CAPÍTULO 4
INOCENCIA Y TERNURA AZUL.
La vida siempre te da sorpresas. Y, a la edad, de cuatro años, no estamos ajenos a esa aventura indescriptible de sentirnos sorprendidos por la vida. Claro que no.
Martha era una linda niña de antojos y suspiros eternos. Pertenecía al salón Rosado. Por un concurso, por las mismas profesoras que enseñaban en aquel lugar, fue escogida la niña más bonita de todo el nido. Pero, una suspicaz coincidencia nos abordó a todos. Martha, era sobrina de una de las profesoras de aquel nido, y bueno, yo, a esa edad, qué iba a saber de preferencias o estímulos. Más bien, Renato y yo estábamos molestos porque no se había escogido a la niña más bonita del nido, a Roxana. Ella era sin duda la niña más bonita del nido y de nuestros corazones también.
El gran motivo de escoger a la niña más bonita del nido fue para confraternizar a todos los salones, ya que las profesoras y, sobre todo, la directora, veían que no estábamos unidos del todo. Y las profesoras no se quedaban atrás. Entonces, todos nosotros, los niños del nido, teníamos que venir disfrazados de lo que fuese, conjuntamente con un regalo para la niña Martha, la única reina de aquel nido. Y así, de ese modo, tener un día en el nido de disfraces y compañerismo.
En ese tiempo me gustaba cazar arañitas para después hacerlas pelear. Me acuerdo que en mi cocina (hablo de la habitación donde se cocinan los alimentos), justo debajo de las hornillas de la cocina de mamá (hablo del artefacto que sirve para cocinar), al costado del balón de gas, habitaban muchas arañitas “inofensivas” y yo ni corto ni perezoso las cazaba sin ningún problema. Sin ninguna dificultad. Sólo usaba un palito largo de paja de escoba vieja y también cualquier caja vieja que veía tirada por ahí.
Bueno, entonces me entró la loca idea de regalarle una arañita a Martha. No acaté, ni mucho menos, pensé en lo terrible que iba a ser regalarle una arañita a la niña más bella del nido. Mi madre Liz desde que tengo uso de razón siempre me decía que todos los animalitos eran hijos de Dios, entonces, pensé que las arañas no eran la excepción.
Hasta que llegó el día de la reina y de los disfraces. Mi madre me disfrazó del Llanero Solitario, y que buen disfraz consiguió, pues me quedaba muy bien. La única diferencia y sobre todo, “un nada que ver rotundo” fue que ya estando disfrazado del verdadero llanero solitario firme y osado; no llevaba una pistola apropiada, aquella pistola que caracteriza a un verdadero Llanero Solitario, un Llanero Solitario del mismísimo oeste, sino, una ametralladora espacial... Jajajaja ¡Nada que ver…! ¡Nada que ver con el Llanero Solitario señores! Pero en fin, ya estaba disfrazado para la ocasión, ¡Pero! ¡Atención señores! en una cajita muy pequeña hecha y pintada por mí, llevaba lo más importante de aquel evento de disfraces, llevaba una arañita inofensiva, la más grande, la más linda que había cazado. ¡Imagínense señores, qué tal regalo…!
Al llegar al nido, Renato ya estaba ahí, él se había disfrazado de Batman tal cual es. Y su madre Laura no paraba de tomarle fotos, millones de fotos. Leonardo, se había disfrazado de Popeye, un Popeye llorón, pero que al rato ya estaba posando para las fotos grupales e individuales. Roxana se había disfrazo de caperucita roja, también disfraz perfecto, tal cual es. Al verla, seguí insistiendo, pensado y protestando por la injusticia de su reinado destronado por Martha. Porque debió ser ella la reina del nido, y que digo del nido, de todos los nidos que existió en ese entonces en Lima y en todo el Perú. Y por qué no, del mundo entero también.
Mario estaba disfrazado de un pirata de aquellos, un pirata malvado y aventurero. Me acuerdo que me dijo algo que hasta hora recuerdo y lo repito varias veces. Una frase que a la vez hace de pregunta peyorativa... y que hasta hoy en día forma parte de mi vocabulario.
-Santiago, ¿Adónde se te fue tu caballo jajajajaja...?
Aquella frase o pregunta peyorativa, ¿Adónde se te fue tu caballo?, ya es algo que me acompaña por varios años. Cada vez que alguien no llega a la hora puntual, o se pierde de algo, o no puede reconquistar a la chica que perdió etc, etc... Siempre suelo decir... Amigo, ¿Adónde se te fue tu caballo?
Y bueno señores, sigamos, con la historia. Todos estábamos ahí de una manera decorosa y a la vez espléndida. Martha llevaba una corona producto de su reinado favorecido, seguro, por su tía. No me quepa la menor duda. Y yo con una ametralladora espacial que no tenía nada que ver con el disfraz que llevaba puesto.
Llegó la hora de ofrecer los regalos a la niña más bella del nido. Todos los que conformábamos el nido, todos disfrazados sin ninguna excepción, hicimos una cola grande y a paso lento, íbamos entregando los regalos que habíamos traído para la reina. Dibujos, pulseras, aviones de papel, carritos, estampitas etc, etc... Martha los abría y por medio de un beso les agradecía.
Nadie me preguntó, nadie me interrogó, ni siquiera mi madre Liz atinó a preguntar qué regalo era lo que yo llevaba para Martha. Así que pasé desapercibido, como siempre, como antes y como hasta ahora...
Cuando ya estaba a punto de llegar donde estaba Martha, no pude contener la curiosidad de abrir la cajita y ver cómo estaba mi arañita, la más bonita que había atrapado. Era negra, de tamaño regular y velluda. Me emocioné mucho, porque al abrir la cajita, observé que la arañita estaba despierta y con todo su “cuerpo” a plenitud caminando lentamente queriéndose escapar de su improvisado habita que yo mismo le había hecho. Así que tapé rápidamente la cajita con la tapa y apresuré a mis compañeros para que avanzaran más rápido. Quería que ya de una buena vez Martha viera a la arañita a plenitud. Cuando estuve al frente de la reina, le entregué el regalo en sus manos, o sea, la cajita con la arañita adentro... Martha, seguía con su sonrisa de reina, pero apenas abrió la cajita pintada de color marrón y hecho con pedazos de madera y cartón, su sonrisa cayó en el abismo de un grito de espanto apoteósico. Y todos, inclusive yo, quedamos helados y en silencio. Mi arañita cayó en el suelo sin caja, ya que la cajita la agarré yo en el aire, y todos los presentes, sobre todo, todas las niñas se fueron corriendo asustadas por la presencia de una araña “inofensiva”. Algunas niñas lloraban sin causa alguna, ni siquiera habían visto a la arañita.
Creo que todas las mujeres, no todas, sino la mayoría de ellas, desde que nacen llevan por dentro esa fobia por las arañas. Bueno, nada es perfecto amigos...
Volví a meter a la arañita en su habita, y corrí junto con Renato y Mario hacia el otro patio que quedaba junto al baño de hombres.
-A ver tu arañita jajajaja –me dijo Renato-
-Ya, pero no la vayas a tocar porque te pica y te puedes morir. –le dije con un tono de voz de suspenso-
-¡Hala!, ¡qué chévere...! ¿Tú solo la atrapaste...? – me preguntó Renato asombrado-
-Claro, yo las atrapo y las hago pelear... –dije jactándome a sabiendas que era el único de ese lugar que podía hacerlo-
-¿Y no te da miedo Santiago? –me preguntó Mario-
-No, para nada, hay que saber hacerlo, con un palito de escoba y con mucho cuidado... –Le respondí a Mario, que no paraba de mirar a la arañita ya encogida por el susto-
-¿Santiago?... Yo mañana traigo una rana, y las hacemos pelear ¿ya?... –dijo Renato muy interesado-
-Ya, pero una rana no tan grande...-le dije a Renato con un tono de voz de seriedad, como defendiendo a mi arañita-
-Ya Santiago... Vamos a ver quién gana... –Agregó Renato-
-Jajajaja mañana no me pierdo esa pelea... -Se rió Mario-
-Sí Mario, pero ahora vamos a darle el regalo a Martha -le dijo Renato a Mario-
-Sí apúrense, que tengo ganas de ir al baño...-le dije a los dos-
-Ya, pero después nos encontramos... –dijo Mario-
-Ya… -les dije a los dos cuando ya se estaban yendo-
Y se fueron corriendo mis dos amigos en busca de la reina asustada, mis dos amigos de la infancia, amigos de arañitas, disfraces, reinados y, claro, de una rana también...
Me acuerdo que la profesora Frida me sorprendió ad portas de entrar al baño, tenía la mirada muy seria, sus ojos la delataban y de inmediato me hizo botar la arañita al inodoro... Creo que ella misma no se atrevía de hacerlo, porque también le daban miedo las arañas. Insisto, creo que todas las mujeres tienen esa fobia a las arañas... Todas... Menos una... Mi madre Liz... Ah, me olvidaba de una personita más: de Martha, que creo yo, que aprendió a quererlas. ¿Por qué...?
Porque la única mujer de aquel salón azul que después de varios años llegué a saber de su vida por medio de un amigo en común ya hacía un par de años, fue Martha. Pero nunca nos dirigimos la palabra ni siquiera nos mirábamos o mejor dicho, creo, que fingimos no conocernos. Pero, quién lo diría, por esas casualidades de la vida y porque la vida sí te sorprende y mucho. Martha la reina de un nido muy favorecida por su tía y reina de su niñez única y destruida por los años. Ahora, es una madre de familia con tres hijos maravillosos y lo más irónico de todo esto, lo más grandioso y placentero del tiempo, es que Martha, la que un día fue reina de un salón azul, ahora, es una profesional graduada en biología con honores en la universidad de San Marcos, universidad de América… Y ahora me pregunto, sentado mirando mi ordenador y haciendo ruido con estas teclas: ¿A Martha le seguirá dando miedo las arañas…? Creo que no. Ya no señores jajajaja…
(…)
-Santiago hace una semana que no la besamos a Roxana...
-Sí Renato... Vamos a darle muchos besos...
-Ya, pero yo primero...
-Está bien... Tú primero Renato…
Martha era una linda niña de antojos y suspiros eternos. Pertenecía al salón Rosado. Por un concurso, por las mismas profesoras que enseñaban en aquel lugar, fue escogida la niña más bonita de todo el nido. Pero, una suspicaz coincidencia nos abordó a todos. Martha, era sobrina de una de las profesoras de aquel nido, y bueno, yo, a esa edad, qué iba a saber de preferencias o estímulos. Más bien, Renato y yo estábamos molestos porque no se había escogido a la niña más bonita del nido, a Roxana. Ella era sin duda la niña más bonita del nido y de nuestros corazones también.
El gran motivo de escoger a la niña más bonita del nido fue para confraternizar a todos los salones, ya que las profesoras y, sobre todo, la directora, veían que no estábamos unidos del todo. Y las profesoras no se quedaban atrás. Entonces, todos nosotros, los niños del nido, teníamos que venir disfrazados de lo que fuese, conjuntamente con un regalo para la niña Martha, la única reina de aquel nido. Y así, de ese modo, tener un día en el nido de disfraces y compañerismo.
En ese tiempo me gustaba cazar arañitas para después hacerlas pelear. Me acuerdo que en mi cocina (hablo de la habitación donde se cocinan los alimentos), justo debajo de las hornillas de la cocina de mamá (hablo del artefacto que sirve para cocinar), al costado del balón de gas, habitaban muchas arañitas “inofensivas” y yo ni corto ni perezoso las cazaba sin ningún problema. Sin ninguna dificultad. Sólo usaba un palito largo de paja de escoba vieja y también cualquier caja vieja que veía tirada por ahí.
Bueno, entonces me entró la loca idea de regalarle una arañita a Martha. No acaté, ni mucho menos, pensé en lo terrible que iba a ser regalarle una arañita a la niña más bella del nido. Mi madre Liz desde que tengo uso de razón siempre me decía que todos los animalitos eran hijos de Dios, entonces, pensé que las arañas no eran la excepción.
Hasta que llegó el día de la reina y de los disfraces. Mi madre me disfrazó del Llanero Solitario, y que buen disfraz consiguió, pues me quedaba muy bien. La única diferencia y sobre todo, “un nada que ver rotundo” fue que ya estando disfrazado del verdadero llanero solitario firme y osado; no llevaba una pistola apropiada, aquella pistola que caracteriza a un verdadero Llanero Solitario, un Llanero Solitario del mismísimo oeste, sino, una ametralladora espacial... Jajajaja ¡Nada que ver…! ¡Nada que ver con el Llanero Solitario señores! Pero en fin, ya estaba disfrazado para la ocasión, ¡Pero! ¡Atención señores! en una cajita muy pequeña hecha y pintada por mí, llevaba lo más importante de aquel evento de disfraces, llevaba una arañita inofensiva, la más grande, la más linda que había cazado. ¡Imagínense señores, qué tal regalo…!
Al llegar al nido, Renato ya estaba ahí, él se había disfrazado de Batman tal cual es. Y su madre Laura no paraba de tomarle fotos, millones de fotos. Leonardo, se había disfrazado de Popeye, un Popeye llorón, pero que al rato ya estaba posando para las fotos grupales e individuales. Roxana se había disfrazo de caperucita roja, también disfraz perfecto, tal cual es. Al verla, seguí insistiendo, pensado y protestando por la injusticia de su reinado destronado por Martha. Porque debió ser ella la reina del nido, y que digo del nido, de todos los nidos que existió en ese entonces en Lima y en todo el Perú. Y por qué no, del mundo entero también.
Mario estaba disfrazado de un pirata de aquellos, un pirata malvado y aventurero. Me acuerdo que me dijo algo que hasta hora recuerdo y lo repito varias veces. Una frase que a la vez hace de pregunta peyorativa... y que hasta hoy en día forma parte de mi vocabulario.
-Santiago, ¿Adónde se te fue tu caballo jajajajaja...?
Aquella frase o pregunta peyorativa, ¿Adónde se te fue tu caballo?, ya es algo que me acompaña por varios años. Cada vez que alguien no llega a la hora puntual, o se pierde de algo, o no puede reconquistar a la chica que perdió etc, etc... Siempre suelo decir... Amigo, ¿Adónde se te fue tu caballo?
Y bueno señores, sigamos, con la historia. Todos estábamos ahí de una manera decorosa y a la vez espléndida. Martha llevaba una corona producto de su reinado favorecido, seguro, por su tía. No me quepa la menor duda. Y yo con una ametralladora espacial que no tenía nada que ver con el disfraz que llevaba puesto.
Llegó la hora de ofrecer los regalos a la niña más bella del nido. Todos los que conformábamos el nido, todos disfrazados sin ninguna excepción, hicimos una cola grande y a paso lento, íbamos entregando los regalos que habíamos traído para la reina. Dibujos, pulseras, aviones de papel, carritos, estampitas etc, etc... Martha los abría y por medio de un beso les agradecía.
Nadie me preguntó, nadie me interrogó, ni siquiera mi madre Liz atinó a preguntar qué regalo era lo que yo llevaba para Martha. Así que pasé desapercibido, como siempre, como antes y como hasta ahora...
Cuando ya estaba a punto de llegar donde estaba Martha, no pude contener la curiosidad de abrir la cajita y ver cómo estaba mi arañita, la más bonita que había atrapado. Era negra, de tamaño regular y velluda. Me emocioné mucho, porque al abrir la cajita, observé que la arañita estaba despierta y con todo su “cuerpo” a plenitud caminando lentamente queriéndose escapar de su improvisado habita que yo mismo le había hecho. Así que tapé rápidamente la cajita con la tapa y apresuré a mis compañeros para que avanzaran más rápido. Quería que ya de una buena vez Martha viera a la arañita a plenitud. Cuando estuve al frente de la reina, le entregué el regalo en sus manos, o sea, la cajita con la arañita adentro... Martha, seguía con su sonrisa de reina, pero apenas abrió la cajita pintada de color marrón y hecho con pedazos de madera y cartón, su sonrisa cayó en el abismo de un grito de espanto apoteósico. Y todos, inclusive yo, quedamos helados y en silencio. Mi arañita cayó en el suelo sin caja, ya que la cajita la agarré yo en el aire, y todos los presentes, sobre todo, todas las niñas se fueron corriendo asustadas por la presencia de una araña “inofensiva”. Algunas niñas lloraban sin causa alguna, ni siquiera habían visto a la arañita.
Creo que todas las mujeres, no todas, sino la mayoría de ellas, desde que nacen llevan por dentro esa fobia por las arañas. Bueno, nada es perfecto amigos...
Volví a meter a la arañita en su habita, y corrí junto con Renato y Mario hacia el otro patio que quedaba junto al baño de hombres.
-A ver tu arañita jajajaja –me dijo Renato-
-Ya, pero no la vayas a tocar porque te pica y te puedes morir. –le dije con un tono de voz de suspenso-
-¡Hala!, ¡qué chévere...! ¿Tú solo la atrapaste...? – me preguntó Renato asombrado-
-Claro, yo las atrapo y las hago pelear... –dije jactándome a sabiendas que era el único de ese lugar que podía hacerlo-
-¿Y no te da miedo Santiago? –me preguntó Mario-
-No, para nada, hay que saber hacerlo, con un palito de escoba y con mucho cuidado... –Le respondí a Mario, que no paraba de mirar a la arañita ya encogida por el susto-
-¿Santiago?... Yo mañana traigo una rana, y las hacemos pelear ¿ya?... –dijo Renato muy interesado-
-Ya, pero una rana no tan grande...-le dije a Renato con un tono de voz de seriedad, como defendiendo a mi arañita-
-Ya Santiago... Vamos a ver quién gana... –Agregó Renato-
-Jajajaja mañana no me pierdo esa pelea... -Se rió Mario-
-Sí Mario, pero ahora vamos a darle el regalo a Martha -le dijo Renato a Mario-
-Sí apúrense, que tengo ganas de ir al baño...-le dije a los dos-
-Ya, pero después nos encontramos... –dijo Mario-
-Ya… -les dije a los dos cuando ya se estaban yendo-
Y se fueron corriendo mis dos amigos en busca de la reina asustada, mis dos amigos de la infancia, amigos de arañitas, disfraces, reinados y, claro, de una rana también...
Me acuerdo que la profesora Frida me sorprendió ad portas de entrar al baño, tenía la mirada muy seria, sus ojos la delataban y de inmediato me hizo botar la arañita al inodoro... Creo que ella misma no se atrevía de hacerlo, porque también le daban miedo las arañas. Insisto, creo que todas las mujeres tienen esa fobia a las arañas... Todas... Menos una... Mi madre Liz... Ah, me olvidaba de una personita más: de Martha, que creo yo, que aprendió a quererlas. ¿Por qué...?
Porque la única mujer de aquel salón azul que después de varios años llegué a saber de su vida por medio de un amigo en común ya hacía un par de años, fue Martha. Pero nunca nos dirigimos la palabra ni siquiera nos mirábamos o mejor dicho, creo, que fingimos no conocernos. Pero, quién lo diría, por esas casualidades de la vida y porque la vida sí te sorprende y mucho. Martha la reina de un nido muy favorecida por su tía y reina de su niñez única y destruida por los años. Ahora, es una madre de familia con tres hijos maravillosos y lo más irónico de todo esto, lo más grandioso y placentero del tiempo, es que Martha, la que un día fue reina de un salón azul, ahora, es una profesional graduada en biología con honores en la universidad de San Marcos, universidad de América… Y ahora me pregunto, sentado mirando mi ordenador y haciendo ruido con estas teclas: ¿A Martha le seguirá dando miedo las arañas…? Creo que no. Ya no señores jajajaja…
(…)
-Santiago hace una semana que no la besamos a Roxana...
-Sí Renato... Vamos a darle muchos besos...
-Ya, pero yo primero...
-Está bien... Tú primero Renato…
Hola, como estas, después de varias semanas de relajo recién me reporto, te diré que yo si le tengo miedo a las arañas, menos al hombre araña le tengo un cariño muy especial desde niña, y que ha sido de ti como estás acá te dejo una canción para que la disfrutes y te relajes un poco. y me dice que tal te parece
ResponderEliminarverlo en este enlace
http://www.youtube.com/watch?v=4r_xJO_s-mE
Campo de Almas, a los años mujer... que gusto saber que estás viva y andando. Así que el hombre Araña, bien, cuado lo veas colgado en tu pared mandale muchos saludos. Yo estoy bien, tranquilo, chambeando, comiendo y andando. Que buena canción, gracias por la deferencia. Gracias por seguir la novela, gracias por nada, sólo por existir y, eso, me basta y sobra. Yo también te dejo un tema que, cada vez que lo escucho, me recuerda mucho a ti. Un beso y mucha suerte.
ResponderEliminarIván.
http://www.youtube.com/watchv=Vc1zS80UGC0&feature=related
Hola Iván, gracias por tus palabras son muy bonitas, le mandaré tus saludos al Hombre Araña, y si en realidad tengo uno colgado en mi pared, es de del tamaño de un niño de 3 años, me lo mandaron de España, y parte de colección de comics y souvenirs de este gran heroe, tonto y misio, jajajaja, bueno estoy en espera del pròximo capìtulo, ya te pareces a Renato Cisneros, cada semana entrega un capítulo de su novela. y gracias por la canción es muy bonita. chao, un beso y un abrazote.
ResponderEliminarCampo de Almas