CAPÍTULO 6

INOCENCIA Y TERNURA AZUL.
6

-Vamos Santiago hoy es domingo, nos toca ir a misa...
-No quiero ir mamá, me aburre...
-Hijo, Dios nunca te tiene que aburrir...
-Ya mamá, está bien, vamos... ¿Papá ira con nosotros...?
-No, él está trabajando...
-Sí, estoy trabajando; pero eso no quiere decir que me tome un descanso y de paso aprovechar para ir a misa con ustedes...

Cuando mi padre salía de su cuarto de trabajo, con ese buen humor, era porque había acabado un capítulo de su novela de turno.

-¿Amor, ya terminaste el capítulo...?
-Eso parece Liz, por fin... Estaba atrapado con un capítulo y por fin le pude dar vuelta a la historia...
-Te dije que sólo tenías que esperar... que el tiempo te iba a sorprender...
-Yo como siempre amor te hice caso... Gracias Liz, gracias mi vida. Pero ahora vamos, se nos va a hacer tarde y no quiero llegar a mitad de misa.
-Sí amor... ¡Santiago apúrate...!
-Ya mamá...

A mi padre, también no mucho le gustaba ir a misa, aunque después me enteré que de joven él había pertenecido a un grupo parroquial. Eso me lo dijo mamá; pero, era tan grande su emoción de saber que había terminado un capítulo de su novela, que todo le parecía bonito. Algo que después yo lo pude vivir en carme propia.
Sentirse atrapado en un capítulo no deseado y zambullirse en el seno de un laberinto sin salida, lleno de fantasmas que se te aparecen y te dicen que nos sirves para hacer libros o novelas... en ese instante, cuando apagas tu ordenador, te sientes la persona más miserable del mundo, porque por más que respires ideas no puedes llegar a juntarlas... Y creo yo, que para un escritor, salir airoso de aquel laberinto infernal, quizás sea una de las tantas satisfacciones que te puede dar esta carrera. Que por cierto, no es tan bien vista por la mayoría de la gente. Y es que ser escritor para muchos no es una carrera; sino, más bien, una buena manera de pasar el tiempo, mejor dicho, perderlo.
A diferencia de otras carreras, esta es la carrera que nunca se acaba, porque al final de todo, podemos morir escribiendo y podemos burlarnos del tiempo, sin mirar la vida pasar... pasar la vida como pasa un viejito sentado al lado de su ventana de su casa mirando el anden, acabado por los buenos y malos recuerdos de su vida. Lamentablemente algunos lo hacen, otros no, otros desaparecen y otros a plenitud se siguen riendo de este mundo, como mi padre, EL ESCRITOR.
Y sí pues, mi padre aquel día estaba como nunca, alegre, feliz placentero, bromista y, sobre todo, más enamorado de mi madre Liz, de su hijo –Que soy yo- y de la vida a su manera... Claro está, mi padre tenía y tiene, hasta ahora, una manera singular de opinar acerca de la vida y sus conflictos. Aunque no todo era malo para él, también se escapaba por la ventana para reunirse con sus amigos de años y pasar el tiempo en francachelas conversaciones, sedientas tertulias y cuando regresaba, lo hacía por el mismo lugar. Por la ventana. Jajajaja, ay padre mío, sólo una persona te puede amar más que yo... Esa persona es Dios.
Cuenta la historia, mejor dicho los protagonistas de mi existencia, esto quiere decir, mis padres. Que se conocieron en una iglesia. Como ya dije hace unos momentos, mi padre de joven perteneció y participó por largo tiempo en el núcleo de un grupo parroquial. Llamado Lumen Dei, en español: luz de Dios. Y mi madre Liz sólo era una católica asidua de ir a misa todos los domingos. No fue amor a primera vista, sino, amor a todas las vistas. Porque siempre mi padre estaba ahí apoyando al coro, animando la misa de diez de la mañana y mi madre siempre estaba ahí mirándolo en la misma banca y acompañándolo en la misma fe. Una fe que todavía no se ha perdido, a pesar que los tiempos son otros, muy a mi pesar, tiempos incrédulos.
Pero como Dios merecía y merece respeto, mi padre y mi madre en la iglesia solamente cruzaron miradas. Ya después en una coincidencia bonita mi padre y mi madre se encontraron en el cumpleaños de un amigo en común; desde ahí empezó para ellos la obligación de estar juntos, porque ya Dios los había unido en su casa celestial y cuando Dios une, no hay nadie que lo pueda desunir. Ni la muerte.
Regresamos de misa y mi padre seguía de buen humor. Me hizo repasar un poco las tareas que me habían dejado en el nido y mi madre empezaba a preparar el almuerzo. Unos tallarines rojos con pollo a la buena sazón. Mamá sabía que era el plato favorito de papá y ahora por supuesto, el mío también. Pelona y Amanda no paraban de jugar. Pelona buscaba la manera de alcanzar a la gata Amanda y ella abusaba de sus cualidades felinas. Todos aquellos domingos eran así, felicidad, melancolía, serenidad, tardes de televisión, noches de noticias y calles vacías esperando aquel lunes gris que Lima siempre nos ofreció, ofrece y nos seguirá ofreciendo por el resto de nuestras vidas.

(...)

-¿Renato por qué estás triste?
-Por nada Santiago...
-Pero ya no quieres jugar a la pelota...
-No tengo ganas...
-Mira, nos están esperando Mario y Leonardo, vamos...
-Y a mí qué me importa... anda tú, juega con ellos...

Toda una semana Renato se la pasó triste, sin jugar con nosotros. Ya no le motivaba nada, incluso ya no le besaba a Roxana. Se sentaba muy triste y mudo se quedaba al lado mío. Pero algo noté que me pareció muy raro. Su padre Omar el gran abogado –así me lo hacía saber Renato cada vez que hablaba de su padre- ya no lo recogía como hacía todos los días, todas las horas y todos los tiempos. La que se encargaba de recoger a Renato era la empleada de la casa. Bueno, nunca en casa tuvimos una empleada; pero sabía reconocer aquel uniforme típico que usan las mujeres que se dedican a tan digno trabajo. Nunca le pregunté a mi amigo, qué fue de su padre el gran abogado, por qué ya no le esperaba a la hora de salida... y creo que hice bien, porque creo que desde ahí, desde aquel sonido de una campanita que significaba la hora de salida, Renato ya no salía atropellando a todo el mundo lleno de felicidad porque sabía que su padre lo estaba esperando en un coche azul, Toyota Corona, para variar, del mismo color de nuestro salón de clase. Todo había cambiado para mi amigo Renato. Incluso en sus notas. Ya no eran A sino B y hasta C.
Mario y Leonardo no lo notaban, pero yo sí, y a mí me afectaba bastante verlo así todo el tiempo tan fuera de su presente. Le comenté a mi madre Liz lo que le estaba pasando a mi mejor amigo y ella de una cierta manera muy ingeniosa e inteligente me empezó a explicar lo que realmente le estaba pasando a mi amigo Renato:

-Siéntate aquí hijo, ven...
-Ya mamá.
-Mira hijo, tú amiguito Renato está bien, no tiene ningún problema de salud...
-Entonces mamá ¿Por qué ya no juega con nosotros...?
-Ay Santiago, todavía estás muy chiquito para saber los problemas de los adultos. Pero vamos, te explico algo...
-Yo entiendo todo mamá...
-Sí sé que eres un niño muy inteligente, pero amor, hay cosas en la vida que todavía no puedes entender, pero a la medida o al transcurso que vayas creciendo, tú solo te darás cuenta de todo y llegaras a entender la verdad de las cosas.
Mi madre Liz se había encontrado con la madre de Renato, Laura, en un supermercado. La señora Laura estaba llorando tratando de buscar una salida a sus problemas conyugales. No eran amigas pero sí se conocían. Y es que en Magdalena del Mar todo el mundo se conoce, ya sea de vista o por nombre.

-Sí mamá te repito que ya soy grande...
-Sí, ya sé que eres grande mi vida, y por eso te pido paciencia con Renato. Ven siéntete aquí a mi lado...
Yo me senté a su lado como ahora y como siempre porque todavía gracias a Dios la tengo aquí conmigo. Sólo que ya no veo aquellas manos tan naturales que me acariciaban la cabeza inyectándome amor de madre, sino, unas manos arrugadas por los años y la tristeza me enmudece y porque tengo que aceptar que la vida es así, aunque me cueste.
...La mamá de Renato y su papá se han separado.
-¿Qué, se ha ido de viaje el papá de Renato...?
-No mi amor, ellos ya no se quieren... entonces mi vida cuando una pareja ya no se quiere se separan a voluntad propia.
-Ah... entonces eso quiere decir mami, que el papá de Renato nunca más lo va a esperar a la hora de salida...
-No hijo, sí lo va a esperar, solamente que no se será todos los días... es ahí donde tú tienes que estar con él... cuando él vea que su papi no haya ido al nido a recogerlo...
-Ya mamá, eso haré...
-Muy bien mi pequeño, así se habla... Ahora lávate las manos que ya voy a servir el almuerzo...
-¡Qué rico!, tengo mucha hambre.

Definitivamente, no sabía nada, ni un ápice de aquella situación. Era muy pequeño, y aunque creía que todo para mí era muy fácil, muy claro, había algunas cosas que por necesidad y obligación más un entendimiento tardío, no podía entender, ni muchos menos comprender. Estaba obligado por mi edad a no entender nada. ¿Pero qué había pasado realmente...?
Bueno, la separación de aquel matrimonio fue porque el papá de Renato se había “enamorado” de su secretaria. Y la esposa, la mamá de mi amigo, los había encontrado muy “enamorados” en un restaurante lujoso. Los papas de Renato después de varios meses de separados se divorciaron por voluntad propia. El padre de Renato ya no estaba con su secretaria, pero seguía buscando el amor perdido en cualquier rincón de su tristeza. En cambio la mamá de Renato, había encontrado otro amor, un amor que le había hecho pensar otra vez en el verdadero amor, en la paz, y en la tranquilidad de una vida estable y económica. El único afectado fue mi amigo Renato, porque fue difícil para él aceptar ver a su padre entre semanas, acostumbrado al hogar completo y al amor completo también. Lleno de viajes, de regalos, de fiestas y de un payaso triste que, sin pensarlo, ni muchos menos imaginarlo, ya era su amigo.
En el nido ya no jugábamos a la pelota de trapo, ni peleábamos alucinando ser Bruce Lee, ya no se reía con la boca llena de bocaditos, ya no le robaba aquellos besos a Roxana y yo tan sólo lo veía a mi costado echado en brazos sobre la carpeta llorando acompañándolo a mi otro amigo Leonardo, los dos lloraban con diferente motivo y lo hacían siempre a las primeras horas de la mañana. A partir de aquel momento ya nada fue como antes, nada, ya nada, sólo la pelota de trapo -Que era necesaria para no lastimarnos los pies en crecimiento- nos seguía esperando; pero Renato seguía llorando aferrándose a una carpeta azul y yo seguía mirándolo enmudecido por la tristeza.
Así es la vida señores, uno tiene que ir creciendo mirándose siempre en qué se ha convertido o en qué se está convirtiendo y aceptar las alegrías y las tristezas porque son al final de cuentas condimentos necesarios de la vida. Y yo aquí, sentado escribiendo, sigo creyendo que la única verdad que existe entre nosotros, fuera de religiones, de mitos, de guerras, de poder etc, etc y etc... Es la vida, el de sentirnos vivos, el gran presente de sentirnos vivos... Lo demás, quizás sea pura teoría innecesaria, porque nadie absolutamente nadie lamentablemente señores, resucita... Ah, me olvidaba, Jesús y Lázaro resucitaron producto de la fuerza de Dios y de los ángeles; pero, por favor, amigos, ahí no más, paremos de contar. Por favor.

(…)

Mis padres se llevaban muy bien. Claro; a veces con sus cositas, como todo matrimonio. Muy pocas veces los veía pelear. Pero cuando lo hacían, sí que era fuerte. Me acuerdo que cada vez que ellos discutían, me metían a mi cuarto para que no escuchara, pero igual se podía oír todo. Las peleas eran porque mi padre se escapaba de vez en cuando por la ventana para ir con sus amigos a celebrar cualquier cosa, cualquier motivo. Y es que lamentablemente las mujeres nunca podrán entender que la amistad, aquella amistad amical de camaradas, de viejos amigos, no se puede comparar con nada en el mundo. Amistad de años y de años de borracheras, tertulias y anécdotas incorregibles...
Jajajaja me estoy acordando ahora mismo de una anécdota de papá y que no cabe duda que fue uno de los tantos detonantes para que mi madre Liz peleara con él. Resulta, que papá siempre tuvo el problema de la presión, y cada vez que se sentía mal o por un simple chequeo preventivo se iba al doctor una vez por mes. –Bueno, ahora las visitas al doctor son más seguidas- Pero continuemos con la anécdota. Aquel doctor era su amigo de toda la vida, uno de los tantos amigos que él tuvo, bueno, ahora el doctor Richard no está con nosotros. Richard Tamayo, así se llamaba el amigo de mi padre, el gran doctor. Impresionante es lo que después me llegué a enterar. Eso se lo debo a mí abuela Isabel, la madre de mi padre... Ella me contó la verdad, el porqué, ese día, mis padres discutieron encerrándome en mi cuarto para que no pudiera oír nada... Bueno, aquella consulta medica de media hora se resumió a cinco minutos y por suerte mi padre andaba bien de su presión; tanto así, que no esperaron ni siquiera la noche para libar cuantas botellas de vino alcanzare la billetera. Así que el doctor Richard y mi padre acabaron en una borrachera del demonio, recordando la amistad, las ocurrencias y los amores olvidados.
Mi madre Liz muy preocupada por la demora de mi padre, no existía todavía los celulares, y nada de correos electrónicos o mensajes de texto, no existía nada de nada, mi pobre madre pensaba lo peor de lo peor... era lógico, de las diez de la mañana hasta las once de la noche que no regresaba mi padre, era para ponerse como loco, en este caso, como loca... Cuando mi padre regresó a casa lo había hecho en un taxi y aquel taxista lo había llevado en hombros hasta la casa jajajaja... y mi madre Liz no podía creerlo. Ella en ese momento no le dijo nada, pero ya mi padre sabía donde tenía que dormir, y qué tomar para la tan larga resaca que le esperaba. Ya al amanecer era otro cantar... La guerra de las galaxias parte veinte... “El regreso a casa” jajajaja Vamos a recordar lo que me contó mi abuela sobre aquella discusión:

-¡Muy bien Luis, no sabía que el hospital ahora se llamaba cantina o bar...! ¡Y que el dueño era un doctor...! ¡Te pasaste Luis... que cólera me has dado anoche...!
-Nada mi amor, sólo nos tomamos unas cuantas botellas de vino... –Aaaaay mi cabeza como me duele-
-¡No, qué va...! sí ya veo que fueron unas botellas, pero unas cajas llenas de botellas de vino...
-No exageres chinita, tú sabes que Richard y yo somos como hermanos... y sólo compartimos un tiempo de amistad.
-Claro, eso si lo sé, pero lo que tú no sabes es que yo anoche me moría de la angustia, preocupada, ni siquiera tuviste la generosidad de llamar a casa para saber dónde estabas, nada... pero qué va mi amor, si ya veo, de la forma como viniste anoche ya me imagino como habrás estado tomando...
-Ya te dije que nos tomamos unas cuantas botellas de vino...
-¡No me importa cuántas botellas te hayas tomado, ni con quién, lo que me molesta es que siempre es lo mismo, que no avises dónde estás...! ¡Y yo acá como una tonta preocupada imaginándome lo peor...!
-Hierva mala nunca muere amor, -Ay mi cabeza- no tienes una pastillas por ahí...
-¡Ah, todavía quieres que te cure la mona, tú ya te pasas Luis, pero que le vamos a hacer, por algo me casé contigo...! Voy a ver que hay en el botiquín...
-Es por eso que te amo con todo el amor del mundo mi Liz, mi chinita. Pero prometo que la próxima vez te aviso... te lo prometo, perdóname...
-Ya, no te preocupes amor, tuve tanto miedo que algo te hubiese pasado, siempre de noche hay que tener cuidado...
-Sí, tienes razón, para la próxima me quedo en casa de Richard jajajaja...
-¡Y todavía te ríes... estás loco Luis!
-No, mentira amor, apúrate con la pastilla para el dolor de cabeza que no aguanto más esta resaca...
-Sí Luis, ya voy, espérame, la estoy buscando...

Cuando quedaba todo en silencio en casa, era porque ya mis padres se habían amistado. No me dejaban salir hacia la sala porque mi padre no quería besarme con olor a licor y tampoco mi madre Liz nunca lo permitió. Pero, yo siempre abría la puerta de mi cuarto y detrás mío Amanda y Pelona para asomarnos por la cortina de la sala y mirarlos como se besaban después de una modesta discusión donde mi madre tenía toda la razón. Aunque insisto, las mujeres nunca comprenderán de aquella amistad. Una amistad única, que todo hombre, o sea, me refiero a la raza masculina, que todos los varones la tienen y que es la única que existe entre los camaradas del barrio, los amigos fieles, las joyitas perdidas etc... Que tan sólo la muerte podrá separar. Algunas mujeres por ahí se pueden igualar a aquella amistad, pero no es igual... Porque como me dijo un profesor mío cuando estudiaba en un centro preuniversitario: -La amistad es más fuerte que el amor de dos enamorados... Cuando tú terminas con tu enamorada(o) por ahí que uno queda mal o por simple ecuación de la vida ya nunca más se hablan, eso es para siempre o por un buen tiempo. En cambio la amistad, la buena amistad, dura para siempre. Así se haya deteriorado; y si viene acompañado de un buen vino, más aún.
Sábias palabras de un profesor preuniversitario. Por cierto, hoy es viernes, es un buen motivo para llamar a mis amigos que los he tenido muy olvidados, pero esta vez creo que no será vino, sino una buena botella de Whisky, con una linda etiqueta de cualquier color... a veces hay que mandarse con esos gustitos, ¿no creen? La única diferencia con mi padre es que, después que llegue a casa, no tendré a nadie que me salve de la mona... jajajaja de tal palo está la astilla señores, ¡Salud!...
Esta canción es muy buena y, el video, más aún. Recordar es volver a vivir.

Comentarios

  1. Hola chico de Magdalena, tienes razón una buena amistad permanece siempre firme asi pasen los años, yo siempre recuerdo a mis amigos, pero la falta de tiempo a veces no permite visitarlos (aunque no es excusa), pero cuando me encuentro con ellos el tiempo se detiene y no paro de hablar, recordar aquellos viejos tiempos, algunos los he ubicado por facebook, y hablando de borracheras solo una vez me emborrache, yo que nunca me emborracho, esa vez fue fatal, cuando me duele la cabeza no tomo porque al toque empiezo hablar hasta por los codos, por eso ahora tomo precauciones... siempre hay alguien a mi costado y otro atrás, estabas viendo tu perfil eres de noviembre yo tambien, oh oh somos de un signo demasiado fuerte, segun dicen el mas fuerte de todo el zodiaco, aunque no creo en esas cosas, pero asi dicen, bueno amigo muchos saludos, un beso y un abrazote muy fuerte.

    ResponderEliminar
  2. Hola Marybel. Muchas gracias por tus palabras. Y sí pues, mira tú, eres de Noviembre, pues déjame decirte que yo no creo en eso, más aún que, sé que tengo uno genio muy afable y muy de buena fe, jajaja... mañana cumple un año éste blog, y quiero celebrar contigo, aunque sea a la distancia, porque eres la única que me lee y que merece todo mi respeto. (eso nunca se olvida, ah) cuidate mucho y feliz año de blog. Un fuerte abrazo y muchas felicidades.

    Iván.

    Posdata: cuéntame un poco de ti. Tu edad, dónde vives, qué te gusta, en fin, lo que realmente creas conveniente.

    ResponderEliminar
  3. Hola, felicidades por el primer aniversario, y te esperan mucho más, haz reflejado tu vida en este Blog, como dices algunas verdaderas y otras mentiras verdaderas; como dije en un principio llegue a tu blog, buscando que leer, y me llamo mucho la atención tus historias y tus protagonistas y sus vidas complicadas, yo creo que todos tenemos algo de complicado aunque algunos digan que no, y eso fue lo que me atrapo de tu Blog, bueno entonces mañana me tomare un vinito para celebrar este primer aniversario, te deseo lo mejor y a la distancia un beso y un fuerte abrazo. Cuídate mucho

    Marybel

    ResponderEliminar
  4. Que el vino te haga muy feliz, Campo de Almas. Gracias, muchas gracias. Gracias por el beso y el fuerte abrazo, yo te los mando por monton... cuidate y, bueno, hasta el otro post.

    Iván.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias.

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO FINAL