EN LA MISMA VEREDA (Novela)

En la misma vereda.


Mi primera Novela.
Iván Luis Sánchez Córdova.
(2004-2005)

A mis padres porque siempre están en la misma vereda y a mi hermana Omayda.


I

¿Qué día es hoy?... se preguntó Felipe manejando su coche por las calles de Lima. Se preguntó mirando las viejas luces de neón sin llegar a tener ninguna respuesta. Sólo escuchó el concierto de un tráfico desafinado con el cual tenía que lidiar todos los días a la misma hora después del trabajo. Ya cerca de su casa, muy exhausto, con una mano en el volante y la otra en el cuello aflojándose la corbata, por fin se pudo responder a sí mismo. “Viernes, por fin se acabó la semana de trabajo Felipe, por fin”...
Felipe, un joven abogado muy exitoso, de veintinueve años, que no se puede quejar de la vida, donde a base de esfuerzo propio había logrado todo lo que se había propuesto. Con un poco de ayuda, claro está. El sabía perfectamente que venía de una familia muy acomodada, que nació en un hogar donde el glamour, la clase, la etiqueta y el dinero decoraban su “cuna de oro”. Pero ahora, a estas alturas de su vida, vive solo, sin rendirle cuentas a nadie. Estaba muy consciente de la buena educación que recibió en casa, en el colegio y en la universidad. Por esa parte, Felipe siempre le estará bien agradecido a sus padres. Fue difícil para él alejarse de ellos, motivos le sobraban; las ganas de demostrarse a sí mismo y a los demás que era capaz de llegar hasta donde él quisiera, saciando así, su sed de superación y orgullo que llevaba por dentro. Felipe es hijo único, no sólo de sus padres, sino, de la soledad, de la abrigadora soledad que lo ha tenido cobijado ya hace cinco años en una preciosa casa alquilada en San Isidro.
Estaba por dar la última curva para entrar a la calle donde estaban sus aposentos, enmudecido por la noche, volvió a preguntarse:
“¿Por qué en el Perú y, sobre todo en Lima, existen muchos jóvenes viviendo con su padres, si lo más normal, es vivir solo, vivir solo cuando ya tienes una determinada edad? Ahora más que nunca estoy totalmente convencido que mi soledad no tiene precio, ¿pero?”...
Felipe, como siempre estacionó su coche en el andén de su casa. Estaba muy cansado para meter su coche en la cochera, de eso se encargaría el guardián Fermín más tarde, así pensaba Felipe saliendo muy cansado de su elegante coche. Su coche era un Audi A6, del año, de color negro, lo había pedido por catálogo. Felipe al bajar, sacó de su billetera negra un billete de doscientos soles para cumplirle a Fermín por toda la semana de vigilancia. Pensó él. “Hay que ser correctos y justos con la gente que trabaja para mí. Yo sentado en mi despacho de abogados me gano el dinero sin mayor esfuerzo físico, mientras éste pobre hombre se perfora los pulmones con el frió de la madrugada. De algo valió la pena estudiar, por ese lado me siento muy realizado, pero por el otro lado siento que todo me parece igual, como si me faltara algo por hacer, pero ese algo no lo puedo encontrar... ¡Qué puta vida la mía!... ¡Qué puta desazón!... Felipe hoy es viernes y falta mucho para el lunes eso al menos te debe reconfortar; así que, hay que pensar siempre en positivo, porque eres un éxito, eres un ganador”.
Felipe empezaba a buscar la llave de su casa en sus dos bolsillos de su saco, y recordó que tenía que revisar esos papeles que había dejado en su coche negro. Al encontrar la llave, se dio media vuelta y con un putamadre caminó de nuevo hasta su coche, pues mañana sábado, no iba tener tiempo de revisar nada. Abrió la puerta del volante de su coche y de inmediato se dio cuenta que también olvidaba su celular; que justo en ese mismo instante empezó a sonar. Felipe, se percató que era Lorena, por la fotografía de ella y por la palabra novia que salían en la pantallita de dicho celular moderno. Lorena Rodríguez, novia de Felipe Córdova, una linda chica de clase media baja, estudiante de literatura y a punto de terminar la carrera. A los veinticuatro años su sueño era llegar a escribir varias novelas de amor, pero no aquí en el Perú, sino, en España, donde tenía sus metas y sueños literarios.
Felipe para estar más cómodo, entró de nuevo a su coche, se sentó y, después de cuatro timbradas, contestó:

-Aló, Lorena.
Automáticamente respondió ella:
-Mi amor, ¿dónde has estado?, te he llamado toda la tarde a tu oficia y tu secretaria que, dicho sea de paso, es muy descortés, me dijo, muy herméticamente, que estabas en una reunión. Y tu celular como siempre apagado.
-¿Pero no te estoy contestando ahora Lorena?, además sabes muy bien que no me gusta que me molesten cuando estoy trabajando y, mucho menos, en una reunión de trabajo.
-Sí mi amor, eso ya lo sé; pero quería hablar contigo, saber de ti, te extraño mucho.
-Lorena, no exageres, hace cuatro días que no nos vemos, por favor, y siempre hablamos por lo menos dos veces al día... No te quejes, quieres.

Felipe miró su reloj, se percató de la hora, “las ocho y media de la noche, qué raro”.

-Lore, ¿dónde estás?... me imagino que estás en la universidad, pues no escucho murmuraciones de tus amigos alrededor tuyo.
-Mi amor, sí estoy en la universidad, jajajaja, te estoy llamando desde el baño... lo que pasa es que el profesor nos ha dado un pequeño break porque nos falta una hora para terminar la clase.
-Jajajaja, es primera vez que me llamas desde ese lugar, hay cada ocurrencia tuya pequeña...
-Así es amor, todo lo hago porque te quiero mucho y te extraño.

Lorena sentía unas ganas de hacer el amor cada vez que escuchaba a Felipe por el celular, que no podía contenerse, hasta vergüenza le daba decírselo, a pesar que no había secretos de intimidad entre ellos.

-¿Amor, a dónde me vas a llevar hoy?... Prometiste que hoy viernes íbamos a salir.

Felipe se había olvidado de la promesa, y, no le quedó otro remedio que decir la verdad:

-Estoy un poco cansado Lorena, pensaba dormir y despertarme tarde mañana. Pero mejor, por qué no vienes a mi casa, vemos una película, abrimos una las tantas botellas de vino que tengo aquí guardado y la pasamos de otra manera. ¿Qué te parece?.
-¡Genial!, ya pues, en una hora y media estoy en tu casa.
-Ok Lore, te espero, besos, hablamos más tarde.
-Un beso mi amor y prepárate para esta noche, ah.
-Eso haré, eso haré, Lore, hablamos…

Felipe se dejó vencer por un momento para descansar dentro de su coche, quedándose completamente dormido... Después de un buen rato, el guardián Fermín lo despertó, comunicándole que, le había llegado por la mañana, una invitación del colegio de abogados para el sábado de la próxima semana. Felipe se dio cuenta que no había entrado a su casa todo el día y que esperaba la visita de su novia. Recibió la invitación ya fuera del coche y llegando a la puerta de su casa con la mirada fija en aquel sobre, se percató sigilosamente que en dicha invitación no habían puesto bien su apellido paterno, “¡Malditos idiotas cuantas veces voy a decirles que mi apellido no es con b labial, que Córdova se escribe con v semi-labial, así está en mi partida de nacimiento y, por ende, tiene que estar aquí en esta maldita invitación!”.
Ya en su casa, dejó los papeles de estudio y la invitación sobre la mesa. Revisó el teléfono, sin encontrar ningún mensaje, prendió la televisión, se puso a ordenar un poco la sala, barriendo las migajas de pan que había dejado en el suelo en la mañana. Terminó en el baño refrescándose con agua caliente y volvió a recordar todas las noches infinitas en la piscina de la casa de sus padres, cómo alucinaba ser un delfín, nadando sin que nadie lo detuviese con la luna reflejando por ese entonces su delgado cuerpo. Aquellos tiempos, de felicidad y de amor.
Salió de la ducha, se puso algo ligero y de inmediato se dirigió hacia la cocina, no sin antes, revisar los cuartos de la casa; para cerciorarse si la empleada, Rosa, había hecho la limpieza.
“Por lo visto Rosita, no ha venido... Claro, que estúpido, si le debo un mes de paga... Carajo que olvidadizo soy, bueno, voy a ver qué se puede hacer”. Felipe a duras penas arreglaba su cuarto dejando todo en desorden, sintiéndose muy incomodo pues no le gustaba vivir así en un desorden con un olor a guardado. Cansado y relajado se sentó en el acolchonado mueble, con una manzana en la mano, observaba la televisión, esperando muy displicentemente la llegada de su novia Lorena.

Lorena salió de la universidad muy contenta y satisfecha por la clase. Salio con todas las ganas de ver a Felipe. No esperó a Úrsula su mejor amiga para irse juntas, pues pensó que era mejor que ella no se enterara que se iba a la casa de su novio. No quería que Úrsula pensara que ella era una loca o algo por el estilo. No quería sentirse alucinada por su amiga, aunque Úrsula sabía muchas cosas de ella, pero aquella noche, Lorena se reservó el derecho de no salir acompañada.
En el paradero de una antigua universidad, los universitarios esperaban su movilidad, y Lorena no era la excepción. Al llegar el microbús lleno de gente, Lorena con algunos forcejeos y apretones llegó a subir sin impórtale ir casi colgada y, por ende, sufrir algún accidente. Lorena miraba su reloj, con un gesto de fastidio, movía la cabeza pensando: “Voy a llegar un poco tarde, mejor le hubiese dicho a Felipe que me recoja, pero soy consciente que él está cansado por el trabajo y no quiero fatigarlo más”. Lorena se percató que detrás de ella, había un “viejo verde”, que se estaba aprovechando. Como el microbús estaba lleno, sentía algo duro en sus glúteos. Lorena, trataba de zafarse buscando una mayor ubicación para no ser victima durante todo el viaje de aquel “viejo verde” y mañoso. “¡Mierda! Que indignación, menos mal ya me falta poco para terminar la carrera y, así, no tendré más que aguantar a tantos mañosos que, aprovechan que el microbús esté lleno para hacer de las suyas. ¿Cuándo seré la señora Lorena Rodríguez de Córdova, para nunca más subirme a estos microbuses tan viejos, donde tengo que lidiar con gente de lo peor y hacerme respetar cada vez que el cobrador se quiera pasar de listo?”.... Lorena ya se había sentado. Sacó de su monedero el dinero correspondiente, y después, el carné universitario que la identificaba como tal; para así cumplir con el deber de pagar medio pasaje. Derecho de los universitarios que algunas líneas piratas no le toman mucha importancia. Lorena se dio cuenta que ya estaba llegando a la casa de Felipe. Y su fisonomía cambió como un huracán efímero. Un poco más calmada, bajó del microbús, sacó un cigarrillo de su mochila, lo prendió con un encendedor barato y empezó a caminar pensando en Felipe. “Ahora me voy a relajar no quiero que Felipe me vea de mal humor, caminaré lentamente hasta que mi cigarro se acabe y le daré un beso de furia a mi novio, porque es mi novio y yo soy su eterna novia”.

Felipe se despertó con el último llamado a la puerta.
“¡Mierda!, me quedé dormido, ¿quién será?... ¡Carajo, verdad Lore...! Cuanto tiempo habrá estado afuera, espero no mucho, porque detesto que me hagan esperar y, por ende, también hacer lo mismo”.
Miró por el ojo mágico de la puerta y confirmó la presencia de Lorena, no muy alegre que digamos. “Bueno ella comprenderá que estoy cansado”...

-Lore discúlpame, me quedé dormido... Pasa y ponte cómoda.
-¡Felipe he estado afuera media hora!, incluso ya sé toda la vida de Fermín el guardián de tu casa.
-Lo siento Lore, me venció el sueño... ¿Y dime, cómo estás, qué tal la universidad?

Felipe se dio cuenta al cerrar su puerta, que su novia Lorena estaba más bella que nunca, que ese Jean azul le quedaba muy bien “claro con las curvas que se maneja todo le queda bien a esta condenada”. Se dijo a sí mismo.

-Bien mi amor... No me puedo quejar.

Lorena no se aguantó y al instante que Felipe cerró la puerta, lo besó. Felipe sintió que valió la pena dormir un poco, estaba como nuevo, con todas las ganas de hacer el amor aquella noche.
Ella lo dejó de besar y le dijo:

-Mira amor, he traído una película que es buenaza, con Nicole Kidman... “Los Otros.”
-A ver... Claro, ésta mujer es muy buena actriz, y he oído hablar mucho de esta película.

Lorena se acercó otra vez a Felipe volviéndolo a besar. Felipe, volvió a corresponder el beso, empezando a encenderse de nuevo. Se despegaron por un momento y Lorena aprovechó para decirle algo a Felipe muy pegadito a su oído derecho:

-Hacemos el amor primero ó vemos la película, tú decides, mi amor...

Felipe, quería hacerle el amor en ese mismo momento, pero sabía que le faltaba más acción a la situación, que su cama, el mueble, incluso la cocina, eran testigos de sus escenas amorosas y hoy viernes quería algo nuevo, algo fuera de su casa. Algo que nunca había hecho, que sintiera él algo nuevo, algo diferente... En ese pensar, Felipe, abrazó a su novia por detrás sintiendo todo su cuerpo proporcionado y, sin tabúes estúpidos, le dijo:

-¿Qué tal si lo hacemos en mi coche...?

Hubo un silencio de complicidad.

-¿Felipe me estás proponiendo hacer el amor en tu coche...?
-Eso dije, creo...
-Mi amor, no sabía que tenías esas fantasías. Tú no me contaste que te repudiaba hacer el amor en un coche, que nunca lo harías. Tú un abogado de renombre de esta sociedad, que siempre cumple con la reglas, muy afanoso de su gran educación y que siempre está al día con las malditas tarjetas de crédito... Jajajaja... Me sorprendes mi amor.
-No te burles Lorena, sí, está bien, yo te dije eso, pero eso fue antes, ahora, me provoca hacerlo en mi coche.
-¿Y el vigilante...?
-Jajajaja no seas tontita Lorena... Vamos a la playa, ahí es un buen lugar para hacerlo.

Lorena se sorprendió por la proposición amorosa de su novio, no por el hecho de hacerlo en un coche y junto al mar, sino, por el repentino cambio que últimamente estaba observando en él. Empezaba a mirar la casa alquilada de su novio encontrándola desordenada. Cosa que a él nunca le gustaba verla así. En ese silencio de besos y apretones ella le respondió:

-Mi amor, llévame a donde quieras, hoy más que nunca quiero que me ames.
-Jajajaja... Está bien Lorena, al ver que no hay problema, espérame un momento déjame ponerme algo decente.
-Ok amor, te espero…
-Ya Lore.

Lorena aprovechó para agarrar el teléfono de la casa de su novio, y de memoria marcó el número de su casa, para avisarles a sus padres que hoy se iba a quedar a estudiar en la casa de una amiga junto con su mejor amiga, Úrsula.

-¿Aló? -contestó la mamá de Lorena preocupada por ella-
-Aló, mamá...
-Hola hija, ¿A qué hora vas a venir...?
-Mamá voy a estudiar en la casa de una amiga toda la noche, junto con Úrsula, porque tenemos una práctica mañana y no quiero salir mal. Tú sabes que a estas alturas desaprobar un curso sería retroceder dos veces.
-Pero Lore si todavía no comienzan tus parciales en la universidad, y que yo sepa, mañana es sábado y tú no tienes clases.
-Mamá ya te he dicho que es una práctica, además el profesor de Literatura nos ha citado para mañana porque él en estos días se va ir de viaje. Cualquier cosa me llamas al celular, lo voy a tener prendido.
-Bueno mi amor cuídate mucho, y cualquier cosa nos llamas. Vamos a estar tu padre y yo muy preocupados.
-Está bien mamá, dale un beso a mi papito... Los quiero.

Lorena colgó el teléfono sin dejar de pensar en su mentira piadosa, “mi madre no se atrevería a llamar a Úrsula por la hora, y Úrsula tampoco pues mañana es sábado y no tenemos nada qué presentar”.
En ese preciso momento salió Felipe de su cuarto, con un Jean desteñido y una camisa negra. Miro a su novia Lorena y con una sonrisa interrogativa le preguntó:

-¿Has estado hablando sola?...
-No mi amor, he llamado a mi casa para avisar que hoy no voy a ir a dormir.
-¿Con qué pretexto?.
-Con el de siempre, que tengo que estudiar para un examen.
-Ay Lore, tú no cambias... Pero así me gustas, toda una sensual mentirosa.
-Mi amor, sigues con esa idea de hacer el amor en tu coche.
-No es una idea, es una realidad...

Felipe volvió a besarla con furia, y ella se dejó besar... Felipe interrumpió el beso buscando las llaves de su coche y de la casa. Al encontrarlas, ya ambos abrazados caminaban a la aventura amorosa donde las olas del mar junta a la arena iban a ser testigos de la furia devastadora de aquellos dos animales racionales.

En la oscuridad de la carretera en todo el litoral limeño de la Costa Verde, ambos sintieron dentro del coche todo el olor a mar que las olas bostezaban. Al llegar, Felipe bajó la velocidad para encontrar un buen sitio para estacionarse. Teniendo cuidado de no juntarse mucho a los demás coches y estar tranquilo para no sufrir a última hora cualquier percance. Sus amigos le habían contado que en dicho lugar, siempre había un personaje que se escondía entre los pocos árboles al costado de la carretera, para ganarse con las escenas amorosas. Un mirón de aquellos, haciéndose pasar por un vendedor de cigarrillos o cuidador de coches. Pero a Felipe como era su primera vez en dicho lugar no le importaba nada de eso, solamente estar seguro y muy aislado de los demás coches.
Ambos no hablaron en todo el trayecto, solamente atinaron a escuchar el último trabajo musical del gran canta-autor Gianmarco, “Resucitar” ella se recostaba en su hombro y él sintiéndose muy extraño, pero feliz.
Felipe llegó a estacionarse en medio de una ola de oscuridad, donde las luces de neón no le hacían daño y el silencio enmudecía el sonido de las olas del mar. Lorena rompió el silencio haciéndole una pregunta a su novio, una pregunta que la tuvo inquieta apenas llegó a la casa de San Isidro:

-¿Mi amor, por qué tu casa está desordena?.
-Ah... Se me olvidó dejarle a Fermín el mes de Rosita, a veces mis semanas son como meses y no calculo muy bien, olvidándome siempre de cosas muy importantes
-Ah, con razón pues, me pareció muy extraño ver la casa así. Por primera vez la encuentro muy desordenada.
-Siempre hay una primera vez Lore.

Los dos estaban echados mirándose uno al otro, pues los asientos de adelante se tiraron hacia atrás, simulando una cama de dos plazas separados por la palanca automática.

-Felipe, ¿Sabes...?
-¿Qué Lore...?
-Me pregunto, que será de nuestras vidas acá a diez años. Si seré tu esposa, o si el impredecible destino se le ocurre separarnos llevándonos por caminos diferentes. Tengo miedo de separarme de ti, yo quiero ser tu esposa, yo quiero llevar en mi vientre tus hijos y quiero envejecer contigo, siempre a tu lado
-Igual yo lo deseo Lore, pero hay que ir paso por paso, no hay que apresurarnos... Sería un error hacer cosas cuando quizás no sentimos hacerlas. Sería engañarnos, hay que ir lento pero seguro... Me falta mucho por hacer y yo sé que a ti también. Entonces hay que cumplir nuestros sueños y después veremos lo que pasa.
-Pero tú que le puedes pedir a la vida amor, si lo tienes todo. Tienes dinero, tienes educación, un buen trabajo, vives solo en Lima donde es un martirio separarse de sus padres, tienes una buena cuenta y una herencia única por ser hijo único... Y una linda chica que cualquier hombre quisiera tener, o sea, yo jajajaja…

Felipe le iba a contestar mirándola fijamente. Le iba a decir que eso no era lo que estaba buscando, que todo lo que le quejaba era eso mismo que su novia le estaba diciendo. Que se había aburrido de todo, que todo le parecía tan superficial y tan vago. Que por primera vez se sentía solo, lleno de interrogantes y que, si seguía así, se iba a volver loco... Y no quería arrastrarla, pues sería muy injusto llevarse a su novia a la infelicidad, de una vida inconforme, tanto para ella como para él. Felipe se quedó callado.

-¿Mi amor te quedaste mudo?...
-No para nada Lorena, tienes razón, lo tengo todo y te tengo a ti.

Felipe cuando terminó de hablar, empezó a besar el cuello de su amada, su amada ya había cerrado los ojos dejándose llevar por el deseo, la pasión. Ambas manos de los dos amantes iniciaban el bello ritual de tocarse mutuamente. Felipe y Lorena empezaban a olvidarse del mundo por un momento, consiguiendo satisfacerse, experimentando la nueva realidad de ese lugar, y proyectándose ya en un amanecer de cantos y de gloria.
Él la subió a su cuerpo, llevándose los senos a su boca, ella seguía con los ojos cerrados entregándose sin ningún reparo, como burlándose de aquel “viejo verde” y mañoso que le estuvo sobando por detrás. “Cuando hay amor no hay barreras”. Se empezaba a decir Lorena besando el pecho velludo de Felipe. Él, muy suavemente entro en ella, como pidiendo disculpas por el atrevido lugar, y ella, ya dentro de él, alucinaba “cabalgar” lentamente como si fuera su primera clase de equitación, dándose varios golpes en el techo del coche de su novio, hasta llegar al clímax de una noche muy diferente e incómoda; pero, a la vez muy apasionante. Felipe terminó primero y ella después.

-No te preocupes mi amor, no estoy en mis días... –dijo Lorena vulnerada en los brazos de Felipe-
-Sí Lore, te creo, te creo…

Los dos estaban echados boca arriba, mirando a la nada y pensado en nada. Lorena empezó a encender y apagar la luz del coche como buscando más motivos para su felicidad. Después dibujó un corazón en la ventana empañada por el sudor de ambos. Inmediatamente puso su nombre y el de su novio adentro del corazón. En ese quehacer donde las palabras sobraban y sólo el presente importaba, Lorena afloró sus más bellas y benditas palabras:

-Felipe, fue maravilloso, eso es lo que me gusta de ti... Que siempre me sorprendes con algo diferente... Fue como nuestra primera vez. ¿Te acuerdas?... En mi casa, donde aprovechamos la ausencia de mis padres... Entregándome por primera vez a un hombre. Y ese hombre eres tú mi amor. Que feliz me has hecho esta noche. Te amo Felipe...

Felipe, se acordaba muy bien de ese día y, no por ser la primera vez de Lorena, sino, porque estaba despechado, había sido rechazado por una mujer donde él se sentía perdidamente enamorado –bueno, en ese momento no sabía que era lo que sentía-, pero aquella tarde se refugió en los brazos de Lorena por despecho, porque había sido traicionado por Susana, su ex novia de la universidad, que todavía él recordaba muy vivamente. Es por eso que, Felipe prefiere no entrar muy seguido a la casa de Lorena, le traen malos recuerdos, se siente preso de culpa sin saber por qué. Felipe pensaba en Susana y se preguntaba a sí mismo. “¿Dónde estará ahora esa perra?, seguro estará con su muerto de hambre, ese tipejo por el cual me dejó. Quién sabe, a lo mejor está en uno de esos coches que se mueven al compás de las olas. Razón tenía el Rockero Pedro al componer y cantar “Mi auto era una rana”. Maldita mujer, por qué siempre te recuerdo cuando siempre hago algo diferente. No es justo que a Lorena le haga esto... Siempre caigo en lo mismo, salgo de la rutina y siempre caigo en un abismo, es por eso que siempre mi vida será aburrida, tampoco no es justo que yo sea infeliz, engañándome a mí mismo y haciendo feliz a otra persona, en este caso a la mujer que está aquí ahora a mi lado.

-Sí, lo sé Lorena, eso nunca lo voy a olvidar... Eres una loca, casi nos ve tu hermanito, Paquito; pero bueno, me gustó mucho tú fuera de serie.
-Que te crees mi amor yo también tengo mis cositas, además, si pienso escribir una novela, mí vida tiene que ser muy vertiginosa y divertida. ¿No crees?...
-Sigues con esa idea de ser escritora... Ay pequeña... Pierdes el tiempo estudiando literatura, y aquí en el Perú, sobre todo... En este país no puedes vivir de letras ni de libros.
-No entiendo Felipe, cómo siempre llegamos a lo mismo... Siempre te empeñas en hacerme quedar como una soñadora de la vida, ironizando mis metas e ilusiones. No te das cuenta que escribir es lo que me gusta hacer, que la carrera que estoy estudiando me apasiona y no me importa que en mi propio país la literatura sea algo para “locos”. Pero mi vocación son los libros y es lo que algún día llegaré a hacer... Soy consciente que los grandes escritores peruanos no radican acá, pero eso es parte de la carrera, además mis metas literarias no están aquí en Lima, lamentablemente, sino, en España donde tengo muchos familiares y amigos.
-No te molestes, estamos hablando... Para mí y perdóname que sea muy duro, eso de escribir un libro y vivir de eso es un “sacerdocio”. Y esos grandes escritores peruanos, bueno, por ahí que un golpe de suerte los ha ayudado. Soy sincero en decirte esto, perdóname, pero es mi forma de pensar...
-¡Claro!, como a ti todo te cayó del cielo, y fuiste criado como un niño de un palacio celestial. No tienes por qué encontrarle a la vida sus cosas particulares y secretas.
-¡Te equivocas Lore! Todo lo que tengo me ha costado.
-Pero con ayuda pues Felipe, cuántos profesionales y no abogados, sino la mayoría de los profesionales, están pateando latas... Y si trabajan ganan un sueldo de porquería... Yo sé que tú te has esforzado mucho por conseguir lo que ahora tienes; pero, si no fuera por las influencias que tiene tu padre, no hubieras llegado a nada.
-¡Maldita sea, por qué tienes que meter a mis padres en esto!... Ellos no tienen nada que ver, por algo estoy viviendo solo todo este tiempo.
-¡Te duele no!... Pero a mí me duele más, cuando veo y siento que el hombre a quien amo, con el cual quiero pasar todo el resto de mi vida, no sea partícipe de lo que yo amo, de mis metas, de mis sueños y de mis ilusiones... Me da tanta cólera ver que, cada vez que hacemos algo bonito, saques a relucir éste tema, con esa ironía tonta de un abogado presumido. A veces me pregunto: ¿Qué es lo que te he visto, cómo me llegué a enamorar de ti?, ¡Claro!... ¡Seguro Quieres que sea como esas secretarias ridículas que se pasan todo el día en el teléfono chismoseando de sus vidas amorosas! Esas secretarias que entre ellas mismas se retan a ver quién se levanta primero al jefe... Seguro Felipe ¿no?.
-¡Carajo!, así que yo ya no puedo dar mi opinión. Entonces Lore, ¿Qué soy yo para ti?, ¿tu perro guardián?, ¿tu objeto sexual?, dime Lore: ¿Qué soy yo para ti?... en fin… no me molestes Lorena. Dejemos los berrinches para después, quieres... ¡Por favor!...

Felipe sabía muy bien que estaba actuando mal. Que le daba cólera y envidia cómo su novia defendía lo que realmente le gustaba. Que ella siendo menor que él, tuviera metas y sueños. Y que a pesar de todo, ella iba a luchar contra viento y marea hasta conseguir ser una escritora conocida. Se repudiaba a sí mismo, por no tener esos cajones. Se odiaba de tener una vida tan rutinaria, aburrida, tétrica y egoísta. Y era verdad que le dolía que le nombraran a su familia, pues era consciente que si no fuera por su padre que, también es un abogado de renombre, ya retirado, él no hubiese alcanzado el éxito. Un éxito para los demás, para todo su entorno, mas, no para él.

Lorena estaba totalmente molesta, su rostro era fuerte, desafiante, tenía el ceño prolongado y eso la delataba. Lorena sabía lo que tenía que hacer, empezó a vestirse y sin mirar a Felipe le dijo:

-Por favor Felipe llévame a mi casa, por favor.
-Lorena, sé que no fue el momento ni el lugar para tocar este tema, lo lamento de verdad.
-Siempre es lo mismo Felipe, cuántas veces lo has lamentado... ya no recuerdo. Por favor, puedes llevarme a mi casa o quieres que me baje y tome un taxi... esta noche lo has echado todo a perder.
-Pero si te ibas a quedar toda lo noche conmigo, Lore… ¿Y qué le vas a decir a tus padres?.
-No me importa, inventaré cualquier cosa, así que llévame a mi casa o quieres...

Lorena ya se había vestido y sin ponerse nerviosa empezó abrir la puerta del coche de Felipe, pero él la detuvo y le dijo:

-Está bien Lorena, cierra esa puerta, ponte el cinturón, vamos, te llevo a tu casa...

Felipe hizo contacto con la llave del coche y en la penumbra divisó una silueta de un hombre con una cajita colgada en el cuello y se preguntó a sí mismo, “¿no será ese el mirón que mis amigos en el despacho me comentaban?”. Felipe con una rabia de perro bajó la luna de la puerta del coche, sacó la cabeza y empezó a gritar como loco...

-¡Mirón de mierda!, ¡Hijo de puta, te voy a matar!...

Felipe empezó a acelerar enfurecido, sin importarle que su novia estuviera a su lado. Con la mirada fuera de sí, quería investir la silueta del supuesto mirón.

-¡No quiero que nadie me mire, ya va a ver ese mirón de mierda!...
-¡Felipe que vas hacer!, no ves que es un pobre vendedor, que se gana la vida honestamente.
-Qué vendedor, es un mirón, que se gana, eso sí, la vida mirando a las parejas en escena.

Lorena, consternada, desesperada, movía la cabeza en señal de desaprobación, sin quedarse callada, también ella gritó:

-¡Estás loco Felipe!... ¡loco de verdad!...

Felipe al escuchar a Lorena, frenó bruscamente, al frenar hizo una ola de polvo. Empezó a golpear con todas sus fuerzas el timón de su coche de lujo constantemente con las manos. Totalmente descontrolado miró a su novia, volvió a hacer contacto con la llave del coche, hizo una curva media extraña y, sin pensarlo dos veces, se fue de ese lugar. Endurecido por la rabia y ya varios metros de ese lugar se puso a pensar. “Lore tiene razón, estoy loco, ¿Qué pensaba hacer?, ¿matarlo?, no, totalmente un loco de atar”.

Cerca de la casa de Lorena en Magdalena del Mar eso de las tres de la madrugada, Felipe se dio cuenta que su novia no le había mirado, ni hablado en todo el trayecto. La notó muy molesta y no era para menos. Con una rapidez mental Felipe puso de nuevo la música de Gianmarco, para a ver si todo volvía a su cause, con la sonrisa vaga e inocente se empezó a decir a sí mismo:
“Eso es lo que me gusta de ti Lore, que no te dejas pisar el poncho, que eres muy fiel a tus principios y que la última decisión las tomas tú. Una mujer con carácter y no esas mujeres aburridas de oficina, como dices tú. Es por eso que me fije en ti Lore, aparte de tu belleza y tu buen cuerpo, está esa personalidad que sale a flote en cualquier lugar, la clase no se compra, uno nace con ella”.
Felipe estacionó su coche una cuadra antes de la casa de Lorena, en el mismo lugar de siempre. Ambos quedaron en silencio mirando la noche serena. Felipe bajó el volumen de la música, y fue él quien dio el primer paso.

-Lore, lo siento... Soy un estúpido, perdóname.
-Felipe, estoy cansada de perdonarte, pareciera que lo haces a propósito. Yo no quiero jugar a las peleas y después a las reconciliaciones. No te das cuenta que me duele mucho cuando piensas así... Te crees invulnerable, que nadie puede humillarte o decir que eres un abogado de mala muerte. Yo necesito un hombre que comparta mis metas, mis sueños... No una persona que por el simple hecho que su novia sea mujer subestime todo lo que haga.
-Lore, yo simple y llanamente he dicho lo que pienso... Y no pienses que soy invulnerable... Por favor... Yo respeto mucho a la gente por lo que hace, no trates de maximizar un simple comentario que, dicho sea de paso, te ha aludido.
-Sabes qué Felipe, déjame que me vaya, y hablamos de esto otro día. Sigo con el diablo adentro, gracias por todo... Aunque no creas esta noche ha sido maravillosa. Pero lamentablemente lo atrofiaste y, eso no, ya es mi culpa.
-Me vas dejar así Lore, con las palabras en la boca... Ya te he dicho que me perdones, ¿Qué más quieres que haga?.
-¡Nada!... ¡sólo dejemos esta conversación para otro día!...
-¡Eres insoportable y terca Lore!, ¡Está bien vete de una vez!...

Lorena no quiso mirarlo y sin darle un beso abrió la puerta del coche y se fue caminando, casi corriendo, no llegó a voltear, solamente llegó a la puerta de su casa, buscó su llave, abrió la misma, ya adentro de sus aposentos, empezó a llorar.
Felipe se dio cuenta que su novia estaba aguantando las lágrimas, golpeaba otra vez el timón de su coche, “¡carajo, que terca es!, uno quiere arreglar las cosas y ella se empeña en seguir malográndolas. Que se vaya, ya estoy cansado también, yo soy un Córdova y sólo rogamos una sola vez”.

Lorena al entrar a su casa no quería hacer ruido, pero fue inevitable. Su perrita, Peloncita empezó a ladrar como presintiendo que algo le pasaba a su dueña. –no se equivocaba-. La madre soñolienta también escuchó aquellos ladridos que le llegaron a despertar. Sobre todo sintiendo la presencia de su hija. La madre miró el reloj de pared y se percato de la hora, “las tres y media de la madrugada, Dios que tarde que es”. Salió de su cuarto dejando a su esposo, el padre de Lorena, durmiendo sin que él se diera cuenta de nada. Ya en la sala junto al comedor no pudo evitar su sorpresa de ver a su hija, Lorena, sentada al lado de la mesa del comedor, con un vaso de agua en un mar de lágrimas. Sin que Lorena se diera cuenta, ya su madre estaba a su lado diciéndole:

-¿Se pelearon, no? Ay hija... Mi Lorena, tu piensas que no me doy cuenta cuando me mientes... Que sé muy bien cuando estudias y cuando sales con Felipe... Hija mía se te olvida que soy tu madre, que te conozco como la palma de mi mano. Pero te dejo ser feliz, porque sé muy bien que tu padre y yo te hemos criado bien, con valores, principios y, sobre todo, con todo el amor del mundo... a pesar que siempre serás nuestra pequeña, sabemos muy bien que ya eres todo una mujer y que ya te crecieron las “alas” y que tienes todo el derecho de volar... Estamos muy satisfechos por todo lo que te hemos inculcado, gracias a Dios. Si me hago la loca a veces, es por tu padre, él todavía no entiende que los tiempos han cambiado, que esta juventud es muy diferente a la juventud del ayer... Pero tienes que tener presente que siempre vamos estar ahí, contigo, tu padre y yo... Siempre mi Lorena. ¿Cuéntame, qué paso ahora...?

Lorena alzó la mirada y con lágrimas en los ojos abrazó a su madre diciéndole:

-Mamá, no me comprende... Se empeña en hacerme infeliz, no comparte mis sueños, mis metas... A veces siento que estoy sola, muy sola. Y la rabia que me da, es que, lo amo, nunca me había enamorado así. Tu sabes mamá, cuantos pretendientes he dejado de lado para estar con él, incluso tu pretendiente favorito, Miguel... Pero, por qué me tengo que enamorar justo de Felipe, de una persona muy egoísta... Que subestima a todo el mundo, claro, porque es un personaje conocido y exitoso. Pero se equivoca que le voy a estar rogando por su amor... Está muy equivocado... Yo soy una Rodríguez a mucha honra, y más aún, soy una mujer.
La mamá de Lorena ya se imaginaba, cual era el meollo de la discusión. Pero ella como siempre y, como antes, siempre se mantuvo al margen de rollos de enamorados. Cuando lo conoció a Felipe, en el día del cumpleaños de Lorena, a simple vista supo que no era para su hija, que iban a tener muchos problemas y que la única ilusionada era Lorena, mas no, él.
Pero ella sabía muy bien que por más que le digiera a su hija, que ese chico no le convenía para su futuro, que nunca le gustó y, que siente muy dentro de su corazón, que no le ama, como ella a él...eso, sería en vano decirlo y perdería su tiempo. Sólo atinó a decir lo que su corazón de madre en ese momento le dictaba.

-Tienes que comprenderlo Lorena, él quizás no quiere lastimarte, sino, pienso que él tiene otra forma de pensar... Digamos es una persona cuadriculada, donde no exista los errores o el presente, solamente el futuro. A una persona que esté bordeando los treinta ya es muy difícil de cambiar... ¿No crees? Tienen que hablar, entenderse y siempre llegar a una solución. Hija yo no me quiero meter en tu vida amorosa, ya eres adulta y sabes muy bien como salir de esto... Imagino que Felipe al no compartir tus metas no lo hace porque quiere tu mal, sino, que él tiene otra manera de ver las cosas y no se da cuenta que te está ofendiendo. Ahora vamos para tu cuarto te pones tu pijama y mañana estarás mejor con otro panorama y con otra perspectiva de las cosas. Nunca pienses en lo peor, trata de buscar siempre una solución.

-Está bien mamá, tienes razón...
-Ya verás que mañana todo será más fácil.

Se fueron las dos directo al cuarto, Lorena se echó en su cama, no si antes darle un beso a su madre, como diciéndole gracias por todo, su madre hizo lo mismo acomodándole su lindo cabello. Salió del cuarto de su hija con una lentitud de tranquilidad. Lorena se levantó apenas vio que su madre ya no estaba en su cuarto. Aseguró la puerta con llave, buscó el último peluche que le había regalado Felipe y, sin pensarlo dos veces, le metió una patada al mismo. Cayendo éste en el suelo. Y de inmediato prendió su laptop y se puso a escribir. Con una sonrisa de malicia y acordándose de lo sucedido, se puso a pensar en voz alta:

“No sabes la historia que tengo Felipe, ya quiero ver tu cara, cuando leas mi primera novela”.

(…)

Felipe llegó a su casa muy enojado, y esta vez no le recibió el guardián de su casa. Bajó de su coche, cerró la puerta y empezó a buscar a Fermín. No lo divisaba por ningún lado. Se acercó a su caseta de vigilancia muy sigilosamente y lo encontró durmiendo haciendo un ronquido muy exagerado. Felipe le miro sin mirarlo, desviando la mirada como buscando respuestas; y en ese buscar, empezó hablar solo... “A ver dime Lorena, si no respeto el trabajo de los demás... cualquiera despertaría a su guardián para que siga con su trabajo... Pero yo sé cómo trabaja éste hombre... Y ya ves, no me jacto por lo que tengo, ni menosprecio a nadie, y tampoco soy un patán que no sabe reconocer el trabajo honesto”.
Felipe entró a su casa, aseguró bien su puerta, con una mirada displicente miró su reloj y se dio cuenta que el tiempo había sido cruel con él. Pues pensaba salir por ahí a distraerse y dejar en el olvido el percance que sufrió con su novia. Buscó descanso en su mueble preferido, sacándose los zapatos también buscó su celular para jugar con él, empezó a depurar los mensajes y los números telefónicos de las personas olvidadas de su entorno. Y en ese juego, cayó con el número de Susana. Hizo una mirada en el vació recordado la última vez que la vio y que hicieron el amor. Ella estando con su novio y él estando con Lorena. “Seguirá con el mismo número, y si la llamo y me dice que está sola... Que vaya a su casa. Maldita mujer por qué no te me quitas de mis pensamientos y deseos. Nunca te voy a perdonar tu traición. Pero ahora necesito de ti, soy muy vulnerable a mis deseos, a mis ganas y nadie hace el amor como tú Susana”. Felipe reaccionó tirando su celular en el mueble de al lado, agarrandose la cabeza empezó a odiarse a sí mismo sin saber qué hacer.
“No... Estoy loco, prometí nunca más llamarla y buscarla. Lorena no se merece esto. Ya le engañé una vez y me sentí de lo peor. Además como dice Lorena, hoy ha sido maravilloso. Lastima que duro muy poco, pero igual, no tengo por qué quejarme.Felipe se dio cuenta que estaba bostezando, se puso de pie, busco relajarse, ponerse cómodo. Caminó hacia la nevera... Sacó el vino que, supuestamente después de hacer el amor, iba a disfrutar al lado de su novia hasta retomar las ganas de hacerlo de nuevo. Se sirvió un trago y caminó lentamente hacia a su cuarto. Ya en su cama con la copa de vino en la mano se puso a pensar en muchas cosas, llegando siempre al tema de su novia. “ Ay Lorena, Lorena, no sé qué hago contigo... Si somos tan diferentes... Pero gracias por esta noche, hoy más que nunca me sentí muy vivo, hace tiempo no vivía el presente con intensidad, gracias pequeña...”. Dejó su copa de vino sobre la mesa de noche, se echó en forma horizontal acomodándose con las dos almohadas y la sabana blanca. Sintió frió de madrugada. Cerró los ojos y esperó muy tranquilo que el oleaje sueño le llegue a mojar.


(Lorena y Felipe escuchaban esta canción minutos antes de llegar a la Costa verde, ella sobre su hombro y él manejando sin miedo por todo el circuito de playas; despues, la volvio a poner, pero ya Lorena estaba enojada y...)




(Felipe, con esta canción recordó a Susana, entre la ira y el despecho, se imaginaba verla entre los autos moviendose al ritmo de esta canción del gran Pedrito)

Comentarios

  1. Hola Iván, leyendo el primer capítulo de tu novela, muy interesante, entiendo perfectamente a tu protagonista, lo podemos tener todo, pero no es suficiente para ser feliz plenamente...esperare hasta la proxima semana para el próximo capítulo. Suerte

    Campo de Almas

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  2. Gracias amiga. Y el segundo capítulo, es otra historia, cuidate mucho y gracias.

    Iván.

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Gracias.

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