DORA Y KUKA.

UN HOMBRE DE BUENA FE.



DORA Y KUKA.


Soy un desastre con mis cosas. Mejor dicho: soy un desordenado con mis cosas. Tengo papeles tirados por todas partes, documentos importantes que viven en mi cocina; mis horarios y los papeles del trabajo cenan conmigo todos los días, en fin… ya me acostumbré a vivir así en un desorden total. Y, paradójicamente, en ese total desorden, yo encuentro mi orden, es como si ya mi desorden fuera mi orden, un orden donde me hallo todos los días. Qué más me da… como solía decirme mi madre: allá tú, hijo, allá tú.
No me gusta bañarme en las mañanas. Usualmente lo hago por las noches y con agua caliente. Mi ropa está por todas partes de mi departamento y los cerros de pantalones ya viven en mi cuarto. No tomo desayuno, lo detesto. Será por eso que mi úlcera está creciendo como la grieta de un temblor. Sufro del hígado y sufro de amores olvidados y perdidos por el tiempo. No veo las noticias, las detesto. Mis depresiones van por ahí. No puedo soportar ver o leer muertes ajenas por causa de la naturaleza o por causas materiales ya sea por accidentes o por agresiones cotidianas. Dicen que en el 2012 el mundo desaparecerá; bueno, al paso que vamos, para el 2012 sólo habrá algunos países presentes; ya el hambre, la violencia, los desastres naturales y el calentamiento global, nos están pasando las facturas sin tener piedad ni preferencias. Nos iremos a la luna, qué nos queda. La luna ¿no?... no hay nada en la luna, no hay nada en ese lugar, ja. ¿Quién podrá defendernos?... ya Chespirito está viejo y débil. ¿Superman? (ojo, el verdadero, ah) está descansando bajo tierra y los Superamigos, se han vuelto más enemigos que antes, más enemigos que después y más enemigos que ahora. No, qué va… esto no tiene solución, y, dicho sea de paso, mi propia vida sigue los mismos horizontes, las mis huellas, los mismos tiempos.
En mi habitación viven dos arañas. Una vive en un rincón en la parte superior del cuarto, exactamente, frente a mi vista, y, la otra, en la parte inferior exactamente atrás de mi cama. Ellas son las únicas amigas que tengo, claro está, si de amistades atípicas se trata, ah. Ya no las puedo matar, mejor dicho, nunca las quise matar; porque ya son mis amigas y consejeras asesinas. Ellas se encargan de mantener el dormitorio sin polillas, moscas, sancudos, en fin… mantener la casa lejos de esos bichitos molestosos, ellas dos, hacen en mi habitación, el ecosistema a la perfección. La que vive en la parte superior la he llamado Dora y a la que vive atrás de mi cama en la parte inferior la he llamado Kuka. Dora, es la araña más asesina que he conocido. Siempre cuando despierto en las mañanas encuentro en su fuerte tela de araña, tres insectos enrollados y preparados para la cena de los siguientes días. Una asesina de alto calibre. Su ubicación es perfecta, sus telas están bien diseñadas y bien ubicadas. No puedo creer que un insecto sin haber estudiado arquitectura haya podido diseñar una casa de tela de araña a la perfección, ¡Dios!... a veces me pregunto: ¿Quiénes somos nosotros los humanos, quienes somos realmente?... Cada vez, que veo a Dora y, veo, que en su tela de araña está llena de insectos, como arte de magia, me levanta la moral, me estimula, me reta y no me hace caer en depresiones. Veo la vida con mucho optimismo y, si ella (Dora) puede ser feliz así, de inmediato salgo a la calle rumbo a mi trabajo con toda la fuerza necesaria para conquistar este mundo, para incendiar Roma. Salgo de mi casa con toda la esperanza de ser otra persona y abrir mi tela de araña y comerme a todo el mundo. Ser yo mismo, ser autentico, defender mi soledad, porque la soledad, mi soledad, afortunadamente no tiene precio. No tiene alma, no tiene cuerpo y, sobre todo, no tiene sed de venganza.
Kuka, es floja. Se conforma con lo que cae. Si cae una mosca, la envuelve, la conquista y la paraliza con su veneno. Y después de haber hecho todo eso… ya más adelante, se la come, se la devora. De ahí no le interesa si hay cena para los siguientes días, parece decirse a sí misma –Ya algo caerá, no me hago paltas-. Kuka, no le interesa guardar pan para mayo. Se nota que le gusta dormir -si es preciso decir esa palabra, porque no sé si los insectos dormirán ¿o sí?, ¿quién sabe?-. Pero me desespera verla tanto tiempo sin moverse. Una vez la estuve observando y entre sus tejidos de araña cayó una polilla pequeña. La polilla ya nada podía hacer. Cuando trataba de escaparse, lamentablemente, más se involucra en toda la parafernalia de su muerte, de una muerte anunciada por la dejadez de una tela de araña. Ahí estaba Kuka mirando a la indefensa polilla, miraba cómo su presa le ahorraba el trabajo. Pero ella seguía sin moverse, seguía sin inmutarse, con ella no era la cosa, la cena, el hambre, la desesperación, no, qué va… Kuka, muy fiel a su estilo, lo dejaba para después. Todo lo contrario a Dora. Es por eso que cuando veo a Kuka por las noches, caigo en un facilismo de no hacer nada con mi vida y nada con mi cuerpo. Caigo en una depresión sin tener hambre sin tener ganas de sexo y sin tener ganas de lavarme los dientes. Kuka me enseña a tomarme la vida sin presiones, sin huellas digitales. Esto quiere decir que, no debemos dejar rastros, que lamentablemente cuando nos morimos, sólo los que nos quisieron alguna vez nos visitarán con flores compradas antes del momento. Ay Kuka, eres quizás mi noticiero de todos los días, de todas las semanas: cuéntame, ¿cómo quedó Alianza Lima?, ¡no!… ¡Perdió otra vez!... qué novedad. Cuéntame, ¿a quién mataron ésta vez?… ¿a una ejemplar doctora?, ¿a una linda niña?, ¿a un pobre anciano?, ¿a un policía?, ¿a una polilla?…
El verano se manifiesta en mi habitación con una luz muy fuerte producto de un sol mañanero. La luz amarilla viaja como una espada por toda mi habitación y mi ventana como madre la espera muy sosegada. No quiero levantarme, me da una flojera de aquellas, la misma flojera del colegio, por algo no estudie toda la secundaria en la tarde, después de haber dormido toda la mañana, las tardes de colegio caían por si solas. Qué rico es dormir, qué rico es dormir y soñar que estás teniendo sexo con tu profesora, soñar con los besos de la mujer de moda, con los pantalones apretados de las colegialas en crecida y soñar con las fiestas de los años 80s. Esa misma luz amarilla se vuelve a repetir y se repetirá cada estación de verano. La maldita costumbre de vivir del pasado me lleva a pensar que esa misma luz segadora y amarilla era el enojo de todos los veranos de mamá cada vez que nos despertaba para tomar desayuno. Ay la vieja, cómo la extraño. Extraño sus enojos, su jugo de papaya, sus besos y sus desveladas. Bueno mamita, al menos sigo siendo el mismo dormilón, al menos, estoy seguro, que, desde allá arriba, sigues renegando porque soy un flojo para levantarme, al menos… al menos hoy…
Antes de levantarme, sobre la cama, echado, lo primero que hago es abrir mis ojos y ubicarme; dicho sea de paso, no puedo dejar de mirar a Dora en lo alto. La veo que no para de trabajar que no para de enrollar su alimento para los futuros días de hambre y más hambre. Le doy los buenos días:
–Buenos días Dora, qué tal como amaneciste… si ya veo, como mucha hambre y con mucho trabajo… sigue no más y cuídate y buen provecho-
Después me armo de valor, algo extraño en mí, y sin pensarlo dos veces me meto a la ducha. Con Dora en lo alto y a mi lado, vuelvo a creer en las duchas calientes por las mañanas. Después, suelo salir renovado y cambiado. La promesa ya estaba hecha hoy domingo de verano tengo que ir al hospital de reposo a visitar a Giga. Con toda esa vitalidad de sentir y ver a Dora cómo lucha día a día, cómo se esmeraba para salir adelante, cómo guarda pan para mayo, todo eso y más, me estimula y me contagian para poder así transmitirle todas esas energías positivas a la bella Giga. Nada de cosas negativas, nada de engaños y nada de tristezas. Creo que me estoy volviendo loco, ¿cuántas veces me habré hecho esa pregunta frente al espejo?. Uf, varias veces. Y, a la vez, ¿cuántas veces esa arañita (Dora) me habrá salvado la vida?. Uf, también varias veces. En fin, ya estoy listo para la primera visita, la primera de tantas frustradas. La primera de tantas tristezas, de tantas locuras, de tantos besos imaginarios. Salí del departamento con otros aires, con todas las ganas de ver a Giga recuperada; tomé el primer taxi que me interceptó. Subí, después de arreglar el precio con el señor taxista, y ya adentro, me animé a conversar con él. Cosa que no hago con frecuencia. Mi hermetismo en las calles siempre está presente. Pero hoy domingo no. Y eso se lo debo a Dora, la bendita arañita, que, cada vez que la veo por los altos, me suele levantar la moral, ya sea con sus actos o, simple y llanamente, con su misma presencia. Llegué al hospital de reposo y sin perder más tiempo me presento como el novio de Giga.
-Sí señor, un ratito… voy a ver si todo marcha bien.
-Gracias… yo espero.
-Tome asiento.
-Gracias.
Después de quince minutos se acerca hacia mí la señorita enfermera.
-Por aquí señor… sígame.
-La sigo…
La enfermera me lleva por los jardines del hospital, por los jardines perdidos de olvidos, de vicios, de infiernos grupales. Parecía todo tan tranquilo, el sol bajo el jardín, bajo las plantas y bajo los enfermos sedados y otros condenados a la adicción de la muerte en su soledad.
-Como usted comprenderá señor, su novia ha sufrido varios ataques de ansiedad, le hemos tenido que sedar en varias ocasiones; Pero, ahora está bien… la última vez la encontraron…
-Sí, sé donde la encontraron… no tiene porqué decírmelo… por favor quiero verla…
-La tiene al frente de sus ojos…
Cuando la vi a Giga, estaba de espaldas, no la había reconocido. Estaba con el cabello corto, muy corto.
-Ya sabe señor, tener en cuenta que sólo es media hora y por favor trate de no alterarla de no estimularla…
-No se preocupe, sé lo que tengo qué hacer…
-Muy bien… lo dejo, entonces.
Giga, todavía no se daba cuenta de mi presencia. La llamé por su nombre.
-¡Hola Giga!...
Giga, volteó lentamente, hasta que sus ojos se conectaron a los míos.
-¡Hola, Iván!... no te esperaba…
-Me dijeron que querías verme…
-Sí… pero no tan pronto.
-Te queda muy bien el cabello corto… te pareces a un soldado jaja…
-Jaja… no me hagas reír… que de soldado no tengo nada… en cambio yo te veo flaco…
-Estoy a dieta…
-¿Tú a dieta?… jaja… ya te he dicho que no me hagas reír, Iván.
-Hace tiempo que no te veo reír… solías hacerlo muy bien chiquita… muy bien.
-¿Sabes?... acaba de llegar de Venezuela mi hermana, Mar.
-La fotógrafa… sí me hablaste mucho de ella.
-Sí pues. Se acaba de divorciar… se va a quedar por un buen tiempo en Lima. Ella se está quedando en mi depa… ya los inquilinos se fueron…
-Sí, algo me dijo el doctor Parodi. Bueno, nunca debiste salir de tu depa…
-No sabes cómo lo extraño…
-Ya te falta poco para que salgas de aquí… y todo será como antes.
-¿Sabes?... también me vino a visitar Penélope…
-Todo iba también bien, Giga… y mira con qué me sales…
-Iván… escúchame. No sé si es sólo mi locura o quizás las pastillas que me dan aquí; pero, siento que Penélope todavía siente algo por ti. Hablamos de ti toda la media hora de su visita…
-Giga, Giga, Giga… por favor, yo he venido a verte y estar a tu lado… lo que pasó con esa señora ya no me interesa… así que te pediría, por favor, no hablar de ella en mi presencia, ni siquiera pronuncies su nombre…
-Penélope, tiene cáncer de mamás…
-¿Qué?...
-Se lo acaban de de detectar hace poco… es por eso que ha venido a verme. A darme fuerzas, a que no decaiga a que siga para adelante… nos hemos perdonado todo… no somos ya las amigas de antes, no… pero, ya nos hemos perdonado… Iván, Penélope te necesita… nos necesita…
-¡Cáncer!... ¿Penélope tiene cáncer?… no, maldita sea…
-Cálmate Iván… todavía no se sabe en qué grado está el mal… pero lamentablemente de todas maneras van a amputar…
-No, no, no… ¿por qué a ella?, ¿por qué a ella?… no, no, no…
-Fuerza Iván… recién me estoy dando cuenta… que hay problemas mayores que esta puta adicción a las drogas que padezco…
-Mira tú. Yo he venido a visitarte a darte fuerzas para que no decaigas y ahora me sales con que tú me estas ayudando… no, ¡Dios! ¿Por qué a ella?.
Antes de caer en la tristeza por la noticia, me acordé que cuando le hacía el amor a Penélope, precisamente cuando vulnera sus pechos, con la ternura de siempre, al tocarlos sobresalía un bultito de grasa en el seno izquierdo. No le tome importancia, me importaba mas besarlos y amarlos. Me importaba amarla como nunca, como se ama la esencia sin la razón, sin prejuicios, sin convencionalismos baratos, con las lágrimas que llevo ahora, con la pena de perderla, sin miedos y con la gloria de un sentimiento sobrenatural. Saqué fuerzas de flaqueza para Giga, para su mejoría y me retiré de ese lugar más triste que la soledad de una tarde de invierno. Tome el taxi sin rumbo. –¿a dónde va usted señor?... lléveme a la playa… quiero ver el mar… eso haré señor… un buen sol para ir a la playa. Sí, eso parece. Ya al estar allí, miré la tristeza en las olas, el vaivén de sus movimientos, las penas en las heridas, el volcán de recuerdos. No estaba confundido, quería verla, quería pedirle perdón. No te debí tratarla mal la última vez que hablé con ella. No, me siento el hombre más infeliz del mundo, el que quiere que ahora mismo se lo trague la tierra. Abro la bandeja de mi celular y busco su nombre. Penélope. Llego a su número y presiono la tacle de marcado rápido. Espero que suene, suena ese estúpido sonido que confirma que su celular es de movistar, y después, empieza a sonar los sonidos largos y crueles para este momento.
-¡Iván!... qué gusto escucharte…
-¡Hola Penélope!...
-¡Hijo!... ¿a qué no sabes?...
-¿Qué cosa?...
-Fui a ver a Giga. Ya nos hemos perdonado todo.
-Penélope, acabo estar con ella… ya me contó lo tuyo…
-¡Quéeeeeeeeeeeeeeeee!...
-Eres una mujer muy valiente Penélope… pensé que estabas destrozada, vulnerada…
-Nunca Iván, voy a luchar con este cáncer… este cáncer no me va a vencer, ya lo verás… lo único malo es que ahora me vas a ver pelada sin cabello… al menos será motivo para cambiar de estilo ¿no crees?…
-Vas a ser la pelona más bonita del mundo… y si quieres yo también me pelo… te acompaño en esa lucha…
-No es necesario, hijo… déjame luchar a mi sola… eso sí, necesito de tu compañía.
-¿Y tu esposo?...
-Víctor, se ha comportado como el hombre más increíble del mundo… no sabes cuánto lo quiero. Dios me mandó a mi vida un ángel.
-Qué bueno saber eso…
-Iván… te amo.
-Penélope… ¡qué hablas mujer!…
-Te estoy diciendo que te amo…
-¿Y Víctor?...
-A Él lo quiero… Víctor, es el hombre más maravilloso del mundo… nunca lo dejaría… pero lo que siento por ti, es amor, no lo puedo evitar. Me enamoré de ti como una niña…
-Víctor, no se merece esto… si está a tu lado es porque te ama con todas sus fuerzas…
-Yo nunca dejaría a Víctor. Yo me casé con él porque lo quiero, y quizás lo llegue a amar con el tiempo…
-Penélope, ¿por qué la vida nos separó?…
-Tú me mentiste, Iván… estuviste con Giga y no me dijiste nada.
-Para mí no tenía importancia… además, yo no estaba contigo…
-Sé la historia a la perfección, hijo. Ya fue Iván. Ya no podemos estar juntos, ahora tenemos vidas muy diferentes…
-Yo nunca he dejado de amarte. No sabes cómo me dolió la noticia de tu matrimonio. No sabes cuánto me dolió… ¿aló?...
-Sí, te estoy escuchando…
-Pero déjame decirte que no vas a estar sola en esta lucha mi amor… voy a estar contigo, claro está, manteniendo mi distancia, tú sabes, por Víctor…
-Gracias Iván… ahora más que nunca necesito que las personas que yo amo estén a mi lado y tú eres una de ellas.
-Yo soy capaz de donar cualquier órgano de mi cuerpo para no verte en esta situación… pero lamentablemente hija, tu enfermedad no va por ahí…
-Lo sé, lo sé… voy a luchar Iván… ya vas a ver, voy a luchar…
-Y no vas a estar sola, eso te lo prometo… te lo juro.
-Lo sé, lo sé… Bueno, ya está por llegar del trabajo mi esposo… te dejo…
-Listo, cuelga y ya sabes Penélope estoy para cualquier cosa que necesites…
-Lo sé, lo sé, lo sé… te dejo escritor de cuarta jajajaja…
-Hasta pronto Penélope jajaja.
Dejo la tristeza para después, y busco el primer taxi desde la carretera de la Costa Verde. No, qué va, la vida es están bella para que uno pierda el tiempo pensando en tristezas. ¡Fuerza Giga!, ¡Fuerza Penélope! y ¡fuerza Iván!… que las alegrías son pocas, pero mejores que cualquier camión lleno de penas y de muertes.
Abro la puerta de mi departamento como todos los días, entro y caigo sentado en mi mueble preferido. Miro al vacio y pienso por un instante en las vidas de todos los que me rodean. Cada uno de ellos tienen sus propios problemas, algunos más complicados y otros más superables… en fin… quiero dormir un poco, me desplomo sentado y busco el sueño para olvidarme de todo lo sucedido. Escucho el sonido de mi celular, no quiero contestar, vuelve a sonar, no me paro, mi celular está sobre la mesa, vuelve a soñar, me paro y voy hacia él…

-¿Aló?…
-Hola Iván.
-¿Sí, con quien tengo el gusto?
-Primo, soy yo… Esperanza.
-¡Hola Esperanza!... ¿qué tal, cómo están en Piura?…
-Bien, bien… ¿primo a qué no adivinas?...
-¿Qué tengo que adivinar, Pera?...
-Estoy en Lima… en un lugar llamado Fiori…
-¡Sí!... ¡No te creo!
-¡Sí primo!... ¡Ven recógeme!...
-Ya, no te muevas ah, paso por ti enseguida…
-Ya, te espero, primo…
-No te preocupes…
-Ah, primo… te tengo una mala noticia…
-¿Qué paso?... ¿aló?... ¿aló?...
-Sí, primo te escucho…
-¿Qué pasó, Pera?...
-El abuelo… Murió.


(En el cielo tus canciones se escuchan y en la tierra te extrañamos)

(Uno nunca muere, ni estas canciones)

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