CUANDO TE QUEDAS EN EL PASADO.
UN HOMBRE DE BUENA FE.

(Que buena canción... )
(Me enseñaste y me sigues enseñando varias cosas, K.)
CUANDO TE QUEDAS EN EL PASADO.
-¡Ahora sí, Iván!…
-¡Mechita!... hija, me has asustado…
-Hablando de asustado, hoy somos cine… ¿Qué dices, Iván?...
-Vaya, te veo muy alegre esta mañana.
-Sí Iván, he aprobado todos mis parciales. ¿No es para menos no?...
-Bueno, hija… no se diga más, hoy vamos al cine…
-De todas maneras… me muero por ir a ver la Teta Asustada…
-Y yo también.
-Entonces, Iván, paso por ti a las seis…
-Hoy vamos a cerrar temprano, así que mejor nos vemos en plaza San Miguel a las siete… así me das tiempo de bañarme y cambiarme de ropa…
-Ya pues… ahí nos vemos, a las siete, en plaza San Miguel, en la sección de mascotas.
-Perfecto, hija.
-No me llames así, no me gusta.
-Ah, disculpa Mechita, no lo vuelvo a hacer…
-Eso espero… bueno, me voy, hasta la siete, que tengas un lindo día, Iván…
-Tú también, hija, perdón, Mechita… hasta la siete.
-Mmmm hasta la siete, Iván.
Ya tenía meses sin saber nada de Penélope. Y valgan verdades, la extrañaba a mares. Incluso, ya hablaba como ella. –hijo, ¿cuánto es?... hijo, baja en la esquina… Perfecto, bye, en fin, hablaba como ella, con un sólo propósito: traerla a mi presente.-
Yo soy de ese tipo de persona que no lucha lo suficiente (casi nada) por conseguir lo que realmente le gusta o quiere. En este caso, luchar por la persona por la cual me sentía eternamente enamorado. Llámenlo orgullo o chucho al por mayor, lo que fuese, la cosa es que yo soy así, un hombre que prefiere que la vida le sorprenda y no sorprender a la vida. Hay un dicho que ya suena muy trillado pero que encaja a la perfección a mi tormentosa vida amorosa: “Si amas a alguien déjalo ir, si regresa, es tuya (o) para siempre, y si no, entonces, nunca lo fue” Bueno, algo así… por ahí va la cosa, la idea es esa, ja.
Cerramos temprano. Mejor dicho mi jefe cerró temprano. Cuando llegué a mi casa, no tenía ganas de bañarme ni mucho menos de volver a salir. Pero ya había quedado en ir al cine con Mechita. Parece que por fin vamos a ir al cine. Al decir verdad, no mucho me entusiasmó la idea en ir al cine con Mechita, será porque mi mente estaba en otra parte o porque realmente el interés, en salir con Mechita, ya no era el mismo interés cuando yo le dije para ir al cine y, que dicho sea de paso, nunca se apareció a la cita por motivos antes comentados en este blog. En fin y sin fin, ya estaba comprometido y como un caballero (a veces) tenía que cumplir con Mechita.
Como siempre y algo que me caracteriza mucho, en todos los sentidos, es mi puntualidad. Algo que mucha gente ha perdido con el paso de los años, más aún, en mi país, en mi ciudad. Estuve esperando a Mechita exactamente en la sección de mascotas en plaza San Miguel, desde un cuarto para las siete de la noche. Hacía frío, a pesar que estaba bien abrigado, a pesar de los buenos y malos recuerdos me calentaban mi cabeza. Mechita se apareció a las siete y cinco de la noche. Y como reseteando una CPU, volví a escribir en mi mente otra nueva historia.
-¡Mechita!…
-Hola, Iván. ¿Has estado esperando mucho?...
-No, bueno, tan sólo los cinco minutos de tu tardanza…
-Ja, lo siento, es hora punta, como comprenderás...
-No, no es para tanto… ¿Entonces, vamos no?...
-Claro, vamos al CINE PLANET…
-Ya, vamos…
Caminamos medios palteados. Una cosa es conversar en una universidad y otra fuera de ella. En una casa de estudio nuestra conversación entre Mechita y yo es de libros, notas, exámenes, trabajo atrasado, inventarios, etc… y fuera de ese lugar, como arte de magia, sin saber por qué, nos habíamos quedado mudos. Allí caminando los dos hacia el cinema, no teníamos tema alguno, mejor dicho, había mucho de qué hablar, pero no sabíamos por dónde empezar.
-Llegamos, Iván… a ver fíjate que hay de bueno.
-Mira Mechita, ya no está en cartelera la Teta Asustada…
-Ja, es obvio, Iván, ha pasado tiempo desde que quedamos en ir a verla…
-Ja, si tú lo dices.
-Lo siento.
-No Mechita, como te vuelvo a repetir, primero son los estudios…
-¡Mira!, esta película parece buena: El Efecto Mariposa tres.
-Claro, no la había visto… listo, entonces nos apuntamos ahí.
-Sí, sí...
Me acerqué a la boletería del cine y pagué dos entradas, mejor dicho, pagué dos por uno, por ser martes. Entramos a la sala de los cines muy tranquilos, ya que faltaba casi media hora para que empiece la película que habíamos escogido. Compré canchita y gaseosas y nos sentamos en unas de las pocas bancas vacías que había en ese lugar.
Tanto Mechita y yo, ya nos habíamos soltado, estábamos más relajados y con muchas ganas de conversar.
-Al principio cuando te vi por primera vez no me caíste, lo confieso…
-¿Ah, sí?...
-No sé, te alucinaba muy serio, creído…
-¿Creído yo?... sí que alucinas bien, ah…
-Pero después, ya con el tiempo, comprendí que no eres así… más bien, todo lo contrario.
-Gracias por lo que me toca. En cambio tú me caíste desde el primer día que te vi… para qué negarlo.
-Gracias…
-De nada…
-¿Y… Mechita tienes enamorado?...
-No. Si tuviera, no estuviera aquí, ¿no crees?.
-Cierto.
-¿Y tú, tienes enamorada?...
-Sí tuviera enamorada no estuviera aquí.
-No te pases, para ustedes, eso les da igual…
-No, de verdad Mechita.
-No te creo… pero en fin, eso es tu problema.
-Si tú lo dices.
-Bueno, vamos a la cola, ya es hora de entrar.
-Sí, vamos.
Fuimos a la cola, no había mucha gente, todavía era temprano, después, en un abrir y cerrar de ojos, ya la cola era inmensa. Entramos a la sala número siete y nos sentamos atrás, sugerencia de Mechita, ya que aludía que así tendríamos mejor panorama de las imágenes, de las escenas. Nos sentamos casi al medio en la parte superior de la sala, sus bancas eran de color rojo, casi todas son así. Y sin dejar de comer canchita y, mucho menos, sin dejar de beber gaseosa esperamos la función de la película. La gente seguía entrando, y yo me estaba aburriendo, ya quería que empiece la película. En ese esperar, como para no creerlo, y con ayuda de una luz clara, me doy cuenta que Penélope estaba ahí, buscando sitio y mejor ubicación. Y para variar, para mi sorpresa, Penélope no estaba sola, estaba acompañada. Ya no quería que empiece la película, porque quería saber que tan acompañada estaba la bella Penélope. Si ese acompañante era algo más que un acompañante de turno. Ya mi estomago había dirigido todas esas grasientas palomitas de maíz y mi corazón empezó a latir con mucha prisa, por ratos sentía que se salía de mi pecho.
-¿Qué te pasa, Iván?...
-No, nada, me ha dado calor, bochorno, creo…
-Ah, sí pues, esto se ha vuelto un horno.
-Eso creo…
-Ya va a empezar la película…
-Sí, ya veo…
Y yo no quería que empiece la película, no, no quería que apagasen del todo la luces de la sala número siete, no, no quería que pasara lo que me estaba imaginando, no, no, no por favor, no.
Para colmo de males en la ubicación donde me encontraba, Penélope no me podía ver y yo sí. Claro está, si Penélope volteaba del todo, fácil, que se ganaba con mi presencia. Y más que una película de suspenso, digámoslo así: un poco alucinante, estaba el efecto de todos mis recuerdos vivos ante ella, todos esos recuerdos volando como fantasmas por toda la superficie de dicha sala.
La película atrapó a Mechita, y yo ya había atrapado a la película, porque sólo tenía ojos para Penélope, sólo miraba la escena, esa, que siempre se repite, y que siempre, lamentablemente, me tiene como un triste espectador.
Cuando él le dio un beso en la frente, ya todo estaba dicho, ya todo estaba escrito, ya nada se pudo hacer. Y cuando se besaron, mis recuerdos quedaron chiquitos, muy chiquitos, como si el pasado otra vez me informara que nunca va a volver a ser real. Que nunca, aunque lo quisiera, se hará presente. Un tiempo presente, muy presente, a veces duele saber que aquel tiempo presente, real y traidor, es lo único que tenemos en esta vida. Un tiempo pasado que quiere ser un tiempo presente. Difícil, ¿no?...
Terminó la película, me acusé de inmediato con Mechita para ir al baño. Mechita me esperó afuera y yo me demoré más de la cuenta. Asegurándome que todos los espectadores ya estaban fuera del Cine. Al salir, Mechita bostezaba, mejor, pensé, así no tengo que quedarme con ella para continuarla.
-¿Y te gustó la película, Iván?...
-Sí, bueno, tuvo un final inesperado.
-Así me gustan las películas, con mucho suspenso.
-Que bien que te haya gustado…
-Sí…
-Bueno, Mechita, mañana hay estudio y hay trabajo.
-Si pues, me acompañas al paradero a tomar la combi.
-Claro, vamos…
-Otro día vamos a bailar, ¿te parece?...
-Bien, claro, un sábado de estos.
-Ya, entonces, así quedamos.
-Claro que sí.
-Bueno ahí está mi carro. Cuídate Iván y gracias.
-No, de qué. Chau mechita, nos vemos mañana.
-Chau, Iván.
Caminé hasta cansarme. Caminé, por todo la avenida La Marina, pensado y queriendo ser un mago para cambiar las cosas o al menos mejorarlas. Imposible, eso me pasa por quedarme en el pasado por tanto tiempo. Alucinando, imaginando, alucinándola, imaginándola. Cuando llegué a la avenida, Sucre, me dio unas ganas de llorar, y lloré, para qué negarlo, lloré como un niño, lloré por la felicidad de Penélope, lloré porque mi soledad se rió y se ríe de mí, lloré porque simple y llanamente, en esta vida, tan solo seré: Un hombre de buena fe.Con la misma tristeza, ya en mi casa, en mi cuarto, me senté al frente de mi ordenador, abrí mi blog, y para sorpresa mía, encuentro un comentario largo y muy bonito. No dejó nombre alguno, sólo se deja llamar: Campo de Almas. Al menos una alegría a tanta tristeza junta. Desde ya, agradezco de corazón a Campo de Almas por sus sinceras palabras, y por todo lo que me ha escrito. Es una pena no poder asistir este viernes 19 al evento que va haber en el Bobo Bar, lamentablemente motivos de trabajo no me permiten asistir. También agradezco a Campo de Almas por tomarse el tiempo de leer todos mis Posts, no merezco tanta deferencia por su parte, de verdad, a la distancia, muchas gracias. Cuídese mucho y nunca deje de visitar mi blog, el menos visitado y el menos comentado.
-¡Mechita!... hija, me has asustado…
-Hablando de asustado, hoy somos cine… ¿Qué dices, Iván?...
-Vaya, te veo muy alegre esta mañana.
-Sí Iván, he aprobado todos mis parciales. ¿No es para menos no?...
-Bueno, hija… no se diga más, hoy vamos al cine…
-De todas maneras… me muero por ir a ver la Teta Asustada…
-Y yo también.
-Entonces, Iván, paso por ti a las seis…
-Hoy vamos a cerrar temprano, así que mejor nos vemos en plaza San Miguel a las siete… así me das tiempo de bañarme y cambiarme de ropa…
-Ya pues… ahí nos vemos, a las siete, en plaza San Miguel, en la sección de mascotas.
-Perfecto, hija.
-No me llames así, no me gusta.
-Ah, disculpa Mechita, no lo vuelvo a hacer…
-Eso espero… bueno, me voy, hasta la siete, que tengas un lindo día, Iván…
-Tú también, hija, perdón, Mechita… hasta la siete.
-Mmmm hasta la siete, Iván.
Ya tenía meses sin saber nada de Penélope. Y valgan verdades, la extrañaba a mares. Incluso, ya hablaba como ella. –hijo, ¿cuánto es?... hijo, baja en la esquina… Perfecto, bye, en fin, hablaba como ella, con un sólo propósito: traerla a mi presente.-
Yo soy de ese tipo de persona que no lucha lo suficiente (casi nada) por conseguir lo que realmente le gusta o quiere. En este caso, luchar por la persona por la cual me sentía eternamente enamorado. Llámenlo orgullo o chucho al por mayor, lo que fuese, la cosa es que yo soy así, un hombre que prefiere que la vida le sorprenda y no sorprender a la vida. Hay un dicho que ya suena muy trillado pero que encaja a la perfección a mi tormentosa vida amorosa: “Si amas a alguien déjalo ir, si regresa, es tuya (o) para siempre, y si no, entonces, nunca lo fue” Bueno, algo así… por ahí va la cosa, la idea es esa, ja.
Cerramos temprano. Mejor dicho mi jefe cerró temprano. Cuando llegué a mi casa, no tenía ganas de bañarme ni mucho menos de volver a salir. Pero ya había quedado en ir al cine con Mechita. Parece que por fin vamos a ir al cine. Al decir verdad, no mucho me entusiasmó la idea en ir al cine con Mechita, será porque mi mente estaba en otra parte o porque realmente el interés, en salir con Mechita, ya no era el mismo interés cuando yo le dije para ir al cine y, que dicho sea de paso, nunca se apareció a la cita por motivos antes comentados en este blog. En fin y sin fin, ya estaba comprometido y como un caballero (a veces) tenía que cumplir con Mechita.
Como siempre y algo que me caracteriza mucho, en todos los sentidos, es mi puntualidad. Algo que mucha gente ha perdido con el paso de los años, más aún, en mi país, en mi ciudad. Estuve esperando a Mechita exactamente en la sección de mascotas en plaza San Miguel, desde un cuarto para las siete de la noche. Hacía frío, a pesar que estaba bien abrigado, a pesar de los buenos y malos recuerdos me calentaban mi cabeza. Mechita se apareció a las siete y cinco de la noche. Y como reseteando una CPU, volví a escribir en mi mente otra nueva historia.
-¡Mechita!…
-Hola, Iván. ¿Has estado esperando mucho?...
-No, bueno, tan sólo los cinco minutos de tu tardanza…
-Ja, lo siento, es hora punta, como comprenderás...
-No, no es para tanto… ¿Entonces, vamos no?...
-Claro, vamos al CINE PLANET…
-Ya, vamos…
Caminamos medios palteados. Una cosa es conversar en una universidad y otra fuera de ella. En una casa de estudio nuestra conversación entre Mechita y yo es de libros, notas, exámenes, trabajo atrasado, inventarios, etc… y fuera de ese lugar, como arte de magia, sin saber por qué, nos habíamos quedado mudos. Allí caminando los dos hacia el cinema, no teníamos tema alguno, mejor dicho, había mucho de qué hablar, pero no sabíamos por dónde empezar.
-Llegamos, Iván… a ver fíjate que hay de bueno.
-Mira Mechita, ya no está en cartelera la Teta Asustada…
-Ja, es obvio, Iván, ha pasado tiempo desde que quedamos en ir a verla…
-Ja, si tú lo dices.
-Lo siento.
-No Mechita, como te vuelvo a repetir, primero son los estudios…
-¡Mira!, esta película parece buena: El Efecto Mariposa tres.
-Claro, no la había visto… listo, entonces nos apuntamos ahí.
-Sí, sí...
Me acerqué a la boletería del cine y pagué dos entradas, mejor dicho, pagué dos por uno, por ser martes. Entramos a la sala de los cines muy tranquilos, ya que faltaba casi media hora para que empiece la película que habíamos escogido. Compré canchita y gaseosas y nos sentamos en unas de las pocas bancas vacías que había en ese lugar.
Tanto Mechita y yo, ya nos habíamos soltado, estábamos más relajados y con muchas ganas de conversar.
-Al principio cuando te vi por primera vez no me caíste, lo confieso…
-¿Ah, sí?...
-No sé, te alucinaba muy serio, creído…
-¿Creído yo?... sí que alucinas bien, ah…
-Pero después, ya con el tiempo, comprendí que no eres así… más bien, todo lo contrario.
-Gracias por lo que me toca. En cambio tú me caíste desde el primer día que te vi… para qué negarlo.
-Gracias…
-De nada…
-¿Y… Mechita tienes enamorado?...
-No. Si tuviera, no estuviera aquí, ¿no crees?.
-Cierto.
-¿Y tú, tienes enamorada?...
-Sí tuviera enamorada no estuviera aquí.
-No te pases, para ustedes, eso les da igual…
-No, de verdad Mechita.
-No te creo… pero en fin, eso es tu problema.
-Si tú lo dices.
-Bueno, vamos a la cola, ya es hora de entrar.
-Sí, vamos.
Fuimos a la cola, no había mucha gente, todavía era temprano, después, en un abrir y cerrar de ojos, ya la cola era inmensa. Entramos a la sala número siete y nos sentamos atrás, sugerencia de Mechita, ya que aludía que así tendríamos mejor panorama de las imágenes, de las escenas. Nos sentamos casi al medio en la parte superior de la sala, sus bancas eran de color rojo, casi todas son así. Y sin dejar de comer canchita y, mucho menos, sin dejar de beber gaseosa esperamos la función de la película. La gente seguía entrando, y yo me estaba aburriendo, ya quería que empiece la película. En ese esperar, como para no creerlo, y con ayuda de una luz clara, me doy cuenta que Penélope estaba ahí, buscando sitio y mejor ubicación. Y para variar, para mi sorpresa, Penélope no estaba sola, estaba acompañada. Ya no quería que empiece la película, porque quería saber que tan acompañada estaba la bella Penélope. Si ese acompañante era algo más que un acompañante de turno. Ya mi estomago había dirigido todas esas grasientas palomitas de maíz y mi corazón empezó a latir con mucha prisa, por ratos sentía que se salía de mi pecho.
-¿Qué te pasa, Iván?...
-No, nada, me ha dado calor, bochorno, creo…
-Ah, sí pues, esto se ha vuelto un horno.
-Eso creo…
-Ya va a empezar la película…
-Sí, ya veo…
Y yo no quería que empiece la película, no, no quería que apagasen del todo la luces de la sala número siete, no, no quería que pasara lo que me estaba imaginando, no, no, no por favor, no.
Para colmo de males en la ubicación donde me encontraba, Penélope no me podía ver y yo sí. Claro está, si Penélope volteaba del todo, fácil, que se ganaba con mi presencia. Y más que una película de suspenso, digámoslo así: un poco alucinante, estaba el efecto de todos mis recuerdos vivos ante ella, todos esos recuerdos volando como fantasmas por toda la superficie de dicha sala.
La película atrapó a Mechita, y yo ya había atrapado a la película, porque sólo tenía ojos para Penélope, sólo miraba la escena, esa, que siempre se repite, y que siempre, lamentablemente, me tiene como un triste espectador.
Cuando él le dio un beso en la frente, ya todo estaba dicho, ya todo estaba escrito, ya nada se pudo hacer. Y cuando se besaron, mis recuerdos quedaron chiquitos, muy chiquitos, como si el pasado otra vez me informara que nunca va a volver a ser real. Que nunca, aunque lo quisiera, se hará presente. Un tiempo presente, muy presente, a veces duele saber que aquel tiempo presente, real y traidor, es lo único que tenemos en esta vida. Un tiempo pasado que quiere ser un tiempo presente. Difícil, ¿no?...
Terminó la película, me acusé de inmediato con Mechita para ir al baño. Mechita me esperó afuera y yo me demoré más de la cuenta. Asegurándome que todos los espectadores ya estaban fuera del Cine. Al salir, Mechita bostezaba, mejor, pensé, así no tengo que quedarme con ella para continuarla.
-¿Y te gustó la película, Iván?...
-Sí, bueno, tuvo un final inesperado.
-Así me gustan las películas, con mucho suspenso.
-Que bien que te haya gustado…
-Sí…
-Bueno, Mechita, mañana hay estudio y hay trabajo.
-Si pues, me acompañas al paradero a tomar la combi.
-Claro, vamos…
-Otro día vamos a bailar, ¿te parece?...
-Bien, claro, un sábado de estos.
-Ya, entonces, así quedamos.
-Claro que sí.
-Bueno ahí está mi carro. Cuídate Iván y gracias.
-No, de qué. Chau mechita, nos vemos mañana.
-Chau, Iván.
Caminé hasta cansarme. Caminé, por todo la avenida La Marina, pensado y queriendo ser un mago para cambiar las cosas o al menos mejorarlas. Imposible, eso me pasa por quedarme en el pasado por tanto tiempo. Alucinando, imaginando, alucinándola, imaginándola. Cuando llegué a la avenida, Sucre, me dio unas ganas de llorar, y lloré, para qué negarlo, lloré como un niño, lloré por la felicidad de Penélope, lloré porque mi soledad se rió y se ríe de mí, lloré porque simple y llanamente, en esta vida, tan solo seré: Un hombre de buena fe.Con la misma tristeza, ya en mi casa, en mi cuarto, me senté al frente de mi ordenador, abrí mi blog, y para sorpresa mía, encuentro un comentario largo y muy bonito. No dejó nombre alguno, sólo se deja llamar: Campo de Almas. Al menos una alegría a tanta tristeza junta. Desde ya, agradezco de corazón a Campo de Almas por sus sinceras palabras, y por todo lo que me ha escrito. Es una pena no poder asistir este viernes 19 al evento que va haber en el Bobo Bar, lamentablemente motivos de trabajo no me permiten asistir. También agradezco a Campo de Almas por tomarse el tiempo de leer todos mis Posts, no merezco tanta deferencia por su parte, de verdad, a la distancia, muchas gracias. Cuídese mucho y nunca deje de visitar mi blog, el menos visitado y el menos comentado.
(Que buena canción... )
(Me enseñaste y me sigues enseñando varias cosas, K.)
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias.