NUNCA DIGAS NUNCA.
UN HOMBRE DE BUENA FE.
(Fito Paez y mi amor, mi Piel Incansable)
(Mi bello Abril 24)
NUNCA DIGAS NUNCA.
-Por fin, dulce hogar, dulce hogar, por fin en casita…
-No es para tanto, Penélope. Has estado fuera de Lima, creo, una semana y media…
-Para mí sí, Iván. El Cusco es hermoso todo lo que tú quieras pero, mi departamento, no lo cambio por nada, ni por otros aires y ni por ciudades hermosas…
-No vas a negar que cambiar de aires te hace mucho bien.
-Claro, eso sí. A lo que me refiero, Iván, es que yo soy una mujer muy sedentaria, no puedo estar tanto tiempo lejos de mis hábitos, de mi ciudad y, sobre todo, de todo lo que está en este departamento. Todo lo que ves aquí soy yo. Eso sí, tengo que viajar para tener otros aires; pero a lo mucho me quedo dos semanas y esto es…
-Te entiendo, Penélope…
-Ven ayúdame a desempacar…
Penélope, no se había comprado nada en el Cusco, eso significó que sólo viajó para trabajar y de paso conocer esa bella ciudad. Le ayudé a desempacar tan sólo lo que había llevado para su viaje. Un par de maletas de su ropa urbana y, otra, que sólo se encargó ella en desempacar. -Me gusta mucho cómo Penélope se viste, muy urbanamente, cada vez que la veo sobre la ciudad de Lima, parase que estuviera en la ciudad de Londres, porque Lima parece Londres cuando está vestida de invierno.- Cuando terminé de ayudar a Penélope a desempacar, ella me pidió que le hiciera otro favor.
-Iván, puedes ir a comprar pan, yo me voy a bañar y después preparo un delicioso desayuno…
-Pero, Penélope, te has fijado qué hora es… once de la mañana... y yo sólo he pedido permiso toda la mañana, por la tarde tengo que regresar al trabajo.
-Ya pues, hijo. Quédate conmigo todo el día… descuelga el teléfono de esta casa y discúlpate con tu jefe.
-Ya, está bien, Penélope. Me quedaré todo el día contigo.
Penélope, corrió hacia mí y me besó. Yo la besé también, y nos besamos hasta cansarnos.
-Espera Iván, primero déjame bañarme… tú vas a comprar el pan, después tomamos desayuno y ahí tenemos todo el día para nosotros.
-Bueno, está bien. ¿Por dónde hay una panadería cerca por aquí?
-Ya mira, te vas…
Si tomamos desayuno lo hicimos en la cama, si nos lavamos los dientes también lo hicimos en la cama, si nos queríamos encontrar otra vez, también nos buscábamos en la cama. Cuando yo entraba en ella, ella no quería que saliera, cuando ella buscaba entrar en mí, y lo hacía, yo no quería que saliera. Y así pasábamos toda la tarde y toda la noche sin salir de la cama, porque en ese espacio, siempre hay espacio para muchas cosas eternas, para muchas cosas bellas. Y Penélope, es una de esas cosas (piel) bellas.
-Hijo, hijo, hijo…
-¿Sabes?... al principio no me gustaba que me llames así. Ahora, necesito que lo hagas…
-Nunca me dijiste nada…
-Será porque inconscientemente ya me gustaba que me llames así.
-Seguro, Iván. ¿Y por qué no me escribiste cuando estaba en el Cusco?...
-No te escribí, porque… como te dije, estaba con bastante trabajo.
-Ah, ya. No sabes cómo releí tus posts todos estos días… necesitaba sentirme acompañada.
-¿Y saliste en la noche?...
-Sí, bueno, no es igual salir con alguien, al salir sola, ¿no?.
-Me imagino. ¿Y qué has sabido de él?
-Ni idea… sabes Iván, hasta hora tengo mi celular muerto. Él me envió tres correos electrónicos, pero ya los envíe al buzón de reciclaje y los eliminé sin leerlos.
-Bonita forma de no saber nada de él.
-Ya para qué, si estoy empezando otra relación… contigo.
-Gracias por comunicármelo. Vaya, no lo sabía…
-Creo que, hemos hecho pocas cosas para no darnos cuenta, ja.
-Sí… sí.
-¿Y tú que has hecho ante mi ausencia?...
-Trabajar y dormir. Escribir y dormir.
-Qué aburrido… pero yo ya estoy aquí para cambiar todo eso.
Penélope, me buscó otra vez, y yo me dejé encontrar. Las agujas del reloj estaban en la media noche y nosotros seguíamos, sin cansarnos, en no dejarnos ir.
(…)
Ya estaba decidido, ya estaba convencido, en que con Penélope me iba a quedar. Aunque sentía mucha culpa por haberle ocultado a Penélope el romance que pasé con la bella Giga, (romance oculto hasta cierto tiempo, ya sabremos por qué), un lindo romance que viví, mientras ella estaba en el Cusco. Pensaba (ingenuo) que Penélope nunca se iba a enterar.
La bella, Giga, se retiró a voluntad propia, apelando a su inteligencia, y seguro, porque aquella situación ya la había pasado antes y repetir lo mismo, para ella, ya no era. Sí, lo confieso, tenía miedo. Más por ellas, que por mí, porque al fin de cuentas eran amigas, algo distanciadas, pero al fin y al cabo, buenas amigas. También me acomodó mucho eso de que, lo que había pasado con la bella Giga, había pasado sin tener nada con Penélope, vamos, me refiero a no tener nada concreto, nada definido. Ya para su regreso, formalizamos, todo un día metido en la cama con ella, era para formalizar ¿no?... como ya dije antes, en otro post, sobre toda esta historia: eso era en el papel, en la realidad, y si tenía que ir al juzgado, lo podía hacer sin ningún temor. ¡Libertad!.
Sabía también, que en los desiertos de la mente donde uno busca la sed del amor, yo había cometido una mala jugada, también es cierto que toda la culpa no era mía, ni de Penélope, ni de Giga. Creo que de nadie, al menos yo no me sentí culpable, tan sólo un torpe que había movido mal las piezas del ajedrez. También estaba la otra prueba que Penélope tenía que pasar, me refiero a su encuentro con Javier, de volverlo a ver, una prueba muy dura, ya que Javier todavía no había sacado del todo sus cosas en el departamento de Penélope. Entonces, de que se iban a ver, se iban a ver. Y para qué negarlo, me moría de los celos y del miedo de perderla.
La rutina era: de lunes a miércoles ella se instalaba en mi departamento, de jueves a sábado yo en el suyo y los domingos era el respiro que nos dábamos para hacer nuestras cosas, ella para trabajar casos pendientes que sólo lo podía hacer estando sola y yo para escribir y mandar mi ropa sucia a la lavandería.
Penélope, cocina como los dioses del Olimpo. –Le extraño tanto.- yo le cantaba canciones con mi guitarra cada vez que estamos en la sala echándonos una buena botella de vino. Salíamos a bailar todos los viernes, nos reíamos mucho de todos, alucinábamos a todos, nos cuidábamos de todos y nos amábamos por todos.
Cuando hacíamos el amor yo me cuidaba, hasta que ella empezó a ponerse inyecciones, cosa que la pasión aumentó más, cosa que ya todo mi esencia se quedaba en ella. Una noche Penélope me habló de tener un hijo, quería que yo fuera el padre. Yo le tuve que decir que sí, que no había problema alguno, que yo también lo deseaba. Entonces, ella me dijo que a penas terminase con un nuevo proyecto que había comenzado en su empresa, inmediatamente dejaba de ponerse inyecciones. Ese proyecto estaba programado para seis meses, a más tardar, siete. Ya buscábamos el nombre de nuestro primer hijo, sin haberlo concebido, esta vez estábamos en mi departamento.
-Qué te parece estos nombres: Adela… a mí me gusta mucho, y si es varón: Pedro…
-Suena bien... A mí me gusta: Celeste, si es mujer y si es varón: Aron
-¿Aron?... no te pases hijo, ese nombre nada que ver…
-Pero a mi gusta.
-No, nada que ver. Pero, Celeste, sí es bonito.
-Entonces, cómo hacemos, ya vamos pulseando como cien nombres y nada.
-Ya mira, Iván. Si es mujer, tú le pones el nombre… y si es varón, yo le pongo el nombre, ¿qué dices?…
-Está bien, perfecto.
-Entonces, apaga la luz y a practicar se ha dicho, ja…
-No quiero apagar luz, hoy quiero verte desnuda…
-Entonces, no hables más, ven aquí…
(…)
Todo iba tan bien, hasta que, descubrí que la mentira tiene patas cortas. Descubrí (ingenuo) que a larga todo sale a flote, todo, tarde o temprano, se llega a saber, más aún, si confías que todo está bajo control, más aún, si que piensas que nada malo te va a pasar.
Faltando dos meses para que Penélope deje las inyecciones y así prepararnos para concebir un bebé, un lunes todo se derrumbo, un maldito lunes todo se fue a la mierda. Paso a contarle cómo se enteró Penélope del romance que tuve con Giga. Un lunes ella no fue a trabajar, entonces se quedó en mi departamento, se sentía mal de salud, gripe y todo ese complejo romance de la antipática. Yo en el trabajo la llamaba cada cierto tiempo para saber cómo estaba, como se sentía, para saber qué necesitaba, en fin… la llamaba porque simple y llanamente la amaba. Bueno, así fue como se enteró:
-¿Sí?... ¿Quién es?...
-Buenas, se encuentra el joven, Iván…
-No se encuentra, Él regresa por la tarde después del trabajo…
-Ah verdad. Mire, yo soy su vecina, lo que pasa es que este mes me toca pasar los recibos de la luz y del agua, me puede hacer el favor de dárselos al joven, Iván…
-Cómo no, ahorita le abro…
-Gracias…
-¿Cómo está señora?…
-Buenas, señorita… acá están los recibos…
-Yo se los entregaré, pierda cuidado…
-Gracias, le dice que el próximo mes le toca a él cobrar…
-Ya, está bien. Pierda cuidado señora…
-Gracias señorita, usted ya no viene con su auto ¿no?...
-mmmm ¿auto?...
-Sí, un auto rojo…
-No, lo que pasa es que ya lo vendí, señora…
-A ya, están ahorrando, ojalá pronto se casen…
-Sí pues, en eso estamos…
-Sí, que pena que lo vendió…
-Pero tengo otro en casa de mis padres, ¿nunca lo vio?…
-Ah, no, ah… sólo vi aquel.
-¿Seño, y hace cuanto tiempo fue que vio mi auto rojo?…
-Hace cinco o cuatro meses, no sé, no recuerdo muy bien, señorita…
-A ya, si pues, yo siempre traía el auto azul…
-Seguro, es que a veces soy tan despistada, usted sabe, la vejez, señorita.
-Si pues, incluso yo en esos meses tenía el cabello largo, ahora me lo estoy dejando crecer otra vez.
-Sí pues, lo traía largo y ondulado…
-¡Bingo!…
-¿Qué señorita?...
-No, nada, yo misma me entiendo. Bueno, ojalá la vuelva a ver, señora.
-Hasta luego, señorita.
Penélope, ató cabos. Y empezó atarlos desde las miradas que nos dimos en el aeropuerto Giga y yo. Desde allí, hacia delante, armó el rompecabezas con mayor facilidad. Me imagino que habrá empezado, con esas miradas en el aeropuerto, después, con la relación de que tanto Giga y yo no estábamos en el aeropuerto para viajar, sino, para acompañar al viajero(a) de turno. El auto Toyota de color rojo fue una gran dato, si juntamos que, Penélope sabía que hasta ese entonces, la única chica que me traía loco era María (la chibola), y sabía a tal punto que María no tenía auto alguno, al menos, no de color rojo. El cabello largo y ondulado le hizo gritar bingo, más, si sumamos, mi dejadez en toda esa semana y media que fui indiferente con Penélope a sabiendas que ella estaba en el Cusco. El libro y la película del Código Da Vinci quedaron minimizados a comparación de todo esto. Me acuerdo cuando llegué a mi casa después de trabajar quería llegar como nunca y antes de todo, quería hacerle el amor como nunca, como nunca en mi vida lo había hecho con una mujer. Pero lamentablemente, eso, nunca sucedió.
-¡Mi amor!… ¿Penélope?...
-Acá estoy, Iván.
-Me baño y después te curo esa gripe con muchos besos, ya…
-No, ven, quiero conversar contigo…
-Espera…
-No voy a esperar…
-Ya veo que esa gripe te ha puesto de mal humor…
-No, no es la gripe… es GIGA…
Salí del cuarto del baño casi desnudo y totalmente sorprendido.
-Sí, Giga… así que con Giga, ¿no?, ja, con mi mejor amiga…
-¿Quién te dijo eso?...
-Eso ya no importa, Iván. ¿Desde cuándo me engañas con ella?...
-Yo no te engaño con ella…
-No me mientas, ¡carajo!...
-Es la verdad, Penélope. Lo que tuve con ella fue cuando no estaba contigo…
-Claro, yo estaba en el Cusco, ¡claro que no estabas conmigo!...
-Me refiero a que no teníamos nada en ese momento.
-¡Claro!... nada, tan sólo nos acostamos y bueno, nada pues… te salió bonita tu venganza, ah…
-Nunca me he querido vengar de ti…
-No, qué va, menos mal… ¡quítate la máscara de una buena vez, Iván!...
-Ya te he dicho que no te engaño con Giga… sí, tuve un romance con ella, pero eso fue todo, sólo un romance…
-Qué bonito romance, Iván, menos mal que fue un romance. Ya veo que a Giga le gusta estacionarse con su auto rojo a vista y paciencia de todo el mundo en el frontis de tu casa…
-Ja… doña, Vilma… ¡maldita sea!, nunca digas nunca…
-Todos son iguales…
-Te vuelvo a repetir, Penélope, sólo fue un romance… y no hubo daño alguno.
-¿Y por qué me lo ocultaste?...
-Pensé que no tenía importancia…
-Pero ahora ves que tiene mucha importancia…
-No le veo la importancia…
-¿Lo hace mejor que yo?...
-¿Qué cosa?...
-Vamos, no te hagas…
-Esa pregunta está fuera de lugar…
-Te saliste con la tuya Giga… ¡Venganza!...
-Nunca hubo nada de eso.
-No lo digo por ti, Iván.
-¿Entonces?...
-Lo digo porque no te dije la verdad completa del porqué nos alejamos ella y yo.
-¿Qué, no fue por celos de carrera?…
-Sí, en parte, pero lo que no te dije, y creo que ella tampoco, es que yo estuve con el chico que a ella tanto le gustaba… también tuve un romance con él…
-¿Con Rogelio?...
-No, él vino después… con otro, pata…
-Ah, ya caigo…
-¿Tú qué creíste?, ¿Qué, Giga se acostó contigo porque tú le gustas?… No, hijito… algo que nunca me gustó de ella es su sed de venganza… en la universidad siempre le critiqué eso… cuando yo salía bien en un examen y ella no… siempre buscaba la manera de echarme la culpa y cuando era lo contrario, ella siempre me sacaba pica…
-¿Y qué vas a hacer ahora?...
-Me voy Iván. Sé que no hubo nada entre tú y yo antes y durante de mi viaje al Cusco, pero hay algo que no soporto: que me mientan… y te lo pregunté, pero me dijiste cualquier cosa, en fin, ya tuve suficiente con Javier… ya aprendí la lección.
-¿Y si te hubiese dicho la verdad al principio?...
-Me hubiese dolido menos, pero me iba a gustar tu sinceridad… y quizás sí iba a entender eso de que nunca hubo nada entre tú y yo, porque para mí, en todo este tiempo desde que te conocí, ya estaba contigo…
-¡Mierda!...
-Cuídate mucho, Iván… y anda a bañarte que apestas, ja…
Penélope, se fue de mi casa, y yo la dejé ir, la dejé ir simple y llanamente, llanamente y simplemente, yo parado en mi sala casi desnudo sin poder hacer nada, apestando por dentro, más que por fuera.
-No es para tanto, Penélope. Has estado fuera de Lima, creo, una semana y media…
-Para mí sí, Iván. El Cusco es hermoso todo lo que tú quieras pero, mi departamento, no lo cambio por nada, ni por otros aires y ni por ciudades hermosas…
-No vas a negar que cambiar de aires te hace mucho bien.
-Claro, eso sí. A lo que me refiero, Iván, es que yo soy una mujer muy sedentaria, no puedo estar tanto tiempo lejos de mis hábitos, de mi ciudad y, sobre todo, de todo lo que está en este departamento. Todo lo que ves aquí soy yo. Eso sí, tengo que viajar para tener otros aires; pero a lo mucho me quedo dos semanas y esto es…
-Te entiendo, Penélope…
-Ven ayúdame a desempacar…
Penélope, no se había comprado nada en el Cusco, eso significó que sólo viajó para trabajar y de paso conocer esa bella ciudad. Le ayudé a desempacar tan sólo lo que había llevado para su viaje. Un par de maletas de su ropa urbana y, otra, que sólo se encargó ella en desempacar. -Me gusta mucho cómo Penélope se viste, muy urbanamente, cada vez que la veo sobre la ciudad de Lima, parase que estuviera en la ciudad de Londres, porque Lima parece Londres cuando está vestida de invierno.- Cuando terminé de ayudar a Penélope a desempacar, ella me pidió que le hiciera otro favor.
-Iván, puedes ir a comprar pan, yo me voy a bañar y después preparo un delicioso desayuno…
-Pero, Penélope, te has fijado qué hora es… once de la mañana... y yo sólo he pedido permiso toda la mañana, por la tarde tengo que regresar al trabajo.
-Ya pues, hijo. Quédate conmigo todo el día… descuelga el teléfono de esta casa y discúlpate con tu jefe.
-Ya, está bien, Penélope. Me quedaré todo el día contigo.
Penélope, corrió hacia mí y me besó. Yo la besé también, y nos besamos hasta cansarnos.
-Espera Iván, primero déjame bañarme… tú vas a comprar el pan, después tomamos desayuno y ahí tenemos todo el día para nosotros.
-Bueno, está bien. ¿Por dónde hay una panadería cerca por aquí?
-Ya mira, te vas…
Si tomamos desayuno lo hicimos en la cama, si nos lavamos los dientes también lo hicimos en la cama, si nos queríamos encontrar otra vez, también nos buscábamos en la cama. Cuando yo entraba en ella, ella no quería que saliera, cuando ella buscaba entrar en mí, y lo hacía, yo no quería que saliera. Y así pasábamos toda la tarde y toda la noche sin salir de la cama, porque en ese espacio, siempre hay espacio para muchas cosas eternas, para muchas cosas bellas. Y Penélope, es una de esas cosas (piel) bellas.
-Hijo, hijo, hijo…
-¿Sabes?... al principio no me gustaba que me llames así. Ahora, necesito que lo hagas…
-Nunca me dijiste nada…
-Será porque inconscientemente ya me gustaba que me llames así.
-Seguro, Iván. ¿Y por qué no me escribiste cuando estaba en el Cusco?...
-No te escribí, porque… como te dije, estaba con bastante trabajo.
-Ah, ya. No sabes cómo releí tus posts todos estos días… necesitaba sentirme acompañada.
-¿Y saliste en la noche?...
-Sí, bueno, no es igual salir con alguien, al salir sola, ¿no?.
-Me imagino. ¿Y qué has sabido de él?
-Ni idea… sabes Iván, hasta hora tengo mi celular muerto. Él me envió tres correos electrónicos, pero ya los envíe al buzón de reciclaje y los eliminé sin leerlos.
-Bonita forma de no saber nada de él.
-Ya para qué, si estoy empezando otra relación… contigo.
-Gracias por comunicármelo. Vaya, no lo sabía…
-Creo que, hemos hecho pocas cosas para no darnos cuenta, ja.
-Sí… sí.
-¿Y tú que has hecho ante mi ausencia?...
-Trabajar y dormir. Escribir y dormir.
-Qué aburrido… pero yo ya estoy aquí para cambiar todo eso.
Penélope, me buscó otra vez, y yo me dejé encontrar. Las agujas del reloj estaban en la media noche y nosotros seguíamos, sin cansarnos, en no dejarnos ir.
(…)
Ya estaba decidido, ya estaba convencido, en que con Penélope me iba a quedar. Aunque sentía mucha culpa por haberle ocultado a Penélope el romance que pasé con la bella Giga, (romance oculto hasta cierto tiempo, ya sabremos por qué), un lindo romance que viví, mientras ella estaba en el Cusco. Pensaba (ingenuo) que Penélope nunca se iba a enterar.
La bella, Giga, se retiró a voluntad propia, apelando a su inteligencia, y seguro, porque aquella situación ya la había pasado antes y repetir lo mismo, para ella, ya no era. Sí, lo confieso, tenía miedo. Más por ellas, que por mí, porque al fin de cuentas eran amigas, algo distanciadas, pero al fin y al cabo, buenas amigas. También me acomodó mucho eso de que, lo que había pasado con la bella Giga, había pasado sin tener nada con Penélope, vamos, me refiero a no tener nada concreto, nada definido. Ya para su regreso, formalizamos, todo un día metido en la cama con ella, era para formalizar ¿no?... como ya dije antes, en otro post, sobre toda esta historia: eso era en el papel, en la realidad, y si tenía que ir al juzgado, lo podía hacer sin ningún temor. ¡Libertad!.
Sabía también, que en los desiertos de la mente donde uno busca la sed del amor, yo había cometido una mala jugada, también es cierto que toda la culpa no era mía, ni de Penélope, ni de Giga. Creo que de nadie, al menos yo no me sentí culpable, tan sólo un torpe que había movido mal las piezas del ajedrez. También estaba la otra prueba que Penélope tenía que pasar, me refiero a su encuentro con Javier, de volverlo a ver, una prueba muy dura, ya que Javier todavía no había sacado del todo sus cosas en el departamento de Penélope. Entonces, de que se iban a ver, se iban a ver. Y para qué negarlo, me moría de los celos y del miedo de perderla.
La rutina era: de lunes a miércoles ella se instalaba en mi departamento, de jueves a sábado yo en el suyo y los domingos era el respiro que nos dábamos para hacer nuestras cosas, ella para trabajar casos pendientes que sólo lo podía hacer estando sola y yo para escribir y mandar mi ropa sucia a la lavandería.
Penélope, cocina como los dioses del Olimpo. –Le extraño tanto.- yo le cantaba canciones con mi guitarra cada vez que estamos en la sala echándonos una buena botella de vino. Salíamos a bailar todos los viernes, nos reíamos mucho de todos, alucinábamos a todos, nos cuidábamos de todos y nos amábamos por todos.
Cuando hacíamos el amor yo me cuidaba, hasta que ella empezó a ponerse inyecciones, cosa que la pasión aumentó más, cosa que ya todo mi esencia se quedaba en ella. Una noche Penélope me habló de tener un hijo, quería que yo fuera el padre. Yo le tuve que decir que sí, que no había problema alguno, que yo también lo deseaba. Entonces, ella me dijo que a penas terminase con un nuevo proyecto que había comenzado en su empresa, inmediatamente dejaba de ponerse inyecciones. Ese proyecto estaba programado para seis meses, a más tardar, siete. Ya buscábamos el nombre de nuestro primer hijo, sin haberlo concebido, esta vez estábamos en mi departamento.
-Qué te parece estos nombres: Adela… a mí me gusta mucho, y si es varón: Pedro…
-Suena bien... A mí me gusta: Celeste, si es mujer y si es varón: Aron
-¿Aron?... no te pases hijo, ese nombre nada que ver…
-Pero a mi gusta.
-No, nada que ver. Pero, Celeste, sí es bonito.
-Entonces, cómo hacemos, ya vamos pulseando como cien nombres y nada.
-Ya mira, Iván. Si es mujer, tú le pones el nombre… y si es varón, yo le pongo el nombre, ¿qué dices?…
-Está bien, perfecto.
-Entonces, apaga la luz y a practicar se ha dicho, ja…
-No quiero apagar luz, hoy quiero verte desnuda…
-Entonces, no hables más, ven aquí…
(…)
Todo iba tan bien, hasta que, descubrí que la mentira tiene patas cortas. Descubrí (ingenuo) que a larga todo sale a flote, todo, tarde o temprano, se llega a saber, más aún, si confías que todo está bajo control, más aún, si que piensas que nada malo te va a pasar.
Faltando dos meses para que Penélope deje las inyecciones y así prepararnos para concebir un bebé, un lunes todo se derrumbo, un maldito lunes todo se fue a la mierda. Paso a contarle cómo se enteró Penélope del romance que tuve con Giga. Un lunes ella no fue a trabajar, entonces se quedó en mi departamento, se sentía mal de salud, gripe y todo ese complejo romance de la antipática. Yo en el trabajo la llamaba cada cierto tiempo para saber cómo estaba, como se sentía, para saber qué necesitaba, en fin… la llamaba porque simple y llanamente la amaba. Bueno, así fue como se enteró:
-¿Sí?... ¿Quién es?...
-Buenas, se encuentra el joven, Iván…
-No se encuentra, Él regresa por la tarde después del trabajo…
-Ah verdad. Mire, yo soy su vecina, lo que pasa es que este mes me toca pasar los recibos de la luz y del agua, me puede hacer el favor de dárselos al joven, Iván…
-Cómo no, ahorita le abro…
-Gracias…
-¿Cómo está señora?…
-Buenas, señorita… acá están los recibos…
-Yo se los entregaré, pierda cuidado…
-Gracias, le dice que el próximo mes le toca a él cobrar…
-Ya, está bien. Pierda cuidado señora…
-Gracias señorita, usted ya no viene con su auto ¿no?...
-mmmm ¿auto?...
-Sí, un auto rojo…
-No, lo que pasa es que ya lo vendí, señora…
-A ya, están ahorrando, ojalá pronto se casen…
-Sí pues, en eso estamos…
-Sí, que pena que lo vendió…
-Pero tengo otro en casa de mis padres, ¿nunca lo vio?…
-Ah, no, ah… sólo vi aquel.
-¿Seño, y hace cuanto tiempo fue que vio mi auto rojo?…
-Hace cinco o cuatro meses, no sé, no recuerdo muy bien, señorita…
-A ya, si pues, yo siempre traía el auto azul…
-Seguro, es que a veces soy tan despistada, usted sabe, la vejez, señorita.
-Si pues, incluso yo en esos meses tenía el cabello largo, ahora me lo estoy dejando crecer otra vez.
-Sí pues, lo traía largo y ondulado…
-¡Bingo!…
-¿Qué señorita?...
-No, nada, yo misma me entiendo. Bueno, ojalá la vuelva a ver, señora.
-Hasta luego, señorita.
Penélope, ató cabos. Y empezó atarlos desde las miradas que nos dimos en el aeropuerto Giga y yo. Desde allí, hacia delante, armó el rompecabezas con mayor facilidad. Me imagino que habrá empezado, con esas miradas en el aeropuerto, después, con la relación de que tanto Giga y yo no estábamos en el aeropuerto para viajar, sino, para acompañar al viajero(a) de turno. El auto Toyota de color rojo fue una gran dato, si juntamos que, Penélope sabía que hasta ese entonces, la única chica que me traía loco era María (la chibola), y sabía a tal punto que María no tenía auto alguno, al menos, no de color rojo. El cabello largo y ondulado le hizo gritar bingo, más, si sumamos, mi dejadez en toda esa semana y media que fui indiferente con Penélope a sabiendas que ella estaba en el Cusco. El libro y la película del Código Da Vinci quedaron minimizados a comparación de todo esto. Me acuerdo cuando llegué a mi casa después de trabajar quería llegar como nunca y antes de todo, quería hacerle el amor como nunca, como nunca en mi vida lo había hecho con una mujer. Pero lamentablemente, eso, nunca sucedió.
-¡Mi amor!… ¿Penélope?...
-Acá estoy, Iván.
-Me baño y después te curo esa gripe con muchos besos, ya…
-No, ven, quiero conversar contigo…
-Espera…
-No voy a esperar…
-Ya veo que esa gripe te ha puesto de mal humor…
-No, no es la gripe… es GIGA…
Salí del cuarto del baño casi desnudo y totalmente sorprendido.
-Sí, Giga… así que con Giga, ¿no?, ja, con mi mejor amiga…
-¿Quién te dijo eso?...
-Eso ya no importa, Iván. ¿Desde cuándo me engañas con ella?...
-Yo no te engaño con ella…
-No me mientas, ¡carajo!...
-Es la verdad, Penélope. Lo que tuve con ella fue cuando no estaba contigo…
-Claro, yo estaba en el Cusco, ¡claro que no estabas conmigo!...
-Me refiero a que no teníamos nada en ese momento.
-¡Claro!... nada, tan sólo nos acostamos y bueno, nada pues… te salió bonita tu venganza, ah…
-Nunca me he querido vengar de ti…
-No, qué va, menos mal… ¡quítate la máscara de una buena vez, Iván!...
-Ya te he dicho que no te engaño con Giga… sí, tuve un romance con ella, pero eso fue todo, sólo un romance…
-Qué bonito romance, Iván, menos mal que fue un romance. Ya veo que a Giga le gusta estacionarse con su auto rojo a vista y paciencia de todo el mundo en el frontis de tu casa…
-Ja… doña, Vilma… ¡maldita sea!, nunca digas nunca…
-Todos son iguales…
-Te vuelvo a repetir, Penélope, sólo fue un romance… y no hubo daño alguno.
-¿Y por qué me lo ocultaste?...
-Pensé que no tenía importancia…
-Pero ahora ves que tiene mucha importancia…
-No le veo la importancia…
-¿Lo hace mejor que yo?...
-¿Qué cosa?...
-Vamos, no te hagas…
-Esa pregunta está fuera de lugar…
-Te saliste con la tuya Giga… ¡Venganza!...
-Nunca hubo nada de eso.
-No lo digo por ti, Iván.
-¿Entonces?...
-Lo digo porque no te dije la verdad completa del porqué nos alejamos ella y yo.
-¿Qué, no fue por celos de carrera?…
-Sí, en parte, pero lo que no te dije, y creo que ella tampoco, es que yo estuve con el chico que a ella tanto le gustaba… también tuve un romance con él…
-¿Con Rogelio?...
-No, él vino después… con otro, pata…
-Ah, ya caigo…
-¿Tú qué creíste?, ¿Qué, Giga se acostó contigo porque tú le gustas?… No, hijito… algo que nunca me gustó de ella es su sed de venganza… en la universidad siempre le critiqué eso… cuando yo salía bien en un examen y ella no… siempre buscaba la manera de echarme la culpa y cuando era lo contrario, ella siempre me sacaba pica…
-¿Y qué vas a hacer ahora?...
-Me voy Iván. Sé que no hubo nada entre tú y yo antes y durante de mi viaje al Cusco, pero hay algo que no soporto: que me mientan… y te lo pregunté, pero me dijiste cualquier cosa, en fin, ya tuve suficiente con Javier… ya aprendí la lección.
-¿Y si te hubiese dicho la verdad al principio?...
-Me hubiese dolido menos, pero me iba a gustar tu sinceridad… y quizás sí iba a entender eso de que nunca hubo nada entre tú y yo, porque para mí, en todo este tiempo desde que te conocí, ya estaba contigo…
-¡Mierda!...
-Cuídate mucho, Iván… y anda a bañarte que apestas, ja…
Penélope, se fue de mi casa, y yo la dejé ir, la dejé ir simple y llanamente, llanamente y simplemente, yo parado en mi sala casi desnudo sin poder hacer nada, apestando por dentro, más que por fuera.
(Fito Paez y mi amor, mi Piel Incansable)
(Mi bello Abril 24)
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