CAPÍTULO FINAL

EN LA MISMA VEREDA. Final.

Un año después...



Un año después en Lima, capital del Perú. Un año después y todo seguía igual; mas no, para Eduardo, que su vida se veía otra vez iluminada por su segundo hijo que estaba en camino. El amor se consolidaba para Claudia y Eduardo. Ambos estaban muy felices, y no era para menos. Porque ya sabían que el nuevo retoño iba a ser una mujercita. Acababan de salir de la clínica, Claudia traía en la mano un sobre donde estaba su último examen, de una de las tantas ecografías que se había hacho, donde ambos pudieron ver, las manitos, la cabecita y piecitos de la hija tan esperada. Eduardo no podía contener su alegría, su felicidad, nunca se sintió tan feliz. Pero Eduardo le tenía otra sorpresa a Claudia. Y ella no sabía nada, ni se lo imaginaba. Ya en casa de los padres de Eduardo, él mismo la tomó de las manos y se la llevó hasta el mueble, la hizo sentar con delicadeza tocándole el vientre de ocho meses dejándose llevar por la inocencia de su hija en camino. Claudia se extrañó por tanta dulzura elevada al infinito, tanto así, que lo veía a Eduardo como su tercer hijo, el esposo y padre perfecto. Ambos quedaron en silencio, y Eduardo aprovechó aquel silencio tan tierno, para contarle la sorpresa que le tenía guardado a Claudia:

-Amor, estoy muy feliz... Gracias por éste nuevo bebé, que ya sabemos que es una niña. Eres la única mujer que me ha hecho tan feliz durante todo este tiempo, te amo Claudia.
-Yo también te amo Eduardo, porque eres el hombre que quiero para toda la vida, y ahora, que vamos a tener una hija, quiero que ella tenga tus ojos, porque en tus ojos veo que soy la mujer más amada del mundo.
-No, ni hablar Claudia, mi hija se tiene que parecer a ti, tú eres la mujer más bella del mundo.
-Bueno, un poco de mí, y un poco de ti, porque es nuestra hija Eduardo y ahora más que nunca somos una familia feliz.
-Sí mi amor, pero ahora que hablamos de familia, hay que hablar de otras cosas...
-¿Por qué tan misterioso amor...?
-No sé...
-¿Qué me estás queriendo decir, Eduardo...?
-Señora mía, prepárese para la sorpresa...
-Amor no juegues así, porque ha sido suficiente por hoy.
-Jajajaja, te lo tengo que decir amor...
-Ya Eduardo, estoy preparada, dímelo.
-Claudia, amor mío, he comprado la casa que tanto te gusta... Sí, y no me mires así, la casa que siempre veías con mucha ternura... la casa de tu vida.
Eduardo sacó de su bolsillo las llaves de la casa, dividida en la llave de la cochera, de la puerta principal, de la puerta secundaria y la de la puerta de emergencia.
-¡No mi amor, no lo puedo creer...!, ¡Al fin nuestra casa, para los cuatro...!, Te amo Eduardo.
Claudia no podía contener su felicidad mayor, nunca imaginó tantas emociones juntas.
-Mañana mismo si quieres nos mudamos amor. Yo también me siento muy feliz.
-¿Mañana, Eduardo...?
-Sí Claudia, ¿por qué la pregunta...?
-No sé amor, aquí en esta casa hemos pasado tantos momentos felices, junto a Eduardito. Tus padres que han sido una maravilla. ¿Sabes amor...?
-¿Qué Claudia...?
-Somos animales de costumbres, y más aún, cuando hay amor de por medio.
-Es una gran verdad, Claudia, pero ahora dejemos la nostalgia para otro día... Vamos a empezar de cero. Ahora sólo vamos a estar los cuatro en nuestra propia casa que tanto hemos querido, que tanto hemos soñado amor...
-Sí, tienes razón amor, mañana empezará otra vida diferente, una nueva vida... Los cuatro y nadie más.
-Así se habla amor. ¿Y qué nombre le vamos a poner a nuestra hija...?
-No sé, pensemos en uno. Pero que sea natural, donde nos mojemos los labios de alegría al llamarla, cuando esté jugando o haciendo alguna travesura...
-A ver, pensemos... Tantos nombres bonitos y no se me ocurre ninguno...
-A ver Eduardo, déjame ayudarte. Yo siempre he tenido este nombre en mente... Pero si a ti no te gusta, normal...
-No hay problema, dímelo Claudia...
-El nombre para nuestra hija, que siento mucha ternura al pronunciarlo es, Isabel...
-Mmmm, Isabel... Jajajaja que lindo nombre amor... Claro que me gusta, Isabel se va a llamar nuestra hija.
-Sí, te gusta, entonces desde ahora la llamaremos así... Isabel.
-No faltaba más, porque ya es una niña muy linda... Isabel, hola Isabel, me escuchas... Soy tu papi, te gusta tu nombre...

Eduardo le hablaba así a su hija de ocho meses de vida en la barriga de su esposa Claudia, y ella moría de ternura al verlo como si fuera un niño.

-Mejor momento no podían pasar, y si la vida tiene esa racha de felicidad, solamente nos queda ser feliz y nada más. Y no hay que darle más vueltas, que creo yo, es perder el tiempo.-

(...)

Lorena miraba la noche por su ventana, lo hacía casi todos los días. Era el único momento donde podía pensar a gusto, y aquella noche no era la excepción. Ya tenía un año y un mes en Madrid, España. Y en dos días presentaría su primer libro, por fin... Un año de lucha constante para que una editorial importante y seria, reconozca sus letras y le publique su libro. Nunca pensó Lorena que iba a ser tan difícil publicar un libro en aquel país, pero, al fin pudo llenar las expectativas de un grupo de gente experimentada en su oficio. ¿Felicidad?, quizás no era la palabra adecuada cómo se sentía Lorena, sino, un buen comienzo sería lo correcto. Pero por fin, iba a publicar su novela titulada “Ojos ciegos en tu alma”, por fin, iba a estar a la vista de todos los españoles que siempre buscan un libro para escapar de aquel sofocante trabajo cotidiano. Para Lorena, la vida de escritora le resultaba apasionante, sobre todo, en Madrid alejada de su Lima querida, y de ese amor olvidado, que tenía un solo nombre, Felipe, que todavía recordaba muy vivamente, más aún, cuando escuchaba hablar de Perú por las noticias o periódicos de Madrid. Pero todo ese amor olvidado que sintió alguna vez, ya ella lo llamaba nostalgia. Simplemente un pasado para recordar. Solamente para recordar. Miraba hacia atrás en el tiempo y recordaba que antes no le gustaba estar sola, le daba miedo, pero en Madrid su soledad le llenaba de muchas satisfacciones, sobre todo, a la hora de escribir. Lorena al principio estaba viviendo con Miguel, pero no se adecuó debidamente, por eso decidió vivir sola. Más aún que su novela se iba a publicar, la independencia fue muy oportuna en su caso. Se compró un gato para salir de su soledad, un gato hermoso llamado, Codito, un felino que le daba la tranquilidad necesaria cuando llegaba totalmente estresada por las noches. Pero extrañaba mucho a su perrita, Peloncita. Lorena estaba haciendo todos los papeles para que Peloncita pueda viajar a España y así se reúna con ella. Se moría de las ganas de abrazar a su perrita, no veía la hora de que por fin estén los tres juntos. Con el dinero que recibió de antemano por su primer libro, la tranquilidad económica ya no era un problema para Lorena. Así por fin pudo llevar una vida razonable en Madrid. Lorena estaba muy triste por su amigo Miguel, porque todavía seguía buscando una editorial que publique su libro, su novela. Pero lamentablemente no había tenido mucha suerte, y quizá, ese también fue el motivo detonante de aquella separación. No quería verlo triste a su amigo Miguel. Ella sabía muy bien que la novela de Miguel “Silencio de muerte”, le faltaba más vértigo. Carecía de variantes y eso hacía que la trama fuera muy monótona y a veces caiga de aburrida. Lorena fue sincera con Miguel, le dijo con toda sinceridad lo que opinaba de su novela. Pero Miguel no le hizo caso, orgullo de escritor, donde ella no se podía meter ni tocar.
Lorena se acordó de Úrsula, hace cuatro meses no hablaba con ella. Pero hasta lo que sabía, su amiga se encontraba muy bien, trabajando en una universidad, y en una editorial. Todavía no había presentado ningún libro en Perú, pero muy pronto terminaría uno. Lorena se empezaba a reír mirando su laptop y releyendo el correo de su amiga Úrsula de hacía cuatro meses. Donde le decía que estaba enamorada, y que muy pronto habría planes de boda. Su novio se llamaba Iván y era un exitoso ingeniero de sistemas. Lorena sonreía en el silencio porque había en el correo una parte donde le contaba, Úrsula, cómo llegó a enamorarse de un hombre muy diferente a lo que ella hace y piensa. Cómo se habían tenido que compenetrar y entender para que las cosas entre ellos caminasen de la mejor manera. Lorena con ternura y otra vez con envidia sana, comprendió a su amiga y le acompañó en la distancia en toda su alegría. Lorena quería llamarla, pero no quería sentir esa envida sana y colgó el auricular y buscó a su gato codito y lo empezó a acariciar. Quería llevarse un cigarrillo a la boca, pero ya hace siete meses que no fumaba. Promesa que seguirá cumpliendo porque detestaba toser por las noches producto del humo del cigarro. Diez de la noche en Madrid y en el departamento de Lorena sonaba el teléfono, ella que estaba ya quedándose dormida, caminó para contestar de una manera displicente:

-¿Aló...? –dijo Lorena-
-¿Nerviosa...?, en dos días presentas tu libro... –dijo Miguel-
-Hola Miguel, sí, un poco, pero ya no hay marcha atrás...
-Así es señorita, tranquila Lorena, todo va a salir de maravilla.
-Miguel ¿vas a ir, no?
-Mmmm, no... Jajajaja, claro que estaré ahí, yo siempre voy estar donde tú estés.
-Gracias Miguel. Lleva tu manuscrito, tal vez ese día tengas suerte.
-No, gracias. Voy a empezar a escribir otra vez, ya está decidido.
-No Miguel, no hagas eso, a tu novela sólo le falta arreglar algunas cosas, a mí me gusta de verdad...
-Lo dices porque eres mi amiga, pero mi novela no sirve, Lorena. Si a ti te gusta mi novela, gracias de verdad, pero creo que tú eres la única a quien le gusta mi horrible novela...
-No seas orgulloso, Miguel, vamos yo te puedo ayudar...
-Con qué tiempo, Lorena, cuando presentes tu libro vas estar con el tiempo que te falta, no te das cuenta; en dos días empieza de verdad tu carrera como escritora.
-Siempre hay tiempo para los amigos...
-Sí, en eso estoy de acuerdo contigo... Yo siempre seré tu amigo y creo que de ahí no pasaré.
-Miguel, no empieces por favor, no me hagas sentir mal.
-Vamos Lorena por qué no lo intentamos otra vez, sólo te pido otra oportunidad...
-Miguel, ya lo intentamos y no resultó, no insistas. Nosotros estamos predestinados solamente para ser amigos toda la vida. Yo sé que me amas, pero el problema soy yo, Miguel. No puedo corresponderte por más que quiera, no puedo.
-No sé por qué te cierras al amor. Abre tu corazón Lorena. Estás en España, en pocos días empieza la vida que siempre soñaste y no entiendo por qué demonios siempre tienes que traer el pasado...
-No te entiendo, Miguel... No sé de qué hablas.
-Hablo, de Felipe, Lorena... Sí de él... Ya tienes que olvidarlo, borrarlo de tu vida. El te traicionó con otra, te hizo daño, nunca te quiso; entonces por lo que más quieras, Lorena, es inútil que te aferres a los recuerdos. Vive tu presente.
-Felipe está olvidado, Miguel...
-No te creo...
-De verdad...
-Entonces, cómo Úrsula me ha dicho que sigues preguntando por él.
-Es Lógico, estaba ad portas de casarme con él. Cuantos sueños, ilusiones, momentos que pasé con él. Es coherente que quiera saber cómo se encuentra. Pero ya no siento amor, prácticamente todo el amor que sentí por Felipe, él mismo lo destruyó por completo. Y la traición fue la gota que derramó el vaso. Pero el mal no le deseo, que le vaya muy bien. Que sea feliz Yo ya le perdoné, y créeme Miguel, estoy tranquila con mi conciencia.
-Entonces, por qué no empezamos otra vez, tú y yo, Lorena. Dame otra oportunidad, podemos ser felices, amor...
-Yo no te amo Miguel. Cuanto quisiera amarte, pero no me nace hacerlo... Entiéndeme por favor. No te quiero hacer daño. Ya lo hice una vez y casi pierdo tu amistad. Y esa amistad es lo más valioso que tengo hoy en día.
-Lorena, me haces sentir mal con tus palabras... Pero seguiré insistiendo, porque sé que algún día me vas amar. No pierdo las esperanzas, pero no te preocupes siempre estaré a tu lado. Nada de resentimientos, nada de nada. Que duermas bien, mi amor...
-Lo siento Miguel... En dos días te quiero ver ahí... No me falles.
-Está bien Lore y mucha calma pequeña, todo va a salir bien, te lo prometo...
-Eso espero Miguel, bueno, chau, hablamos...
-Hablamos, Lore...

Lorena colgó de una manera lenta el auricular, le era imposible amar a Miguel. Ya lo había intentado, pero no había resultado. Volvió acariciar a su gato, codito, buscando respuestas a su tormentosa vida sentimental. Felipe y Miguel. El primero estaba en el olvido. Nostalgia sin querer retroceder el tiempo. El segundo, la horma de su zapato, en gustos y en colores. Pero Lorena no lo amaba, y eso destruía toda posibilidad de acercamiento. Cerró los ojos y pensó en el día tan esperado. Pensó en su libro. También pensó, si otra vez, se iba a enamorar con tanta intensidad como lo hizo con Felipe, su primer hombre. O esta vez se guardaría algo para ella. Se le era muy difícil imaginar que se entregaría por completo a otro hombre, tendría sus miedos ocultos en cada palabra. “¿correría el riesgo...?”, se preguntaba ahora mirándose en el espejo. Al mirarse se encontraba bella, con vitalidad, con elegancia; se soltó el listón de su cabello y su belleza aumentaba sin proporciones. “Lorena, en dos días te comes al mundo entero, en dos días todos verán mi arte, mi sueño, hecho una realidad. Me llamaran: La escritora Lorena Rodríguez, y yo estaré feliz, realizada... El amor quizá llegue con el tiempo, soy joven, veinticinco años, tampoco no te tengo necesidad de buscarlo, pero...”
Lorena dejó de mirarse en el espejo, se acordó de algo, volvió a mirar su laptop, y muy ansiosa revisó su correo. Empezó a abrir esos e-mailes anónimos que antes no les tomaba importancia; hace tiempo había agregado a un desconocido a su hi5, pero el sujeto no mostraba identidad, ni fotos, solamente notas y cartas. Pero ahora sentía mucha curiosidad por todo su cuerpo. Abrió el primer correo, empezó a leer lentamente, al terminar de leer hablaba en voz alta. “Se trata de un admirador anónimo; por la forma de su escritura, creo que no es de aquí de Madrid.” Y volvió abrir otro correo, y después otro, así hasta terminar de leer todos los mensajes. Cada e-mail de su admirador anónimo le trasmitía paz... En el último correo y con unos poemas de Pablo Neruda y la poesía de Cesar Vallejo, el señor anónimo dejó su número telefónico. Lorena, ya estaba con el auricular en la oreja derecha, al marcar el número; escuchó el sonido del teléfono de su admirador. “¿Quién será...?... No contesta... Será Felipe... No creo, a él nunca le gusto la poesía, este número no es de su casa de San Isidro, ni muchos menos de las casa de sus padres... Pero el código es de Perú, de Lima... Y si es Miguel, No... Miguel está aquí conmigo, no tiene por qué hacer esto...”
Lorena al no recibir respuesta, colgó el teléfono. Mañana a la misma hora lo llamará de nuevo y saldrá de dudas. Caminó cansada hasta su cuarto, y entre sus manos miraba el último correo impreso de su admirador anónimo. Pero sin dejar de pensar, quién sería el misterioso personaje reflejado en los versos de Cesar Vallejo y Pablo Neruda. “¿Quién Será éste tipo...?”

(...)

A falta de un mes para cumplir treinta años, Felipe, se encontraba en su estudio revisando los casos pendientes. Trabajando sin contemplaciones. Su amigo Eduardo y colega de trabajo se había ido de vacaciones a la linda ciudad de Arequipa. Vacaciones bien merecidas para Eduardo y familia, pensaba así Felipe sentado, dándose un respiro en su trabajo. “Carajo, mi amigo se va por el segundo hijo, que alegría... Bien por ti Eduardo, te lo mereces... Porque eres empeñoso en el trabajo y muy inteligente. Has demostrado ser un padre y un esposo ejemplar. Siempre estuviste convencido de aquello... Y ahora con la seguridad de que ya tienes tu casa, llegas a consolidarte como un gran triunfador en la vida. Quién lo diría abogado perdedor... Quién lo diría...
Felipe se puso de pie y cayó en el abismo perdido de mirar la foto de su graduación, junto a todos sus amigos, ahora colegas que terminaron la universidad junto con él. Haciendo memoria empezó a sonreír, acordándose de los buenos momentos que pasó en la universidad. Lugar donde era feliz, completamente feliz.
No pudo evitar la desazón, de que la mayoría de sus amigos, incluyendo a Eduardo, todos los que estaban en la foto que Felipe miraba con nostalgia, prácticamente ya tenían una familia... Un camino claro a seguir... mas no Felipe, que seguía trabajando, recuperándose del fracaso amorío que le había dejado, Lorena. Muchas veces estuvo a punto de ir a España, sin ninguna brújula en busca de Lorena, pero nadie le dio razón, ni alguna dirección, teléfono, correo etc... Cómo poder ubicarla. Se presentó no se cuantas veces en la puerta de casa de Lorena para averiguar la dirección, pero la madre le negó rotundamente cualquier información, afirmando que era mejor dejar las cosas como habían pasado. Felipe después buscó a Úrsula, pero fue inútil... Es ahí donde Felipe se enteró que Lorena no se había ido sola a España sino con Miguel el eterno enamorado de su ex novia. Felipe siempre supo que Miguel estaba enamorado de Lorena, pero en aquel tiempo, ahora agarrándose la cabeza, no le importaba. Felipe, estuvo confiado de su propia suerte... Así pasó los días buscando información, pegado al teléfono por horas, sin tener alguna señal, escribiendo cartas sin destino, pero en fin; fueron cartas de amor, un amor que un año entero lamentablemente, él solo sintió.
Felipe Córdova, había perdido varios casos en todo aquel año de esperanzas rutinarias, en cambio su amigo Eduardo había ganado muchos casos. Ahora los clientes lo preferían a Eduardo, por sus constantes victorias. Cosa que Felipe por una parte le incomodaba, pero por otra parte ya no tenía que encargarse con todo el trabajo. Todavía se acordaba cuando tenía que inventarse algún caso para su amigo Eduardo, y así no poder verlo llenar crucigramas por horas y semanas. El alumno supera al maestro, se decía Felipe con mucho orgullo... Porque Eduardo siempre fue su amigo y nunca dejara de serlo. Felipe sintió el llamado a la puerta.

-Adelante... –dijo Felipe-
-Buenos días, doctor Córdova... –dijo la secretaria-
-Sí dígame...
-Aquí está el periódico...
-Ah, gracias... Déjelo ahí, en la mesa...
-Se le ofrece algo más, doctor...
-No, gracias...
-Permiso, doctor...
-Suyo...

Felipe volvió a sentarse no si antes mirar la vida económica, política, cultural y policial del Perú, que estaba impresa en el periódico que le acaban de traer. Su economía en estos últimos meses no había aumentado, pero tampoco había disminuido. Haciendo un paralelo con la realidad de su país, podía estar tranquilo. A pesar de la caída del dólar, Felipe estaba muy seguro con su buena cuenta en el banco. Eso de una buena manera lo tranquilizaba. En lo político, siempre estuvo de acuerdo con el gobierno de turno. Sin oposiciones, ni ligamientos al mismo. Solamente con la opinión de que, sí hay un presidente que nos representa, tenemos que brindarle todo el apoyo necesario. Quizás parte de su éxito, se debía a la manera de actuar de cada gobierno de turno. Felipe sabía muy bien adecuarse a la situación de una manera inteligente y eficaz. No era un dinosaurio en el olvido. Felipe volvió a mirar el periódico y como que no quiere la cosa, llegó a mirar la sección de cultura, no pudo dejar de pensar que algún día el periódico le iba a sorprender por la publicación del libro de una escritora peruana que triunfa en España. Esa escritora sería Lorena Rodríguez más que una alegría de ver a su ex pareja realizada como tal, estaba el contenido que pudiera tener aquel libro en escena. Encontrarse en aquel libro podía darle una esperanza remota de saber donde podría comunicarse con ella. Felipe necesitaba pedirle perdón, sacarse esa espina del corazón, que no le dejaba dormir, pensar y alucinar. “Lorena siempre te gustó tu carrera, nunca te echaste para atrás a pesar de mi estúpido egoísmo. Siempre luchaste por lo que querías y ahora debes estar demostrándoles a los españoles tu arte, tu vida... Donde quiera que estés, Lore, que te vaya muy bien, Lorena... Lorena ¿no?, la escritora que nunca puede ver...”
Así Felipe llegó a mirar la sección que más le gustaba del periódico, la sección de policiales. Sin aterrorizarse de los acontecimientos plasmados en las columnas de asesinatos, suicidios, violaciones, robos etc... Llegando siempre al mutismo pensamiento, que la vida cada vez es más dura y ajena. La sección de policiales a Felipe lo dejaba muy indignado, y era una aliciente para seguir alimentando aquel abogado imparcial y riguroso que siempre vivirá en él, de por vida. Herencia de su padre que Felipe ha podido llevar con creces todo este tiempo. Al voltear la hoja del periódico, su mirada quedó penetrada en un titular sobresaliente que lo separó de aquel mutismo serio e indiferente, para llevarlo hacia el recordatorio de una venganza pendiente.

“CAPTURAN A BURRIER Y NOVIO EN AEROPUERTO JORGE CHÁVEZ, CON DOS KILOGRAMOS DE CLORHIDRATO DE COCAÍNA. EN CÁPSULAS INGERIDAS TANTO POR EL HOMBRE COMO POR LA BURRIER.”

Felipe, miraba la foto del titular sin pestañar, reconoció a Susana y a su novio Arturo. Volvió a leer entera la columna cerciorándose de los apellidos. Susana Newton y Arturo Chipola. “Carajo, la vida sí que da vueltas… ahora pues Susana... ¿Qué me dices ahora?, el que ríe último ríe mejor... Jajajaja, siempre te gustó la plata fácil, siempre te gustó la vida fácil y al final estas son las consecuencias. Por lo menos un par de años bajo rejas, es lo que te espera Susana. Bueno, cada uno elige su destino. Seguro vas a querer que te ayude, quizá lo haga o quizá no... Tan poco me importas, que me da igual ayudarte o no... Jaja, el que ríe último ríe mejor. Bueno, a seguir trabajando Felipe.”
Felipe cerró el periódico sin mirar la sección de deportes, nunca le gustó el fútbol, con excepción del tenis. Se puso a hacer una línea del crucigrama que estaba al final del mismo, para después seguir con su trabajo sin contemplaciones hasta la hora de salida...

-Sí papá, espérame... Esta vez si te gano, así que vete preparando para la derrota... –dijo Felipe en el teléfono en su despacho, poniéndole punto final a su trabajo-
-Jajajaja, estás seguro, hijo... Mira que después no acepto revanchas. –dijo Don Ernesto-
-Jajajaja, con tal que no hagas trampa...
-¿Yo, haciendo trampa...?, por favor, hijo... Conmigo no existe ese dicho, de que el alumno supera al maestro...
-¿Tú crees, papá...?, mira que últimamente me he puesto una fiera en el golf...
-Hay que reconocer que has mejorado mucho, pero no me igualas... Soy el mejor, jajajaja.
-Ya lo veremos papá... Listo entonces, en una hora estoy en casa, antes voy a pasar por la casa de San Isidro, tengo que ver como va eso.
-Ya hijo, espero que no sea una excusa para no jugar conmigo...
-Difícil papá, tanto tú como tu hijo, no le somos esquivos a los retos...
-Bueno, entonces te espero...
-Esta bien papá... Hasta entonces... Te quiero mucho.
-Hasta entonces hijo... Te quiero también.

Felipe dejó el auricular en su sitio, de inmediato empezó a ordenar su despacho. Tenía todas las ganas de estar con su padre y compartir un lindo tiempo con él. Dejó el trabajo pendiente para mañana, separándolos de los que ya están terminados. Buscó sus llaves en su saco negro para asegurar su escritorio, información importante que nadie podía ver. Echó en su portafolio papeles de estudio, y de inmediato activó su celular. Detestaba que lo molestaran cuando estaba trabajando. Apagó su laptop sin leer algunos correos impertinentes, “mañana tendré tiempo”, se decía a sí mismo. Su reloj volvía a brillar en su muñeca izquierda porque él mismo se cercioraba de la hora, “Siete en punto, estamos en hora Felipe Córdova.” Aseguró su despacho con tres llaves a la puerta, como todos los días, ya estando afuera; presionó el botón oportuno que significaba el llamado al ascensor... y ya estando en el ascensor descendió sin apuros...
Manejando su coche lentamente, se puso a pensar buscándose una sonrisa, “Quién lo diría, yo manejando así...” Felipe manejaba lento, una copia fiel de su amigo Eduardo. Manejaba así porque lo encontraba agradable, relajante y cómodo. Felipe se preguntaba: “¿Qué, o quién me apuraba antes...?, nadie”, se respondió solo, mirando cada vez más cerca su casa de San Isidro. Y como siempre a lo lejos veía la silueta de Fermín, él siempre a la espera del único hombre que le podía dar un trabajo honesto. Ese era Felipe.

-Hola, Fermín... ¿Con frió...? – dijo Felipe-
-Un poco... –contestó Fermín-
-¿Cómo está la cosa por aquí...? ¿Alguien ha venido averiguar?
-Sí joven Felipe, han venido averiguar tres personas...
-Que bien, ¿Ya le pusiste al tanto de todo...?.
-Sí joven Felipe... Mañana a las once de la mañana tiene usted las entrevistas...
-Muy bien Fermín...
-Joven Felipe, los tres están muy interesados...
-Claro Fermín, si la casa es una belleza.
-Tiene razón, joven Felipe...
-Ya sabes Fermín, puedes entrar y dormir en la casa, ya no es necesario que te quedes afuera.
-Gracias, joven Felipe...
-¿Hablaste con Rosita...?
-Sí, joven Felipe...
-¿Y qué te dijo...?
-Que sí acepta seguir trabajando para usted...
-Eso es, así me gusta, tanto tú como Rosita conocen mis gustos, espero que mañana de una vez termine por vender la casa. Ya tenemos un mes ofreciéndola y nada.
-Seguro mañana, joven Felipe.
-Eso espero Fermín... Bueno, mañana nos vemos Fermín, y si puedes, habla con Rosita y le informas que apenas venda la casa, se viene junto contigo a la casa de mis padres...
-Sí joven Felipe, eso haré, no se preocupe.
-Muy bien Fermín, entonces hasta mañana...
-Hasta mañana joven Felipe.

Felipe después de hablar con Fermín caminó apresurado hacia su coche ya con toda la fogosidad de jugar al golf con su padre. Hizo contacto a la primera, no si antes mirar el cartel grande de madera que estaba puesto en la parte superior de su casa, exactamente en el medio de la misma, con letras negras e informando su venta:


SE VENDE,
RAZON
AQUÍ MISMO.

Dejando por fin un pasado triste, Felipe salió de aquel lugar como encontrando otro camino a seguir. Quizá el camino más importante, su familia. Ese camino siempre lo estuvo esperando, y desviarse de aquella ruta de felicidad y comprensión fue un error. Ya hacía tres meses volvió a estar de nuevo al lado de su familia, en la casa que siempre fue suya, porque realmente los necesitaba. Mejor dicho, ambos se necesitaban... Una simple prioridad tenía Felipe, era recobrar el tiempo perdido con su familia y así poder cuidarse mutuamente hasta que la vida, por orden de Dios, los separe. Felipe en medio del camino hacia su verdadera casa, empezó a recordar las palabras sabias de Lorena, que le empezaban a vulnerar el corazón de alegría:

“La familia es tu fortaleza permanente, nunca llegues a pensar, que serás feliz sin ella.”

“Gracias Lorena, ese fue el mensaje que de cierta manera me tuviste diciendo constantemente todo el tiempo que estuve a tu lado. Fui un tonto en no darme cuenta... Pero en fin... Gracias Lore, por mantener a mi familia unida, donde quieras que estés, otra vez, gracias...”
Felipe llegó a la casona, observaba la piscina con ganas de estar en ella. Pensó nadar, antes de jugar con su padre al golf. Pero de inmediato sonó su celular. Y automáticamente se dio cuenta que era Paty por el nombre y la foto que salían en dicha pantallita de dicho celular moderno.

-Paty que linda sorpresa... –dijo Felipe-
-Hello, Felipe... ¿Cómo estás...?. –dijo Paty-
-Bueno, ahora estupendo por tu llamada...
-Mentiroso... Ustedes los hombres siempre mienten...
-¿Tú crees...?, creo que no es el momento para mentir...
-Si tú lo dices, querido...
-¿Paty que vas a hacer mañana...?
-Nada...
-Que tal si salimos... Hay un grupo de rock que es muy bueno, “Los Daga”, justo mañana tienen una presentación...
-Ok, pero Felipe, no me gusta mucho el rock...
-¡Pero cómo!, tú no me contaste que estuviste de novia con un rockero... ¿Qué pasó ahora...?
-Sí querido, pero son etapas que uno pasa...
-Bueno, al decir verdad, a mi tampoco me gusta el rock, sino que siempre es bueno complacerlas en todo, jajajaja...
-Querido si es así, entonces por qué no vamos a bailar... Eso sí, me encanta bailar...
-Me parece muy bien, aunque soy un poco duro para el baile, pero, imaginación no me falta...
-Entonces te voy a llevar a un sitio que no te arrepentirás...
-Está bien, acepto el reto. Eso sí, que conste que estás advertida, ah...
-No te preocupes querido, yo misma te enseñaré a bailar...
-Suena bien...
-Ok, querido...
-Entonces Paty, paso por ti, como a las diez de la noche, te parece...
-Ok, Felipe... Se puntual ah...
-Yo siempre soy puntual...
-Eso espero, querido...
-Entonces hasta mañana por la noche, Paty...
-Ok... bye, bye.
-Bye Paty...

Felipe al terminar su conversación, guardó su celular y pensó que no era mala idea ir a bailar. Después de trabajar tanto merecía distraerse, más aún con una chica tan encantadora como Paty. Felipe se había olvidado de bailar, pero eso era lo que menos le importaba. Felipe aflojándose la corbata y bajando de su coche, se dijo a sí mismo: “¿Qué día es hoy?, Viernes... pero ya no me importa, porque estoy en mi casa, con mi familia ¿Y mañana...? mañana también.”

(...)

La profesora Márquez llegó a la universidad con todas las ganas de empezar un nuevo año. Un nuevo ciclo. El presente en estos últimos meses ha sido para ella, un sinfín de emociones gratas. Muy gratas. Caminó por los pasillos de siempre, saludaba a todos los docentes de una manera amical, se detuvo junto a ellos para compartir un momento de amistad. Su mirada ya no era despectiva; al caminar buscaba las miradas que siempre esquivó. Llegó al cafetín de dicha facultad e interrumpió la conversación de algunos docentes en camarería, la mayoría mujeres, que estaban sentados en un rincón de estrategia habitual. La profesora Márquez pidió una gaseosa dejando el café en el olvido, encerró la conversación con temas de actualidad y humor. Siendo escuchada muy atenta por las demás docentes. Ella misma se preguntaba... “¿De dónde saqué este buen sentido del humor?, hace tiempo no hacía reír a nadie... Sí que la vida es una cajita de sorpresas.” La profesora Márquez era invitada al cumpleaños de una colega, y ella era la primera en organizar la tertulia. Invitando a todos los presentes a su casa, “no hay mejor lugar para llenarnos la vida sin problemas amigas.” La homenajeada aceptó sin ningún problema el ofrecimiento de la profesora Márquez por la casa. La profesora Márquez con una sonrisa humilde le dijo que no se preocupara por nada, que ella se encargaría de todo. Y así todos los docentes se empezaron acordar de sus épocas, cuando eran universitarios, dejando aflorar aquellos momentos inolvidables que nunca volverán.
La profesora Márquez es interrumpida por un ex alumno de dicha universidad y de la misma facultad. El ex alumno, necesitaba ayuda en su trabajo de investigación para su tesis. El tema se trataba de la cantidad de personas que emigran del Perú, especialmente de las personas que emigran a los Estados Unidos. Buscando las causas, razones y circunstancias que originaban aquel destierro voluntario. La profesora Márquez pidió permiso en la mesa y fue al encuentro de su ex alumno.

-Hola Vidal, qué tal, a los años. –dijo la profesora Márquez-
-Bien profesora, acá pues, cabezón con la tesis.
-¿Ah, verdad no...? ¿Cómo va la tesis...?
-Me falta información profesora... En realidad puedo averiguar cuantos emigran, pero las causas exactas de mi investigación no son contundentes.
-Hablemos claro Vidal, ¿tú has estudiado administración, no?
-Sí profesora.
-Entonces, por qué estás haciendo una tesis sobre los peruanos que emigran a otro país... No tiene nada ver hijo.
-Le voy a decir la verdad profesora.
-A ver, te escucho.
-Yo sólo quiero saber cuantos peruanos emigran a los Estados Unidos y en que estado hay más peruanos.
-¿Y por qué quieres saber toda esa información, Vidal...?.
-Porque quiero poner un negocio en ese país, donde yo mismo lo voy a administrar... Y no quiero que mi negocio sea un fracaso.
-¿Negocio...?, ¿sobre, qué...?
-Una pollería, profesora Márquez... Quiero contratar personal peruano en todo el concepto (Cocineros, meseros, guardián, etc...), para eso quiero un estudio muy minucioso de todo el proyecto.
-Ah ya caigo, haces eso, porque tienes el problema de la visa, no puedes llevar gente de aquí... Y un norteamericano sería un torpe de cocinero.
-Exacto profesora.
-Bueno Vidal, déjame ayudarte, hace un par de años hice un estudio sobre las emigraciones. Y gané un premio. Pero lamentablemente quedó archivado, como casi todos los proyectos en propuesta. Muy poco valoran la investigación en este país. Ahora la mayoría de universitarios sólo hacen un repaso, un par de exámenes y listo, ya tienen su titulo. Dejando de lado la investigación. Bueno, eso ya es criterio de cada uno.
-Quizás hoy en día los jóvenes buscamos el facilismo, profesora... Como la vida ahora es un mar de resúmenes.
-Tienes mucha razón, Vidal... Por ejemplo: mira éste celular que tengo en mis manos. Aquí tengo parte de mi información de mi PC, tengo información de mi casa y muchas cosas más. Prácticamente tengo el mundo en mis manos. De pensar que yo estudie con tablas numéricas. Pero en fin Vidal, entonces te espero en mi casa para ponernos a investigar.
-Gracias profesora, de verdad necesitaba su ayuda.
-No te preocupes, para eso estamos, para ayudar y enseñar.
-¿Usted sigue viviendo en la misma casa...?
-No... Ahora te doy mí nueva dirección... Apunta...

La profesora Márquez le empezó a dar los datos de su nueva vida, porque al decir mi nueva casa, estaba diciendo que tenía otra vida. Una vida de tranquilidad y de esperanza.

-Muy bien Vidal... Ahora me voy a dictar.
-Que tenga un ciclo sin contratiempos, profesora Márquez.
-Gracias Vidal... Ah, qué es de García, me enteré que su abuelo murió... No pude ir al entierro; estaba de viaje, pero que pena de verdad.
-Sí profesora, fue una triste perdida, Sebastián quería tanto a su abuelo, pero yo tampoco lo veo. Pero sé que está trabajando con su Padre y le va muy bien.
-Me alegro mucho, si lo ves, le das mis saludos.
-No se preocupe profesora, se lo haré saber.
-Bueno Vidal, a investigar.
-Sí profesora a investigar.

La profesora, Márquez regresó donde sus amigos docentes, para despedirse porque le tocaba dictar la primera clase del curso de estadística a los alumnos de octavo ciclo. Llegó al salón, y como siempre la primera impresión fue muy grata. Ninguna carpeta vacía... Totalmente lleno el salón de clases. Y el silencio se hizo notar. Porque todos sabían, que pasar estadística, era un reto difícil. Y aquel reto, al cumplirlo, lo llenaba a uno de satisfacciones. “Caramba, el éxito no me ha cambiado en absoluto. Aula completamente llena. Vamos a ver que sorpresas tengo en este ciclo.”
-Buenos días señores... Lamento informarles que sólo el cincuenta por ciento de los que están aquí presentes me aprobará el curso...

La profesora Márquez después de decir sus clásicas palabras de bienvenida, se volteó, dando la espalda a sus nuevos alumnos, mirando la pizarra acrílica, empezó a sonreír escribiendo el titulo de su primer tema de clase. Pero con toda la dicha de empezar un nuevo ciclo y, sobre todo, de tener por fin la libertad esperada, porque en un par de días iba a firmar junto con su abogado el acta de divorcio. “Adiós policía mediocre...”

(...)

-Buenas tardes, vengo a visitar a Daniel Merino... –dijo Sebastián-
-Sí, un momento señor... Tome asiento, espere aquí, voy a consultar con el doctor... Vuelvo enseguida. –dijo la enfermera-

Sebastián le hizo caso a la enfermera, se sentó mirando a la mujer de blanco perderse por los pasillos de aquel habita del olvido. Luego, fijó su mirada rotativa hacia los pacientes inofensivos que entre murmullos se acercaban hacia él. Sebastián buscaba el silencio necesario para entender el porqué de su presencia en este lugar. En un hospital psiquiátrico, era donde se encontraba Sebastián García. Un lugar lleno de jardines, donde el sol volvía a calentar la tarde de Lima, haciéndole a cada residente, una sombra de esperanza y tranquilidad. Sebastián miraba la naturaleza de aquel lugar como un disfraz perfecto, para creer, sin miedos, que todo estaba normal, -eso parecía- se sentía extraño, era lógico, era su primera vez en un hospital psiquiátrico, pero todo temor desaparecía cuando se acordaba que su amigo Daniel se encontraba ahí, en ese lugar, esperándolo.
La enfermera regresó lentamente, retomó su sitio, miró a la visita, y le dijo:

-Puede pasar, habitación siete, por favor señor, procure no alterar al paciente, ni lo lleve a la melancolía de algún recuerdo. Más bien, hágale bromas, sígale la corriente y cualquier alteración del paciente, no dude en pedir ayuda...
-Eso haré, no se preocupe... –dijo Sebastián-

Sebastián, empezó a caminar hacia la habitación donde estaba su amigo Daniel, no si antes, ser interrumpido por algunos pacientes que lo confundían con Superman. Sebastián sacó un lapicero de su bolsillo de su camisa, y empezó a firmar autógrafos. Volteando a mirar a la enfermera si estaba haciendo lo correcto. Ella movió la cabeza positivamente, al firmar los autógrafos, Sebastián caminó hasta llegar a la habitación siete, donde al entrar, encontró a su amigo Daniel mirando la televisión.

-Hola Daniel, que gusto de verte. –dijo Sebastián-
-¿Sebas...?, ¿Hoy no tenemos ensayo, no...?, seguro, me vienes a enseñar un nuevo tema. ¿Tu guitarra, dónde la has dejado...?.
Sebastián, se dio cuenta que su amigo Daniel, miraba la televisión, pero aquel aparato eléctrico estaba sin prender. Ni siquiera tenía pantalla.

-En mi casa Daniel, se me olvidó traerla...Otro día la traigo, te lo prometo. –dijo Sebastián sentándose en la cama de Daniel-
-Sebas, sácame de aquí, este lugar no me gusta... Por favor...
-Muy pronto saldrás de aquí amigo, te lo prometo...
-Jajajajaja... Mira, estoy viendo una película, donde todos están en un barco y mueren a consecuencia de un voraz tiburón. ¿Ya la has visto...?.
-No Daniel; pero se ve que está interesante la película. –dijo Sebastián, recordando que su amigo Daniel era fanático de las películas de Steven Spielberg-
-¿Y cuándo es nuestro próximo concierto, Sebas...?. –dijo Daniel, sin mirar a Sebastián-
-Muy pronto Daniel...
-Me muero de las ganas de tocar, te imaginas Sebas... Yo parado sobre un escenario, en el mismo estadio nacional, frente a un mar de gente, tocando mi bajo... En la gloria...
-Muy pronto amigo... –dijo Sebastián, repitiendo frases como queriendo salir de aquel lugar, por las vueltas tan tristes que da la vida-
-Pero, eso sí... Le dices a Álvaro que no se pierda en los tiempos. Ese huevón siempre la malogra... Mira esa escena, es chévere, ahora queda solamente un sobreviviente que luchara con el tiburón, en una pelea atroz, en pleno mar...

Sebastián, volvía a mirar la televisión, sin poder explicarse, cómo llego a pasarle esto a su amigo. Una triste esquizofrenia aguda era lo que padecía Daniel, por lo que presentía Sebastián era incurable. Sebastián, mirando ese cuadrado eléctrico llamado televisión, recordaba los conciertos, los tantos y concurridos conciertos que “Los Debutantes” hicieron en la mejor época del grupo. Donde miraba a Daniel, por ese entonces, desenvolverse como cualquier persona normal.

-Sebas, ¿Por qué estás vestido así...? ¿Ya te casaste con, Sara?, no me has invitado huevón. –Dijo Daniel, supuestamente agarrando el control remoto, que era una madera negra; simulando a apagar la televisión, pues la película ya había terminado para Daniel-
-Estoy así vestido, porque me he tomado unas fotos para renovar mi DNI... –Respondió Sebastián-

Sebastián había dejado las casacas de cuero, los jeans desteñidos y rotos, por camisas, pantalones, sacos y corbatas elegantes. Cometiendo el error de presentarse así ante su amigo Daniel, que en cualquier momento podía recordar su situación mental, y sufrir un ataque.

-¿DNI?, ah, verdad... Yo desde que ingresé aquí, he perdido todo. Yo no quiero estar aquí... No quiero más esas pastillas horribles, esas malditas inyecciones, acá son muy malos, Sebas. A veces no me dejan ver televisión. Yo no quiero llorar amigo, yo no quiero llorar...
-Tranquilízate Daniel, nadie te va a hacer daño, te lo prometo.
-Yo no quiero llorar amigo, no me hagas llorar amigo... Por qué ellos siempre me echan sus hechizos, y yo no puedo escapar... Pero yo no quiero llorar... Porque si es sí, yo los guerrearé con piedras, te lo prometo, te lo juro...

Sebastián veía que su amigo Daniel estaba empezando a sufrir un ataque, quiso calmarlo, pero fue inútil.

-Daniel, mírame... Tranquilízate, nadie te va a hacer daño, te lo prometo.
-¡No, mentira!, ¡Todos me odian...!, ¡Yo no quiero llorar!, ¡A todos los guerrearé con piedras!, ¡A todos...!, ¡Son unos malditos...!. ¿Y tú...?, sí, tú también... Tú eres parte de ellos, ¡vete!, ¡fuera!, ¡lárgate...!, ¡A todos los guerrearé con piedras...!, ¡Malditos!, yo no quiero llorar, yo no...

Sebastián ya no estaba en la habitación, porque fue echado por los enfermeros. Ellos mismos agarraron a Daniel y entre forcejeos habituales lo echaron a la cama e, inyección en mano, no pararon hasta tranquilizarlo. Sebastián plasmado y totalmente fuera de sí, quería ayudar a su amigo Daniel, pero nada podía hacer. Le habían cerrado la puerta de la habitación. Taciturno por el dolor, afligido por la vida tan injusta, quería escapar de ese lugar en un avión si fuera necesario. Pero los pacientes inofensivos lo interceptaron impidiéndole el paso, querían otra vez el autógrafo de Superman. Sebastián no pudo aguantar más y salió corriendo sin voltear. Agitado, llegó a su coche rojo y de inmediato puso fin a su presencia en ese lugar. Pero, le dio inicio al dolor que tan sólo puede sentir un amigo por otro en el olvido.
La enfermera salió en busca de Sebastián, y les preguntó a los pacientes inofensivos por dónde se encontraba el hombre bien vestido de corbata. Uno sólo le respondió:

-Ya se fue Superman, pero esta vez, no se fue volando con su capa roja, sino, en un coche rojo.

(...)


Lucho Otcane miraba la tarde caer sentado en un restaurante, totalmente nervioso. En cualquier momento se aparecería su novia, bella, deslumbrante y elegante. La cita era a las siete de la noche, y él había llegado a las seis y media. A cada rato Lucho observaba su reloj, como si cada minuto fuera una hora. Ya se había fumado una cajetilla de cigarrillos, el mozo estaba cansado de prenderle cada uno de los cigarros olvidándose de sus quehaceres. “Hoy es el día”, pensaba así Lucho Otcane, porque le iba a pedir a su novia que se case con él. Conocía muy bien a su bella novia, pero no podía confiarse. Su experiencia con las mujeres no era en vano. Lucho estaba convencido que su hora de casarse estaba a la vuelta de la esquina. Que la mujer que él estaba esperando toda su vida, había llegado tan natural y en que forma, casi casual. Lidiaba con la disyuntiva de un sí o un voy a pensarlo. Se aferraba a un sí, con todas sus fuerzas y con todo su amor. Un voy a pensarlo, era para Lucho, una señal que su novia no le veía con los mismos ojos, con los mismos ojos que lo veía él, un romántico justiciero del amor. Las agujas del reloj avanzaban lentamente. Y en esa mirada perdida por el espacio infinito, Lucho se sorprendió porque por detrás de él, alguien le tapaba los ojos con las manos.

-¿A qué no adivinas quién soy...? –dijo la novia, distorsionando su voz-
-Jajajaja, creo que eres mi novia, se me es difícil confundirte. –dijo lucho-
-Ya sabía, amor... –dijo la novia, sentándose, no si antes besar a su novio-
-Te ves bellísima...-dijo Lucho-
-Gracias amor... Tú como siempre tan puntual.
-Es algo que me caracteriza...
-Eso me gusta amor, esos detalles, a nosotras las mujeres, nos hace sentir muy importantes.
-No sé si a todas las mujeres, pero para mí, tú eres importante, muy importante.
-Tú también Lucho, créeme que lo eres...
-¿Ah, no me digas...? jajajaja.
-Tonto, claro que lo eres... Bueno, por qué tanta elegancia, este restaurante es muy bonito.
-Es lo menos que te mereces, y sí, es una noche muy especial.
-¿Especial...?, Lucho tu cumple es en enero, y el mío es en junio.

Lucho Otcane dio la señal a la llamada de los músicos, acercándose tres personajes de negro cada uno con un violín en el hombro, haciendo la melodía de amor. “Contigo aprendí” de Armando Manzanero. De inmediato apareció el mozo para encender las velas, con la misma se apartó de la mesa. A la novia se le empezaba a caer las lágrimas de la emoción, por el motivo tan sublime y romántico que Lucho le estaba ofreciendo. El romántico justiciero del amor, introdujo su mano en su bolsillo de su caco y sacó un cofrecito negro muy pequeño. Se paró en mitad de la melodía y se puso de rodillas al frente de su novia, abrió el cofrecito, le miró con ternura a su novia amada y ahogando sus palabras le dijo:

-Sara Vivas, ¿te quieres casar conmigo...?

Sara vivas siguió llorando, pero de alegría.

-Sí Lucho, me quiero casar contigo.

(...)

Sebastián muy consternado por lo ocurrido hace un par de horas, llegó a su departamento muy entristecido sin ganas de trabajar. Sólo pensaba en su amigo Daniel, en los momentos gratos que había pasado con él. Pensaba en aquel día, que lo vio tocar el bajo en una kermés, siendo Daniel el más capo de esa banda llama “zapatos viejos”, a penas lo vio tocar, se dijo a sí mismo que ese bajista tenía que tocar para su banda. Sebastián no se equivocó, Daniel tocaba muy bien el bajo. Y Sebastián encontró la pieza que faltaba a su rompecabezas. Su proyecto para ese entonces junto con Benjamín y Álvaro era “Los Debutantes”. Fueron una máquina en escena. Llegando a tocar una hora sin interrupciones. Ofreciendo conciertos soberbios en las diferentes discotecas limeñas. Sebastián hizo un alto a sus recuerdos musicales y en ese silencio se puso a buscar el único trabajo registrado de los Debutantes llamado, “Ayúdame” ya que el segundo trabajo musical nunca se llegó a concretar. Encontró el CD muy perdido entre tantos discos, lo empezó a mirar con nostalgia y sonrisas perdidas. Se dirigió al equipo de música, introdujo el disco, se sentó, y siguió con los buenos recuerdos de su banda de rock.
El celular de Sebastián empezó a sonar, faltando la última canción para que termine el disco de “Los Debutantes”. Sebastián contestó sin percatarse de quién se trataba.

-¿Aló...? –dijo Sebastián-
-¡Sebas!, ¡Compadre...!, ¿Qué es de tu vida? –dijo Álvaro-
-Amigo fiel, putamadre... Lo mismo digo yo huevón...
-Jajajaja, si pues... ¿Qué haciendo...?.
-Nada, viendo televisión...

Sebastián, no quería decirle que estaba escuchando con nostalgia el disco de “Los Debutantes”.

-Entonces compadre, te vengo a arreglar la noche...
-¿Qué hay, para la noche...?.
-Vamos a tocar en el bar Hannover...
-Sí, que bien amigo fiel, buena voz, de verdad, ¿Cómo va la banda...?
-Bien, no me puedo quejar, ya estamos a punto de grabar el primer video de la canción en promoción...
-Que bueno Alvarito, me alegro por ustedes. Aunque sé que Benjamín sigue resentido conmigo, pero también me alegro por él.
-Gracias Sebas, tú sabes que nos costó mucho comenzar de nuevo.
-Claro que lo sé, ahora todo lo que les está sucediendo se lo merecen. ¿Cómo se llaman ahora?, perdóname Álvaro pero ya estoy desconectado con la movida rockera del Perú.
-No te preocupes... Ahora somos “Tiempo Eterno”, el nombre se le ocurrió a Benjamín...
-“Tiempo Eterno”, suena bien... Aunque están redundando... El tiempo siempre es eterno. Pero me imagino que a veces, sobre todo en el rock, los tiempos son muy efímeros...
-Así es compadre, Sebas tienes que ir a vernos, estás invitado.
-Mmmm, puta mañana tengo quehacer en la oficina... Pero me estás convenciendo amigo fiel...
-Carajo, todo un ejecutivo, compadre... Bien por ti, Sebas...
-Se hace lo que se puede, jejejeje... Pero sí, quiero relajarme un poco.
-Eso me gusta Sebas, no te vas arrepentir...
-Sí seguro... Pero Álvaro, ¿Adivina a quién fui a visitar hoy...?
-No sé, seguro a una nueva flaquita, seguro Jajajaja.
-No Álvaro, estoy hablando en serio.
-Ya, está bien, dime a quién…
-Al loco, Daniel…
-El loco... Puta verdad. Soy un ingrato... ¿Cómo está?
-Ahí luchando, espero que se recupere pronto...
-Vamos Sebas, todo va a salir bien, el loco es fuerte.
-Eso creo, pero bueno. ¿A qué hora van a tocar...?
-Tocamos a las once, doce... Por ahí. Tú sabes como son los conciertos.
-Ya me imagino, ahí estaré amigo fiel...
-Eso espero, Sebas, ah, y cuándo me visitas, no creo que no tengas tiempo para los amigos...
-Álvaro no tengo tiempo ni para cagar...
-Jajajaja ¿Qué, sí...?
-De verdad amigo fiel, pero uno de estos días me doy una vuelta por tu departamento nuevo...
-Eso espero amigo, me va a dar gusto verte ahí en mi depa...
-Entonces no se hable más, ahí estaré...
-Bueno entonces te dejo compadre, no se te vaya ocurrir ir como vas a tu trabajo... Por favor ah jajajaja.
-No te preocupes, que algo de ropa que usaba antes todavía queda en mi ropero...
-De verdad compadre me va dar gusto verte después de tiempo.
-A mí también... Y creo que es la primera vez que salgo desde que murió mi abuelo.
-Te entiendo Sebas, así es la vida...
-Listo amigo fiel, dejémonos de tristezas, y hoy en la noche estaré allí en ese bar viéndolos tocar.
-Ya compadre, por las huevas no me he gastado todo mi crédito para hablar contigo.
-Está bien, Alvarito no seas duro jejejeje...
-Hasta la noche, Sebas...
-Hasta la noche amigo fiel.

Sebastián terminó de hablar con Álvaro, y siguió escuchando música. Pero esta vez ya no era el disco de los “Debutantes”, sino, la música del español Joaquín Sabina. Sebastián, se sintió preso con el recuerdo, estaba pensando ahora en su nueva musa, una bella mujer, que otra vez lo hacía llegar a creer en el amor. Sebastián en sus ratos libres escribía, se había dedicado a escribir varios poemas inspirados en esa mujer. Una hermosa mujer. Cuando estaba en su banda rock, era él quien componía las canciones. Talento le sobraba. En el trabajo a veces las cosas no le salían muy bien, pero ya era un empresario de nivel. Sebastián se había refugiado en la lectura y en la escritura, para salir de su rutina de saco y corbata. Había terminado la universidad de una manera ejemplar. Aprovechando los dos últimos ciclos para demostrarse a sí mismo que estudiar era una aventura rutinaria, sus altas calificaciones, al final, le dieron la razón. Pero Sebastián ya no era el mismo, una tristeza encerraba sus ojos, producto de la muerte de su abuelo. Un golpe muy fuerte, que destruyó aquel joven aventurero e indisciplinado que rodaba por la vida. Sebastián, no cumplió su sueño de entregarle su cartón a su abuelo. Cuantas veces había llorado en la tumba de sus abuelos, con el cartón en mano, símbolo que significaba que Sebastián se sentía muy solo. Aquella muerte inesperada de su abuelo, destruyó por completo la relación con Sara. Las constantes peleas que tenía Sebastián con Sara por los no atinados horarios eran frecuentes y muy ofensivas. Sobre todo, por parte de ella. Los constantes viajes de Sara al interior del Perú y fuera del mismo a Sebastián le hacían sentir muchos celos, algo inevitable para él y, para la bella Sara, que le tocó soportar, el sedentario hombre en que se convirtió Sebastián a raíz de la muerte de su abuelo. Fueron las causas principales, para que ambos por voluntad propia finalizaran su relación. Dejando del lado, aquella promesa de aceptarse cada uno por igual, porque creían realmente que, ese amor que sentían en sus vidas apasionadas, los podía salvar de cualquier percance o mal momento. Lamentablemente para ellos, ese amor que sintieron, no fue eterno, ni para siempre. Pero al final Sebastián tuvo una reflexión necesaria y realista: que no todos los amores necesariamente tenían que ser iguales. “Si mi abuelo fue feliz con mi abuela, Liseth, aquello no me garantizaba nada, muchos menos, para que yo fuera feliz con Sara, no todas las historias son iguales” Sebastián olvidó el amor que sintió por Sara, y buscó en su trabajo y en la universidad consuelo. Ahora a sus 26 años, manejaba la mitad de las empresas junto a su padre, Santiago García. Y ya era un exitoso empresario, temido por la competencia. Sebastián no se arrepentía de nada. “Si en mí vida libertina nunca me arrepentí, por qué ahora me tengo que arrepentir con el exitoso empresario que ahora soy, no, para nada.” Empezó a mirar sus guitarras colgadas en la pared. Aquellas guitarras con las cuerdas oxidadas, Sebastián se había olvidado de hacer música, sólo tenía en mente el viaje esperado. Un viaje que le cambiaria la vida, porque ya se había enamorado otra vez, y a la distancia, Sebastián era correspondido. Se acordó de su abuelo cuando le contó aquella bella historia, de ese día que conoció a su abuela, Liseth. Una historia maravillosa. Donde él ya se veía reflejado e inspirado. Sebastián puso fin a su soledad, se percató de la hora y salió de su departamento sin cambiarse de ropa, para ver a sus amigos en escena. “Vamos a ver cómo está la movida rockera antes de mi viaje”.
(...)

-Hola pajarito. –dijo Benjamín, interceptándolo con su coche a su amigo pajarito, que caminaba en la vereda-
-Hola qué tal... –dijo pajarito caminando entristecido-
-¿Qué pasa por qué tan triste...?. –Preguntó Benjamín-
-No estoy triste, te parece... ¿Y tú dónde te vas tan rockero...? – Contestó y preguntó pajarito-
-Donde más pues... A tocar. – Respondió Benjamín-
-Que paja... De verdad que ahora se llaman: “Tiempo eterno” –dijo Pajarito-
-Clarín, pero, ¿Qué estás haciendo ahora...? –Volvió a preguntar Benjamín-
-Nada... -a duras penas contestó pajarito-
-¿Vamos al concierto...?. –Invitó Benjamín-
-No tengo plata... -dijo Pajarito-
-Qué importa pajarito, se te olvida que soy yo el guitarrista del grupo que va a tocar esta noche... –dijo benjamín apurándolo-
-Ya, está bien, vamos Benjamín. –dijo pajarito subiéndose al coche-
-¿Ahora Pajarito, me vas a decir, qué te pasa...?, vamos cuéntame... –Interrogó Benjamín-
-Putamadre Benjamín, me botaron de la chamba, me dejó mi flaca y...
-¡Aguanta...! Esa flaquita, que la otra vez te vi tan acaramelado...
-Sí, esa...
-¿Y por qué...?
-Porque ya no tengo trabajo y por ende no tengo plata. Se aburrió de mí la flaca.
-Puta pajarito, estás cagado, compadre...
-Si pues, y para colmo de males...
-¿Qué, hay más pajarito..?.
-Sí, Huevón, ayer por la tarde, me robaron mi Volkswagen...
-¡Puta, tu escarabajo...!
-Sí...
-Putamadre pajarito estás salado, bueno, no hay mal que dure cien años ni...
-Ni cuerpo que lo resista Benjamín... Carajo vamos al concierto, que hoy me quiero emborrachar.
-Sí, lo necesitas amigo, vamos.

Benjamín salió de ese lugar hacia el bar Hannover, no si antes pensar, que la vida a veces es una mierda.


(...)


Lluvia

EN Lima... En Lima está Lloviendo
El agua sucia de un dolor
Qué mortífero! Está lloviendo
de la gotera de tu amor.

No te hagas la que está durmiendo,
Recuerda de tu trovador;
Que yo ya comprendo... comprendo
La humana ecuación de tu amor.

Truena en la mística dulzaina
La gente tempestuosa y zaina,
La brujería de tu “si”.

Mas, cae, cae, el aguacero
al ataúd de mi sendero,
donde me ahueso para ti...


Cesar Vallejo.



Terminé más enamorado que nunca al escribir éste poema. Espero que me esperes con muchas ganas, amada, porque ya no veo la hora de estar a tu lado. Mis horas cada vez se hacen enemigas del tiempo y mi vida perdida está buscando tu consuelo. Con todo el amor del mundo en esta noche de estrellas, desde esta ciudad, voy a tu encuentro sin miedos ni ataduras, sólo con la idea de pensar, que eres la mujer de mi vida, de mis horas y de mi mundo pensar.

Anónimo.

Al enviar el correo electrónico, el señor anónimo, empezó abrir el archivo donde estaban las fotos de su amada, en aquella ciudad ya era famosa. Su página web la catalogaba como una de las mejores revelaciones de aquel país. El señor anónimo apagaba su laptop, lentamente, poniéndole fin a la noche de estrellas, y así preparar mañana todo para su viaje a la felicidad. En el silencio de una tranquilidad necesaria, el señor anónimo escuchó el llamado de su teléfono. Ya sabía quien era, y contestó con toda la seguridad, de lo que ya pensaba hacer.

-¿Aló...? –dijo el señor anónimo-
-Ya no es necesario amor que pongas anónimo al terminar tu carta...
-Lo siento, la costumbre...
-¿Cómo estás...?
-Bien, pensado en ti...
-Yo también, gracias por el poema, cómo supiste que era unos de mis preferidos...
-A veces el amor es una coincidencia...
-Yo también creo en eso.
-Me alegro por eso.
-Al terminar de leer tu carta, hablaste de un encuentro...
-Ah, es una sorpresa...
-Ya no me gustan las sorpresas, dímelo ahora.
-Mañana tomo el primer avión hacia tu destino...
-¿No?, ¿De verdad...?
-De verdad...
-Eres, maravilloso... Tengo tantas esperanzas en ti.
-Yo también...
-Y sólo por Internet... Y por éste bendito teléfono.
-Ya no tengo miedo de lo que pueda pasar.
-Yo tampoco, la vida me ha golpeado muy duro.
-Entonces nos queda mucho por vivir.
-Sí, si es a tu lado, yo creo que sí...
-Lorena, te necesito...
-Yo también, apareciste en mi vida como un milagro.
-Tú también Lorena...
-No quieres conversar por el messenger un rato más...
-No Lorena, tengo que empacar para mañana, para tomar el primer avión...
-Entonces mi amor, que duermas bien, y mañana te espero en el aeropuerto con los brazos abiertos...
-Espérame con un cartel que diga: “Coincidencia”, junto a tu nombre...
-Eso haré... te juro que eso haré.
-Te amo Lorena...
-Te amo Sebastián, por siempre, mi eterno anónimo.


FIN.

Sí, amigos, de hecho, ahora estoy más convencido que habrá segunda parte: En la misma vereda parte II. Gracias a todos los que leyeron esta novela. Me tomaré unas cortas vacaciones para volver con fuerza a seguir escribiendo, a seguir imaginando y a seguir creyendo. Feliz Navidad y feliz año nuevo.

Iván.


(Que buena canción para un final de una novela. U2, ¿cuándo al Perú!)


(Que buena banda)


(Felipe, maneja lento, escuchando esta canción, mirando su casa ya en venta)

(Vaya canción esta, Lorena en su departamente, volvia con los recuerdos, vida y lágrimas)

Comentarios

  1. Indudablemente debe haber una segunda parte, tomate unas buenas vacaciones... te las mereces, Feliz Navidad y el Año Nuevo sea muy próspero para ti, felicidades!!!!.

    ResponderEliminar
  2. Gracias amiga, que todo te salga bien este año y feliz navidad.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Gracias.

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12