CAPÍTULO 7
INOCENCIA Y TERNURA AZUL.
-A ver jovencitos silencio por favor... les tengo que dar una noticia...
La profesora Frida muy pocas veces se ponía seria y cuando lo hacía, el salón azul enmudecía a la espera de cualquier reacción por parte de ella.
-Gracias por el silencio... les tengo que informar que su compañero y amigo Renato Carrasco León ya no estará con nosotros, él se acaba de mudar de casa, de ciudad y de País.
Yo al escuchar aquella devastadora noticia, por un entendible impulso me paré y le pregunté a la profesora Frida interrumpiéndola:
-¿Profesora Frida, a dónde se fue mi amigo Renato...?
-Déjame terminar Santiaguito...
La profesora Frida volvió a hablar y, dicho sea de paso, a responderme la pregunta que, quizás todos los que estaban ahí, quisieron saber.
...Su compañero y amigo Renato se acaba de ir hoy por la mañana al país de Chile, ya que su familia tiene negocios que resolver en Santiago capital del país mencionado... Hablé con su madre y ella me comunicó todo y también me dijo que Renato se despedía con mucho cariño de todos ustedes. Bueno jovencitos, así es la vida, nadie sabe qué nos tiene preparado los caminos de este mundo. Sólo nos queda desde aquí darle muchas energías positivas a Renato, porque estoy segura que le va ir muy bien en aquel país vecino... Y por favor, ahora, abran sus cuadernos y volvamos a repasar los números del uno al cien...
Yo me quedé talmente plasmado en un silencio necesario. Volteaba a mi costado y encontraba aquel sitio vacío que mi amigo Renato había dejado. Enmudecido por la pena, abrí mi cuaderno sin saber lo que estaba haciendo y por arte de magia empecé a recordar todo lo que había hecho con mi amigo Renato. Y recordé que, él fue, quien me enseño a hacer mis primeras letras de la abecedario, de los partidos que ganábamos en el recreo con otros niños de diferentes salones, de las grandes peleas de Bruce Lee, cómo olvidarme, imposible, cuando me defendió de aquel karateka de un salón rojo que me iba a pegar, de los besos que le robábamos a Roxana, de lo miedoso que era cuando yo le enseñaba a cazar arañitas en las paredes vetustas de la cocina de aquel nido y de su lonchera con todos los productos nuevos que siempre nos llegó a mostrar.
Y me quedé solo sentado ahí, pensando y pensando. Mirando y mirando. Buscando y buscando. Perdido y perdido... -Pero ahora, mirando mi ordenador, enmudecido por el recuerdo de Renato; con toda la fe y la esperanza que si algún día amigo Renato; quizás por arte de magia, llegue este libro a tus manos, recuerdes que siempre te estaré agradecido por aquellos momentos que pasamos juntos, donde nunca pudo existir la envidia sana ni la otra y muchos menos el odio; porque no teníamos pasado, ni una herencia de prejuicios que impidiera que nuestra amistad sea totalmente pura, totalmente sana y totalmente nuestra... -Ya es de noche en Lima y que te parece amigo Renato si salimos a buscar a Roxana para robarle otro beso en la mejilla, como hacíamos antes, cuando estábamos en el nido, y que te parece si jugamos a la...
(...)
-No Santiago mejor nos damos la vuelta, no vaya a ser que nos muerda uno de esos perros tan grandes...
Nunca supe, hasta los diez años, por qué mi padre les tenía tanto miedo a los perros. Bueno, ahora a su edad, ya lo sabe disimular muy bien... Incluso con Pelona, cuando mi padre la regañaba a Pelona, ella por ahí le ladraba y mi padre por ahí también se chupaba y ya no le decía nada. Gracias a mi abuela materna Isabel es donde me pude enterar el porqué del miedo de mi padre por los perros, por aquellos animalitos tan inofensivos. Ya que mi padre siempre me contaba una historia distinta. Pero la verdadera historia quizá sea un poco triste; pero muy cierta y muy conmovedora y otra vez saco a relucir el amor de madre, aquel amor tan incondicional, tan puro y verdadero, que sólo una madre nos puede dar, brindar, esperar, aguantar, llorar, extrañar y proteger.
Cuenta la historia que cuando mi abuela Isabel estaba a la espera de mi padre, ya siete meses de barriga, seguía trabajando de modista... para qué ah... modestia a parte, mi abuela era unas de las grandes modistas que ha podido tener Magdalena del Mar. Cuando Dios te toca con la mano, ya estás hecho para algo, a eso se le llama, el don de Dios y mi abuela lo tenía. A mi abuela, no le cuadraba mucho eso de estar echada en la cama guardando reposo porque tenía un hijo por venir en su vientre, nada que ver... Ella siguió trabajando y mi abuelo también, aunque él siempre creyó que mi abuela se quedaba en casa reposando... –ahora ya sé porque mí padre salió tan terco.
En uno de esos días de trabajo, mi abuela Isabel tenía que ir a la casa de una clienta a probarle su vestido. Era la última probada para que quedara totalmente bello aquel ejemplar, como salido de una tienda de modas. En ese probar de costura fina y trabajosas medidas, la dueña por descuido había dejado suelta en el patio a su perra de raza Pastor Alemán, sin cerrar la puerta que entrelazaba el patio y la sala... Mi abuela, sin saber nada, le daba la espalda a la perra, pero cuando se volteó, la perrita de raza alemana, producto de los celos, así dicen, se fue contra mi abuela directamente a morder su barriga. Mi abuela al ver que la perra se le venía encima, sólo atinó a poner sus manos protegiendo así, su barriga de siete meses y dejándose morder las dos muñecas tan frágiles y trabajadoras. La tuvieron que llevar al hospital para contrarrestar la hemorragia de las dos muñecas que sangraban sin parar. Pero dice mi abuela, que a ella no le importaba nada, ni le importaba sus muñecas, ni sus manos, nada de nada, sólo quería saber cómo estaba mi padre en su vientre, su hijo, porque sentía dentro de su barriga que mi padre saltaba muy nervioso asustado por aquella mordedura. Al final nada le pasó a papá, y mi abuela se llegó a curar de sus dos muñecas, pero quedó muy claro, a mis diez años de vida, el porqué, mi padre, les tiene tanto miedo a los perros... Y eso que hasta hora no le ha mordido ningún perrito. Y una cosa es tenerles miedo y otra cosa es odiarlos. Que quede bien claro eso, por favor señores.
-¿Papito alguna vez te ha mordido un perro?
-Nunca Santiago...
-¿Entonces por qué les tienes tanto miedo...?
-Porque un día me palié con uno de ellos y...
(...)
Mi madre Liz tenía muchos defectos; pero tenía un defecto muy especial: le gustaba fumar mucho y mi padre renegaba hasta peleaba con ella, porque no le gustaba que fumase. El le decía entre dientes apretados -yo jugaba con pelona pero claramente lo escuchaba renegar así:
-Chinita, amor, ya te he dicho que no fumes, no sé cuantas veces te tengo que decir que el cigarro es la madre de todos los males... Y con cada cigarro que fumas, para que tu cuerpo se desintoxique, tiene que pasar una semana.
Ella le respondió así:
-Caray Luis, sólo fumo uno que otro cigarro, además, sólo lo hago después del almuerzo y, en las noches, antes de dormir. No exageres amor, cada uno con su vicio.
Mi padre seguía sentado en la sala, respondiéndole:
-No sabes cómo mata el cigarro chinita... en el mundo mueren tres millones de personas por el maldito cigarro...
-Pero Luis, amor, yo no soy una fumadora empedernida... sólo lo hago de vez en cuando...
-Ya, está bien, que conste que te lo advertí, pero ahora ven dame un beso...
-¿Cómo, que no te gustaba el olor al tabaco... quién te entiende amor...?
-Sí, pero me ha provocado un beso... Y que le vamos a hacer chinita así te quiero y así te querré.
Y otra vez con Pelona mirábamos cómo se besaban en la sala de la casa, mi padre y mi madre estrenaban siempre un beso de telenovela verdadera, de antología. Y eso me gustaba mucho y a Pelona también; pero a Amanda no le importaba mucho, ella seguía durmiendo en la cocina junto a su plato de comida.
Ahora mi madre ya tiene diez años sin fumar, y está como nueva, ya no tose por las noches, ni se cansa tan rápido. Entendió que aquel humo blanco, tóxico, le hacía mal, y que era una monada fumar todos los días aunque sea un cigarro por día. Ahora mi madre Liz en vez de un cigarro prefiere un rico chocolate muy dulce y claro señores, ahora más que nunca, mi padre la sigue besando con toda la razón del mundo. Amén.
Mi padre le lleva seis años a mi madre Liz, pero ahora parece que mi padre es menor que mi madre. Seguro será porque nosotros los varones no tenemos que dar a luz, y ellas sí. ¿Quién sabe?, quizás mañana los vea iguales de jóvenes o quizás iguales de viejitos; pero lo único que me reconforta es que, durante todo este tiempo, ellos buscaron la mejor manera de que yo pudiera ser feliz y lo consiguieron. Y creo que se pasaron, porque como dijo mi padre en su primera novela “En la misma Vereda”
La familia siempre será tu fortaleza, nunca pienses que serás feliz sin ella.
Los otros condimentos de la vida, me lo está ofreciendo el tiempo, los caminos y cada presente de mi presente y cada refugio de mi refugio. Fortaleza de amor.
(...)
Pero volvamos de nuevo a mis cuatro años, cuatro años para cumplir cinco, ahora sin Renato, sólo me quedaba como amigos Leonardo y Mario... Y todavía vivo aquel amor de sueños azules y reales que me hacía sentir la bella niña Roxana. Los besos que yo le daba a Roxana se me perdieron por un buen tiempo. No se por dónde se fueron. Pero lo único que sé que se perdieron y ya nunca los pude encontrar. Seguro ya no era lo mismo ser el único quien los hacía, a raíz de la partida de Renato a Chile... Pero siempre a Roxana la veía linda, hermosa y delicadita... Me acuerdo que entró al salón azul una señora no tan mayor, unos cuarenta y tantos, más o menos, entró al salón para hablar con la profesora Frida, pero yo ni por acá, ni por aquí, de quién se trataba. Pero ese día, esa mañana, iba a reiniciar los besos que los bahía perdido, no sé adónde, ni por dónde, pero estaba dispuesto a encontrarlos, y cuando me animé de nuevo a robarle un beso a mi musa de sueños azules, o sea, a Roxana, automáticamente me di con la sorpresa, que ella ya me estaba esperando para librarse de mi presencia provocativa, señalándome automáticamente con el dedo a la persona mayor que estaba conversando con la profesora Frida:
-Santiago no, ahí está mi mamá...
-¡Qué, sí...!, ¿Es tu mamá...?
-Sí... te voy a acusar, ah.
-No, por favor.
-Ya, entonces no molestes...
Yo sólo me di media vuelta hasta mi carpeta y me senté totalmente confundido y totalmente choteado...
Roxana volteó para verme y soltó una sonrisa como diciéndome:
-Que pena Santiago... Será para la próxima.
Y yo en el silencio seguí buscando los besos que los había perdido, no sé por dónde... y no sé adónde...
(...)
-Niños silencio por favor... tomen asiento... ya acabó el recreo...
La profesora Frida tenía algo nuevo que contarnos o avisarnos:
-Mañana es el día de la ensalada de frutas... esa que les dije que íbamos a preparar, ¿se acuerdan...?
-Siiiiii profesora...
-Bueno, mañana entonces se va a realizar, mejor dicho, se va a hacer la rica ensalada de fruta tan esperada... Para esto, quiero que cada uno de ustedes me traiga mañana una fruta en buen estado, una fruta a plenitud...
-¿Cuántas frutas hay profesora...?
Ese fue Mario.
-Muchas Marito, ni te imaginas...
-Ya, entonces le diré a mamá que las compre todas...
-Jajajaja bueno, si así lo quieres Marito... Entonces si es así, tendremos mañana una rica ensalada de frutas para chuparnos los dedos...
-¡Qué chévere...! ¡Qué rico...! ¡Sí, eso me gusta...! ¡Qué paja...!
-¡Perdón!, ¿Escuché mal Leonardito...?, ¿Qué paja, dijiste...?
-Así dice mi hermano cuando ve la televisión...
-Bueno, Leonardito, trata de olvidar esa palabra... y corrige a tu hermano, aunque sea mayor que tú...
-Ya profesora Frida...
-Pero no llores Leonardito... nada malo has hecho.
Leonardo, como siempre, como antes y como ahora, seguro, siguió llorando; pero ya todos los presentes sabíamos que era parte de su juego, de su capricho y de alguna manera parte de estar bien consigo mismo.
Nunca en mi vida, en ese entonces, había probado una ensalada de frutas... ni sabía que era eso. Ni siquiera mamá lo había preparado en casa, ya que a ella siempre le gustaba mucho, hasta hora creo, innovar, e inventar cada plato, cambiándole algunos ingredientes a cada receta de cocina...
¡Detesto las recetas de cocina...!
Era siempre su dicho cuando mi madre empezaba a cocinar y yo ya sabía lo bueno que me esperaba... y papá también. Y pelona también. Y Amanda también.
-Mamá, ¿Qué es una ensalada de frutas...?
Le dije a mi madre apenas bajé de la movilidad de la señora Vilma.
-Ah... la ensalada de frutas es muy sabrosa...
-Sí, pero, ¿Qué es mamá...?
-Ya, mira, la ensalada de frutas es un combinado de todas las frutas, bueno, casi de todas, donde se ponen en un recipiente grande y se combina con miel de abeja, yogur y algarrobina...
-¡Qué rico...!, ¿Y por qué nunca nos has hecho a nosotros una ensalada de frutas...?
-Porque nunca se ha dado la oportunidad, Santiaguito... Pero uno de estos días les preparo una ensalada de frutas para que todos en casa se chupen los dedos, ¿ya?.
-Mami, eso mismo dijo la profesora Frida, que mañana la ensalada de frutas que vamos a hacer será para chuparnos los dedos.
-¡Ah Caray!... ¡Epa! se me adelantaron... Así que mi vida, mañana te toca tu primera clase de arte culinario en el nido...
-¿Qué es arte culinario, mami...?
-Todo lo concerniente a la cocina mi vida.
-Ah...pero yo solo no voy a cocinar sino todos los de mi salón...
-Bueno, me parece muy bien... ¿que tal si hacemos algo Santiago...?
-¿Algo como qué mami...?
-Mañana, tú prueba la ensalada que vas a hacer con tus amiguitos y tu profesora... Y yo el domingo te hago una ensalada de aquellas... y así me dices cuál te pareció más sabrosa.
-Ya mami... esperemos que la tuya sea más rica...
-Claro que va a ser rica pequeño, eso ni lo dudes... ya verás, ya vas a ver... jajajaja.
-¡Qué rico...!, ah, se me olvidaba mami...
-¿Qué Santiago...?
-La profesora Frida nos pidió que trajéramos cada uno, una fruta muy rica...
-Ah, claro pequeño, entonces cómo crees que van a hacer la ensalada de frutas... con puros suspiros jajajaja...
-Ah... Eso pensé mami.
-No te preocupes pequeño, mañana vas a llevar una papaya muy sabrosa y muy grande.
-No mami, mucho peso para mí.
-Que no se te olvide pequeño que mañana soy yo quien te va a llevar al nido...
-Entonces ¡sí...!, ¡sí...! ¡Eso sí mami...!
La alegría de saber que iba ir con mamá Liz al nido era desafiante y apoteósica. Caminar de su mano, junto a ella, junto a su sonrisa, junto a sus besos y junto a la detonante realidad que sentía, de saber, que aquella mujer de ojos chinitos y piel tostada era mi madre, mi chinita. Gracias Dios.
No sé si no pude dormir esa noche o soñé que estaba despierto. Porque cuando el alba empezaba a aparecer yo ya estaba despierto de la emoción. Incluso, Pelona y Amanda seguían durmiendo y papá y mamá ni que se diga. Yo, ya quería estar en el nido, con mi plato limpio y haciendo supuestamente la rica ensalada de frutas.
Cuando mi madre entró a mi cuarto para despertarme, como hacía creo todos los días, totalmente soñolienta se quedó muy sorprendida, al ver que su hijo ya estaba vestido y listo para ir al nido.
-¡Santiago...!, ¿te sientes bien mi amor...?
-Sí mami... ¿por qué?
-Por nada pequeño... pero ¿has dormido con tu mandil puesto...?
-No mami...
-Entonces, a qué se debe el milagro de encontrarte listo...
-Ya quiero ir al nido mami...
-Jajajaja cómo se nota que la ensalada de frutas se te está haciendo agua a la boca.
-No, no es eso mami.
-No me mientas mi vida... mira que te conozco muy bien.
-Sí mami, quiero ir al nido, ya, apúrate...
-Ya, pero ahora sólo tomaras tu leche, nada de pan con mantequilla... Así podrás disfrutar muy placentero de tu sabrosa ensalada de frutas.
-Ya, pero apúrate mami.
-Déjame bañarme y en quince minutos estoy lista mi vida.
-Ya mami... ¿Y mi papá?
-Está durmiendo Santiaguito, ayer estuvo trabajando hasta las cuatro de la madrugada.
-Ah...
-Pero tú, te me vas a lavar la cara y a tomar toda la leche que te voy a preparar e inmediatamente te me vas a lavar los dientes sin comerte la pasta dental, ah...
-Ya mami.
-Bueno, eso espero Santiago.
Yo le hice caso, como nunca, como nunca otra vez podré imaginarme, porque siempre fui un dormilón, hasta ahora creo... mejor dicho, hasta ahora lo soy. Pero con la única diferencia, que ahora vivo solo, independencia voluntaria, y de verdad amigos les cuento, que extraño mucho aquella voz dulce que solía despertarme todas mis mañanas, todos mis veranos, todos mis otoños, todas mis primaveras y todos mis inviernos... y porque mi soledad que tanto me gusta, que tanto quiero, que tanto espero infinitamente, se vuelve traicionera... y de la imaginación busco el dinero suficiente para poder comprarla; ya que iniciando éste libro dije: que mi soledad no tenía precio... la traicionera soledad... quién lo diría, mi más fiel compañera, mi más fiel traicionera.
Llegué al nido sin contra tiempos, efectivamente, de la mano de mi madre y con la sonrisa infinita. Creo que nunca la había dejado cuando salí de casa, y con una Papaya muy grande. Que por ratos la cargaba yo y por ratos la cargaba mi madre Liz. La profesora Frida nos recibió, también con la sonrisa infinita, y yo le entregué la rica y grande papaya en sus manos.
-Que grande la papaya, Santiaguito... como pesa. –me dijo la profesora Frida mirando a mi madre...
-Puedo ir a jugar con mis amigos.-Le dije yo-
-Ya, pero en una hora todos se van a lavar las manos y empezaremos a hacer la rica ensalada de frutas.
-¡Sí, qué rico...!
Y me fui a buscar a Mario y a Leonardo para preguntarles que habían traído por fruta. Mientras observé de soslayo que mi madre Liz iniciaba la conversación con mi profesora Frida.
-¿Qué tal señora Sánchez?, ¿Cómo le va...? –le preguntó la profesora Frida a mi madre-
-Bien profesora, acá pues dándome un tiempito para traer a mi hijo.
-Que bien señora Sánchez, me da mucho gusto tenerla por aquí.
-Gracias profesora Frida. Y dígame, cómo es eso de que van a preparar una rica ensalada de frutas... No estaba en el plan de estudios, el que yo leí.
-Ah, recién lo hemos puesto, mejor dicho aprobado.
-Pero por qué ahora, si me parece fabuloso que lo hagan.
-Si pues, usted comprenderá señora Sánchez, yo solamente soy una profesora... y sólo me limito a recibir órdenes de mis superiores.
-Bueno, ahí sí yo no me puedo meter... Pero me da gusto que a los niños les involucren el buen quehacer de hacer otras cosas, así no sólo se limitan a un salón de clase, sino a recrear y estimular su creatividad...
-Gracias señora Sánchez por su apoyo.
-De nada profesora, más bien, gracias a ustedes, que de cierta manera son como la segundas madres de nuestros queridos hijos... Por ejemplo: mire usted... Santiago es un dormilón de aquellos, tengo que rogarle que se despierte y la verdad a veces me da mucha pena despertarlo, porque verlo ahí echadito durmiendo como un angelito, de verdad profesora, se me parte el corazón despertarlo y levantarlo... Bueno, hay que reconocer que yo también fui una dormilona de aquellas, sobre todo, cuando estaba soltera jajajaja...
-Jajajaja... Que honesta señora Sánchez.
-Sí profesora, pero a raíz que me casé, tuve que disciplinarme y cuando nació Santiago, más aún.
-Cuando una mujer es madre por primera vez todo cambia para ella... todo cambia señora Sánchez...
-Sí, es verdad Profesora... Y bueno le sigo contando: ayer Santiago me viene con la sabrosa ensalada que hoy van a hacer... ¿qué es una ensalada de frutas?, ¿qué cómo se hace?, que hay que comprar una fruta grande, etc... Y usted qué creé que pasó cuando lo fui a despertar como hago todos los días.
-Qué pasó, le pasó algo, sea cayó de la cama....
-No profesora... Mi hijo ya estaba listo para ir al nido...
-Jajajajaja mire usted... con que esas tenemos.
-¡Aja...! y eso es producto del estimulo, la novedad, la no monotonía de hacer las cosas... y eso se lo debo a usted. Muchas gracias profesora...
-No, al contrario, a usted Señora Sánchez, porque a mí personalmente me está estimulando, y me hace ver que lo que estoy haciendo no es en vano... Que estamos por un buen camino. Tanto usted, como la profesora de su hijo. O sea yo.
-No tiene por qué agradecerme... eso es lo que nosotros los padres vemos en nuestros hijos... que están aprendiendo muchas cosas, muchas cosas buenas...
-De eso se trata nuestra vocación señora Sánchez.
-Sí, pero seamos honestas profesora Frida... Hay profesoras y hay PROFESORAS...
-Señora Sánchez cada uno con su conciencia... pero de que hay malos profesores los hay...
-Claro profesora, pero en fin, como dice usted, cada uno con su conciencia.
-Es verdad señora Sánchez.
-Bueno profesora, quisiera seguir conversando con usted, pero se me hace tarde.
-Vaya con Dios Señora Sánchez... ¿ah, se me olvidaba?
-Sí, cuénteme...
-Acabo de terminar de leer una de las tantas novelas de su esposo Luis...
-Sí, que bueno... ¿Cuál de todas sus novelas...?
-“En la misma Vereda...”
-Caramba, una de las tantas fuertes que tiene mi esposo...
-Sí…
¿Y qué tal le pareció...?
-No es por nada señora Sánchez... pero, muy buena... Ahora la está leyendo mi esposo y también le está gustando.
-Que bueno que le haya gustado la novela Profesora Frida. Modestia a parte profesora, yo amo a mi esposo por su forma de ser, y por lo que escribe...
-Enhorabuena señora Sánchez, enhorabuena... muchas felicidades...
-A usted también y bueno cuídese y no dude en darme las quejas sobre mi hijo...
-No se preocupe que todo está sobre lo esperado... y Santiago está en ese círculo de lo normal, de lo normal que un niño de cuatro años puede hacer, pensar y actuar...
-Menos mal... Bueno, hasta la próxima.
-Hasta pronto señora Sánchez.
Mario, había traído por fruta tres kilos de manzanas Chilenas, pero que se redujo a dos, porque ya se las estaba comiendo, sin invitar a nadie. Leonardo, había traído dos manos de plátanos. Una mano era de la isla, y la otra era una mano de plátanos de lo normal, o sea plátanos mosqueados... La bella Roxana, había traído fresas deliciosas, dos kilos de fresas que hacían juego con su rostro, y un mandil Rosado, aparte del que llevábamos todos los días, pero ella lo había traído para no ensuciarse a la hora de hacer la rica ensalada... Yo la veía toda una ama de casa, la veía muy parecida a mamá, y mi imaginación empezó a volar, porque yo ya me creía papá, ese hombre de figura caída que siempre ayudaba a mamá en la cocina y que por las noches era el creador de historias no tan verdaderas que a la vez parecían tan verosímiles como su amor por mi mamá Liz.
Al terminar la rica ensalada, que por cierto, no ayudé en nada, me la pasé jugando con Mario y Leonardo todo la mañana, nos sirvieron en platos descartarles con cucharitas de la misma forma. Para qué mentir señores, que buena ensalada nos salió, mejor dicho, que buena ensalada de frutas prepararon las niñas y niños que muy afanosos se jactaban de lo que habían hecho conjuntamente con nuestra profesora Frida. Yo creo que me comí tres platos, Leonardo dos y Mario cuatro. Sí, Mario, a pesar que Mario ya tenía en su estómago un kilo de manzanas Chilenas que se había comido antes de hacer la rica ensalada de frutas. Y así fue la odisea culinaria de hacer una ensalada de frutas muy fabulosa y muy rica que, afortunadamente, todos, los que conformábamos el salón azul, quedamos satisfechos... Pero tengo un secreto que contarles queridos amigos y éste es un secreto que sólo a ustedes se los cuento, claro está, con una condición, que no le digan nada a mi madre Liz, por favor... Porque después de ese banquete tan sabroso de ensalada de frutas que mi estomago digirió tan placentero, mamá nos hizo una ensalada de frutas tan igual el fin de semana. Pero Papá, Pelona, Amanda y yo, le tuvimos que mentir que su ensalada de frutas que ella había hecho estaba muy sabrosa... pero, lamentablemente no sé qué habrá pasado, alguna fruta en mal estado, seguro, pero en fin, no nos gustó para nada, y creo que yo sólo comí un plato, Pelona ni lo miró, y Amanda sólo lamía el yogur, y mi padre se llevó su plato para su cuarto de creación y seguramente lo habrá echado al bote de la basura. Mi madre ni cuenta se dio de aquel sacrificio que hicimos para comer su ensalada de frutas, ella se comió dos platos, jactándose que era la mejor ensalada frutas que había hecho.
-A ver familia díganme, qué tal le pareció mi ensalada de frutas... rica ¿no...? Sabrosa ¿no...?
Todos contestamos sí, para dejarla siempre con su sonrisa de primavera, mas aquella ensalada fue tan igual, pero lamentablemente con diferente sabor. -Yo confió en ustedes amigos, sé que guardaran el secreto. Muchas Gracias.
(...)
-¡Santiago, levante, ya es hora de ir al nido...!
Yo seguía durmiendo porque ya el salón azul no iba a preparar otra estupenda y sabrosa ensalada de frutas. ¡Dios, qué pereza levantarse!...
Fito Paez e inocencia azul.
-A ver jovencitos silencio por favor... les tengo que dar una noticia...
La profesora Frida muy pocas veces se ponía seria y cuando lo hacía, el salón azul enmudecía a la espera de cualquier reacción por parte de ella.
-Gracias por el silencio... les tengo que informar que su compañero y amigo Renato Carrasco León ya no estará con nosotros, él se acaba de mudar de casa, de ciudad y de País.
Yo al escuchar aquella devastadora noticia, por un entendible impulso me paré y le pregunté a la profesora Frida interrumpiéndola:
-¿Profesora Frida, a dónde se fue mi amigo Renato...?
-Déjame terminar Santiaguito...
La profesora Frida volvió a hablar y, dicho sea de paso, a responderme la pregunta que, quizás todos los que estaban ahí, quisieron saber.
...Su compañero y amigo Renato se acaba de ir hoy por la mañana al país de Chile, ya que su familia tiene negocios que resolver en Santiago capital del país mencionado... Hablé con su madre y ella me comunicó todo y también me dijo que Renato se despedía con mucho cariño de todos ustedes. Bueno jovencitos, así es la vida, nadie sabe qué nos tiene preparado los caminos de este mundo. Sólo nos queda desde aquí darle muchas energías positivas a Renato, porque estoy segura que le va ir muy bien en aquel país vecino... Y por favor, ahora, abran sus cuadernos y volvamos a repasar los números del uno al cien...
Yo me quedé talmente plasmado en un silencio necesario. Volteaba a mi costado y encontraba aquel sitio vacío que mi amigo Renato había dejado. Enmudecido por la pena, abrí mi cuaderno sin saber lo que estaba haciendo y por arte de magia empecé a recordar todo lo que había hecho con mi amigo Renato. Y recordé que, él fue, quien me enseño a hacer mis primeras letras de la abecedario, de los partidos que ganábamos en el recreo con otros niños de diferentes salones, de las grandes peleas de Bruce Lee, cómo olvidarme, imposible, cuando me defendió de aquel karateka de un salón rojo que me iba a pegar, de los besos que le robábamos a Roxana, de lo miedoso que era cuando yo le enseñaba a cazar arañitas en las paredes vetustas de la cocina de aquel nido y de su lonchera con todos los productos nuevos que siempre nos llegó a mostrar.
Y me quedé solo sentado ahí, pensando y pensando. Mirando y mirando. Buscando y buscando. Perdido y perdido... -Pero ahora, mirando mi ordenador, enmudecido por el recuerdo de Renato; con toda la fe y la esperanza que si algún día amigo Renato; quizás por arte de magia, llegue este libro a tus manos, recuerdes que siempre te estaré agradecido por aquellos momentos que pasamos juntos, donde nunca pudo existir la envidia sana ni la otra y muchos menos el odio; porque no teníamos pasado, ni una herencia de prejuicios que impidiera que nuestra amistad sea totalmente pura, totalmente sana y totalmente nuestra... -Ya es de noche en Lima y que te parece amigo Renato si salimos a buscar a Roxana para robarle otro beso en la mejilla, como hacíamos antes, cuando estábamos en el nido, y que te parece si jugamos a la...
(...)
-No Santiago mejor nos damos la vuelta, no vaya a ser que nos muerda uno de esos perros tan grandes...
Nunca supe, hasta los diez años, por qué mi padre les tenía tanto miedo a los perros. Bueno, ahora a su edad, ya lo sabe disimular muy bien... Incluso con Pelona, cuando mi padre la regañaba a Pelona, ella por ahí le ladraba y mi padre por ahí también se chupaba y ya no le decía nada. Gracias a mi abuela materna Isabel es donde me pude enterar el porqué del miedo de mi padre por los perros, por aquellos animalitos tan inofensivos. Ya que mi padre siempre me contaba una historia distinta. Pero la verdadera historia quizá sea un poco triste; pero muy cierta y muy conmovedora y otra vez saco a relucir el amor de madre, aquel amor tan incondicional, tan puro y verdadero, que sólo una madre nos puede dar, brindar, esperar, aguantar, llorar, extrañar y proteger.
Cuenta la historia que cuando mi abuela Isabel estaba a la espera de mi padre, ya siete meses de barriga, seguía trabajando de modista... para qué ah... modestia a parte, mi abuela era unas de las grandes modistas que ha podido tener Magdalena del Mar. Cuando Dios te toca con la mano, ya estás hecho para algo, a eso se le llama, el don de Dios y mi abuela lo tenía. A mi abuela, no le cuadraba mucho eso de estar echada en la cama guardando reposo porque tenía un hijo por venir en su vientre, nada que ver... Ella siguió trabajando y mi abuelo también, aunque él siempre creyó que mi abuela se quedaba en casa reposando... –ahora ya sé porque mí padre salió tan terco.
En uno de esos días de trabajo, mi abuela Isabel tenía que ir a la casa de una clienta a probarle su vestido. Era la última probada para que quedara totalmente bello aquel ejemplar, como salido de una tienda de modas. En ese probar de costura fina y trabajosas medidas, la dueña por descuido había dejado suelta en el patio a su perra de raza Pastor Alemán, sin cerrar la puerta que entrelazaba el patio y la sala... Mi abuela, sin saber nada, le daba la espalda a la perra, pero cuando se volteó, la perrita de raza alemana, producto de los celos, así dicen, se fue contra mi abuela directamente a morder su barriga. Mi abuela al ver que la perra se le venía encima, sólo atinó a poner sus manos protegiendo así, su barriga de siete meses y dejándose morder las dos muñecas tan frágiles y trabajadoras. La tuvieron que llevar al hospital para contrarrestar la hemorragia de las dos muñecas que sangraban sin parar. Pero dice mi abuela, que a ella no le importaba nada, ni le importaba sus muñecas, ni sus manos, nada de nada, sólo quería saber cómo estaba mi padre en su vientre, su hijo, porque sentía dentro de su barriga que mi padre saltaba muy nervioso asustado por aquella mordedura. Al final nada le pasó a papá, y mi abuela se llegó a curar de sus dos muñecas, pero quedó muy claro, a mis diez años de vida, el porqué, mi padre, les tiene tanto miedo a los perros... Y eso que hasta hora no le ha mordido ningún perrito. Y una cosa es tenerles miedo y otra cosa es odiarlos. Que quede bien claro eso, por favor señores.
-¿Papito alguna vez te ha mordido un perro?
-Nunca Santiago...
-¿Entonces por qué les tienes tanto miedo...?
-Porque un día me palié con uno de ellos y...
(...)
Mi madre Liz tenía muchos defectos; pero tenía un defecto muy especial: le gustaba fumar mucho y mi padre renegaba hasta peleaba con ella, porque no le gustaba que fumase. El le decía entre dientes apretados -yo jugaba con pelona pero claramente lo escuchaba renegar así:
-Chinita, amor, ya te he dicho que no fumes, no sé cuantas veces te tengo que decir que el cigarro es la madre de todos los males... Y con cada cigarro que fumas, para que tu cuerpo se desintoxique, tiene que pasar una semana.
Ella le respondió así:
-Caray Luis, sólo fumo uno que otro cigarro, además, sólo lo hago después del almuerzo y, en las noches, antes de dormir. No exageres amor, cada uno con su vicio.
Mi padre seguía sentado en la sala, respondiéndole:
-No sabes cómo mata el cigarro chinita... en el mundo mueren tres millones de personas por el maldito cigarro...
-Pero Luis, amor, yo no soy una fumadora empedernida... sólo lo hago de vez en cuando...
-Ya, está bien, que conste que te lo advertí, pero ahora ven dame un beso...
-¿Cómo, que no te gustaba el olor al tabaco... quién te entiende amor...?
-Sí, pero me ha provocado un beso... Y que le vamos a hacer chinita así te quiero y así te querré.
Y otra vez con Pelona mirábamos cómo se besaban en la sala de la casa, mi padre y mi madre estrenaban siempre un beso de telenovela verdadera, de antología. Y eso me gustaba mucho y a Pelona también; pero a Amanda no le importaba mucho, ella seguía durmiendo en la cocina junto a su plato de comida.
Ahora mi madre ya tiene diez años sin fumar, y está como nueva, ya no tose por las noches, ni se cansa tan rápido. Entendió que aquel humo blanco, tóxico, le hacía mal, y que era una monada fumar todos los días aunque sea un cigarro por día. Ahora mi madre Liz en vez de un cigarro prefiere un rico chocolate muy dulce y claro señores, ahora más que nunca, mi padre la sigue besando con toda la razón del mundo. Amén.
Mi padre le lleva seis años a mi madre Liz, pero ahora parece que mi padre es menor que mi madre. Seguro será porque nosotros los varones no tenemos que dar a luz, y ellas sí. ¿Quién sabe?, quizás mañana los vea iguales de jóvenes o quizás iguales de viejitos; pero lo único que me reconforta es que, durante todo este tiempo, ellos buscaron la mejor manera de que yo pudiera ser feliz y lo consiguieron. Y creo que se pasaron, porque como dijo mi padre en su primera novela “En la misma Vereda”
La familia siempre será tu fortaleza, nunca pienses que serás feliz sin ella.
Los otros condimentos de la vida, me lo está ofreciendo el tiempo, los caminos y cada presente de mi presente y cada refugio de mi refugio. Fortaleza de amor.
(...)
Pero volvamos de nuevo a mis cuatro años, cuatro años para cumplir cinco, ahora sin Renato, sólo me quedaba como amigos Leonardo y Mario... Y todavía vivo aquel amor de sueños azules y reales que me hacía sentir la bella niña Roxana. Los besos que yo le daba a Roxana se me perdieron por un buen tiempo. No se por dónde se fueron. Pero lo único que sé que se perdieron y ya nunca los pude encontrar. Seguro ya no era lo mismo ser el único quien los hacía, a raíz de la partida de Renato a Chile... Pero siempre a Roxana la veía linda, hermosa y delicadita... Me acuerdo que entró al salón azul una señora no tan mayor, unos cuarenta y tantos, más o menos, entró al salón para hablar con la profesora Frida, pero yo ni por acá, ni por aquí, de quién se trataba. Pero ese día, esa mañana, iba a reiniciar los besos que los bahía perdido, no sé adónde, ni por dónde, pero estaba dispuesto a encontrarlos, y cuando me animé de nuevo a robarle un beso a mi musa de sueños azules, o sea, a Roxana, automáticamente me di con la sorpresa, que ella ya me estaba esperando para librarse de mi presencia provocativa, señalándome automáticamente con el dedo a la persona mayor que estaba conversando con la profesora Frida:
-Santiago no, ahí está mi mamá...
-¡Qué, sí...!, ¿Es tu mamá...?
-Sí... te voy a acusar, ah.
-No, por favor.
-Ya, entonces no molestes...
Yo sólo me di media vuelta hasta mi carpeta y me senté totalmente confundido y totalmente choteado...
Roxana volteó para verme y soltó una sonrisa como diciéndome:
-Que pena Santiago... Será para la próxima.
Y yo en el silencio seguí buscando los besos que los había perdido, no sé por dónde... y no sé adónde...
(...)
-Niños silencio por favor... tomen asiento... ya acabó el recreo...
La profesora Frida tenía algo nuevo que contarnos o avisarnos:
-Mañana es el día de la ensalada de frutas... esa que les dije que íbamos a preparar, ¿se acuerdan...?
-Siiiiii profesora...
-Bueno, mañana entonces se va a realizar, mejor dicho, se va a hacer la rica ensalada de fruta tan esperada... Para esto, quiero que cada uno de ustedes me traiga mañana una fruta en buen estado, una fruta a plenitud...
-¿Cuántas frutas hay profesora...?
Ese fue Mario.
-Muchas Marito, ni te imaginas...
-Ya, entonces le diré a mamá que las compre todas...
-Jajajaja bueno, si así lo quieres Marito... Entonces si es así, tendremos mañana una rica ensalada de frutas para chuparnos los dedos...
-¡Qué chévere...! ¡Qué rico...! ¡Sí, eso me gusta...! ¡Qué paja...!
-¡Perdón!, ¿Escuché mal Leonardito...?, ¿Qué paja, dijiste...?
-Así dice mi hermano cuando ve la televisión...
-Bueno, Leonardito, trata de olvidar esa palabra... y corrige a tu hermano, aunque sea mayor que tú...
-Ya profesora Frida...
-Pero no llores Leonardito... nada malo has hecho.
Leonardo, como siempre, como antes y como ahora, seguro, siguió llorando; pero ya todos los presentes sabíamos que era parte de su juego, de su capricho y de alguna manera parte de estar bien consigo mismo.
Nunca en mi vida, en ese entonces, había probado una ensalada de frutas... ni sabía que era eso. Ni siquiera mamá lo había preparado en casa, ya que a ella siempre le gustaba mucho, hasta hora creo, innovar, e inventar cada plato, cambiándole algunos ingredientes a cada receta de cocina...
¡Detesto las recetas de cocina...!
Era siempre su dicho cuando mi madre empezaba a cocinar y yo ya sabía lo bueno que me esperaba... y papá también. Y pelona también. Y Amanda también.
-Mamá, ¿Qué es una ensalada de frutas...?
Le dije a mi madre apenas bajé de la movilidad de la señora Vilma.
-Ah... la ensalada de frutas es muy sabrosa...
-Sí, pero, ¿Qué es mamá...?
-Ya, mira, la ensalada de frutas es un combinado de todas las frutas, bueno, casi de todas, donde se ponen en un recipiente grande y se combina con miel de abeja, yogur y algarrobina...
-¡Qué rico...!, ¿Y por qué nunca nos has hecho a nosotros una ensalada de frutas...?
-Porque nunca se ha dado la oportunidad, Santiaguito... Pero uno de estos días les preparo una ensalada de frutas para que todos en casa se chupen los dedos, ¿ya?.
-Mami, eso mismo dijo la profesora Frida, que mañana la ensalada de frutas que vamos a hacer será para chuparnos los dedos.
-¡Ah Caray!... ¡Epa! se me adelantaron... Así que mi vida, mañana te toca tu primera clase de arte culinario en el nido...
-¿Qué es arte culinario, mami...?
-Todo lo concerniente a la cocina mi vida.
-Ah...pero yo solo no voy a cocinar sino todos los de mi salón...
-Bueno, me parece muy bien... ¿que tal si hacemos algo Santiago...?
-¿Algo como qué mami...?
-Mañana, tú prueba la ensalada que vas a hacer con tus amiguitos y tu profesora... Y yo el domingo te hago una ensalada de aquellas... y así me dices cuál te pareció más sabrosa.
-Ya mami... esperemos que la tuya sea más rica...
-Claro que va a ser rica pequeño, eso ni lo dudes... ya verás, ya vas a ver... jajajaja.
-¡Qué rico...!, ah, se me olvidaba mami...
-¿Qué Santiago...?
-La profesora Frida nos pidió que trajéramos cada uno, una fruta muy rica...
-Ah, claro pequeño, entonces cómo crees que van a hacer la ensalada de frutas... con puros suspiros jajajaja...
-Ah... Eso pensé mami.
-No te preocupes pequeño, mañana vas a llevar una papaya muy sabrosa y muy grande.
-No mami, mucho peso para mí.
-Que no se te olvide pequeño que mañana soy yo quien te va a llevar al nido...
-Entonces ¡sí...!, ¡sí...! ¡Eso sí mami...!
La alegría de saber que iba ir con mamá Liz al nido era desafiante y apoteósica. Caminar de su mano, junto a ella, junto a su sonrisa, junto a sus besos y junto a la detonante realidad que sentía, de saber, que aquella mujer de ojos chinitos y piel tostada era mi madre, mi chinita. Gracias Dios.
No sé si no pude dormir esa noche o soñé que estaba despierto. Porque cuando el alba empezaba a aparecer yo ya estaba despierto de la emoción. Incluso, Pelona y Amanda seguían durmiendo y papá y mamá ni que se diga. Yo, ya quería estar en el nido, con mi plato limpio y haciendo supuestamente la rica ensalada de frutas.
Cuando mi madre entró a mi cuarto para despertarme, como hacía creo todos los días, totalmente soñolienta se quedó muy sorprendida, al ver que su hijo ya estaba vestido y listo para ir al nido.
-¡Santiago...!, ¿te sientes bien mi amor...?
-Sí mami... ¿por qué?
-Por nada pequeño... pero ¿has dormido con tu mandil puesto...?
-No mami...
-Entonces, a qué se debe el milagro de encontrarte listo...
-Ya quiero ir al nido mami...
-Jajajaja cómo se nota que la ensalada de frutas se te está haciendo agua a la boca.
-No, no es eso mami.
-No me mientas mi vida... mira que te conozco muy bien.
-Sí mami, quiero ir al nido, ya, apúrate...
-Ya, pero ahora sólo tomaras tu leche, nada de pan con mantequilla... Así podrás disfrutar muy placentero de tu sabrosa ensalada de frutas.
-Ya, pero apúrate mami.
-Déjame bañarme y en quince minutos estoy lista mi vida.
-Ya mami... ¿Y mi papá?
-Está durmiendo Santiaguito, ayer estuvo trabajando hasta las cuatro de la madrugada.
-Ah...
-Pero tú, te me vas a lavar la cara y a tomar toda la leche que te voy a preparar e inmediatamente te me vas a lavar los dientes sin comerte la pasta dental, ah...
-Ya mami.
-Bueno, eso espero Santiago.
Yo le hice caso, como nunca, como nunca otra vez podré imaginarme, porque siempre fui un dormilón, hasta ahora creo... mejor dicho, hasta ahora lo soy. Pero con la única diferencia, que ahora vivo solo, independencia voluntaria, y de verdad amigos les cuento, que extraño mucho aquella voz dulce que solía despertarme todas mis mañanas, todos mis veranos, todos mis otoños, todas mis primaveras y todos mis inviernos... y porque mi soledad que tanto me gusta, que tanto quiero, que tanto espero infinitamente, se vuelve traicionera... y de la imaginación busco el dinero suficiente para poder comprarla; ya que iniciando éste libro dije: que mi soledad no tenía precio... la traicionera soledad... quién lo diría, mi más fiel compañera, mi más fiel traicionera.
Llegué al nido sin contra tiempos, efectivamente, de la mano de mi madre y con la sonrisa infinita. Creo que nunca la había dejado cuando salí de casa, y con una Papaya muy grande. Que por ratos la cargaba yo y por ratos la cargaba mi madre Liz. La profesora Frida nos recibió, también con la sonrisa infinita, y yo le entregué la rica y grande papaya en sus manos.
-Que grande la papaya, Santiaguito... como pesa. –me dijo la profesora Frida mirando a mi madre...
-Puedo ir a jugar con mis amigos.-Le dije yo-
-Ya, pero en una hora todos se van a lavar las manos y empezaremos a hacer la rica ensalada de frutas.
-¡Sí, qué rico...!
Y me fui a buscar a Mario y a Leonardo para preguntarles que habían traído por fruta. Mientras observé de soslayo que mi madre Liz iniciaba la conversación con mi profesora Frida.
-¿Qué tal señora Sánchez?, ¿Cómo le va...? –le preguntó la profesora Frida a mi madre-
-Bien profesora, acá pues dándome un tiempito para traer a mi hijo.
-Que bien señora Sánchez, me da mucho gusto tenerla por aquí.
-Gracias profesora Frida. Y dígame, cómo es eso de que van a preparar una rica ensalada de frutas... No estaba en el plan de estudios, el que yo leí.
-Ah, recién lo hemos puesto, mejor dicho aprobado.
-Pero por qué ahora, si me parece fabuloso que lo hagan.
-Si pues, usted comprenderá señora Sánchez, yo solamente soy una profesora... y sólo me limito a recibir órdenes de mis superiores.
-Bueno, ahí sí yo no me puedo meter... Pero me da gusto que a los niños les involucren el buen quehacer de hacer otras cosas, así no sólo se limitan a un salón de clase, sino a recrear y estimular su creatividad...
-Gracias señora Sánchez por su apoyo.
-De nada profesora, más bien, gracias a ustedes, que de cierta manera son como la segundas madres de nuestros queridos hijos... Por ejemplo: mire usted... Santiago es un dormilón de aquellos, tengo que rogarle que se despierte y la verdad a veces me da mucha pena despertarlo, porque verlo ahí echadito durmiendo como un angelito, de verdad profesora, se me parte el corazón despertarlo y levantarlo... Bueno, hay que reconocer que yo también fui una dormilona de aquellas, sobre todo, cuando estaba soltera jajajaja...
-Jajajaja... Que honesta señora Sánchez.
-Sí profesora, pero a raíz que me casé, tuve que disciplinarme y cuando nació Santiago, más aún.
-Cuando una mujer es madre por primera vez todo cambia para ella... todo cambia señora Sánchez...
-Sí, es verdad Profesora... Y bueno le sigo contando: ayer Santiago me viene con la sabrosa ensalada que hoy van a hacer... ¿qué es una ensalada de frutas?, ¿qué cómo se hace?, que hay que comprar una fruta grande, etc... Y usted qué creé que pasó cuando lo fui a despertar como hago todos los días.
-Qué pasó, le pasó algo, sea cayó de la cama....
-No profesora... Mi hijo ya estaba listo para ir al nido...
-Jajajajaja mire usted... con que esas tenemos.
-¡Aja...! y eso es producto del estimulo, la novedad, la no monotonía de hacer las cosas... y eso se lo debo a usted. Muchas gracias profesora...
-No, al contrario, a usted Señora Sánchez, porque a mí personalmente me está estimulando, y me hace ver que lo que estoy haciendo no es en vano... Que estamos por un buen camino. Tanto usted, como la profesora de su hijo. O sea yo.
-No tiene por qué agradecerme... eso es lo que nosotros los padres vemos en nuestros hijos... que están aprendiendo muchas cosas, muchas cosas buenas...
-De eso se trata nuestra vocación señora Sánchez.
-Sí, pero seamos honestas profesora Frida... Hay profesoras y hay PROFESORAS...
-Señora Sánchez cada uno con su conciencia... pero de que hay malos profesores los hay...
-Claro profesora, pero en fin, como dice usted, cada uno con su conciencia.
-Es verdad señora Sánchez.
-Bueno profesora, quisiera seguir conversando con usted, pero se me hace tarde.
-Vaya con Dios Señora Sánchez... ¿ah, se me olvidaba?
-Sí, cuénteme...
-Acabo de terminar de leer una de las tantas novelas de su esposo Luis...
-Sí, que bueno... ¿Cuál de todas sus novelas...?
-“En la misma Vereda...”
-Caramba, una de las tantas fuertes que tiene mi esposo...
-Sí…
¿Y qué tal le pareció...?
-No es por nada señora Sánchez... pero, muy buena... Ahora la está leyendo mi esposo y también le está gustando.
-Que bueno que le haya gustado la novela Profesora Frida. Modestia a parte profesora, yo amo a mi esposo por su forma de ser, y por lo que escribe...
-Enhorabuena señora Sánchez, enhorabuena... muchas felicidades...
-A usted también y bueno cuídese y no dude en darme las quejas sobre mi hijo...
-No se preocupe que todo está sobre lo esperado... y Santiago está en ese círculo de lo normal, de lo normal que un niño de cuatro años puede hacer, pensar y actuar...
-Menos mal... Bueno, hasta la próxima.
-Hasta pronto señora Sánchez.
Mario, había traído por fruta tres kilos de manzanas Chilenas, pero que se redujo a dos, porque ya se las estaba comiendo, sin invitar a nadie. Leonardo, había traído dos manos de plátanos. Una mano era de la isla, y la otra era una mano de plátanos de lo normal, o sea plátanos mosqueados... La bella Roxana, había traído fresas deliciosas, dos kilos de fresas que hacían juego con su rostro, y un mandil Rosado, aparte del que llevábamos todos los días, pero ella lo había traído para no ensuciarse a la hora de hacer la rica ensalada... Yo la veía toda una ama de casa, la veía muy parecida a mamá, y mi imaginación empezó a volar, porque yo ya me creía papá, ese hombre de figura caída que siempre ayudaba a mamá en la cocina y que por las noches era el creador de historias no tan verdaderas que a la vez parecían tan verosímiles como su amor por mi mamá Liz.
Al terminar la rica ensalada, que por cierto, no ayudé en nada, me la pasé jugando con Mario y Leonardo todo la mañana, nos sirvieron en platos descartarles con cucharitas de la misma forma. Para qué mentir señores, que buena ensalada nos salió, mejor dicho, que buena ensalada de frutas prepararon las niñas y niños que muy afanosos se jactaban de lo que habían hecho conjuntamente con nuestra profesora Frida. Yo creo que me comí tres platos, Leonardo dos y Mario cuatro. Sí, Mario, a pesar que Mario ya tenía en su estómago un kilo de manzanas Chilenas que se había comido antes de hacer la rica ensalada de frutas. Y así fue la odisea culinaria de hacer una ensalada de frutas muy fabulosa y muy rica que, afortunadamente, todos, los que conformábamos el salón azul, quedamos satisfechos... Pero tengo un secreto que contarles queridos amigos y éste es un secreto que sólo a ustedes se los cuento, claro está, con una condición, que no le digan nada a mi madre Liz, por favor... Porque después de ese banquete tan sabroso de ensalada de frutas que mi estomago digirió tan placentero, mamá nos hizo una ensalada de frutas tan igual el fin de semana. Pero Papá, Pelona, Amanda y yo, le tuvimos que mentir que su ensalada de frutas que ella había hecho estaba muy sabrosa... pero, lamentablemente no sé qué habrá pasado, alguna fruta en mal estado, seguro, pero en fin, no nos gustó para nada, y creo que yo sólo comí un plato, Pelona ni lo miró, y Amanda sólo lamía el yogur, y mi padre se llevó su plato para su cuarto de creación y seguramente lo habrá echado al bote de la basura. Mi madre ni cuenta se dio de aquel sacrificio que hicimos para comer su ensalada de frutas, ella se comió dos platos, jactándose que era la mejor ensalada frutas que había hecho.
-A ver familia díganme, qué tal le pareció mi ensalada de frutas... rica ¿no...? Sabrosa ¿no...?
Todos contestamos sí, para dejarla siempre con su sonrisa de primavera, mas aquella ensalada fue tan igual, pero lamentablemente con diferente sabor. -Yo confió en ustedes amigos, sé que guardaran el secreto. Muchas Gracias.
(...)
-¡Santiago, levante, ya es hora de ir al nido...!
Yo seguía durmiendo porque ya el salón azul no iba a preparar otra estupenda y sabrosa ensalada de frutas. ¡Dios, qué pereza levantarse!...
Fito Paez e inocencia azul.
Hola, como estas, asi que eres dormilón, yo también lo soy, pero ahora que vives solo extrañaras que te levanten en las mañanas, aunque uno a veces se acostumbra, yo también recuerdo esas famosas ensaladas de frutas que hacíamos en el colegio (aunque ahora prefiero comprarla que prepararmela), pero en secundaria estudie en un colegio técnico y en el primer año lleve un curso de cocina, era muy divertido cocinar y cortarse la mano con mis amigos, hasta ahora me ocurre en esos pequeños accidente y confieso que desde el año pasado no cocino nada, sé cocinar, no imagines que soy una ociosa y que tengo las manos muy cuidadas, nada de eso, pero huyo de la cocina. Espero el próximo capítulo, donde te encuentres siempre deseándote lo mejor un fuerte abrazo y un beso y saludos a Soledad, tu fiel amiga y tu fiel traicionera.
ResponderEliminarCampo de Almas
Gracias Marybel... eres una fiel compañera. Yo también te deseo lo mejor y mucho más de lo mejor. Te lo mereces. Y dormilona y todo te respeto. No hay nada más placentero que dormir por horas. Un beso y muchas alegrías de navidad.
ResponderEliminarIván.
Charly García se presenta en setiembre de este año... puede ser ah... si te animas, vamos, yo invito. Un beso.
Hola Iván, gracias por la invitación, esperare a fines de setiembre para ver a Charlie García, y una vez más gracias.
ResponderEliminar