ave herida sin poder volar. La verdad es que me asustó mucho. En ese momento se me olvidó por completo lo que Penélope me hizo aquel sábado en esa discoteca. Eso ya no tenía importancia, eso, ya era lo de menos. Yo quería mucho y quiero a Penélope, mi amor para ella tiene mucho de amistad y tiene mucho de amor incondicional. En resumen, tiene mucho de las dos cosas. De inmediato digité el número de Penélope y, de inmediato, me contestó ella.
-¿Penélope?... ¡Penélope!...
-Sí…
-¿Dónde estás?, ¿estás en la calle?...
-Sí…
-No me jodas, dime, ¿dónde estás?… no vayas a cometer una locura.
-Sí…
-¡Carajo!... soy yo, Iván, tu hijo, maldita sea, dime, ¿dónde estás?.
-Estoy en el puente Villena…
-¡Mierda!... ¿En el puente Villena Rey de Miraflores?...
-Sí…
-¡Puta madre!... hija, no te muevas de ahí… espérame ¿ya?...
-Sí…
Salí de mi casa muy apurado. Muy preocupado, ya, el cansancio y la mierda revuelta se me habían pasado por completo. Su voz era totalmente diferente con la voz que me había dejado Penélope en el celular por la mañana. Su mensaje de voz era más coherente, estaba todavía con sus cinco sentidos, llorando; pero al fin y al cabo tranquila. En cambio, cuando la llamé y escuché su voz esa noche de ese miércoles, la cosa fue muy diferente. Porque ese: “sí”, fue para morirse, fue para salir corriendo a su encuentro. Y así lo hice.
-Señor, buenas noches… acá a Miraflores en el puente Villena…
-Diez soles…
-Ok, pero por favor, vaya por la ruta más rápida…
-Cómo no, iremos por el circuito de playas…
-Eso, muy bien…
Y efectivamente, al subir a ese taxi amarillo, aquel taxista se hizo caso y se fue por todo el circuito de playas del litoral de la Costa Verde. Seguramente, el taxista, se habrá dado cuenta que llevaba una cara de angustia total; porque, en un abrir y cerrar de ojos ya estábamos llegando al puente Villena Rey.

-Bajo aquí, por favor… -le dije sin mirarlo.-
-¿Aquí, señor?...
-Sí aquí…
-Está seguro, es peligroso…
-No, ahora que lo dice, al no ver gente en ese puente, ya no… no se preocupe por mí.
-Bueno…
-Tome y gracias…
-A usted…
Cuando bajé del taxi, lo único que hice es mirar a los costados del puente… la noche estaba bien iluminada en ese lugar y a los lejos observé a una mujer que se alejaba caminando hacia el centro comercial de Larco Mar. Esa mujer, era Penélope. Su caminar era lento, era triste, era… Diablos, es allí, donde me di cuenta que una mujer así como entrega todo el alma por un hombre, también se hunde por un hombre, se hunde en el dolor de su desamor sin importarle nada, sin importarle nadie. Yo sí caminé rápido, por un momento troté y después cuando ya estaba cerca, volví a caminar. Ya a un metro de Penélope, la llamé por su nombre, la llamé como se le llama a una madre, a una hermana, a un amor.
-Penélope, soy yo. –Ella, volteó, y al verme, corrió hacia mí para abrazarme.-
-Iván… lo perdí, lo perdí… lo perdí…
-No Penélope, no es así… él te perdió a ti.
-Iván, lo perdí… lo perdí. –Penélope, me hablaba sin dejar de llorar, sin dejar de abrazarme.-
-Ven, vamos a mi casa. Allí me contarás todo.
-….
Penélope, no dijo nada, siguió llorando, siguió abrazándome. Se dejo llevar tiernamente, parecía un niñita pidiendo auxilio, pidiendo amor, pidiendo comprensión, pidiendo todo junto. Tomé el primer taxi que nos interceptó y me fui con ella hasta mi casa. -Un hombre soltero como yo, en su casa no tiene nada. Tan sólo lo básico: agua, luz, unos muebles y una cama y ropa por todas partes. Eso sí, ya había lavado mi dos cerros de ropa. Error, había mandado a lavar a la lavandería toda esa ropa sucia que se había quedado por varios meses sin lavar.- La senté en el mueble, y le ofrecí un vaso con agua, que dicho sea de paso, el vaso era de agua. Me lo regaló mi hermana Omayda antes de que viaje a España. Me lo regaló porque no quería verme tomar en vasos de plásticos y mucho menos en vasos descartables. Eso sí, había agua hervida, al menos algo había en mi casa, algo es algo, algo es nada y nada es algo. Penélope, bebió hasta la mitad del vaso. Me dio las gracias y me contó todo lo que le había pasado. No si antes contarme por qué hizo lo que hizo conmigo en esa discoteca.
-¿Ya estás mejor?...
-Sí, gracias, Iván.
-A ver pues, cuéntame, qué fue lo que pasó…
-Primero, déjame disculparme por el mal rato que te hice pasar esa noche en la discoteca.
-Ya no hay paltas, Penélope. Sólo quiero saber por qué lo hiciste.
-Un mes antes que te llamé para ir a esa discoteca, Javier había desaparecido. Lo llamaba a su celular y nada, lo buscaba en su casa y por su casa y nada… hasta que me encontré a unos amigos en común y ellos me contaron que lo habían visto a Javier en una discoteca recién inaugurada. Lo peor de todo es que me contaron que lo habían visto con otra chica.
-Me lo imaginaba…
-Yo me puse como loca. Celosa a morir y ciega sin control.
-No era para menos ¿no?...
-Por eso es que te llamé. Y bueno, lo demás ya lo sabes.
-¿Y si lo hubieras encontrado con otra chica?
-Te hubiese presentado como mi nuevo enamorado.
-¡Anda!, así que ya lo tenías todo planeado… ¡qué hija de puta!... y ya caigo, al verlo sólo a Javier ahí en esa discoteca, lo volviste a perdonar, porque lo que te importaba en realidad no era su ausencia, si no que estuviera con otra chica-
-Obvio ¿no?...
-Sí, entiendo, Penélope…
-Lo siento, Iván… lo siento… Perdóname.
-Más fácil hubiera sido que me digieras la verdad, yo de todas maneras te hubiese acompañado, sí ó sí…
-¿De verdad hubieses hecho eso por mí?...
-Claro, me hubiese dolido menos, ¿no crees?...
-Sí, tienes razón. Pero no lo hice porque estaba con la duda latente…
-Ya olvídalo… ahora, me vas a decir, sin mentiras, ¿Por qué pasó por tu mente suicidarte?... –Penélope, volvió a ponerse triste y volvió a llorar bajando la cabeza.-
-Vamos chiquita, lo siento… pero no es juego lo que pensabas hacer, ¿ah?…
-Normal, Iván. Tú no tienes la culpa de nada.
-Cuéntame, Penélope. Cuéntamelo todo.
Penélope, alzó la mirada y otra vez me abrazó muy fuerte. Yo también la abracé muy fuerte y la dejé llorar, hasta que pudiera hablar sin cortadas lágrimas.
-Iván, lo perdí, lo perdí… lo perdí…
-Ya te he dicho que es él, el que te ha perdido…
-No, hay algo que no sabes, Iván.
-¡Mierda!, no me asustes…
Penélope, sacó de su cartera negra, un sobre tamaño carta pero doblado y me lo enseño. Cuando abrí aquel sobre caí con la sorpresa que era un radiografía negra y muy borrosa.
-No me digas que te han diagnosticado cáncer, Penélope.
-Ja, Estoy hecha mierda y todavía te das el lujo de hacerme reír.
-No es broma, mujer. ¿Qué carajo es esto?…
-Esto que ves aquí, esta cosita tan pequeñita, iba a ser tu sobrino, Iván. Ahí ya tenía un mes y medio…
-¡Mierda!, estabas embarazada…
-Sí, Iván.
-Qué estúpido y yo que pensabas que llorabas por él…
-Lo perdí, Iván… él me obligó…
-¡Qué, él te obligó!... ¡hijo de mil putas!... ¡la concha de su puta madre!... ¿Y por qué te dejaste?...
-Estaba desesperada. Javier, me había dicho que si iba a tener al bebé me iba a dejar sola con todo el paquete. No se iba a hacer cargo del bebé…
-Y claro, como estás enamorada de ese pobre infeliz, le hiciste caso, ¿no?…
-Es por eso que te llamé en la mañana, estabas con el celular apagado, ya me estaba yendo a hacerme la bajada…
-Puta madre, yo tenía el celular apagado porque estaba a full en el trabajo… porque si me hubieses encontrado en el celular, dejaba todo, e iba a tu encuentro a rogarte a que no lo hicieras…
-Es el destino, Iván…
-Ya ven, ven, ven… llora, si eso te hace bien, llora. Has puesto en riesgo tu vida, chiquita. Nunca más lo hagas, nunca más mates a una vida que está dentro de ti. Tú sabes que mi hermana todavía no puede tener hijos y mira tú, acabas de matar a uno… ¡maldita sea!, ¡maldita vida!... llora, chiquita, llora, Penélope… Pero, ahora me vas a prometer algo: nunca trates, ni lo pienses otra vez, por favor, te lo ruego, nunca más trates de suicidarte ¡ya!... ¡prométemelo!…
-Se me pasó por la cabeza hacerlo; pero di cuenta que soy muy cobarde para cometer semejante locura…
-No, al contrario, eres muy valiente. Ya cálmate, ahora ya me tienes a mí y yo ya te tengo a ti.
-Gracias, Iván.
-De qué, Penélope. ¿Y, Javier, ya lo sabe?.
-Sí, apenas le di la noticia, me dijo que se iba de viaje para despejarse y olvidarse de todos los problemas que yo le había causado.
-Pobre infeliz, carajo. Ya sabía que iba a desaparecer a penas supiera que ya no tienes al bebito en tu vientre… ¡Qué hijo de puta!...
-Estoy arruinando mi vida, Iván… he faltado al trabajo una semana…
-Tranquila, no pienses en eso ahora. Mañana hablamos de eso. Vamos, necesitas dormir un poco, ven acuéstate en mi cama que yo dormiré en el sofá.
-Iván, ¿puedo pasar la noche aquí?…
-Claro, ya mañana, yo mismo te llevo a tu casa…
-Gracias, hijo…
-Bueno, al llamarme así: hijo, ya vamos por un buen camino...
-Eso creo…
-Vamos chiquita, vamos al cuarto ¿Quieres que te cuento un cuento?, ja...
-Mejor cuéntame que sentiste cuando te dejé varado en esa discoteca.
-Qué graciosa... me la hiciste muy bien ¿eh?, ¿tú qué crees?…
-No sé…
-Bueno, al ver que no regresabas del baño...




(Una canción para un Ojalá)


(Esta canción lo dice todo)

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO FINAL