CAPÍTULO 10

INOCENCIA Y TERNURA AZUL.




10


La profesora Frida faltó una semana al nido. ¿El motivo…? Gripe, una fuerte gripe, con fiebre y toda la tormentosa odisea de parar las aguas de un rió nasal.
Pobre la profesora Frida. Porque para ella, alejarse de nosotros, fue como alejarse de sus propios hijos, de su propia vida. Y ni qué se diga para nosotros; porque aquella semana de su ausencia, los siete días, se nos hizo una eternidad. Y es verdad señores, a la profesora Frida se le extrañó mucho, tanto así, que ya no nos motivaba estudiar, ni siquiera salir al recreo a jugar escuchando las canciones del cantante español Miguel Bosé. –Nunca nos haga otra vez lo mismo profesora Frida… Por favor, no nos abandone otra vez-.

La reemplazó una profesora de aspecto radical, totalmente novata, eso se le notaba a simple vista, veintitrés años a lo mucho. Eso sí, era muy bonita, muy fina, con rasgos caucásicos, en fin señores, aquel rostro bello nadie se lo podía quitar, ni mucho menos negar.
Pero el comienzo de toda esta historia lamentablemente para nosotros, resultó fatal, algo para el olvido. Paso a contarles el porqué queridos amigos… Resulta, que la nueva profesora tenía toda la necesidad, no sé por qué, de hacerse respetar, o mejor dicho, de querer demostrar a los demás, y no a ella misma, que podía ser la mejor profesora del mundo. Quizás el tiempo y la vida a la nueva profesora le habrá enseñado que, ser un profesor, no es sólo estar en el medio del aula y enseñar a manos llenas todo lo que uno sabe; no amigos, es más que eso, es ver toda esa inmensa atmósfera que involucra en sí la pedagogía, el arte, la magia, el resultado total de un principio y un fin. -me explico- El principio: las aulas con muchos alumnos. El fin: tú vejez, rodeado de tus alumnos en un sinfín de fotos navideñas, felices recuerdos y, sobre todo, con la sangre de saber que todo lo que has enseñado y aprendido está en ese compartir que se llama vocación, vocación para enseñar… que muchos profesores, lamentablemente no tienen.

-¡Profesor Godofredo...! ya no se acuerda de mí, soy Santiago Sánchez.
-Un momentito hijo, detenme el bastón, por favor.
-Cómo no profesor... a ya, va a sacar sus anteojos...
-Claro hijo, tú sabes que a la vejez nos volvemos ciegos...
-Pero si usted profesor está como nuevo...
-Jajajaja ay hijo, ya estoy viejo... a ver... ¡Claro!, ¡Si tú eres Sánchez!, ¡El que me sacaba canas verdes...!, ¡Qué gusto de verte muchacho...! ¡Cómo has crecido, hasta barba tienes...!
-Que bueno que se acordó de mí profesor Godofredo, pensaba que ya me había olvidado...
-No hijo, nosotros los profesores nunca olvidamos, por ahí nos hacemos los locos; pero nunca nos olvidamos. Nunca nos olvidamos del colegio, de las aulas, de ustedes, de las huelgas, de las clases... en fin hijo...
-Y nosotros tampoco nos olvidamos de los buenos profesores como usted, de sus consejos, del nivel y de lo preparado que eran sus clases, de aquel compromiso único que hoy perdura en mi vida... Gracias profesor Godofredo.
-Que bonito hablas muchacho... ¿Y dime muchacho, a qué te dedicas ahora...?
-¿Cómo, no se acuerda profesor?, ¿Qué le dije que iba a ser cuando salí del colegio?
-Mmmm a ver Santiago Sánchez, a ver, déjame recordar... no me digas nada, déjame recordar... ¡Claro! A hora recuerdo hijo, me dijiste que ibas a ser lo mismo que tu padre jajajajaja un gran escritor...
-Eso es profesor... Y ahora soy un escritor.
-Vaya hombre, que orgulloso estoy de ti hijo... ¡Mi alumno...! ¡Un escritor...! ¡Qué emoción...!
-Y eso no es nada profesor...
-¿Qué hay más...?
-Claro profesor Godofredo. ¿Se acuerda de Carlos Llanos...?
-El que repitió segundo grado como dos veces, el que siempre llevaba cursos para marzo y desaprobaba plagiando jajajaja... que tonto era ese muchacho, ¡Claro que me acuerdo!
-Jajajajaja ese mismo profesor... ahora es un doctor, y trabaja sólo en clínicas, se especializó en Neurología en Inglaterra exactamente en Londres... Me lo encontré en un grifo yo estaba con mi modesto auto que usted ve ahí, y él con su Montero 4x4.
-¡Caramba!, ¡Qué alegría...!, ¡Mis alumnos...!
-Y eso no es nada...
-¿Qué hay más...?
-Sí profesor Godofredo, se acuerda de Julio Dueñas...

Pero volvamos a mis cinco años y a la nueva profesora que le tocó reemplazar a nuestra profesora Frida, disculpen señores, pero la nostalgia y el recuerdo me hacen ser como un pez en el agua, saludos Don Mario Vargas Llosa.
Bueno, la nueva profesora tenía una cara de rectitud total, ahora seguro que la seguirá teniendo, no sé, ojalá no se haya encontrado con un ex alumno y él se haya hecho el loco y patitas para qué te quiero, espero que no. Pero, lo que si sé y lo que muy claro recuerdo es su poca paciencia y amabilidad para con nosotros, y más aún, sin ninguna sonrisa para regalar, nada de nada señores. ¿Cómo se llamaba? Sí, no se preocupen que esta vez mi memoria no me es traicionera: Katia Pardo. Así se llamaba y, seguro, se seguirá llamando. Me acuerdo que a mitad de semana, que para nosotros fue como un mes, empezó a maltratar a mis compañeros, hasta yo mismo pasé por sus cocachos y jalones de patilla.

-¡Si no entienden por la buenas, entonces entenderán por las malas!-

Así nos asustaba con esas palabras triviales aludiendo a un concepto totalmente prehistórico. Totalmente primitivo. Si no me creen señores, pregúntenle a Leonardo y a Mario que siempre paraban en aquel rincón, un rincón quita calzón. -siga descansando en paz Don Ricardo Palma-

Ellos dos no me dejarán mentir. Mario nunca había llorado, pero la nueva profesora lo hizo llorar después de un fuerte jalón de patilla. Yo no decía nada, hasta que el jueves, de esa semana terrible, me tocó a mí:

-¡Niño...! ¡Por qué hace eso...!

La nueva profesora me había sorprendido in fraganti robándole un beso a Roxana.

-Es que… yo...
-¿Cómo se llama usted jovencito...?
-Yo... Santiago...

Y una mano blanca se perdió por un cabello negro, hasta que cogió una patilla muy frágil de un niño indefenso. Era mi patilla. Y me estiró la patilla sacándome algunos cabellos de ese lugar...

-¡Eso no se hace...!, ¡Y tú niña trata de no provocarlo...!

Roxana lloró, y estoy seguro que no fue por mí, sino porque seguro nunca nadie le había gritado así. Y yo también lloré, por mí y por ella, y quizás en ese momento por primera vez descubrí el odio, el dolor. Lloré con cólera, con rabia, con desprecio y con mucha tirria. Mi color azul se volvió negro, opaco y turbio... Y al día siguiente ardió Troya, porque yo no me iba a quedar callado, un nada que ver rotundo, señores.

-¿Mi amor, qué pasó por qué vienes lloroso...?
-La nueva profesora me ha jaló de la patilla.
-¡Qué...! ¿Y qué hiciste...?
-Sólo le di un beso a Roxana...
-¿Y sólo por eso te ha jalado de la patilla...?
-Sí...
-¡No, mañana me va a escuchar esa nueva profesora! ¡Caray! ¡Qué se habrá creído!

Efectivamente señores, al día siguiente, llegué al nido acompañado de mi madre Liz. Ella totalmente serena, pero indignada, y yo sacando pecho por mi revancha y por la revancha de Roxana. Mi madre Liz esperó que todos estén en sus aulas, incluso esperó que terminara la primera hora de clases, pasándose el tiempo en la cafetería aprovechando en desayunar. Mi madre le había comentado a mi padre lo sucedido, pero él como siempre, como ahora y como a futuro, seguía metido en su cuarto de creación inventándose, quién sabe qué personaje para su novela de turno, sólo llegó a decir:

Está mal Liz, Santiago no debió haber besado a esa niña...

Creo que aquel comentario, pasivo e indiferente, que le hizo mi padre a mi madre fue la gota que derramó el vaso, porque mi madre se enfureció más, pero como ella siempre respetó, hasta hora, el trabajo de mi padre, supo desde el principio que aquel problema sólo ella lo tenía que resolver. Como leona en acecho de su presa, mi madre Liz esperaba en la cafetería la culminación de la primera hora de mi clase, de todas las clases. Y como toda Ingeniero(a) que es, empezó a calcular la manera correcta y directa de sus movimientos, de sus palabras. Yo estaba triste porque pensaba que mi madre Liz ya se había ido, más aún, porque no podía tomarme revancha para vengar el llanto de Roxana. Ella seguía triste, quietecita, sin reírse por miedo a otra vez ser regañada por la nueva profesora. Afortunadamente no fue así. Al concluir la primera hora de clase, alguien avisó de su presencia. ¿Quién era...? Mi madre Liz señores, bella de muchos abriles, de muchas primaveras, de muchas lunas… mi eterna madre… y bueno, al escuchar que llamaban a la puerta de aquel salón azul, la nueva profesora se acercó hacia la misma mostrando molestia por ser interrumpida, pero a mi madre Liz eso no le importó, porque al verla tan joven, ya sabía lo que tenía que decir:

-Buenos días señora, pero disculpe estamos en hora de clase, espere a la hora del recreo...
-No, disculpe usted profesora, pero yo no estoy aquí para interrumpir su clase, yo estoy aquí porque quiero hablar con usted...
-¿Perdón?, ¿Pero su hijo como se llama...?
-Mi hijo se llama Santiago Sánchez.
-Ah, justo ayer lo regañe, porque le estaba dando besos a su compañera...
-¡Perdón profesora...! ¿Lo regañó dijo usted...?
-Sí, lo regañé...
-A mí, mi hijo me ha dicho, que usted ayer le ha jalado la patilla... y eso, perdóneme usted profesora, no es regañar, eso se llama ¡Pegar!, ¡Abusar!, ¡Maltratar...!
-Alguien tiene que poner orden señora... ¡Ya que hay padres que no lo hacen...!
-¡No profesora…! ¡Pero perdóneme otra vez usted, pero a mi hijo nadie lo toca...! ¡Y mucho menos una principiante como usted que me viene a dar consejos de cómo tengo que educar a mi hijo...! ¡Por favor...!
-¡Yo sólo he dicho que hay padres que no saben hacerlo...!
-¡Por favor...! Usted es una mujer igual que yo, así que no se haga la ingenua, y déjese de indirectas...
-¡Yo solamente hago mi trabajo...!
-¡No...! ¡Otra vez se equivoca profesora, su trabajo no es pegar, ni abusar, ni maltratar a los niños, su trabajo es educar...! ¡Si en su vida o en su infancia fue tratada con métodos prehistóricos, eso ya no es mi culpa...! ¡Caray...!, ¡Pero a mi hijo no lo va a tratar otra vez así...! ¡Nunca más!...

Los que estaban al lado de la puerta del aula se ganaron con toda la discusión, y entre ellos estaba Roxana, que por ratos volteaba para mirarme como diciéndome:

“Gracias Santiago, yo me quedé callada por miedo, por vergüenza, no me atreví a decirle a mis padres de lo fuerte que fue la nueva profesora conmigo, gracias por defenderme...” y yo con el pensamiento le respondí así:

“No te preocupes Roxana, no me gustó verte llorar, nunca lo hagas por favor...”

Pero vayamos al segundo asalto de la discusión. Como era lógico la nueva profesora no se iba a quedar callada, y como tomando impulso volvió a responderle a mí querida madre:

-¡Señora, usted qué sabe de mi vida, nada creo, así que tenga la amabilidad de retirarse, aunque no lo crea estoy dictando mi clase y de paso educando a estos niños, entre ellos, su hijo!.
-No me hace falta averiguar sobre su vida profesora, ni me interesa, créame. Eso sólo se puede ver a simple vista... Pero lo que le voy a decir que le quede bien claro... ¡A mi hijo usted no lo vuelve a tocar!, ¡Esta bien!, porque me va a conocer, y ojalá que sus superiores no la conozcan también, eso espero profesora... ¡Que le quede bien claro...!
-Jajajaja me está amenazando... jajajaja
-No, qué va... sólo le estoy informando lo que voy a hacer si otra vez usted me toca a mi hijo...
-¡Es su palabra contra la mía...!
-¡Me importa un chiste, si su palabra vale o no...! ¡Ya está informada...! ¡Y por favor llame a mi hijo que me voy con él, no quiero que usted le siga enseñando...!
-¡Ay Dios...! Menos mal éste es el último día que estaré a cargo de estos niños tan malcriados, nunca en mi vida me había pasado esto...
-Pienso lo mismo profesora...
-¡Santiago Sánchez, lo llama su madre...!

Yo salí del aula azul corriendo para abrazar a mi madre con todo el amor del mundo. Y ella también me abrazó sonriendo. Nos fuimos del aula azul sin pronunciar ninguna palabra, el mutismo fue total para los dos. Ya en casa, mi madre interrumpió a mi padre y le contó todo lo sucedido. Él le abrazó, la besó y de cierta manera la tranquilizó.

-Hiciste lo correcto chinita... más bien, perdóname a mí por estar en otra parte, por estar en mi burbuja... debí acompañarte.
-No importa Luís, no hay nada que perdonar...
-Que te parece si te enseño lo que acabo de escribir...
-¡No...! ¿Estás seguro...? Pero mi amor si tú nunca quieres que lea nada tuyo a medio terminar.
-Pero siempre hay una primera vez chinita... Además, ahora tengo que agregarle otra cualidad más a la mujer que se viste de rojo...
-Jajajaja ¿Y cuál es esa cualidad amor...?
-Que es una fiera cuando se meten con los suyos...
-Jajajaja ¡Qué se habrá creído esa nueva profesora...! ¡Caray.!
-Jajajaja mi chinita...
La profesora Frida retornó a su nido azul, como todos los lunes de su vida, como todos los días de su amor, como todas las épocas y como toda madre de dolor. Regresó con todas las pilas bien puestas. Claro, sin saber nada de lo sucedido. Nos preguntó que tal la habíamos pasado sin ella y, para eso, sí tuvimos una sofocante respuesta. Todos le respondimos, muy mal, volviéndole a decir mil veces, a rogar, a suplicar que no nos abandonara otra vez. Ella sonrió, y prometió que nunca más nos dejaría tan solos, por más enferma que se sintiera. Porque también la profesora Frida nos extrañó mucho, y porque ella también la pasó de lo peor echada en su cama soportando aquel malestar gripal...

-No se preocupen niños, que yo sólo me enfermo de la gripe una vez al año... mis niños cómo los he extrañado.

Ya todos pensábamos en el recreo. Mario en comer su rica lonchera. Leonardo en seguir llorando. Roxana en hablar de sus muñecas con sus amigas y yo en seguir ocultándome para sorprender a mi niña azul y así robarle otro beso eterno de antología... Me lo merecía, por ser yo su primer héroe jajajaja, el primero en su historia.

-Ya no hace falta que te escondas Santiago...

Yo salí corriendo después de robarle otro beso a Roxana, haciéndome el loco, fingiendo no haber escuchado nada...
Ya en mi casa, por la tarde, volví a repetir las mismas palabras que Roxana me dijo esa misma mañana en la hora del recreo... “Ya no hace falta que te escondas Santiago...” y no entendí nada, o mejor dicho, no quise entender nada...

–Más adelante contaré mis aventuras con Roxana en una cocina de un nido infantil
.-



Esta canción si es para tenerla siempre presente, la vida, la escuela y el amor.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO 12

CAPÍTULO FINAL